«No hay democracia sin libertad de prensa»: Carlos Chamorro

17 noviembre, 2019

Carlos Fernando Chamorro Barrios es un referente del periodismo de investigación en América Latina. Ahora en el exilio, es un símbolo de lucha por la libertad de prensa contra es desgaste democrático en su natal Nicaragua. En entrevista, valora la importancia del ejercicio periodístico en los regímenes políticos, narra la crisis de derechos humanos que permanece en el gobierno de Daniel Ortega, y lamenta que el gobierno mexicano no tenga un mensaje de solidaridad para el pueblo nicaragüense

Texto: Ernesto Núñez Albarrán

Fotos: María Ruiz

Hace diez meses, el periodista Carlos Fernando Chamorro decidió exiliarse en Costa Rica para proteger su libertad. Es paradójico, pero para seguir informando sobre lo que ocurre en Nicaragua tuvo que salir de Nicaragua.

Un mes antes de su partida, un comando asaltó la redacción de Confidencial, el medio digital que dirige y desde el cual ha publicado algunas de las investigaciones periodísticas que desnudaron al gobierno del presidente Daniel Ortega.

Nombrar a las víctimas de las masacres ocurridas durante el mandato del exlíder sandinista, denunciar el derroche de miles de millones de dólares provenientes de la cooperación venezolana o revelar el enriquecimiento del presidente, su esposa Rosario Murillo (vicepresidenta del país) y sus hijos convirtieron a Chamorro en la voz que incomoda al mandatario centroamericano.

Fernando Chamorro fue el ponente inaugural de la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación (Colpin 2019), que se realizó en la Ciudad de México del 7 al 10 de noviembre, y aprovechó su discurso para hacer una radiografía de la muerte de la democracia nicaragüense y la instauración de una dictadura sangrienta que ha costado al menos 300 muertes por motivos políticos, el cierre de media docena de medios de comunicación; el encarcelamiento, persecución, asesinato y exilio de opositores, activistas y periodistas, y la imposición de un “estado de sitio de facto”.

En su trágico relato, Chamorro describió fenómenos que fueron corriendo en paralelo desde que Ortega regresó al poder, en 2007: la desinstitucionalización del país y la pérdida de libertades; los ataques a la prensa independiente y la consolidación de un régimen autoritario; la creación de un aparato mediático propagandístico para apuntalar la narrativa oficial, y la imposición de la censura.

«El primer paso fue la estigmatización de los periodistas críticos y de la prensa independiente. Daniel Ortega comenzó llamándoles hijos de Göebles», narró Chamorro.

Luego, frente a autoridades y periodistas congregados en el Museo de Antropología para la inauguración de la novena edición de Colpin, sentenció: «No hay democracia sin libertad de prensa» .

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Carlos Fernando Chamorro es hijo de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, periodista asesinado en 1978, durante la dictadura de Anastasio Somoza, y de Violeta Barrios Torres, presidenta de Nicaragua entre 1990 y 1997. Como su madre y su padre, fue un opositor a la dictadura somocista y simpatizante de la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional, del que Daniel Ortega emergió como líder y presidente en un primer mandato, de 1985 a 1990.

Chamorro dirigió el diario Barricada entre 1980 y 1994; creó, en 1995, el Centro de Investigación de la Comunicación; en 1996, fundó la revista Confidencial y, en 2010, el portal www.confidencial.com.ni

Desde el periodismo y la política, fue testigo privilegiado de la historia reciente de Nicaragua: la caída de Somoza, en 1979; la creación de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (1980-1985); el primer gobierno de Daniel Ortega y el FSLN (1985-1990); el triunfo de la Unión Nacional Opositora en 1990 y el gobierno de su madre, Violeta Barios de Chamorro, hasta 1997; los gobiernos liberales de Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños (1997-2007); el regreso de Daniel Ortega al poder y sus reelecciones en 2012 y 2017, y el deterioro de la democracia.      

Discreto y silencioso, con una computadora portátil en el regazo, Chamorro acudió a las mesas de discusión de Colpin 2019 como un testigo más de las ponencias y debates sobre técnicas de investigación periodística, nuevas plataformas, amenazas a periodistas, casos de corrupción en toda América Latina, rastreo del dinero que financia la política, transparencia, crimen y víctimas de la violencia, nuevas narrativas, dilemas éticos, desinformación, bots, derecho a la información, periodismo “performático”, ficción, no ficción… Un torrente abrumador de ideas que Chamorro parecía mirar con nostalgia desde su periodismo en resistencia.

En un espacio de la Conferencia, concedió una entrevista de media hora en la sede del Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información, al sur de la Ciudad de México, un edificio de cristal tomado durante dos días por periodistas de toda la región. En ese escenario, Chamorro narró cómo la ley de transparencia de Nicaragua se aprobó a medidos de 2007, cuatro meses después de la llegada de Ortega al poder, y cómo se convirtió en letra muerta.

–La ley se venía gestando tres años atrás por una coalición de la sociedad civil; era una ley moderna aunque sin muchos dientes, pero salió no nata; no se aplica ni en lo más básico, como que las oficinas del Estado deberían estar obligadas a tener oficinas de acceso a la información. En Nicaragua, las solicitudes de información por la vía de esa ley están bloqueadas. Y, hoy, todos los poderes actúan de manera arbitraria, negando a la prensa la información pública, no sólo el Ejecutivo, sino el Poder Judicial, la Policía Nacional, el Ejército…”.

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–¿Qué murió primero en Nicaragua, la libertad de prensa o la democracia?

Chamorro responde con una mueca que da paso a un recuento histórico.

Narra que Nicaragua vivió una época oscura para la libertad de prensa durante la dictadura y después de la caída de la dictadura, la revolución sandinista enfrentó un proceso de guerra interna y agresiones externas que obligaron a instaurar un estado de emergencia y la aplicación de la censura previa como método de autodefensa del régimen.

Después, a principios de los años 90, se abrió el régimen y se vivió un periodo de “primavera de libertad de prensa”, con una política de tolerancia que provocó que los medios se desarrollaran y profesionalizaran.

Los dos gobiernos del Partido Liberal Constitucionalista, con Arnoldo Alemán (caracterizado por la corrupción) y Enrique Bolaños, fueron vigilados por la prensa nicaragüense, que jugó un papel importante de fiscalización del poder, denuncias de corrupción, periodismo de investigación. 

En ese contexto se dio el retorno de Daniel Ortega al poder, con una prensa plural y habituada a cuestionar al gobierno.

–Sinceramente, los nicaragüenses llegamos a creer que la libertad de prensa era una conquista irreversible, que eso no se podía volver para atrás. Nadie imaginó que podíamos llegar a lo que ha ocurrido 20 años después. Cuando Ortega llegó, su declaración fue libertad de prensa total y cero tolerancia a la corrupción, y su actuación fue exactamente la contraria: una actitud agresiva, confrontativa con los medios independientes, básicamente partiendo de la premisa de que para Ortega los medios no eran una competencia en torno a la agenda pública, sino un enemigo al cual había que aplastar –explica.

Desde los primeros meses de 2007, medios nicaragüenses como Confidencial, La Prensa y El Nuevo Diario enfrentaron agresiones que se fueron agudizando y normalizando. 

–Eso es paralelo al proceso de colapso de la democracia, de las instituciones democráticas. Con Ortega se da un proceso de captura de las instituciones del Estado, cooptación de la justicia, de las fiscalías, de la Policía y de una política agresiva en contra de los medios de comunicación. Pero hoy puedo sostener que la resistencia de los medios fue mucho mayor a la resistencia de las instituciones; las instituciones democráticas colapsaron, los medios no, sobrevivieron durante toda la primera década de la dictadura de Ortega, antes de llegar a la época de la dictadura sangrienta que estamos viviendo desde abril –afirma.

–¿Cómo fueron las campañas de linchamiento y desprestigio hacia los periodistas críticos a Ortega?

–Hay dos mecanismos fundamentales: uno es el discurso oficial, el del presidente de la República y el de la vicepresidenta. Y, en segundo lugar, la utilización de los canales de televisión privados, pero controlados por la familia presidencial, que complementan a los medios estatales. La campaña que yo enfrenté en 2007, en la que me acusaban de narcotraficante, de asesino de campesinos, fue así; salía en el Canal 4, propiedad de la familia Ortega Murillo, que era un canal oficioso. 

–Un dictador siempre busca aniquilar la libertad de prensa, ¿por qué?

–Porque la libertad de prensa es la base de todas las otras libertades, sin ella no hay libertad de expresión, sin libertad de prensa no hay una democracia informada, una ciudadanía que pueda empoderarse en sus derechos, sin libertad de prensa lo que hay es un monólogo, lo que hay es oscuridad, lo que hay es un afianciamiento del poder.

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Durante los años de consolidación de la dictadura de Ortega, empresarios, políticos y algunos medios de comunicación se aliaron a él en busca de beneficios económicos.

En ese proceso, explica Chamorro, la corrupción jugó un papel fundamental para crear empresas, desviar recursos de los fondos de ayuda internacional, someter a los demás poderes y acallar a la prensa en general, no sólo a la que lleva a cabo periodismo de investigación.

–En Nicaragua, los periodistas independientes no podemos cubrir un juicio, a pesar de que la ley dice que son públicos, porque los periodistas son expulsados de las audiencias judiciales, son expulsados de las conferencias de la policía. Han llegado a un extremo de privatización de la información pública, en la medida en que todas las instituciones colapsaron.

–¿Y qué papel jugó la propaganda oficial, esta narrativa de que las cosas van bien?

–Es difícil evaluar realmente y medir si la propaganda tiene un impacto más allá de los convencidos, pero los hechos son importantes: el régimen de Ortega ciertamente creó esperanza, vendió ilusiones de mejoría económica, mejoría social para los sectores más empobrecidos. Vendió esperanza de megaproyectos, como el Gran Canal Interoceánico, como la refinería que se iba a construir con Venezuela, como la Gran Represa Proyecto Hidroeléctrico Tumarín, o como el satélite de telecomunicaciones chino. Cuatro megaproyectos de los cuales ninguno se llegó a construir. Es un proceso de fabricación de esperanzas e ilusiones que no se corresponden con la realidad.

–¿En qué momento dejó de funcionarle a Ortega?

–La propaganda satura; hay ciertas expresiones de la propaganda que en algún momento parecía que tenían impacto, sobre todo en la juventud, como los estadios virtuales de fútbol, actividades lúdicas para darle a la juventud entretenimiento y diversión, y hasta el 18 de abril pasado, mucha gente decía en Nicaragua que los jóvenes habían sido totalmente cooptados por el régimen y que no tenían interés en los asuntos públicos, en la política; pero fueron los jóvenes universitarios, provenientes la mayoría de las universidades públicas, los que encabezaron por lo menos las primeras etapas de esta rebelión contra la dictadura. La propaganda puede funcionar por un tiempo, pero no cambia las conciencias, sólo puede adormecer, quizás.

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«La libertad de prensa es la base de todas las otras libertades, sin ella no hay libertad de expresión, sin libertad de prensa no hay una democracia informada, una ciudadanía que pueda empoderarse en sus derechos, sin libertad de prensa lo que hay es un monólogo, oscuridad, afianciamiento del poder».

Sobre la Prensa Libre

En su conferencia magistral, Fernando Chamorro soltó una frase que movió las conciencias políticamente correctas del periodismo convencional: “en una condición extrema, la prensa debe tomar partido”.

Eso fue lo que hicieron Confidencial y otros medios que, abiertamente, se han declarado contrarios a la dictadura de Ortega y Murillo, y han decidido exhibir las contradicciones de un régimen que surgió de una revolución para convertirse en dictadura, desde la represión directa contra las manifestaciones, hasta el análisis del lenguaje de la vicepresidenta, a quien recientemente le dedicaron un reporte especial sobre el odio que propaga en sus intervenciones televisivas diarias.

–Desde esta toma de partido, ¿qué papel puede jugar la prensa independiente, en este momento crítico de Nicaragua?

–Ha jugado el papel fundamental de rescatar la verdad. Cuando ha habido una masacre que ha sido ocultada y negada por el gobierno a pesar de que ha sido filmada por los teléfonos celulares de los ciudadanos y de los periodistas, pero es negada por el Estado, bueno, la prensa ha reconstruido las historias de vida de las víctimas de la represión. La prensa no puede proveer justicia, porque eso le corresponde a los tribunales, y los tribunales están cooptados por el régimen. Pero la batalla fundamental ha sido la batalla por la verdad.

–Ortega acusa a la prensa de desestabilizar su régimen.

–El régimen ha intentado justificar la represión y la imposición de la dictadura alegando que la protesta cívica y la demanda de que renuncie y se haga una reforma política para ir a elecciones libres, sería el equivalente a un golpe de Estado. Han llegado al extremo de crear unas siglas: IFGE (Intento Fallido de Golpe de Estado) y las usan en los documentos oficiales del Estado. Cuando el ministro de Hacienda comparece al Parlamento para explicar el decrecimiento económico, dice: «la recesión es un efecto del IFGE». Ésa es la narrativa oficial, y la prensa básicamente lo que ha hecho es contar los hechos, en primer lugar.

–¿Temen haber perdido credibilidad?

–Creo que tenemos un gran desafío de preservar la autonomía y una actitud crítica, ya no solamente aplicada al poder autoritario del gobierno, sino también aplicada a las nuevas fuerzas políticas y sociales que han surgido dentro de la rebelión. Mal favor haríamos nosotros a las aspiraciones de cambio del país, si no tuviéramos una mirada crítica sobre estos nuevos liderazgos que están surgiendo, sobre lo que proponen, sobre la manera en cómo se reproducen vicios de la vieja política y sobre sus propias limitaciones.

–¿A qué va a conducir esta prensa desde la resistencia, como la que ustedes están desarrollando?

–No creo que el periodismo produzca cambios políticos por sí solo; evidentemente, en un momento en el que se han desatado nuevas fuerzas sociales y políticas que están presionando por un cambio, la información contribuye a amplificar ese esfuerzo, a fortalecer conciencia, pero la prensa sola no produce cambio, la prensa informa, la información de la prensa sirve para que una ciudadanía mejor informada tome decisiones, se involucre en la vida pública, tome riesgos. La crítica contribuye a eso, la fiscalización del poder, pero yo no le atribuyo a la prensa poderes para sustituir la acción política, la acción popular de la gente, la acción de sus liderazgos, de sus instituciones; hay una relación complementaria y también hay ciertas tendencias contradictorias, porque nuestro papel es diferente al de los gobernantes y los líderes políticos. Pero lo fundamental es que la prensa debe preservar su autonomía, hoy bajo una situación extrema, y mañana, ojalá, bajo una situación de reconstrucción de la vida del país.

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No creo que el periodismo produzca cambios políticos por sí solo; evidentemente, en un momento en el que se han desatado nuevas fuerzas sociales y políticas que están presionando por un cambio, la información contribuye a amplificar ese esfuerzo, a fortalecer conciencia, pero la prensa sola no produce cambio».

Sobre el Papel de la Prensa

–¿Se sienten solos? –se le pregunta a un hombre que no deja de pensar en Nicaragua, mientras observa cómo otros conflictos en la región acaparan la atención mundial. 

–Nos sentíamos solos. Bajo la dictadura de Daniel Ortega, en la época en la que parecía muy consolidada, cuando denunciábamos y poníamos pruebas sobre casos de corrupción o violaciones a derechos humanos, nada tenía consecuencias; teníamos una audiencia que nos leía, pero eso no producía ningún cambio ni ninguna consecuencia, y durante mucho tiempo teníamos la percepción de que estábamos solos. Ahora, lo que ocurre cuando se dio la rebelión de abril es la irrupción de una nueva fuerza social, política. Obviamente, hay un reconocimiento de la sociedad nicaragüense de que la libertad de prensa es realmente imprescindible y sí sentimos que ha habido una gran solidaridad de la población y un hermanamiento de la defensa de la libertad de prensa y la defensa de la libertad de expresión. Sin ese acompañamiento, jamás habríamos podido resistir lo que hemos resistido.

–¿Y en el concierto internacional? ¿Existe una comprensión de la gravedad de lo que ocurre en Nicaragua?

–Creo que la opinión pública internacional reaccionó de manera tardía a la masacre y la matanza que se produjo en Nicaragua, porque Nicaragua no estaba en el radar de nadie. Nicaragua era un país que tenía una cierta aureola de estabilidad bajo esa dictadura institucional de Ortega, pero creo que los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos fueron fundamentales para poner en el debate de la opinión pública internacional la crisis de derechos humanos en el país, y por el otro lado, las grandes movilizaciones populares y las luchas de las barricadas en las ciudades se convirtieron en noticia internacional, de que había un cuestionamiento y de que la gente le estaba pidiendo la renuncia a Ortega. Hoy toda la atención está enfocada en Bolivia como lo estuvo en Nicaragua, en la medida en que Ortega sofocó la rebelión por la fuerza y quedamos sometidos bajo un estado policiaco, un estado de sitio de facto, la atención sobre Nicaragua cesó y, sin embargo, la crisis del país se mantiene.

–¿Cómo llamar la atención del mundo hacia lo que sigue ocurriendo en Nicaragua?

–Ese es otro desafío para los periodistas nicaragüenses: hacer buenas historias que conecten con la prensa internacional, ya sea para compartirlas o para poner la atención y llegar al país. Es mucho más difícil reportear en una situación como ésta, de aparente calma, que otra en la que los universitarios están atrincherados en las universidades, los sectores populares están en las barricadas y hay grandes movilizaciones. 

–El escritor Sergio Ramírez dijo hace un año que él esperaría de un gobierno democrático como el de Andrés Manuel López Obrador, una solidaridad con el pueblo nicaragüense, no con el dictador, ¿usted qué piensa?

–México ha tenido una relación histórica con nosotros desde la época de Sandino, y especialmente en la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza. Hay una memoria de la solidaridad de México con Nicaragua, de pueblo y de gobierno. El gobierno de López Portillo tuvo gestos de gran solidaridad con la naciente revolución nicaragüense, e incluso llegó a romper relaciones con el dictador Somoza. No estoy diciendo que el nuevo gobierno mexicano tendría que hacer cosas similares, pero creo que ante una crisis de derechos humanos como la que se ha dado en Nicaragua hay una expectativa. Los nicaragüenses han tenido una expectativa mayor en el presidente López Obrador. Sí, México se ha pronunciado sobre esta situación, pero no con la beligerancia, no con la solidaridad con la que lo han hecho otras naciones latinoamericanas y, existiendo esa relación histórica, la gente pregunta por qué México no hace que se escuche su voz en los foros internacionales en solidaridad con Nicaragua.

–¿Y por qué no lo está haciendo?

–México tendrá su propia política, eso le corresponde explicarlo al presidente López Obrador, pero de que hay una expectativa, y una decepción en cuanto a que no se ha hecho sentir ese acompañamiento de México, sí es un hecho real. Las razones le corresponde explicarlas a las autoridades mexicanas.Sobre Andrés Manuel López Obrador

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Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.

Foránea siempre, lo suyo es lo audiovisual y el periodismo es la vía por donde conoce y cuestiona al mundo.

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