Trabajadores de los 10 embarcaderos de Xochimilco resienten las tres semanas que suman sin actividades por la contingencia sanitaria. Sobre las trajineras vacías, lamentan la ausencia de los más de un millón de turistas que cada año acuden a la demarcación
Texto y fotos: María Ruiz
Juan Carlos tiene 18 años. Desde hace tres trabaja en las trajineras del embarcadero de Nativitas en Xochimilco. En ese periodoidentifica cuatro crisis que golpearon este característico lugar al sur de la ciudad: el H1N1, el temblor del 19 de septiembre del 2017, la muerte de José Manuel, un joven de 20 años que en su festejo de cumpleaños cayó al agua y murió ahogado; y la cuarta y peor, lal covid-19.
Su compañero, Wilfredo Díaz, un hombre de 43 años, cuenta que la muerte del adolescente les afectó mucho. Tanto que esperaban la Semana Santa con mucha ilusión para reponerse:
“Semana Santa según era la buena. El dinero que entraba era bastante. Simplemente esto no daba abasto, los canales se congestionaban, pero como no hubo nada…con esto nos fuimos a ceros”, lamenta Díaz.
Para evitar contagios de covid-19 los 10 embarcaderos de Xochimilco permanecen cerrados desde principios de abril.
El sol pega fuerte en las trajineras, es por eso que Juan Carlos “de las trajineras”, como prefirió nombrarse para no dar su apellido, y Wilfredo Díaz acuden a darle mantenimiento a las trajineras de su “patrona”. Si no las humectan, el sol afecta la estructura. Pero este trabajo es prácticamente voluntario, porque aunque le dedican varias horas al día, no reciben ningún pago.
“Si no te ven que estás trabajando, te dicen que no tienes ganas. Nosotros venimos para no perder el trabajo”, cuenta Díaz.
Dos músicos de edad avanzada coinciden con los trabajadores del embarcadero: ésta es la peor crisis de las trajineras de Nativitas. Ambos recorren el embarcadero vacío con un contrabajo y un acordeón.
El canal despejado se ve claro. Algunas aves aparecen entre la vegetación verde y uno que otro habitante pasa sus horas pescando. Otros, más al fondo, sentados junto a la orilla miran a la nada. Los negocios están cerrados. Normalmente venden comida, pero como no hay ni visitantes ni turistas, tampoco tienen trabajo. De hecho, cualquier persona que circule en una trajinera puede ser multada. Sólo pasan las canoas en las que los habitantes llegan o salen de sus casas.
El canal también se vuelve remedio para el calor. Los niños prueban su valentía con clavados desde la orilla, otros más audaces desde los techos de las casas. Con ropa, chalecos salvavidas e, incluso, uno se lanza con todo y bicicleta.
En el día 36 de cuarentena, el canal que conecta al embarcadero de Nuevo Nativitas con el de Caltongo ya no le pertenece a los turistas que buscan experiencias exóticas, ni a los visitantes que aprovechan el viaje para alcoholizarse. Se ha vuelto de los niños que patalean entre algas, risas y peces.
Pero nadar en estas aguas no es cosa rara, Juan Carlos y su compañero Wilfredo Díaz cuentan que es costumbre. Incluso hacen sus reuniones a las orillas y comen tripas de pollo antes del darse un chapuzón. La diferencia es que ahorita no hay trajineras que les estorben, lo tienen todo para ellos y su diversión.
Pero la diversión no es trabajo, ni tampoco les pagan por ella. Antonio García, originario de la zona lacustre de Xochimilco, es otro de los habitantes afectados por el coronavirus. Él no está enfermo, él produce y vendía flores. Pero con la contingencia sanitaria perdió el 80 por ciento de sus ganancias.
“Las ventas bajan, el comercio está apagado. Ya no tenemos los empleados que necesitamos. De cuatro, me quedan dos porque el negocio no está bueno y no podemos dejarles sin su pago”, cuenta García.
Ese 20 por ciento de ganancias lo obtiene de sus ventas en el mercadopero con eso, dice, sólo le alcanza para comida. Pero aún así no tiran la toalla.
Retrato a Antonio García. Él se dedica a las flores y su familia a la venta de verdura./ Foto: María Ruiz
Acá, en Xochimilco, no le preocupa no usar el cubrebocas; pero cuenta que hace poco tuvo que ir al centro de la Ciudad de México y ahí sí fue con protección. En sus jardines, durante las horas que pasa en cuidando de sus girasoles no usa ni guantes, ni cubrebocas.
”No nos preocupamos tanto por un cubrebocas, creo que en la zona en la que estamos podemos respirar un poquito mejor. Trabajamos con plantas naturales, tenemos más resistencia. Tenemos compañeros que se han enfermado pero de cáncer, por los químicos con los que trabajamos”.
García menciona que a diferencia de los vendedores y a los trabajadores del embarcadero, ellos no dependen de la gente y del turismo. Sin embargo reconoce que no habían tenido crisis como ésta.
“A nosotros nos han pegado las heladas negras, las inundaciones, el sismo… pero yo he llegado a pensar que no ha habido algo más fuerte que esto que estamos viviendo ahorita. Somos nativos de aquí, 100 por ciento chilangos xochimilcas y no recuerdo en toda mi vida un suceso como éste”, rememora. .”Esto para mi es un suceso que espero jamás vuelva a suceder” concluye.
-¿Qué le pediría al gobierno?
“Que hagan un censo donde pregunten qué nos hace falta. Que en verdad apoye a la gente que lo necesita. Que no llegue la parte burocrática de que si me prestas tal documento sí te doy apoyo”, pide el agricultor.
Por lo pronto, tanto Juan Carlos como Wilfredo Díaz esperan que la alcaldía apoye a los trabajadores de los embarcaderos. Hace una semana metieron sus papeles, CURP, INE, comprobante de domicilio, cuenta bancaria, cédula, placa de la trajinera… este marte les avisan si habrá apoyo o no.
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