22 noviembre, 2022
En el conversatorio «Libertad de expresión y libertad editorial, ¿cuáles son los límites?», Gabriela Jáuregui, Ingrid Urgelles, Jacaranda Correa y Daniela Pastrana cse dan espacio para esta conversación tan necesaria en tiempos de odios
Texto: Redacción
Foto: Especial
CIUDAD DE MÉXICO.- Esta conversación se da en el siguiente contexto: una escritora acusa a una editorial independiente de cancelar dos contratos de publicación de libros después de la difusión de un video en el que la autora plantea dudas sobre un tema que le atormernta: las personas trans. La editorial aludida no ha dicho nada sobre el tema, por lo que no se conocen (hasta hoy) las causas exactas de las cancelaciones del contrato, pero la denuncia hecha en redes sociales provoca un intenso debate sobre la libertad de expresión.
¿Es censura? La escritora y cofundadora de la editorial Sur + Gabriela Jáuregui dice que no:
“Creo que caímos en una práctica muy inteligente de provocación que puso ahí la autora. Porque no hubo ni censura, ni cancelación pero todes, por las prisas tuiteras, caímos».
Explica: “Sus libros ya están en otras editoriales, censura sería que esos libros no estuvieran publicados o no aparezcan. Ella es una persona que tiene acceso a toda clase de redes muy privilegiadas de difusión, tiene una audiencia enorme, mas grande que la de la editorial, que es una editorial pequeña».
La abogada Ingrid Urgelles coincide:
“No es para nada una cancelación. Hay editoriales independientes, y por eso son independientes, porque no dependen del mercado para tener que publicar cualquier cosa, y ellos deciden qué publicar y qué no. Más aún considerando que ella(la escritora) tiene un megáfono paralelo. La cancelación implica eliminar a las personas de toda plataforma posible y éste no es el caso. De hecho, es libertad de la editorial decir hasta aquí llego”.
La conversación ocurre el domingo 20 de noviembre, Día de la Remebranza Trans, donde una grupo de personas se reúnen en Polilla Librería, a convocatoria de Pie de Página, para pensar juntas sobre las fronteras entre la libertad de expresión y la libertad editorial.
La periodista y documentalista, Jacaranda Correa, habla de las preocupaciones que le provocaron las reacciones en contra de la escritora y de lo que puede considerarse una cultura de cancelación.
“Tachar, aniquilar, anular un pensamiento distinto me parece algo absolutamente peligroso“, dice la periodista, quien admite que tenía temor de participar en una conversación sobre el tema.
“Habría que apelar el derecho a disentir, a no pensar como todos y entrar a la discusión desde este interés público“.
Daniela Pastrana pone el ejemplo de la cancelación del multimillonario contrato de Adidas con el rapero Kanye West por sus comentarios antisemitas para poner sobre la mesa la no tolerancia a discursos opresivos (“a nadie se le ocurre que es aceptable tener en el Siglo XXI discursos antisemitas“) y el derecho a romper relaciones con personas con las que ya no quieres trabajar (“¿no puedo divorciarme? ¿Cómo firme el contrato ya tengo que estar eternamente que ya no me gustó como era?“)
Jaúregui responde en defensa de la libertad editorial:
“Publicar un libro, para editoriales pequeñas, implica dejar de publicar un montón de libros. Implica un acompañamiento, un montón de energía y cariño. Este acompañamiento implica que la autora venga, haga presentación, entrevistas, se da una plataforma para que platiquen. Tener entrevistas implica dar una plataforma para que platique y ahí inevitablemente serían dichas, la editorial se vuelve un megáfono”, dice.
“En un mundo equitativo todas las historias tienen el mismo derecho de existir. Pero en este mundo, las historias que ocupan un montón de espacio son las del racismo, las del clasismo, las de la transfobia, las de la homofobia, las de la misoginia. Esas son las historias que ocupan un montón de espacio y tratamos de levantar la voz”.
Urgelles pone en el centro el tema de fondo de la conversación: ¿por qué es un discurso de odio lo que dice la escritora?
Enfrentar, desde una posición de privilegio (“mi posición blanca hetero, cis, de una familia súper acomodada») a una colectividad históricamente oprimida, desde lo teórico, es comparable con el racismo o con el clasismo, dice la abogada.
“¿Que plantean las terf (feministas transexcluyentes)? ¿Por qué quieren sacar a las disidencias sexuales del grupo de mujeres? ¿Quiénes somos las mujeres? Es la gran pregunta. Para ellas, las mujeres son las que nacemos con determinada biología. Es el discurso del siglo XVIII que usaban los hombres para oprimir a las mujeres. Es el discurso que usan ellas para oprimir a las colectivas trans. Es una cosa muy loca“.
Jáuregui recuerda el contexto en el que se da esta situación: La violencia que se vive en México contra las mujeres y disidencias es aterradora. Es el segundo país de América Latina con más crímenes de odio y se asesinan once mujeres al día.
“¿Afecta un discurso de esta escritora a la población trans? Por supuesto que afecta. Sí voy a afectar los derechos de una persona, hasta ahí. Es un tema ético más que legal. Hay que decirle cómo son, son discursos de odio”, coincide Urgelles.
Gabriela Jáuregui revisa el caso que nos reúne a partir de una metáfora: “Si entra alguien corriendo y empieza a gritar con un gran megáfono: ‘¡Los pollos amarillos!’ Ya no vamos a poder platicar de lo que estábamos platicando, vamos a estar pensando si los pollos son amarillos (…) Toda la conversación se vuelve de locos con el megáfono y el pollo amarillo. Y eso es lo que sucede en las redes todo el tiempo“.
Es un patrón conocido, dice: incendiar las redes con una retórica manipuladora. Y el mejor exponente es Donald Trump.
“Este tipo de discursos que se venden en contra de un status quo, usa una retórica muy hábil, pero muy manipuladora para que parezcan subversivas cuando en realidad lo que están reforzando es lo contrario: a la policía, a la iglesia o al Estado”.
Daniela Pastrana dice que muchos de estos discursos están alimentados de miedo y del desconocimiento o la falta de información y que es más fácil trabajar contra el miedo que contra el odio.
Desde el público, Mayanin Jiménez cuenta que en el Estado de México, donde vive, no hay forma de tener estas conversaciones y los grupos de mujeres transexcluyentes han acaparado colectivos feministas.
Laura Santillán, maestra de secundaria, habla del miedo que sintió al escuchar el video de la escritora.
“Soy muy nueva en esta cuestión del feminismo y cuando escuché el video me dio mucho miedo. En un país donde hay feminicidios todos los días, estas señoras nos dicen que nos van a matar a todas para quitarnos el útero y ponérselo a los hombres, para que ellos sean los que tienen derechos. Mi lógica me dice que eso es imposible pero hay personas que lo vana creer y esto va a provocar que sigan matando trans“.
Desde el publicó, la escritora Yolanda Segura cuestiona que no haya personas trans en la conversación:
“Creo que esto nos da cuenta de los problemas sistemáticos de (las personas trans) de no poder llegar a los espacios donde se están debatiendo sus vidas y además, ¿por qué tendríamos que debatir? Me parece absurdo estar preguntando si las personas trans tienen derecho a existir”.
Pastrana responde que el conversatorio busca acercar el tema a quienes justamente no tienen tanta información para socializar la información con la que sólo ciertos grupos cuentan. Por eso es importante que nos reunamos y lo nombremos.
También desde el público, la periodista Lizbeth Hernández habla de la importancia de acompañarnos en el error:
“Nos toca poder plantear discusiones que trascienden con metodologías de cómo vamos a ir en contra de esas narrativas y asumir desde dónde nos colocamos. Todo el tiempo estamos construyendo lenguajes y narrativas y desde una corriente del periodismo de paz, es cómo construir escenarios donde las distintas partes se encuentren y no nada más se anulen. Es válido equivocarse. A veces pareciera que estamos apelando a una no equivocación y habría que darle espacio a decir se vale errar en colectivo para encontrar otras rutas y no caer en lo mismo”.
Casi al final de la conversación, Jáuregui y Urgelles, alertan que estos discursos son una caballo de Troya dentro del movimiento feminista.
“Este tipo de movimientos que excluyen, sacan, jerarquizan, ese tipo de discurso no sólo son de corte fascista sino que nos implosiona, nuestro movimiento se destruye desde la base. La lucha feminista es una lucha contra la opresión, contra la desigualdad, nos tenemos que unir en esas grandes luchas y no entre colectivos que discuten si una persona existe o no. Desde la lucha feminista nos toca tratar de erradicar discursos de odio y generar conversación para tener claro donde está el foco y no perdamos energía y tiempo en estar excluyendo personas y sino que energia y tiempo se concentre en atacar en lo que a todas y todes nos oprime” dijo la abogada Urgelles.
“Las mujeres que se autonombraron feministas radicales transexcluyentes van de manita de las mujeres excluyentes de trabajadoras sexuales (no es un insulto que alguien se inventó en redes sociales) son una historia encarnada todavía en el presente y se ha vuelto el caballo de Troya que está mermando nuestro trabajo real. En lugar de pensar en publicar o no publicar podríamos estar pensando en qué está pasando para después de la pandemia movilizarnos“, dice.
“Nos tocó transitar estos espacios difíciles en el que hay que sostener sin cancelarse entre nosotres pero claramente entre les nosotres que estamos en la lucha anticapitalista, anti Estado, antipatriarcado, antirracista. Desde ahí tejernos y ayudarnos a equivocarnos mejor sin dejar de combatir activamente los discursos de odio, como lo estamos haciendo aquí”.
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