27 octubre, 2020
Inauguraron la autopista Toluca Naucalpan sobre el Bosque Otomí. El jugoso negocio del contratista preferido de Enrique Peña Nieto pasó encima de uno de los últimos pulmones entre Ciudad de México y Toluca. Así ganan la urbanización voraz y el capital
Por Daliri Oropeza / @Dal_air
Fotos: Ignacio Rosaslanda / @talladeboina36 y Yoco Reyes / Intikilla
En mi mente quedan los grandiosos atardeceres frente al gran cerro de la Verónica (K’ja en otomí hñathö) en el Bosque Otomí Mexica. El volcán Nevado de Toluca al fondo. Quién pensaría que a una hora y pico de la ciudad hay un bosque frío, tan grandioso como este. Nada mejor que un taco y un pulque después de documentar, en la cima de la Loma del Aire.
Subir hasta la punta donde está el abuelo que raspa agua miel. Beberlo mirando los de gigantes magueyes, que asemejan dragones, compartiendo pastizal con árboles. Respirar y sentir el fresco en los pómulos, que contrasta con el hervor del fermento en la piel. Ver desde arriba el verdor en medio de las manchas grises de dos grandes metrópolis: Toluca y la Ciudad de México.
También se alcanza a ver la nueva autopista ahora. El pueblo Otomí Hñathö que habita en tres municipios luchó para que no destruyeran sus cerros sagrados, que hasta arriba tienen capillas. Desde las faldas del K’ja inicia el recorrido. De subida hay lugares que son sagrados, piedras, troncos a lo largo del trayecto, propios de la cultura hñathö. Sus deidades y rituales les acompañan en las peregrinaciones hasta arriba de la Verónica.
La autopista que acaban de inaugurar pasa por unos de sus costados. La construcción arrasó con este santuario. Pasaron concreto a través de las montañas, construyeron grandes puentes llenos de cemento y pavimento hidráulico. Arrasaron con cientos de miles de árboles a su paso. Prometieron hacerla ecológica, pero la mancha gris reluce entre el bosque de agua, la última reserva de recarga que tienen las urbes.
La defensa de este bosque, por parte de tres municipios otomíes donde trazaron la autopista—Huitzizilapan, Ayotuxco y Xochicuautla— fue desde el primer momento en que se enteraron del megaproyecto. Enrique Peña Nieto era gobernador del Estado de México. Junto con el Nuevo Aeropuerto, el exgobernador impulsó una red de interconexión y urbanización de la mano de sus amistades, entre ellos Juan Armando Hinojosa Cantú, dueño de Grupo Higa, también involucrado en el estáncalo de la Casa Blanca cuando Peña fuera presidente.
Los otomíes crearon un grupo de defensores desde 2007, que creció mientras comunicaban en más comunidades sobre la destrucción que se avecinaba. Asistieron a asambleas y foros en distintos estados, pues en en el suyo no les escuchaban. Recorrieron el país, conocieron al Congreso Nacional Indígena y con ello al EZLN. También conocieron movimientos sociales como el Yosoy132 y así fue como el colectivo Más de 131 (donde participábamos Ignacio y yo) documentó el proceso de resistencia de los otomíes.
Habitantes hñathö del bosque impidieron muchas, demasiadas veces, con su propio cuerpo el avance de la maquinaria. Sufrieron expropiaciones de tierra. El gobierno dividió a la comunidad comprando voluntades y tierras, creando grupos afines a la autopista. Compraron comisariatos ejidales. Tuvieron presos políticos que después de la presión social liberaron. Policías les golpearon. Realizaron festivales, talleres, eventos, viajes, asambleas, rituales abiertos al público, conciertos, radios comunitarias en el bosque para visibilizar lo que estaban viviendo. Ganaron al menos tres amparos, con suspensiones de obra, que nunca fueron respetados, vigentes hasta la fecha, aún con la inauguración de la autopista.
La consumación de esta autopista de Grupo Higa comenzó en 2016 cuando derribaron la casa de un reconocido doctor hñathö que participaba en la organización de la defensa del bosque. Tiraron “el castillo”, como lo conocían entre la comunidad. La casa construía poco a poco, casi terminada, se veía en la parte alta de la montaña. Ahí, junto al trazo de la autopista. Ahí donde comenzaron a talar cerros en línea vertical. No le importó ni al gobierno, ni a las empresas, derribar el patrimonio de toda la vida de una familia. Ahora la autopista pasa por ahí.
Pocos metros arriba del castillo, estaba una pequeña capilla o hermita donde la comunidad otomí que poco a poco iniciaba sus peregrinaciones rumbo a la cima del Cerro de la Campana. Ese punto sagrado también sigue en pie. Aunque presencia la destrucción.
Al tirar la casa del doctor de la comunidad, terminaron por debilitar la organización en defensa del territorio. El gobierno, federal, estatal, local dividió de manera definitiva a la comunidad de Xochicuautla: sentaron al grupo de defensores en mesas de negociación por la destrucción de la casa y terminaron por someterlos: debían aceptar una autopista ecológica, promoverla en la comunidad, desistirse de los amparos, convencer u obligar a quienes se ampararon de desistirse. Y lo hicieron a como diera lugar. Les dieron indemnización. “Negociaron sin defender le territorio”, dicen en los pueblos. Aún quedan personas que no aceptaron desistirse ni la autopista. Que aún defienden el bosque hñathö.
El negocio de las empresas trascendió tres sexenios, el poder del capital perduró con la voluntad fuerza e imposición del Estado. Inició con Peña Nieto como gobernador del Edomex y Calderón de presidente, siguió con Eruviel Ávila de gobernador y Peña de presidente, la concreta Alfredo del Mazo como gobernador y Andrés Manuel López Obrador, quien dijo que no permitiría la corrupción, como presidente.
Un negocio transexenal. El Estado al servicio del capital neoliberal urbanizador. Esas son las estrategias del Estado para hacer cumplir los intereses del capital, empresario amigo, compadre del menos del 1% que tiene riqueza.
¿Y por qué tiene riqueza ese 1%? Precisamente porque se dedican al despojo. Tal acumulación, como se ve en La Casa Blanca de Peña y su compinche, es resultado del despojo a otros, en este caso pueblos indígenas. Es resultado de la destrucción del medio ambiente en pos de la acumulación.
Esto no quiere decir que las personas que ahí viven van a dejar de defender su territorio. La urbanización voraz es la autopista y lo que viene con ella.
Biólogos han explicado que el Bosque de Agua Otomí Mexica es sumamente importante porque es zona de recarga de agua y los manantiales son recargados por él. Estos sirven para abastecer a la ciudad de México y a Toluca, y aunque la ciudad de México se abastece del Cutzamala también, si el bosque de agua deja de abastecer a los pozos esto agudiza la crisis del agua en la ciudad. Con la autopista se reduce la capacidad de recarga de los acuíferos y como la extracción es continua no se llenan, esto provocaría un déficit de agua.
Ahora la amenaza a toda la biodiversidad de este bosque, que forma parte de un conjunto de reservas naturales al rededor de la metrópoli capitalina, también pone en riesgo la cultura y existencia otomí.
La desaparición de flora y fauna también tiene implicaciones en las culturas indígenas, pues las culturas originarias se valen de ellas para su desarrollo, desde remedios caseros, propiedades alimenticias, hasta rituales espirituales, y el conjunto del ecosistema y de todo el bosque está totalmente integrado con la cultura y forma de vida.
Si bien, las y los defensores ahora sienten rabia, sienten dolor por ver la destrucción, impotencia porque le pasaron encima al bosque, saben que han aprendido de sus errores.
Han pasado 13 años de esta organización y defensa del Bosque Otomí Hñathö. Ahora son los hijos de quienes empezaron a resistir quienes retoman la defensa. Cuando llegamos a documentar con Más de 131, eran niñas y adolescentes, ahora ya son adultas y en ellas vive el recuerdo del antes y el después del territorio con esta autopista. Saben que esto apenas comienza.
El documental que realizamos:
Botas llenas de Tierra. Tejedora de relatos. Narro sublevaciones, grietas, sanaciones, Pueblos. #CaminamosPreguntando De oficio, periodista. Maestra en Comunicación y cambio social. #Edición #Crónica #Foto #Investigación
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