12 febrero, 2024
La inflación generada por el narcotráfico se convierte en un problema sistémico que afecta a todos los estratos sociales. Los costos de bienes y servicios básicos se elevan, mientras que la desigualdad económica se profundiza. Además, la presencia de actividades ilícitas impide el crecimiento económico sostenible y desalienta la inversión legítima
Texto: Istar Meza / Revista Espejo
Ilustración: Revista Espejo
SINALOA. -En la ciudad de Los Mochis, Sinaloa, un simple almuerzo de dos tacos, un vampiro y un refresco puede costar alrededor de 160 pesos. Sin embargo, la historia cambia drásticamente en Culiacán, la capital del estado, donde esos mismos productos ascienden a 200 pesos, lo que marca un aumento del 25 por ciento. Pero este incremento no se limita solo a los alimentos, sino que se extiende a todos los aspectos de la vida cotidiana: ropa, supermercado, restaurantes, vivienda y más.
La profesora investigadora jubilada de la Universidad Autónoma de Occidente, Anajilda Mondaca Cota, especialista en Ciencias Sociales y Humanidades, desentraña este fenómeno poco común pero profundamente arraigado: la narcoinflación, término que hace referencia al aumento desproporcionado de los precios debido a la influencia del crimen organizado en la economía local.
Pero sus efectos van más allá de simplemente encarecer los precios, sino que también genera una situación de narco gentrificación, un proceso donde aquellos involucrados en actividades delictivas elevan su poder adquisitivo y aquellos que no forman parte de esta élite delictiva se ven obligados a enfrentar precios inflados, lo que impacta negativamente en su calidad de vida y aumenta las disparidades económicas y sociales en la ciudad.
“La propia característica del narcotráfico es que, al ser un dinero ilícito, quienes están involucrados en esos negocios no manejan el dinero a través de tarjetas bancarias, pero no es un dinero flotante, es un dinero que existe y se gasta, por eso en Culiacán hay tanto dinero efectivo circulante que provoca esta inflación peculiar”, expresa.
El incremento del narcotráfico está dejando una marca en la economía local que afecta directamente la calidad de vida de sus habitantes. La percepción común de que el flujo de dinero generado por el crimen organizado puede tener efectos positivos se desvanece al analizar más de cerca las consecuencias económicas de este fenómeno, advierte Cristina Isabel Ibarra Armenta, presidenta del Colegio de Economistas de Sinaloa.
El dinero proveniente del narcotráfico está generando una inflación que está encareciendo la vida en la ciudad. “Solo lo observamos y lo sufrimos”, señala la doctora en economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), que aquellos involucrados en actividades ilícitas están adquiriendo propiedades de manera rápida y discreta, utilizando dinero en efectivo que circula en el mercado negro.
Este fenómeno, detalla, también ha llevado a la creación de mercados dirigidos a un sector de alto poder adquisitivo, con restaurantes lujosos y otros establecimientos que antes no existían en la misma magnitud. “¿Cuánto necesitas ganar para poder ir cada tanto a comer a un restaurante en Plaza Cuatro Ríos? A un Vicentillos…“.
La economista explica que, además, esta aparente bonanza esconde una realidad preocupante, que el costo de vida se eleva conforme muchos negocios de lujo se establecen, donde la inversión que requieren no siempre corresponde a una actividad empresarial legítima. “Se trata de lavado de dinero y no de una inversión normal”.
Este efecto de gentrificación no solo afecta a los residentes comunes, según el análisis de Ibarra Armenta, sino también a los empresarios locales que compiten en un mercado desigual, ya que aquellos que operan bajo reglas legales enfrentan una competencia desleal, lo que socava la economía formal y mina el tejido empresarial de la ciudad.
En este contexto, la inflación generada por el narcotráfico se convierte en un problema sistémico que afecta a todos los estratos sociales. Los costos de bienes y servicios básicos se elevan, mientras que la desigualdad económica se profundiza. Además, la presencia de actividades ilícitas impide el crecimiento económico sostenible y desalienta la inversión legítima.
En los últimos años, el sector inmobiliario en Culiacán ha experimentado cambios dramáticos, lo que también en este mercado marca los fenómenos de narcogentrificación y narcoinflación. Términos, que en principio podrían parecer ajenos al ámbito económico, pero que revelan una compleja interacción entre el dinero del narcotráfico y el mercado inmobiliario, con consecuencias significativas para los residentes de la ciudad y la economía en general.
Un ejemplo vívido de esta realidad se encuentra en el caso de Patricia López, quien ha sido testigo de cómo los precios de vivienda y alquiler han experimentado un vertiginoso ascenso que deja a muchos habitantes sin acceso a una vivienda digna.
Hace ocho años, Patricia y su familia rentaban una casa en el sector Chapultepec por un valor de 5 mil 500 pesos; sin embargo, en 2018, decidieron adquirir una vivienda en la misma área por un precio de un millón y medio de pesos.
Luego de contraer matrimonio cinco años después y buscar nuevamente vivienda, se encontró con una realidad desafiante: las rentas habían aumentado hasta alcanzar entre 12 a 15 mil pesos, mientras que las ventas superaban los seis millones de pesos. ¿Qué había ocurrido?
El detonante de esta escalada de precios fueron dos torres de departamentos construidas en la zona, cuyos precios de venta alcanzaban los seis millones de pesos. Lo preocupante no era solo la rapidez con la que los precios se habían disparado, sino también las condiciones en las que se realizaban estas transacciones: sin comprobación de ingresos y con la posibilidad de pagar en efectivo o mediante créditos hipotecarios poco regulados.
Anajilda Mondaca, especialista en Ciencias Sociales y Humanidades, señala que el hilo conductor del narcotráfico siempre ha sido el dinero, el cual impulsa la narcocultura hacia excesos y consumos desmedidos. Pero más allá de la apariencia superficial, esta problemática está arraigada en la lógica del capitalismo salvaje, donde todo puede ser comprado, vendido y el valor social se determina por la capacidad de adquisición y consumo.
“Tiene mucho que ver en la relación de la narcocultura y los excesos que en ella se mueven, y el consumo si nos queremos ir todavía mucho más allá tiene mucho que ver con las prácticas neoliberales del capitalismo salvaje, abusivo, que hace a un lado a la parte social y que logra su objetivo a través del mercado, donde todo lo que se venda es válido”, explica.
Por otro lado, el lavado de dinero juega un papel crucial en este proceso donde el dinero ilícito se invierte y gasta para convertirlo en activos legales. Isabel Ibarra, economista, explica que es una práctica que mina la economía local y contribuye tanto a la gentrificación como al encarecimiento de la vivienda. Que, en Culiacán, este fenómeno se agrava por el acaparamiento de terrenos y la falta de interés de los desarrolladores en construir viviendas accesibles.
La narcoinflación no solo afecta a los residentes de Chapultepec, sino que tiene ramificaciones en toda la economía local. El flujo de dinero ilícito infla los precios de bienes y servicios, haciendo que el costo de vida sea inaccesible para muchos. Este ciclo vicioso de aumento de precios contribuye a la desigualdad económica y social en la región.
Ibarra Armenta señala que estos fenómenos se hacen sentir en la economía local, donde el flujo constante de dinero genera un aumento generalizado de precios. Cuando algunas personas están dispuestas a pagar más por bienes y servicios, los productores ajustan sus precios, lo que desencadena un efecto dominó que afecta a toda la población y eleva el costo de vida.
Esta nota fue publicada originalmente en REVISTA ESPEJO, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes ver la publicación original.
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