Mujeres

16 abril, 2019

Durante siglos, las mujeres hemos constituido células básicas de las comunidades; la literatura, el cine, la música y la historia recuperan ese papel central en las sociedades humanas. Este es un recuento de mis mujeres preferidas, para revisitar en las vacaciones

@danielapastrana

Malena

Desde niña, Malena siente que no encaja en su cuerpo ni en su familia. Su hermana melliza, Reina, es todo lo contrario: una niña perfecta, de buena familia. Malena se mira en ella, intenta ser una niña “normal”, pero no encuentra la forma. Reina es una santa, como su madre y como su abuela. Malena, en cambio, heredó la maldición de Rodrigo, la mala sangre de su familia: a Malena le gusta el sexo, y se culpa por ello. A lo largo de 500 páginas de la novela, Malena va descubriendo secretos familiares y encuentra un espejo en las mujeres que la han precedido. Entre ellas, su tía Malena, la que se fue de monja y luego se escapó del convento.

La historia de estas dos mujeres se repite generación tras generación: con el abuelo patriarca, el padre ausente, el amante perdido o el esposo amable. En una conversación con su tía, a la que va a visitar cuando está a punto de perder a su hijo, conoce una historia que la lleva a compadecerse de su madre. “No, Malena, las mujeres fuertes se montan en la chepa de las débiles para chuparnos la sangre, y las fuertes no tenemos chepa en donde montarnos”, dice su tía.

«Malena es un nombre de tango» es una novela de Almudena Grandes que fue publicada en 1994 y en la que se basó una película protagonizada por Ariadna Gil. El tango sí existe y fue escrito medio siglo antes por Homero Manzi y con música de Lucio Demare. Esta es mi parte favorita:

Malena canta el tango con voz de sombra
Malena tiene pena de bandoneón.
Tu canción tiene el frío del último encuentro,
tu canción se hace amarga en la sal del recuerdo.
Yo no sé si tu voz es la flor de una pena,
solo sé que al rumor de tus tangos,
Malena, te siento más buena, más buena que yo.

Antonia

Después de la guerra, Antonia regresa con su hija al pueblo donde nació y, tras enterrar a su madre, cultiva una comunidad matriarcal en torno a las mesas de comida. La película narra cinco generaciones de mujeres: La madre, que muere vituperiando al marido borracho; Antonia, madre soltera que rechaza la petición de matrimonio de un granjero viudo con cuatro hijos (“mis hijos necesitan una madre”, dice él; “pero yo no necesito unos hijos”, responde ella); Danielle, la hija pintora que se enamora de una maestra; Teresa, la nieta violada, más ocupada en los libros que en las relaciones afectivas; y Sarah, la  bisnieta cronista de una historia que es en realidad una reflexión profunda sobre el poder, la familia, la sexualidad, el amor, la vida y la muerte.

«Memorias de Antonia» ganó en 1996 el Óscar a la mejor película extranjera, el Premio People’s Choice y el Festival Internacional de cine de Toronto. La película, “un cuento de hadas feminista” según su directora, Marleen Gorris, presenta amores imposibles, como la de una mujer católica que aúlla a la luna provocando la desesperación de su vecino protestante; otros desafiantes, como el del cura que deja los hábitos y se casa con una prostituta. La magistral escena en la que “el amor brotó por todos lados” solo es comparable con la de los besos prohibidos que fueron pegados al final de Cinema Paradiso.

Marleen Gorris es directora de cine, nacida en una familia protestante holandesa y declarada feminista. La descubrí con La estrategia de Luzhin, una película protagonizada por John Turturro y Emily Watson, que narra la historia de un ajedrecista ruso obsesionado con encontrar una estrategia de defensa para un torneo. El guión está basado en una novela de Vladimir Nabokov (sí, el mismo de «Lolita»).

Scheherezada

Shahrzād, ​en persa, era la hija del Gran Visir encargado de cumplir cada día la cruel venganza del sultán Shahriar, quien, tras descubrir que su esposa le era infiel, desposaba cada día a una virgen y la mandaba decapitar al día siguiente. Así murieron tres mil mujeres.

En contra de la voluntad de su padre, la joven se ofreció como voluntaria para casarse con el sultán y planeó una estrategia para evitar ser decapitada: al llegar a las recámaras reales, pidió a su esposo que la dejara despedirse de su hermana, quien, advertida previamente, le pidió que le contara un cuento. Sherezada inició un relato que mantuvo despierto al sultán toda la noche. Al llegar el alba, él quiso que continuara, pero ella respondió que lo haría hasta la noche siguiente. Shahriar la mantuvo con vida ante la perspectiva de la nueva narración. La historia se repitió cada noche, encadenando uno tras otro los relatos de aventuras de Simbad, el marino, Alí Baba o Aladino.

Sheherezada es la narradora de los cuentos árabes compilados en «Las mil y una noches». Y quizá la primera mujer en la historia del enigmático oriente que se rebeló a su suerte (y de paso, salvó a otras mujeres).

Carmen

Carmen es una gitana libre que vive en la Sevilla de 1820. Seduce a un soldado inexperto: el cabo don José. Él deja a su novia, se amotina contra su superior, deserta del Ejército y se une a un grupo de contrabandistas gitanos. Pero se atormenta por eso todos los días. Carmen, en cambio, vive sin ataduras (El amor es un pájaro rebelde / que nadie puede dominar), y cuando conoce al encantador torero Escamillo no puede evitar enamorarse de él.

Don José, el exsoldado, no soporta que lo deje y la asesina. Sufre algo que en la psicología de la violencia de género llaman intolerancia a la frustración. Ella, por su parte, sabe que la va a matar. Pero prefiere morir a sacrificar su libertad.

«Carmen» es la última ópera de George Bizet y también es la ópera más interpretada en el mundo. El libreto de Ludovic Halévy y Henri Meilhac está basado en la novela de Prosper Mérimée, publicada en 1845, ​ la cual posiblemente fue influida por el poema Los gitanos de Aleksander Pushkin.

Jenny, Mary y Lizzy

Johanna Bertha Julie Von Westphalen nació en una familia de la aristocracia alemana (entonces Prusia). Era considerada una belleza, y pretendida por varios hombres acaudalados, pero ella los ignoró y se casó con su vecino de la infancia, cuatro años menor y proveniente de una familia de clase media: Karl Marx, a quien unía la pasión por la lectura y la política.

Jenny, como la llamaban, era la única que podía entender la letra de Marx, cuya caligrafía era indescifrable para muchos editores. Ella transcribió todos sus manuscritos. También participó activamente en discusiones con políticos y filósofos y fue la primera integrante de la Liga Comunista, que se convertiría en el Partido Comunista. Pero las ideas políticas de la pareja los condenaron a una pobreza que provocó la muerte de cuatro de sus siete hijos. Marx dependía económicamente de su amigo, Federico Engels.

La relación de los tres es expuesta en la película «El joven Marx», dirigida por Raoul Peck (Paris, 2017) que cuenta el inicio de la relación de los dos pensadores, cuando tenían 23 o 24 años: Engels trabajaba en la empresa textil de su padre, pero escribía en secreto artículos para el periódico La Gaceta Renana, dirigido por Marx. En 1843 conoció a Mary Burns, su compañera durante dos décadas.

En la película, ella trabajaba en la fábrica de hilados del padre, pero no hay certeza de si era obrera, empleada doméstica o prostituta. Lo cierto es que Mary llevó a Engels a conocer las condiciones de vida de los obreros durante la gran hambruna irlandesa de 1845, que luego fueron sistematizadas en su primer libro: La situación de la clase obrera en Inglaterra.

Mary falleció en 1863. Nunca se casaron porque consideraba que el matrimonio es una “institución burguesa”. A su muerte, él comenzó una relación amorosa con Lydia (Lizzy Burns), la hermana menor de Mary.

Hay versiones de que Marx tuvo un hijo no reconocido con la empleada de confianza de Jenny. Engels, en cambio, fue fiel a sus dos mujeres Burns. En una escena de la película, Jenny le pregunta a Mary si piensa darle hijos a Engels. Ella, sin perturbarse, responde que está muy ocupada con su lucha, pero que “él puede tenerlos con Lizzy; ella sueña con eso todos los días”.

Elizabeth

Elizabeth Bennet es la segunda de cinco hijas de los señores Bennet, siendo la preferida del padre pero la menos querida para la madre, una mujer de espíritu simple que solo quiere ver casadas a sus cinco hijas. La vida de la familia campirana se transforma con la llegada de Charles Bingley y el amigo de este, el orgulloso y muy rico Fitzwilliam Darcy, quien se enamorará de Lizzy, una mujer alegre e inteligente, pero prejuiciosa.

Lizzy protagoniza la novela «Orgullo y Prejuicio», de Jane Austin, una novelista británica cuyas sus obras se sitúan en la burguesía agraria de la época gregoriana. Los críticos no se ponen de acuerdo: unos la consideran una escritora conservadora, pero otros dicen que noveliza el pensamiento de la filósofa Mary Wollstonecraft sobre la educación liberal de la mujer.

Ella no parece sentir pena por la situación de mujeres que sufren desamor; sus libros exponen con humor las peculiaridades, la ingenuidad y lo absurdo de la sociedad campirana. Aleja a sus protagonistas de todos los «talentos», considerados necesarios en las mujeres de la época y plantea la falta de sensatez como un gran riesgo para la vida social.

El libro dio origen a una película, cuyo principal y casi único mérito es la fotografía, y a una estupenda serie televisiva de la BBC, interpretada por Jennifer Ehle y Colin Firth… el mismo señor Darcy de Brigitte Jones.

Manuelita, Pepa y María Teresa

Manuela Sáenz fue hija ilegítima de un comerciantes español realista en Ecuador. A los 14 años, (en 1809) vio por primera vez la revolución independentista de Quito, y un año después, atestiguó la masacre de rebeldes en el centro de su ciudad. Pasó su adolescencia entre las enseñanzas de Manuela Cañizares, precursora del levantamiento en Quito, y los regaños de las monjas, a las que les hacía ver su suerte. Fue obligada a casarse a los 22 años con un comerciante inglés, a quien dejó sin pena ni culpa para seguir a Simón Bolívar, quien la rebautizó como la libertadora del libertador.

A Bolívar lo conoció en junio de 1924, cuando el libertador entró triunfante a Quito. Ella le lanzó unas flores con tan buena puntería que le dieron de en el pecho. «Señora: si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España», le dijo él.

Con la guayaquileña Rosita Campuzano arriesgó su vida para filtrar información sobre los avances del independentista argentino José de San Martín del sur hacia Perú, y de Bolívar desde el norte. Con el venezolano Antonio José de Sucre, combatió en la batalla de Pichincha, Junín y Ayacucho («se ha destacado particularmente por su valentía; incorporándose desde el primer momento a la división de Húsares y luego a la de Vencedores, organizando y proporcionando avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los soldados», escribió Sucre). En Bogotá, salvó a Bolívar de la emboscada que le tendió Santander.

La historia de amor de Manuelita Sáenz se ha contado en una veintena de libros, entre ellos El General no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez. También está en el teatro, el cine, la ópera, y un par de telenovelas. Este 2019 se estrena la serie colombiana Bolívar escrita por Juana Uribe y producida por Asier Aguilar para Caracol Televisión y Netflix.​ La serie de 60 capítulos rescata la historia de otras dos amantes de Bolívar que fueron pilares de su lucha independentista.

María Teresa del Toro, española que murió apenas ocho meses después de su boda, y que, de acuerdo con la serie, contrajo fue por irse a meter a las barracas de los esclavos. Según los historiadores, su muerte empujó a Bolívar a concentrar todas sus energías en la gesta independiente.

La otra es Josefina Machado, la señorita Pepa le llamaba Bolívar, una caraqueña que lo acompañó en varias campañas y que tuvo asignados cargos de responsabilidad. Por ella, el libertador retrasó una batalla. Fue en abril de 1816. Los independentistas debían salir a la expedición de Los Cayos, peor Bolívar esperó a Pepita, a quien tenía dos años sin ver, y tras su llegada se encerraron dos días en un navío llamado La Constitución.

Gaviota

Gaviota es Teresa Suárez, una recolectora de café que se enamora del nieto de Sebastián, heredero del dueño de la hacienda a la que llega a trabajar. A diferencia de otras historias de telenovela, en la que la protagonista pobre recibe una herencia milagrosa y se vuelve rica, o de Cenicienta, que recibe la ayuda de un hada, la Gaviota sale de todas las adversidades con trabajo, inteligencia y sororidad.

Sobre todo, la Gaviota, es una mujer humana: ignorante, necia, que comete errores, y que no se conforma con sufrir la desgracia y el destino de la pobreza. Afronta todas las adversidades con la alegría cotidiana de la vida rural.

Café con Aroma de Mujer es un parteaguas en las telenovelas de Latinoamérica, que involucra el mundo rural del eje cafetero de Colombia y las empresas exportadoras. Se estrenó en 1994 y rompió todos los récords de audiencias. Protagonizada por Margarita Rosa de Francisco y Guy Ecker, la teleserie escrita por Fernando Gaitán fue retransmitida en México en 1995 y años después, las dos televisoras mexicanas hicieron sus propias versiones, que nada tienen de la potencia natural de la Gaviota original.

Momo

Momo es una niña huérfana tiene una capacidad especial para escuchar. Vive en las ruinas de un viejo anfiteatro y tiene muchos amigos que son felices, hasta que un día, llegan al pueblo los hombres de gris. Para ellos, la niña y sus juegos son un peligro. Con la tortuga Casiopea, que puede ver todo lo que va a pasar pero no puede evitarlo, Momo inicia una carrera para salvar al tiempo y salvar a la humanidad.

La novela, escrita por Michael Ende y publicada en 1973, es una parábola de la modernidad y el consumismo, y aunque se considera uno de los clásicos de la literatura infantil, es más que recomendable para los adultos que no saben quien les robó el mes de abril.

Leia

Leia Organa, princesa de Alderaan, es la única protagonista mujer en la primera trilogía de la saga de Star Wars (La Guerra de las Galaxias), las películas concebidas por el estadounidense Geroge Lucas en la década de 1970, y producidas y distribuidas por Disney a partir de 2012.

Desde las primeras escenas del capítulo IV (Una nueva esperanza), estrenada en cines en 1977, sabremos que Leia es todo menos una princesa de Disney. Puede ver destruirse su planeta entero en un segundo sin soltar una lágrima; presenciar sin gestos cómo su amado Han Solo es congelado (y sólo le dice que sabe que la ama); y ahorcar con sus manos al malavado Java The Hut sin ninguna muestra de culpa o arrepentimiento. De hecho, solo una vez en tres trilogías se le ve llorar, y es cuando sabe que su hijo Ben mató a su padre.

Leia es una guerrera amazona desde que llega al mundo. Tras la muerte de su madre, y para protegerla de su padre, Anakin Skywalker, ya convertido en el más grande malvado de la historia, el poderoso Darth Vader, y del emperador Palpatine, la Resistencia que crean los Jedi y los humanos contra el Imperio Galáctico la separa de su hermano y la entrega al cuidado del senador Organa.

Desde entonces, su vida es un constante afrontamiento de adversidades. Lo hace con valor, por supuesto, pero sobre todo con humor y amor a la humanidad. En un mundo de hombres, donde las mujeres son esclavas o princesas, Leia, que es hija, hermana, esposa, madre y líder de la Resistencia, se gana un lugar único y central en la batalla por el universo.

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¿La pobreza tiene un color?

Quería ser exploradora y conocer el mundo, pero conoció el periodismo y prefirió tratar de entender a las sociedades humanas. Dirigió seis años la Red de Periodistas de a Pie, y fundó Pie de Página, un medio digital que busca cambiar la narrativa del terror instalada en la prensa mexicana. Siempre tiene más dudas que respuestas.