1 septiembre, 2021
Uno de los temas más desafiantes para quienes usamos la estadística educativa es no saber qué le pasa a las niñas, adolescentes y jóvenes mujeres durante todo su trayecto escolar. Tener sólo la matrícula desagregada por sexo es claramente insuficiente y no es una política con perspectiva de género. Los datos hablan, tanto por lo que dicen como por lo que ocultan
Por Sonia del Valle TW: @lamalaeducacion / MUxED
¿Sabe cuántas mujeres reprueban al año? ¿Reprueban una asignatura o el curso completo? ¿Son de primaria, secundaria o bachillerato? ¿Cuántas abandonan la escuela? ¿A qué edad? ¿Son hablantes de una lengua indígena? ¿Tienen una discapacidad? ¿Cuántas terminan el preescolar, la primaria, la secundaria o el bachillerato? ¿Cuántas dejan la escuela por estar embarazadas? ¿Cuántas reciben una beca para seguir estudiando? ¿Cuántas optan por el bachillerato técnico o la educación dual? ¿Cuántas no logran ingresar a la universidad?
Si bien no sabremos cuántos estudiantes regresarán a la escuela este ciclo escolar 2021-2022, la estadística de la SEP indica que en el ciclo escolar pasado había 2 millones 422 mil 22 hombres matriculados y 2 millones 562 mil 983 mujeres estudiantes en alguna de las modalidades de educación media superior.
Del total que son 4 millones 985 mil 005, la SEP informa que había 373 mil 133 “repetidores”, el 7.4 por ciento. ¿Cuántos son hombres y cuántas mujeres? Los datos públicos no lo informan. Pero las investigaciones educativas e incluso diversas encuestas sobre deserción escolar señalan que la repetición escolar es un factor de riesgo para el abandono escolar.
Datos como estos son los que buscamos, desde hace un año que lanzamos la Campaña Yo También Me Quedo en la Escuela en la Red de Mujeres Unidas por la Educación (MUxED). En la campaña abordamos diversos temas como educación y trabajo, la reprobación escolar, el embarazo, los beneficios de la educación para la salud, la violencia digital, educación dual, el derecho a la educación, entre otros y uno de los temas más desafiantes a los que nos enfrentamos fue “encontrar” a las niñas, adolescentes y jóvenes mujeres en las estadísticas educativas.
La mayoría de los datos públicos y/o disponibles tanto en las investigaciones educativas, encuestas y estudios relacionados con la educación tienen lo que llamo “miopía de género” que no es otra cosa que mirar a las mujeres agrupadas en el mismo paquete que los hombres.
Son escasas las investigaciones con “perspectiva de género” que reconocen, analizan y explican las diferencias de aprendizaje en el salón de clases, las expectativas sociales y culturales. Hay tan pocos datos desagregados por sexo para el abandono escolar, el trabajo de las y los jóvenes, o las diferencias socioemocionales entre hombres y mujeres que pareciera que les pasan las mismas cosas a lo largo de su trayectoria educativa.
En la estadística educativa de la SEP, tanto la serie histórica, como los informes “Principales Cifras” y, desde el ciclo escolar 2008-2009, el Sistema Interactivo de Consulta de la Estadística Educativa , no es posible rastrear el trayecto educativo de las mujeres desde educación inicial hasta educación superior. ¿Dónde se pierden en el camino? ¿Qué les pasa? ¿Qué se les dificulta?
La estadística de la SEP solo distingue por nivel educativo tanto a los hombres como a las mujeres que asisten a cada grado escolar desde la educación inicial hasta el bachillerato; pero nada más.
Los datos disponibles sobre el impacto que tuvo la covid-19 en la educación los arrojó la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED) 2020 del INEGI..
Si bien la información pública de la encuesta proporciona la distribución porcentual entre hombres y mujeres por nivel de escolaridad, al separar por sexo a la población inscrita en el ciclo escolar 2019-2020, no la desagrega por edad. Cuando informa sobre el porcentaje de personas inscritas por nivel educativo, no es posible saber el dato por sexo. Luego señala que el 65.7 por ciento de la población de 3 a 29 años usó el teléfono celular para realizar sus actividades escolares, pero sin diferenciar entre hombres y mujeres, más que por nivel educativo. Al presentar así los datos se asume que tanto hombres como mujeres tienen las mismas posibilidades de contar con un celular para seguir estudiando y que lo hacen en las mismas condiciones.
Lo mismo pasa con otros indicadores: 35.9 por ciento de las y los estudiantes de media superior, no concluyeron el ciclo escolar por “razones covid-19”, pero no es posible saber cuántos son hombres y cuántas son mujeres. Y si bien identifica por sexo el número de estudiantes que se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021, no los desagrega por edad; y cuando sí agrupa por edad las causas por las que no se inscribieron, no las desagrega por sexo.
Recientemente (noviembre 2020) la Comisión Nacional de la Mejora Continua (MejorEdu) publicó los Indicadores Nacionales de la Mejora Continua de la Educación en México 2020, así como los indicadores estatales, de los cuales hasta el momento hay 13 informes.
El documento nacional es un tomo de 349 cuartillas, lo cual es un primer desafío; sin embargo, se pueden obtener indicadores por sexo y por nivel educativo desde inicial, preescolar, primaria, secundaria, educación media superior y normal. No obstante, hay ausencias, como que, si bien es posible saber por nivel educativo, tipo de sostenimiento y servicio, el porcentaje de hombres y mujeres, no se puede saber cuántas mujeres son hablantes de una lengua indígena o la formación de docentes y directivos escolares separada por sexo.
Los indicadores también permiten conocer cuántas mujeres y cuántos hombres son atendidos en los Centros de Atención Múltiple y los USAERs desde educación inicial hasta secundaria y el tipo de discapacidad que se atiende. Un dato: hay 4 mil 806 estudiantes de secundaria con aptitudes sobresalientes, de los cuales, 2 mil 325 son mujeres; pero no hay datos sobre la atención de estudiantes con discapacidad en educación media superior y superior.
También podemos conocer que tenemos una tasa de asistencia mayor de hombres que de mujeres en educación media superior y superior o que disminuyó en niveles similares la tasa de atención de niñas y niños en la educación inicial al pasar del 8.3 al 7.1 por ciento, entre el 2013-2014 y 2018-2019, lo que claramente refleja el impacto del cierre del programa de estancias infantiles.
Los datos de MejorEdu permiten conocer tasas de aprobación, eficiencia terminal y abandono escolar, pero no en todos los indicadores es posible conocer por tipo de servicio o grado de marginación.
Y no es ocioso preguntarse a qué se debe la falta de indicadores con perspectiva de género en el sector educativo, y seguramente en la mayor parte de la estadística nacional. Es posible aquí aventurar algunas hipótesis: 1) No están disponibles por un problema del diseño de recolección de datos; 2) Sí existen, pero no se incluyen en el análisis que se hace público; 3) Falta capacitación sobre género a las áreas técnicas; 4) Se elude la rendición de cuentas.
Lo cierto es que si no es posible conocer el trayecto educativo de las mujeres desde que ingresan al sistema educativo nacional hasta que concluyen o lo abandonan, seguiremos proponiendo políticas educativas generalistas, que no atienden las diferencias culturales y sociales entre hombres y mujeres; y, sobre todo, no sabremos cómo promover medidas más eficaces para que tanto mujeres como hombres se queden en la escuela.
La autora es integrante de la Red MUxED, periodista especializada en política educativa, maestra en periodismo político y comunicación educativa. Es una de las coordinadoras de la campaña #YoTambiénMeQuedo en la Escuela. Redes Sociales: FB: Campaña Yo También Me Quedo en la Escuela
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