26 junio, 2023
Alexander salió de Cuba para poder ejercer libremente su sexualidad. A diferencia de miles de migrantes, el joven cubano quiere quedarse en la Ciudad de México, donde espera encontrar trabajo y un lugar libre de discriminación
Texto: Diana Manzo / Istmo Press
Fotos: Diana Manzo y cortesía Alexander
OAXACA. – Alexander, de 24 años de edad, es un migrante afrocubano que está orgulloso de ser gay, y que a diferencia de los miles de migrantes que cruzan la frontera sur, su sueño es llegar a la Ciudad de México, trabajar y ejercer su libre sexualidad además de practicar su religión, la Yoruba.
En la terminal de autobuses de la capital de Oaxaca, en donde espera su próxima salida a la Ciudad de México, Alexander cuenta por qué salió de Cuba, en donde a pesar de qué hay leyes que permiten los matrimonios igualitarios, todavía hay discriminación entre la sociedad, donde no aceptan que el amor es libre.
“Se nos señala por ser gays, o por ejercer una sexualidad que ellos creen distinto, además de que para los jóvenes no hay empleo. Entonces decidí migrar, pedí ayuda a mis amigos, a mis ahijados y mira, ya estoy a poco tiempo de llegar a la gran ciudad, donde ya me esperan”.
Como joven, afrocubano, gay y migrante, Alexander reconoce que nunca se imaginó migrar y lo que más le duele es dejar a su madre, pues es el menor de tres hermanos.
Hace ocho días Alexander decidió dejar Cuba y migrar. Para eso, pidió apoyo económico de amigos y conocidos y abordó un vuelo a Nicaragua. Ahí comenzó la travesía a pie y en autobuses hasta que cruzó la frontera sur.
La grata sorpresa que recordará de México es que a su ingreso, en Tapachula, un policía le dice que nadie tiene derecho a agredirlo ni discriminarlo por ser gay, al contrario, le dijo que sí eso ocurría, lo denunciara.
“Por fortuna, desde que llegué a México hace cuatro días, no he vivido discriminación ni racismo de autoridades, digo, la gente es la que más me mira, como que se dan cuenta que soy gay por mi comportamiento, pero de ahí no ha pasado, y ahora en Oaxaca, todo ha sido muy bien”, enfatiza.
Migrar para este joven cubano supera lo que había imaginado, y es que lleva cuatro días sin poder bañarse y con la misma ropa, pero recalca que todo ha valido la pena.
“Lo primero que haré cuando pise la Ciudad de México es ducharme, cambiarme de ropa y dormir en una cama”, asegura.
Alexander es técnico en cocina, para el guisar y elaborar alimentos es una forma de recuperar los sabores de su tierra cubana, por lo que está pensando en trabajar en ese giro y ahorrar, pues su sueño es crear una hamburguesería.
Sus collares y pulseras de conchas de caracol lo distinguen, para él ser negro o afro no es sinónimo de pena, si no de orgullo, y lo es más aún cuando se le respeta su sexualidad.
“Sí, soy migrante, pero no le vengo a quitar nada a nadie, al contrario, vengo a trabajar, he venido a México de visita y me enamoré de la Ciudad de México, por eso ahora vine para quedarme, para compartirles un poco de mi historia, de mi sazón en la cocina y de mi esencia”.
En el camino Alexander conoció a una familia afro de Haití, camina con ellos, son cuatro integrantes, los padres y una niña y un niño, ellos si van al norte y lo acompañaran hasta la Ciudad de México.
“Migrar no ha sido nada fácil, por ejemplo hoy veníamos en el autobús 20 migrantes y solo llegamos la mitad, los agentes de migración no te preguntan, te bajan, y eso es muy triste, porque migramos no por gusto, migramos por trabajo, por mejorar la economía familiar, en mi caso por ejercer una libre sexualidad, y otros hasta por el clima”, recalca.
Son las ocho de la mañana, el autobús de Alexander ya anunció su salida y en cinco horas, alrededor de las dos de la tarde llegará a la Ciudad de México, y con ello, Alexander va iniciar una nueva vida, sin olvidar a los suyos, especialmente a su madre, que espera algún día volver a ver.
*Esta nota fue realizada por ISTMO PRESS, integrante de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leerla.
Reportera en Unión Hidalgo, Oaxaca.
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