Migración y racismo

2 junio, 2021

Tatyi savi

La llegada de alrededor cerca de 40 mil personas de Haití a México en 2017 sirvió para saber qué tan racistas somos. El trato con ellos es más crudo comparado con cómo se trata a otra población en movilidad

Twitter: @kausirenio

A partir de mayo de 2018, personas haitianas empezaron a llegar a Tijuana, debido a la crisis que Haití vivió por sismo de magnitud 7.3 en la escala de Richter. La isla quedó devastada: 316 mil personas fallecieron; 350 mil resultaron heridas; y 1.5 millones de personas se quedaron a la intemperie. Este desastre natural llevó la economía de Haití al precipicio. 

La mayoría de los haitianos buscaron llegar a la Guayana Francesa, pero este país les cerró sus fronteras, a pesar de la crisis humanitaria que tenían por la pobreza que causó el temblor. Es cierto que el gobierno de Brasil salió al recate e implementó programa de empleo temporal, para migrantes de Haití. 

Al llegar a Brasil los haitianos fueron acogidos en la construcción de infraestructura rumbo a la Copa Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Pero, al terminar el encuentro mundialista, los migrantes se quedaron sin empleo y recursos económicos, mientras que el país carioca enfrentaba nueva crisis política que terminó con la caída de Dilma Rousseff.​

La crisis humanitaria ocasionada por el sismo del 12 de enero de 2012 y el conflicto interno de Brasil dejó a los caribeños en estado de indefensión, sin la posibilidad de regresar a su país. Por la pobreza que sus familiares vivían en la isla, la opción viable en ese entonces era llegar las ciudades fronterizas de Tijuana y Mexicali en México, para que de ahí hacer solicitud de asilo en los Estado Unidos. 

Así empezó la osadía, salieron desde Brasil hacia Centroamérica y de ahí llegaron a la frontera sur de México donde se les otorgó un salvoconducto para permanecer en la República Mexicana por treinta días.

Con la primera oleada de personas haitianas a Tijuana y Mexicali se saturaron los albergues, que las iglesias tenían para migrantes deportados que llegaban a esas ciudades. El éxodo de los caribeños sirvió para mostrar el rostro de la discriminación racial en México. 

No es que en México no se discriminara a las personas por su color, lengua, origen étnico, religión, orientación sexual. No, siempre ha sido así: aquí se invisibiliza a los casi 17 millones indígenas, y en este año, las instituciones electorales no hicieron nada para parar la segregación cultural. 

La llegada de alrededor cerca de 40 mil personas de Haití en 2017 sirvió para saber qué tan racistas somos y qué tan tolerantes son los otros. Aunque hay personas que piden a gritos el cierre de las fronteras para evitar la movilidad transnacional, porque aseguran que la migración es sinónimo de delincuencia. 

La discriminación que viven los migrantes afrodescendientes en la frontera de México y Estados Unidos es distinta a la que sortearon en su recorrido en el territorio nacional, el trato con ellos es más crudo comparado con cómo se trata a otra población en movilidad. 

Las causas que llevaron a los caribeños salir de su país es la misma que enfrentan los indígenas que emigran por las violencias política, económica, social, cultural y armada, provocada por grupos civiles armados en la Montaña de Guerrero. 

La situación en el mundo es cada vez más compleja y menos equitativa. La pandemia agudizó más esta desigualdad social y los grupos minoritarios enfrentan la carencia de alimentos, sobre todo en los países pobres. Si no logramos cambiar esta brecha entre ricos y pobres, la migración seguirá.

Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.