Para hacer frente a la crisis económica por la covid-19, el gobierno federal busca fortalecer las economías familiares con programas sociales y dispersión de apoyos a los más pobres. La meta es fomentar el comercio en los mercados locales, que la gente no deje de consumir. Para los comerciantes, el pronósticos es reservado
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: María Fernanda Ruiz
«El panorama no es nada alentador, desempleo, nuevos pobres, caída del consumo», dice Gerardo Marín sin cambiar su expresión ni dejar de supervisar el trabajo en su local. Desde 1917 su familia vende huevos cerca del mercado de San Juan, en el centro de la Ciudad de México. Surte a restaurantes y hoteles del primer cuadro de la ciudad.
«Se me cayó la venta un 90 por cierto —hace una estimación rápida— este que está descargando –dice mientras señala una camioneta junto a él– antes se llevaba 40 cajas, ahorita se llevó 15, y cuando regrese solo va a venir por 8. Yo descargaba entre 14 y 15 toneladas a la semana, ahorita estoy descargando una o dos. Hay veces que hemos tenido que tirar producto».
Gerardo confía en el producto que vende, “fuente de proteína más barata que el pollo y la carne”, como dice.
En momentos de crisis como esta, suele venderse bien. Es lo que lo ha ayudado en otros momentos, como en las crisis de 1994 y 2012, cuando se desplomó la producción apiar. Pero ahora ha sido mucho más largo.
«Yo creo que la de ahora viene más fuerte, en este establecimiento sentimos en vivo el pulso de la economía. Vemos cómo los kilos se transforman en medios, porque a la gente ya no le alcanza. Yo creo que nadie sabe qué va a pasar. Crisis, devaluaciones, el mismo tema otra vez y todo, pero no sabemos cómo vaya a reaccionar la gente, si vaya a salir sin miedo a comprar, a trabajar, ese miedo es una realidad”.
Su negocio es parte de las más de 4 millones de micro, pequeñas y medianas empresas del país que en los últimos meses redujeron sus ventas entre 80 y 90 por ciento como resultado de la crisis económica derivada de la pandemia de covid-19.
Por el parón en la economía, se espera que este año el producto interno bruto no solo deje de crecer, sino tenga un reducción cercana al 8 por ciento. Los efectos se empiezan a mostrar. Según el Instituto Nacional de Estadística, el Inegi, en abril 12 millones de personas perdieron sus empleos en el país.
Para remediar una catástrofe que endurezca las proyecciones de aumento de pobreza en el país (diferentes estimaciones calculan que en el país habrá entre 10 y 12 millones de nuevos pobres), el gobierno mexicano apuesta a la dispersión de recursos con sus “programas del bienestar”.
Desde el inicio de la administración las Tandas del bienestar, un financiamientos a pequeños negocios sin intereses, fueron la herramienta para impulsar la creación y consolidación de empresas locales. Con el paso de la pandemia el gobierno abrió un millón extra de créditos a pymes con tasas de interés de 6 por ciento, mucho más bajo que el 19.6 de las tasas bancarias a préstamos personales.
Al poco tiempo, el Instituto Mexicano del Seguro Social abrió 46 mil 17 créditos extras para trabajadores independientes o freelance y trabajadoras domésticas. La estrategia deberá probar su eficacia a lo largo de los meses, pero muchos empresarios, como Gerardo, no creen que sirvan de mucho.
“No creo que nos funcione –dice Gerardo tajante sobre aceptar o no los “apoyos del bienestar» – 25 mil pesos no nos alcanzan, a lo mejor para dos meses de renta, pero para nada más”. Detrás de él, en un local mediano, los blanquillos pasan de cajas a cartones, a bolsas, y las transacciones siguen sin parar.
“Creo que si hubieran perdonado los impuestos o el seguro social, eso en mi caso habría resultado mejor”.
Como muchos otros empresarios Gerardo no quiere despedir a sus trabajadores. Su negocio da ingresos a 10 familias. Para aliviar la presión generada por la caída de las ventas y mantener los salarios, ha reducido sus días de labores.
“Los hemos descansado. En el 2012 cuando no había producto hablé con ellos y acordamos que trabajaban tres días y tres días. Así estuvimos como por seis o siete meses”. Después voltea a ver si alguien más lo escucha, y casi susurrando dice que quizá, algún momento tenga que despedir.
Desde el inicio de la pandemia, varios grupos de empresarios pidieron al gobierno que aplazara, suspendiera o difirera los pagos de impuestos así como de cuotas del seguro social. El argumento era que así podrían mantener el salario de sus trabajadores y amortiguar el golpe económico durante la cuarentena. Hasta que a finales de abril el IMSS abrió un programa de diferimiento de pago en parcialidades.
“Los préstamos que están dando les sirven más a ellos que a nosotros”, dice Gerardo sobre la situación de sus empleados. “En el Fonacot están prestando 10 mil pesos, para ellos son mes y medio o dos meses de sueldo”.
El local donde Ismael atiende a sus clientes es tan pequeño que no parece que sea un taller de mecánica automotriz. Recibe los carros en la esquina de la calle y, ahí mismo, a unas cuadras del Eje Central, los trabaja. Adentro, en un cuartito de unos 10 metros cuadrados, guarda su herramienta.
“Disculpen el desastre, es que estoy trabajando en ese”, dice.
En el piso, acomodado casi esquemáticamente, como instructivo, están las piezas de un motor de cuatro cilindros. Alrededor, no hay ni una tuerca fuera de lugar.
“Es un estímulo bastante bueno el del gobierno para ayudarnos. Yo tuve ciertos desfortunios. Falleció mi esposa el 4 de abril por covid. Pero uno se mantiene trabajando. Ese dinero lo usé para mejorar la infraestructura de mi negocio. Me hacían falta algunas cosas, unas herramientas”.
Con 40 años de experiencia en el negocio sabe que la diferencia competitiva la dan la calidad de las herramientas.
“Vi en la televisión mucha gente que se mofaba, que decían que les servía pa’ pura fregada ¡Claro! Si tienen 100 empleados pues no les sirve de nada, pero no es mi caso”.
Como Ismael, el 97 por ciento de las pequeñas empresas son micro, las que restan son más grandes, de hasta 50 empleados, como la de Gerardo.
El préstamo que recibió Ismael no es uno de los créditos emergentes por la crisis sanitaria, sino una de las Tandas al Bienestar que disemina la Secretaría de Economía desde el inicio de la administración. Al principio no creía que le fueran a entregar el dinero, porque el proceso le pareció un poco extraño.
“Al tercer día de que tomó protesta este señor (Andrés Manuel López Obrador) ya estaban aquí unos con chaleco pidiendo datos. Me quedé sorprendido. Me dijeron que se trataba de una ayuda que estaban brindando a los pequeños y micro negocios. A mí me interesó”, cuenta sobre el dia que le ofrecieron el apoyo.
“Luego llamaban a las 11 de la noche en domingo y me daban los datos de mis papeles y todo. A mí me parecía muy extraño, hasta pensé que se trataba de un fraude”.
Después, cuenta que le dijeron que el peculiar horario de las llamadas era por la celeridad con la que están los funcionarios de gobierno tienen que atender una cantidad enorme de personas.
Cerca de febrero Ismael recibió su crédito. “La fila era de aquí como a Eje Central (unos 100 metros) y cuando estaba así de entrar –con sus manos dibuja un hueco de unos 30 centímetros– cerraron el banco”, cuenta.
“Me dijeron que el dinero era para mi negocio, pero que por la situación de la pandemia, lo podía usar para lo que yo quisiera que no me iban a pedir cuentas. También dijeron que como era entregado a la palabra, que cumpliera a ella, cosa que no me representa gran problema”.
Los dos días que se formó afuera del banco, Ismael escuchó todo tipo de historias. “Veía a mucha gente con sus proyectos. Voy a hacer esto, a propiciar lo otro. Pero habían otros que decían no, que me lo den y a la fregada, el gobierno nos ha robado mucho y yo de aquí me cobro a lo chino”.
“Dice un dicho ayúdate que yo te ayudaré”, reflexiona el mecánico.
“Aquí no se trata si te cae bien o no. Si te dan un apoyo, hay que cumplir. A mí la política no me interesa en lo más mínimo. Este señor llega y dice en ti confío, pues se lo pago. Me entristece muchísimo que no lo van a pagar. Él cumplió, yo le cumplo y no por eso voy a ir como un borrego acarreado. El compromiso que adquirí yo lo cumplí”.
Invariablemente de las estrategias que emprendedores, gobierno, cámaras y organizaciones empresariales realicen para aliviar la crisis, sus efectos son inminentes.
“El consumo va a ser el más afectado. Con esa baja en el consumo ¿qué sucede? Que nos volvemos a enfrentar a la ansiedad e incertidumbre, no sabemos qué hacer, para mantenernos”, asegura Raúl Ramírez Riba, abogado y estudiante de economía que estudió las coincidencias de la crisis que viene con la del 94.
“En esta ocasión las razones no son exactamente iguales pero las consecuencias sí serán similares: caída del ingreso, caída del consumo, cierre de empresas, pérdida de empleos, alta inflación, etcétera. Podemos adelantarnos a estos ajustes y mejorar nuestro ingreso, si tenemos las nociones económicas correctas”, asegura.
El panorama actual le recuerda a Raúl al de la década de los noventa, cuando aún era pequeño.
“Mi familia importaba un curso de inglés, pero con la devaluación se volvió incosteable. En mi salón de la escuela muchos de mis compañeros tenían papás que habían quebrado o que estaban desempleados”.
Sus estudios le permitieron generar una serie de recomendaciones y “lecciones” que creen que podrían ayudar a las personas en estos momentos.
El primero de ellos es un tema muy conocido para Gerardo, el comerciante de huevo: la sustitución.
“Por lo general todos pensaríamos que dejamos de consumir todos los productos por igual, pero hay productos que suben en el consumo cuando cae el ingreso”, explica el abogado-economista.
“Habrá bienes cuyo consumo aumente, estos son los bienes que la gente consume más cuando gana menos”.
Un consejo para algunos comerciantes, explica, sería identificar estos cambios y conseguir productos que empaten las necesidades de los clientes.
Además de la sustitución, la revolución de las tecnologías de la comunicación podría ser un aliado de los empresarios durante esta crisis. “Normalmente creemos que la empresa más grande es la que tiene más oportunidad de salir adelante ante la caída del consumo, pero en realidad son las empresas más eficientes las que tienden a prevalecer sobre las menos eficientes”.
En 1995, comunicarse con los clientes teniendo el negocio cerrado implicaba sentarse horas con una libreta de teléfonos y llamar a todo mundo. Ahora es facilísimo, no solo hay grupos de Whatsapp, sino que Facebook vende en línea, incluso ya vende más que las tiendas departamentales en México”.
“Ahorita, para tener otro tipo de ingresos, he pensado en hacer otras cosas. Estoy pensando en comprar hormas y hacer zapatos sencillos y venderlos, más como tipo sandalias. Hacer cinturones, crear una página, entregar a domicilio. Extendernos. Ir a la Narvarte en una bici o en una motito a recibir y entregar trabajo, si ellos no vienen yo voy”. Alejandro Cortez habla con el ímpetu de un veinteañero. Este zapatero mantiene lo que queda del taller de reparación de calzado de su abuelo, mismo que ha resistido todo tipo de embates por más de 70 años, él ya no es ningún joven.
El cambio ha sido parte de la historia de su taller. “Antes trabajabamos aquí 10 personas. Ocho trabajadores, mi papá y yo. Ahora nada más quedamos nosotros dos”.
Señala al interior del local, donde Javier, un señor lleno de canas y arrugas zurce las últimas reparaciones a un zapato. Antes nada más reparaban calzado, pero poco a poco tuvieron que aceptar otros productos, como bolsas, mochilas y otros trabajos de talabartería.
Alejandro no sabe cómo, pero está seguro de que aprender a usar este tipo de tecnologías podría ser la diferencia entre tener trabajo o no.
Según Raúl Rivas, el abogado-economista, las redes digitales podrían fortalecer la integración de las economías locales con las personas. “Estás interconexiones no sólo nos permiten ahorrar dinero, sino conectarnos con esta comunidad y reconstruir nuestro tejido social”, asegura.
“Qué bonito sería que encontráramos una recuperación del tejido social a través de estos mercados. Empezar a comprar en cooperativas, que se pongan de moda porque conectan a los consumidores y los productores”, asegura el abogado.
Un poco la estrategia del gobierno federal apuesta a este tipo de transformaciones, aunque puede que sea una apuesta lejana a lo posible.
“Imagínate, para que todo el consumo de la Ciudad de México funcionara en una lógica de consumo local, tendrían que haber tantas cooperativas o colectivos de consumo como hay tianguis sobre ruedas”, responde al respecto Yolanda Hernández. Ella, junto con un grupo de consumidoras responsables formaron un colectivo de consume que busca poner en marcha este tipo de valores.
Mawí es un colectivo de consumo al sur de la ciudad que busca conectar a pequeños productores con consumidores en la ciudad para apoyar su producción librándose de cadenas mercantiles. A pesar de que iniciativas de consumidores responsables como ésta son más comunes, en la ciudad parecen aún ser un poco elitistas y en definitiva, no tienen el alcance de los mercados sobre ruedas.
“Lo tenemos en ciertos puntos muy selectos, sobre todo en el sur”, dice Yolanda. “En el norte de la ciudad la gente si busca este tipo de opciones pero casi no hay. Al oriente ni se diga. Lo que es Iztapalapa, Iztacalco, Chalco apenas y salen o figuran”.
Para fomentar este tipo de espacios de consumo la Secretaría de Economía está promoviendo un mercado electrónico llamado Mercado Solidario, en el que los consumidores pueden pagar por productos y servicios de negocios cercanos a su localidad por adelantado. Por ejemplo, comprar tres cortes de cabello a la estética de la esquina de mi casa, pagarlos ahora y consumirlos después.
Hasta el momento, no se han apuntado más de 5 mil empresas a este mercado ni se han dado más detalles de su funcionamiento.
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