29 mayo, 2022
La contaminación de la Laguna de Bacalar pone en riesgo a los microbialitos, máximos sobrevivientes de la Tierra y aliados contra el cambio climático. Las causas: el deterioro ambiental por el turismo masivo, deforestación, agroindustria, tiraderos clandestinos de basura y descargas irregulares de aguas negras
Texto: Ricardo Hernández*
Fotos: Juan Pablo Ampudia
Ilustración: Minerva GM
BACALAR, QUINTANA ROO.- En la minería se inventó un método de alerta cruel pero eficiente: cuando los trabajadores descendían al subsuelo cargaban consigo un canario enjaulado. El pajarito cantaba hasta la asfixia cuando los gases tóxicos, imperceptibles para el olfato humano, inundaban el espacio. Ese último canto era la señal para la evacuación. A este método se le denominó “modelo centinela” y consiste en usar un organismo vivo para evaluar la salud del ambiente.
En nuestros días, un científico mexicano ha propuesto a los microbialitos —una de las formas de vida más antigua del planeta— como uno de los indicadores de la salud que guarda su hábitat, la Laguna de Bacalar, y el ecosistema que la rodea, al sur del Caribe mexicano.
La premisa es sencilla, explica Alfredo Yañez Montalvo, investigador del Departamento de Conservación de Biodiversidad de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), y autor de la propuesta. Si esta comunidad bacteriana llamada microbialitos pudiera emitir sonidos estaría aullando, porque se está degradando, debido a que la está asfixiando la contaminación del agua en la que habita y porque el ambiente que la rodea se va deteriorando a causa del turismo masivo, deforestación, agroindustria, tiraderos clandestinos de basura y descargas irregulares de aguas negras. “Nos están diciendo que algo malo está pasando”, advierte Alfredo.
Popularmente conocidos como estromatolitos, los microbialitos son organismos milenarios. A la vista parecen simples piedras, pero observados a través de un microscopio se aprecian como una compleja comunidad de organismos unicelulares –bacterias– que interactúan entre sí. Con el tiempo, estos van formando estructuras cilíndricas sólidas y verticales que crecen apenas un centímetro por año y que se agrupan en arrecifes no mayores a los 20 metros de alto, explica Alfredo, en su tesis de doctorado titulada “Bioinspección de microbialitos en dos sistemas kársticos en el sur de Quintana Roo”, recién publicada.
El registro más antiguo de estos primeros oxigenadores del planeta data de hace 3 mil 700 millones de años; en Bacalar, de 9 mil 500 años, de acuerdo con la “Tarjeta de reporte Laguna de Bacalar”, un documento publicado en 2021 por científicos de la Península de Yucatán.
Los microbialitos son los máximos sobrevivientes de la Tierra y hasta aliados contra el cambio climático, en tanto que secuestran grandes volúmenes de dióxido de carbono mediante la fotosíntesis que realizan al igual que las plantas. Existen en pocos países del mundo como Australia, Bahamas, el Golfo Pérsico y México, más específicamente, en Bacalar, un destino turístico ubicado al extremo sur del estado de Quintana Roo, cada vez más codiciado por estar montado en la ribera de la Laguna de Bacalar, cuyo atractivo principal es su belleza paisajística y sus múltiples tonalidades de azul. Es precisamente en este cuerpo lagunar donde se localiza la más extensa barrera arrecifal de micriobialitos de todo el mundo, de aproximadamente 10 kilómetros… ahora en riesgo.
Estos peculiares colosos se sienten a gusto cuando nadie los molesta y cuando el agua donde viven es limpia y cristalina, pero últimamente el equilibrio se ha roto, alterado por las actividades turísticas y el crecimiento urbano no sustentable, advierte el joven especialista en microbiología.
Este desequilibrio ha provocado que los microbialitos localizados en el centro y sur de la laguna, por estar cercanos a la ciudad de Bacalar, de 41 mil habitantes, la cual recibe más de 200 mil turistas al año, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi, 2020).
Para comprobarlo, Yañez, junto con colegas del Ecosur, tomó muestras de agua y de fragmentos de estos organismos en 15 diferentes puntos de la laguna entre 2019 y 2020.
“Fuimos en kayaks inflables a diferentes puntos. Salíamos desde balnearios, inflábamos los kayaks, íbamos a los sitios, tomábamos las muestras, regresábamos, desinflábamos los kayaks y nos íbamos al Ecosur a dejar el material”, recuerda Yañez en entrevista.
Con el análisis de los fragmentos recolectados Alfredo pudo identificar cada una de las bacterias que componen a un microbialito y constató que aquellos que se encuentran al norte, donde está despoblado, son más diversos que los del centro y sur, donde se concentran las actividades turísticas: mientras que en unos hay más de 100 microbios por unidad, en los otros, apenas 20. Estos no solo se están degradando, sino que están llenándose de enterobacteres, pseudomonas, aeromonas y esteromonas; bacterias que llegan hasta la laguna por el vertimiento irregular de aguas negras de la ciudad turística.
“Los microbialitos se vuelven una especie de esponja: todo lo que pasa en el agua lo van absorbiendo. Si nosotros nos metemos al agua, las células muertas, quienes orinen ahí; todos los desechos del basurero, de la agricultura, del drenaje los van a absorber y eso es lo que estamos viendo, que se están degradando”, expone Yañez.
“¿Y qué significa la degradación, que unos tengan menos microbios? Piensa en un bosque donde hay muchos árboles. Cada árbol pertenece a una especie diferente. Mientras más diverso es el bosque, sus funciones ecológicas son mucho mejores. Cuando tú pierdes las especies o los árboles en el bosque, ya sea por la deforestación o alguna enfermedad o lo que sea, esa diversidad se pierde y pues hay una degradación ecológica, o sea, las funciones del bosque se pierden; ya no es refugio para animales o espacio donde puedan reproducirse; dejamos de tener sombra, pájaros, todas estas funciones que se pueden atribuir a la diversidad”, explica.
Así pues, los microbialitos del centro y sur de la laguna están perdiendo diversidad, y con ello, su función ecológica. Los servicios ambientales que brindan, como captura de oxígeno y carbono, filtración y reciclaje de nutrientes, hábitat para otras especies como el caracol chivita, peces torito y picudito y manglares, cada vez son menores.
Es precisamente por la sensibilidad que tienen los microbialitos a las perturbaciones ambientales que Alfredo Yañez los propone como bioindicadores o modelos centinela. Ellos ofrecen un panorama de la pérdida de la salud de la Laguna de Bacalar. “Y tenemos que hacer algo al respecto”, conmina Alfredo.
Uno de los principales enemigos para la diversidad y sobrevivencia de los microbialitos son los contaminantes que se aportan a la Laguna de Bacalar por el vertimiento irregular de aguas residuales, reitera Alfredo Yañez.
De acuerdo con datos de la Dirección de Ecología municipal, sólo 200 de las más de 15 mil casas, negocios y hostales que hay están conectadas al drenaje: menos del 1.5 por ciento usan el sistema de desagüe. El resto tiene fosas sépticas o simple y llanamente hoyos en el traspatio. En estos casos, los orines y heces fecales generadas de a poco se infiltran hasta llegar a las aguas subterráneas que alimentan a la Laguna de Bacalar, hábitat de los microbialitos.
La infiltración es intrínseca en la región, por el tipo de suelo, kárstico, poroso, por el que pasa fácilmente el agua de lluvia o los lixiviados, líquidos que se producen como resultado del contacto con residuos sólidos, asegura Alejandro López Tamayo, hidrogeólogo y director general de Centinelas del Agua, una asociación civil enfocada en la preservación y protección del acuífero en la Península de Yucatán.
He ahí una de las fuentes principales de nutrientes a la Laguna de Bacalar y a los ríos subterráneos en general que dañan el ecosistema y a los microbialitos, insiste Alfredo.
La escasa infraestructura de drenaje no solo es asunto de “costumbres” y de falta de voluntad política, sino sobre todo de presupuesto y de dificultades técnicas, afirma Alejandro López. La península de Yucatán es de las superficies más planas del país, salvo en Bacalar, donde el terreno es un tanto accidentado, con puntos altos y bajos, con calles de subida y de bajada, pues se encuentra sobre una falla geológica originada hace millones de años. Es por eso que el sistema de drenaje por gravedad, usado en el resto del Estado y muchos otros lugares, no funciona en este sitio. Se necesita, explica Alejandro, un sistema de vacío o de rebombeo. Ambos exceden el presupuesto público municipal. Aunque quisieran, dice Romel Pacheco, extitular de la Dirección de Ecología municipal, no pueden pagar por algo así.
La calidad de agua de la Laguna de Bacalar, el sitio con la mayor presencia de microbialitos en el mundo, está en su peor momento. Y tres estudios científicos recientes lo demuestran.
El primero es el de Yañez. Y es que las muestras de agua que tomó para su trabajo de tesis arrojaron presencia de amonio y nitratos: nutrientes que cambian la composición química del agua y empeoran su calidad. En el centro y sur de la laguna, donde se concentran las actividades turísticas, señala, es donde se registraron los niveles más altos de dichas sustancias, provenientes de las aguas negras, pero también de los tiraderos clandestinos que proliferan a su alrededor.
El segundo, aún inédito, pero compartido para este reportaje, es de Teresa Álvarez Legorreta, también de El Ecosur. Teresa es una de las investigadoras más destacadas en el estudio de la calidad del agua de la Laguna de Bacalar, con más de una década de experiencia en el tema. Ella confirma lo dicho por Yañez: el deterioro de los microbialitos es síntoma de lo mal que se encuentra el cuerpo de agua.
Teresa toma muestras de agua en la laguna desde 2010, pero no fue sino hasta 2017 que comenzó a hacerlo de manera mucho más sistemática, en 25 puntos geográficos de la laguna, en tres temporadas climáticas distintas y sumando tomas de sedimento.
Nitrógeno, fósforo, plaguicidas organoclorados, metales pesados tóxicos como mercurio y cadmio, y otros como plomo, cobre, zinc, además de agroquímicos e hidrocarburos son algunas de las sustancias halladas en las muestras recolectadas en los últimos cinco años para su investigación, utilizadas para evaluar los impactos en los organismos acuáticos, y de las que es posible afirmar: son un cóctel letal para los microbialitos.
“Se puede apreciar que ha disminuido la calidad del agua, pero sobre todo en el centro y sur de la Laguna de Bacalar. Eso es importante señalarlo: donde hay mayor actividad, y población, donde están las mayores actividades turísticas de la zona es donde se ha visto que los impactos son mayores”, dice en entrevista la estudiosa de la microbiología ambiental.
Los elementos provienen, confirma Teresa, del vertimiento irregular de aguas residuales, de los basureros clandestinos, la agroindustria y actividades relacionadas al turismo masivo: del crecimiento desmedido, desregulado y no sustentable de Bacalar. Y es que en la última década la infraestructura hotelera en el municipio creció 275 por ciento (Secretaría de Turismo federal), las viviendas lo hicieron un 37 por ciento (Inegi) y el turismo aumentó exponencialmente, al grado que en 2019 Bacalar recibió 213 mil viajeros (Secretaría de Turismo de Quintana Roo); todo, sin un Programa de Desarrollo Urbano que dicte un crecimiento sustentable, aunque de eso se hablará más adelante.
Teresa se dice preocupada ahora por la zona norte de la laguna, que se había mantenido en buenas condiciones, ello, por el impacto de la tormenta tropical “Cristobal”.
En junio de 2020 la citada tormenta descargó grandes volúmenes de agua sobre la Península de Yucatán, especialmente sobre Campeche, desde donde las escorrentías que no solo iban cargadas de agua pluvial, sino con tierra suelta producto de la deforestación, así como con materia orgánica, basura, agroquímicos y demás sustancias tóxicas acumuladas con el tiempo, fueron escurriendo hasta llegar a las costas de Quintana Roo y a la Laguna de Bacalar.
El 5 de junio “Cristobal” abandonó el territorio mexicano, pero dejó a su paso decenas de ciudades, y poblados inundados, así como una Laguna de Bacalar con la peor apariencia de su historia, pues las varias tonalidades azules se habían deslavado hasta quedar en un sucio y uniforme café.
Álvarez comparó las muestras de agua de la zona norte que tomó en 2020, posterior al fenómeno hidrometeorológico, con unas que realizó hace 10 años en el mismo sitio. Y los resultados fueron “preocupantes”.
“En el periodo 2010 a 2020 el enriquecimiento orgánico con nutrientes (nitrógeno inorgánico disuelto y fósforo inorgánico disuelto) que se presentó principalmente en la zona norte de la laguna, creció un 70 por ciento”, explicó en un correo electrónico. Los impactos que ello traerá a los estromatolitos del norte aún se desconocen.
La tormenta “Cristobal” no sólo trajo contaminación a Bacalar. Ante la inacción de las autoridades, un pequeño grupo de ciudadanos –dos empresarios, un tour operador y un fotógrafo– formaron una organización llamada “Guardianes de la Laguna. En los últimos dos años David Martínez, padelista y guía de turistas, ha reforestado manglares, realizado jornadas de limpieza de basura en la laguna y concientizado a otros emprendedores como él, mientras que Martha Mattiello –los dos miembros más activos– se ha enfocado en las reuniones con la Secretaría de Marina y la Administración Integral de Puertos de Quintana Roo (Apiqroo) para regular las actividades recreativas como las acuamotos y demás embarcaciones en el cuerpo de agua.
El tercer estudio sobre la calidad del agua de la laguna es de la organización Agua Clara Ciudadanos por Bacalar, que realiza monitoreos constantes para detectar la presencia de E. Coli, bacteria que al ingerirla a través del agua donde se disuelve puede provocar enfermedades estomacales. El 2 de marzo pasado, cuenta Melina Maravilla, directora de la organización, las tomas arrojaron que el agua de la laguna estaba “muy contaminada”. “No apta para uso recreativo. Aguas superficiales con fuerte contaminación bacteriológica”, apuntaron en el reporte.
Con los estudios de Alfredo, Teresa y Melina se elaboró a finales de 2021 el documento “Tarjeta de Reporte de Laguna Bacalar”, en el que se concluye que en la zona centro y sur ha empeorado la calidad del agua; la composición química ha cambiado por el exceso de nutrientes y microalgas.
El aumento de nutrientes explica Alfredo, provoca que un grupo de bacterias se beneficie y desplace a otras. El vacío que dejan los microbios desplazados lo colman organismos multicelulares como las algas y mejillones, los cuales están creciendo significativamente y colonizando de a poco el lugar.
De continuar con la tendencia, pronostica Alfredo, los microbialitos seguirán degradándose, perderán estructura, se fosilizarán y se recubrirán de algas y mejillones. Es así como este ecosistema forjado durante milenios está cambiando en un “parpadeo” de años.
En 2019 el basurero municipal de Bacalar fue cerrado por los ejidatarios de Aarón Merino, con el objetivo de ejercer presión política para el alcalde, Alexander Zetina, de quien exigían los pagos por tierras, según indicaron notas publicadas por medios locales.
En los primeros días del desacuerdo entre autoridades municipales y los ejidatarios, ninguno de los camiones de las tres rutas del lugar recolectó la basura. Entonces, los pobladores comenzaron a dejar bolsas en las esquinas, en el medio de la calle, entre la vegetación. El ahora exalcalde tuvo que entenderse con su par del municipio vecino, Othón P. Blanco, para obtener el permiso temporal de depositar los desechos en el sitio de disposición final del poblado de Mahahual, a unos 100 kilómetros de distancia.
Desde entonces se establecieron dos basureros clandestinos que persisten y representan otra fuente de contaminación para los ríos subterráneos, la Laguna de Bacalar y los microbialitos, pues los lixiviados, se infiltran al subsuelo, reconoció en entrevista Romel Pacheco, titular de la Dirección de Ecología del municipio de 2018 a 2021.
El 28 de noviembre de 2019, en el marco del Primer Encuentro Cultural de la Frontera Sur, celebrado en Bacalar, un grupo de vecinos expuso el problema de la recolección de basura a los asistentes y propusieron la creación de un Comité Ciudadano para intentar resolverlo.
Una semana después, cuenta en entrevista Marco Jericó, activista y uno de los mayores impulsores de la iniciativa, ya se celebraba la primera sesión ordinaria del Comité de Residuos de Bacalar como órgano intersectorial. La respuesta fue positiva, se sumaron organizaciones civiles y recibieron asesoría de dos consultoras Organi-K y Eukariota. Para enero ya había siete subcomités temáticos: separación, composta, manejo especial, quema de basura y salud pública, relleno sanitario, normatividad y legislación, comunicación.
En breve, el grupo concluyó un diagnóstico: son 40 las toneladas de basura que se generan a diario en la ciudad, según lo expuesto en el documento. Luego elaboraron todo un Programa de Gestión Integral de Residuos Sólidos y seleccionaron una colonia como piloto.
A la presentación del Programa acudió el alcalde Zetina a pronunciar un discurso y tomarse la foto oficial, sin embargo, el plan nunca se ejecutó. Ni entonces ni ahora, con la nueva administración municipal. Mientras tanto, los lixiviados de los tiraderos a cielo abierto siguen infiltrándose en los ríos subterráneos que van a dar hasta la Laguna de Bacalar.
De acuerdo con el estudio “Análisis de los procesos de deforestación en Quintana Roo 2003-2018”, publicado en 2021 por el Consejo Civil Mexicano de Silvicultura Sostenible (CCMSS), Bacalar figura como el municipio de la entidad con más deforestación en ejidos en los últimos 15 años. Salamanca, una comunidad ejidal fundada hace 20 años por menonitas, representa 15.2% del total de hectáreas deforestadas en tierras comunales en la entidad. Actualmente, los menonitas se extienden en una superficie de 50 kilómetros cuadrados, que han deforestado sin permisos de la autoridad competente.
Los menonitas de Salamanca siembran papaya, sandía, tomate y frijol. También cosechan soya, maíz y sorgo a gran escala, que venden a empresas de Campeche y Yucatán. En total, cultivan cuatro mil hectáreas durante dos o tres temporadas al año. Eso significa cientos de miles de kilos y litros de agroquímicos vertidos al suelo. Johan Elías Wall, el gobernador del lugar, calcula que utilizan cerca de 300 kilos de fertilizante DAP 18-46-0 por hectárea cultivada en cada uno de los tres ciclos de siembra, una fórmula química compuesta de fosfonitrato, nitrofosfato, nitrato de amonio estabilizado y sal nítrica; así como 100 kilos de fertilizante Urea, y también insecticidas para evitar plagas o eliminarlas. Para preparar el terreno y tumbar los acahuales, rocían glifosato, un herbicida cuyo uso ha sido prohibido en Austria, Colombia y, desde el 31 de diciembre de 2020, en México, por sus efectos nocivos en la salud. Echar químicos sobre el suelo poroso de la península de Yucatán acarrea un problema, por su fácil infiltración.
Un estudio elaborado recientemente por la organización Amigos de Sian Ka’an indica que el agua que se encuentra debajo de Salamanca y también de los extensos campos azucareros de la zona, en donde se infiltra el agua de los sembradíos, corre hacia la Laguna de Bacalar, donde se regodean miles de turistas al año y es el hogar de los microbialitos.
Debido a que los microbialitos son algunos de los organismos menos sexys del planeta, por mucho empeño que Alfredo Yañez ha puesto en difundir su importancia ecológica, la gente no deja de referirse a ellos como “esas rocas de ahí”. Todos les dicen ‘rocas’”, se queja Alfredo.
Pero las personas no tienen la culpa, pues hasta hace un par de años, el único letrero explicativo a lo largo de los más de 40 kilómetros de extensión de la laguna de que aquello no son simples piedras fue elaborado por una vecina preocupada por su deterioro.
Por ello no extraña ver a turistas montados en ellos o a embarcaciones encalladas.
En años anteriores, cuando eran más desconocidos, era práctica común construir muelles, bardas y colocar diversas estructuras sobre los microbialitos.
Sin embargo, pisarlos o dañarlos resulta grave en tanto que es precisamente en la capa superficial donde los microbios que los forman están vivos, explica Yañez.
Los microbialitos, vale destacar, no están protegidos por ningún ordenamiento legal, ni siquiera figuran en la Norma Oficial Mexicana (NOM) 059-Semarnat-2020, donde se enlistan especies amenazadas o en riesgo de extinción.
La NOM es de carácter obligatoria para todo el territorio nacional. La información contenida ayuda a desarrollar planes y programas de conservación para las especies en ella enlistadas.
Elvira Carvajal, del Instituto de Biodiversidad y Áreas Naturales Protegidas de Quintana Roo, ha reconocido la falta de protección legal de estos organismos y exhortó a revisar los ordenamientos legales federales y estatales, a fin de realizar reformas que permitan procurarlos.
Antes de entrar de lleno al tema de la desprotección legal del sistema de ríos subterráneos en la península de Yucatán, Alejandro López se detiene para corregirme. Y es que hay en todo esto un problema semántico. Resulta que la famosa Laguna de Bacalar no es laguna. Le pido ahondar en el tema. Me responde que es difícil, pues jurídicamente este cuerpo de agua no ha sido definido y aún no hay consenso entre la comunidad científica. Luego de cavilar un poco, dice que podría definirse como una suerte de río subterráneo expuesto. Y es que las lagunas son como vasos abastecidos de lluvias; son sistemas cerrados: el suelo no permite la infiltración y el agua permanece ahí. En cambio, la “Laguna” de Bacalar es parte de una compleja red de ríos que circulan sin cesar por el subsuelo. Lo que pasa es que la “no laguna” está expuesta porque es producto de una falla geológica, originada hace millones de años.
En ninguna de las 112 páginas de la Ley Nacional de Aguas, vigente desde hace casi tres décadas, se define a estos tipos de cuerpos de agua; no hay siquiera una línea dedicada a los ríos subterráneos, a los cenotes, grutas o cavernas que conforman el subsuelo peninsular, uno de los más frágiles y vulnerables del planeta, cuyo nombre correcto es sistema kárstico. Los ordenamientos jurídicos existentes no ayudan a regular de manera integral las competencias y actividades desarrolladas en o sobre cuerpos de agua.
Actualmente, hay cinco iniciativas de reforma de la Ley. En todas ellas intervino Centinelas del Agua, la organización que dirige Alejandro López, quien tras un año de trabajos, de cabildeos, reuniones, talleres, conferencias, consiguió insertar los apartados relativos al “sistema kárstico”: su correcta denominación. De conseguirse la reforma, se podría avanzar con las reformas al Reglamento de la Ley y de las leyes estatales y municipales.
En el pasado han existido diversos esfuerzos para blindar el cuerpo de agua en Bacalar, hogar de los microbialitos, y el territorio que lo rodea. En 2014, la Universidad Autónoma de México y el Ecosur propusieron inscribirlo como humedal de importancia mundial o sitio RAMSAR, pero el sector hotelero y turístico presionó hasta que las autoridades se plegaron.
En 2017, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) inició el proceso para sumarla a los sitios de resguardo bajo su administración. Destinó 400 mil pesos en el estudio previo justificativo, a cargo de Amigos de Sian Ka’an, una organización conservacionista con más de 20 años de experiencia en la región, de acuerdo con el contrato al que tuvo acceso este medio. Tras un extenso análisis de la problemática ambiental y social-comunitaria, los autores consideraron conveniente crear el Área de Protección de Flora y Fauna Bacalar-Bahía de Chetumal (APFFB) en una superficie de 226 mil 885 hectáreas, a fin procurar los recursos naturales, los servicios ambientales, la infraestructura, los sitios arqueológicos existentes y a la propia comunidad.
El polígono propuesto contempló cuerpos de agua, zonas terrestres, porciones de selvas y humedales, especies amenazadas o en peligro de extinción y las ruinas de Ichkabal.“Este es el instrumento jurídico adecuado para proteger a una serie de ecosistemas que son parte de y rodean a la Laguna Bacalar, un cuerpo de agua único en México y en el mundo, por su extensión, su belleza paisajística, su biodiversidad y su conectividad con la selva maya y el arrecife mesoamericano, dos ecosistemas de relevancia continental y global”, apuntan en el documento.
“El impacto turístico y desarrollo urbano no planeado están dañando la belleza escénica y calidad del agua; el problema de la tala en las inmediaciones de la laguna, así como el problema de las aguas residuales puede causar descensos importantes en el nivel de oxígeno disuelto, turbidez, y eutrofización de la laguna y por ende la pérdida de la transparencia y colores característicos de la misma […] Dada la relevancia ecológica del APFFB, los problemas ambientales que ahí ocurran podrían generar un serio desbalance ecológico en todo el sur de Quintana Roo y un deterioro al potencial turístico y económico que afectaría a Quintana Roo y a México”, advierten los autores.
De haberse aprobado la creación del área protegida, los manglares, los hipocampos y tortugas casquito; las cigüeñas y halcones; los viejos del monte y monos araña; los jaguares; los manatíes; estas y otras especies amenazadas o en peligro de extinción, así como los microbialitos, estarían protegidos. Y no solo se preservarían los valores ambientales de los ecosistemas, sino que se podría incidir en la adecuada disposición y tratamiento de aguas residuales; se influiría en el diseño e implementación de los instrumentos de ordenamiento y desarrollo territorial; sería posible la regularización de predios y la concepción de proyectos ecoturísticos y sostenibles en beneficio de la comunidad. Pero nunca se consiguió.
“La propuesta genera tensiones entre los actores porque hay quienes son propietarios o concesionarios de las tierras y pues se ven afectados sus intereses”, comenta en entrevista Gonzalo Mereriz Alonso, director de Amigos de Sian Ka’an y coordinador del estudio justificativo. Y es que el polígono del Área Natural Protegida (ANP) propuesta abarcaba 34 predios privados que suman en conjunto 4 mil 800 hectáreas; 224 parcelas de 12 núcleos agrarios de 6 mil hectáreas y demás terrenos públicos federales y estatales. Los nombres de los propietarios dan una mejor comprensión de lo que Merediz llama intereses.
Entre los pocos propietarios de predios privados, según documentos obtenidos vía Transparencia, figura Jesús Martínez Ross, primer gobernador de Quintana Roo, de 1975 a 1981. Otro más es Manuel Góngora Canto, presidente del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Contadores Colegio Profesionales de Quintana Roo.
A los intereses se suma el estigma que se tiene a las ANP. Con tan solo escuchar el concepto, los empresarios, pero también los ejidatarios se oponen porque creen que se les impedirá llevar a cabo cualquier actividad en la zona.
“Hay una mala concepción de lo que es una ANP, y no sé por qué si México es un ejemplo internacional del carácter social que tienen estas áreas y del beneficio social que representan. En el país, la conservación de la biodiversidad se hace a través de beneficiar a los habitantes de estas zonas, de darles prioridad a ellos para que aprovechen el desarrollo sustentable”, dice Gonzalo.
La propuesta que hicieron, cuenta Gonzalo, se acerca al punto medio entre conservar y desarrollar el área. No solo establecieron áreas de protección, sino que incluyeron zonas de uso público y de aprovechamiento sustentable, con lo que los pobladores locales podrían beneficiarse, además de permitirse la investigación científica, la educación ambiental y el turismo de bajo impacto ambiental. Además, resalta, era una propuesta que se planeaba discutir y enriquecer con ejidatarios, empresarios y otros actores involucrados.
Hasta ahora, la única protección legal con la que cuenta es el Programa de Ordenamiento Ecológico Territorial (POET) de la Región Laguna de Bacalar, publicada en el Periódico Oficial del Estado de Quintana Roo en 2005. El principal problema es que tiene 15 años de antigüedad y fue creada cuando Bacalar aún no era ni siquiera municipio autónomo; cuando el turismo masivo era apenas una incipiente probabilidad. En 2017, inició el proceso de uno nuevo, propio del municipio, pero nunca pudo entrar en vigor, pues coincidió con la expedición de la Ley de Asentamientos Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano del Estado de Quintana Roo, que lo impedía, resalta Gonzalo.
Han pasado 15 años desde la declaración de Bacalar como municipio autónomo; han desfilado tres gobernadores y cuatro presidentes municipales desde entonces y el municipio sigue sin contar con un programa urbano, la directriz que establece qué, dónde y cómo se puede desarrollar.
Ha sido tanto el retraso que el 2 de septiembre de 2019, el Congreso local hizo un exhorto (comunicación que libra un juez a otro de igual categoría para que ordene dar cumplimiento de lo que se le pide) al municipio para que en breve aprobara el instrumento.
“Las autoridades han sido omisas en cumplir con el marco normativo federal, estatal que los faculta a elaborar los supuestos jurídicos que puedan garantizar el ordenamiento territorial, ecológico y de desarrollo urbano en equilibrio con el crecimiento económico y turístico”, se lee en el acuerdo redactado por la diputada Ana Pamplona, del PT.
Estamos en un punto de inflexión, advierte Gonzalo Merediz. “O rectificamos el camino en Bacalar o esto se convierte en otro Cancún. Afortunadamente, estamos a tiempo”, dice Merediz, en referencia al destino más popular del Caribe mexicano que ha sobrepasado su capacidad de carga turística, con serios problemas ambientales por su falta de desarrollo sustentable.
*Este trabajo fue producido con el apoyo de Internews Earth Journalism Network.
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