Bacalar, ¿una destrucción anunciada?

29 diciembre, 2019

La laguna Bacalar –atractivo natural que ha maravillado a miles de personas–, en Quintana Roo, ya sufre las consecuencias de una mala planificación urbana. Y ante un crecimiento como el que pregona el Tren Maya, la fragilidad de la laguna se tambalea aún más, con el riesgo de desaparecer

Texto y fotos: Heriberto Paredes

BACALAR, QUINTANA ROO.- Se le conoce también como Laguna de los siete colores,  por las diferentes tonalidades entre azul y verde de sus aguas. Tiene más de 60 km de extensión. Pero sus colores se han ido perdiendo. Aunque aún es posible observar su variedad en algunos puntos: mayoritariamente en los consorcios hoteleros privados. Pero en los balnearios públicos, el auge de visitantes es mayor, y los contrastes verdiazules es cada vez menor.

En búsqueda de posiciones sobre el Tren Maya, llegué al palacio de gobierno de Bacalar. Ahí, la secretaria del presidente municipal, Alexander Zetina Aguiluz, afirmó que no podía dar cita porque tenía mucho trabajo y estaba en una reunión. Sin embargo, recomendó que se le buscara directamente en su otra oficina, detrás de un monumento que está a la entrada de Bacalar. Al llegar, sus escoltas negaron la entrada y pidieron que me retirara.

Laguna hermosa y prehistórica

Una de las características que guarda esta laguna, además de su belleza, es la de ser casa para una de las más grandes concentraciones de estromatolitos. Estas son entidades con aspecto de roca y que, sin embargo, son la forma de vida más antigua que se puede encontrar sobre la faz de la tierra. La documentalista polaca Kamila Chomicz recupera diversas voces de especialistas –nacionales e internacionales– así como de distintos defensores del medio ambiente en Bacalar. Por medio de ellas realizó “The voice of the Lagoon/La voz de la laguna”, un trabajo documental fundamental para comprender esta característica particular del lugar.

Bacalar, el segundo lago o laguna con mayor extensión en México, guarda cuidadosamente información que nos habla del desarrollo de la vida sobre la Tierra. La doctora Luisa Falcón, del Laboratorio de Ecología Bacteriana del Instituto de Ecología de la UNAM, explica que los estromatolitos están datados en 9 mil millones de años. Se forman a partir de muchos tipos de bacterias que en conjunto forman la estructura, rocosa en apariencia. Es decir: su comunidad.

El riesgo por turismo

Los arrecifes de estromatolitos y la pureza de la laguna están en riesgo con el aumento del turismo, con la inexistencia de drenaje en el pueblo de Bacalar y con los proyectos de infraestructura, como el Tren Maya.

“Los estromatolitos –continua Falcón– marcan mucho de cómo ha sido la vida en la Tierra: lo que más hacemos es ayudarnos unos a otros, las plantas, los animales, los insectos, las bacterias, y convivimos en comunidades cercanas y vamos formando lo que es la vida en nuestro planeta. Los estromatolitos son el mejor ejemplo de una comunidad”.

Solución, ¿promover el turismo caro?

Sobre el tema específico de la laguna de Bacalar, Rogelio Jiménez Pons, titular del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) se enfoca en la planificación urbana. Y así evitar que, según la perspectiva de Fonatur, Bacalar se convierta en un segundo Cancún:

–Hay que darle una densidad muy baja. Debe tener un 70 % de áreas verdes en todos sus desarrollos y 30 % máximo de zona urbanizada. No puede haber grandes hoteles. Hay que mantenerla como una joya en la que casi no se vean entre sí los elementos arquitectónicos; hay que dotar de servicios porque hay ya un serio problema de contaminación. Todo se tira al suelo y se incorpora a la laguna, que está perdiendo colores. Tenemos que generar las condiciones para que las inversiones empiecen a corregir este fenómeno.

Hay que estimular otro tipo de inversión –continúa Jiménez Pons–, hay que cambiar el concepto del mercado. Tulum es un buen ejemplo. Ha sabido guardar cierta escala en su oferta. Tiene oferta muy sencilla, pero sumamente cara y se ha sabido mantener. Hay un movimiento de turismo mundial que ya no necesita los grandes hoteles o los campos de golf. O por lo menos no en Bacalar. Hay lugares para cada propósito. El resto es cómo distribuimos esta gran carga, porque va a existir una gran carga. Tienes que invertir en la gente para que la marginalidad no les obligue a buscar alternativas fuera de la ley y que sean tus principales aliados.”

En una sintonía similar, el empresario mexicano-italiano, Sandro Ciccarelli, dueño del hotel Pata de Perro, afirma que el turismo tiene que cambiar, ya que, “para la salud de Bacalar es mejor menos turistas, pero para la salud de los bacalarenses es mejor tener más poder adquisitivo. Por lo que, en lugar de tener 100 turistas de 100 pesos, mejor tener 10 turistas de 1000 pesos”. Es decir, un turismo de élite, tal y como se ha hecho en otras zonas de Quintana Roo.

Ciccarelli advierte también, al igual que el funcionario, sobre los efectos de la basura que se generará con el aumento del turismo y la inexistencia actual de un sistema de drenaje. Pero subraya que una estación del Tren Maya no es como se lo imaginan algunas personas, algo alejado y pintoresco.

Una estación, “significa hoteles y calles y vendedores y abarrotes y artesanías, el turismo de masas deja daños económicos y ambientales considerables: se crean tiendas y centros comerciales globales, desnaturalizados, hechos para el turista, donde se venden gadgets: lo que compras en un lugar es lo mismo que compras en cualquier lado”, señala con preocupación.

Adrián Herrera, cabeza del centro cultural independiente Galeón Pirata, ha estado realizando una serie de caravanas culturales en todo el municipio de Bacalar con el objetivo de encontrar los elementos que generan identidad en una población que convive con una amplia historia reciente de migración y con la historia de más de 500 años del lugar. 

“¿Realmente queremos que los indígenas sean empleados en vez de cultivadores?”, cuestiona. “¿Cuál será el modelo?”. Advierte que ya empieza a haber especulación inmobiliaria y sobre el valor de la tierra. “Mucha gente está a favor, porque cree que el Tren Maya va a traer desarrollo al estilo Cancún o Playa del Carmen. Aunque hay muchos otros que no queremos, así que hay que dialogar”.

En Bacalar existen también diversas organizaciones que se han preocupado por la conservación de la laguna y del medio ambiente en la región, incluyendo las comunidades aledañas. Por ejemplo, Agua Clara Bacalar ha denunciado los graves efectos contaminantes de la inexistencia del drenaje y las alternativas que se han desarrollado, así como la especificidad del sistema que requiere el municipio, tomando en cuenta el tipo de suelo, la población y otros factores. Nada de esto lo ha hecho el gobierno municipal o lo ha planteado el proyecto del Tren Maya.

La periodista Laura Castellanos, señala en un texto publicado en el Washington Post, que la falta de información sobre las afectaciones a la flora, fauna y al patrimonio cultural para la consulta, así como la falta de disposición que muestra el gobierno federal para escuchar a voces científicas, académicas y de organizaciones sociales que se oponen al Tren Maya desatará una respuesta de protesta y movilización social más contundente. Algo que ni la buena voluntad de Fonatur podrá contrarrestar.

Diversas visiones sobre el desarrollo y el porvenir de Bacalar son un ejemplo de lo que un proyecto como el tren pone sobre la mesa. Algunas de estas posturas son difíciles de conciliar o caminan hacia lados distintos, sin embargo, las disputas por el futuro del porvenir, deberían tomar en cuenta lo que, en palabras de Don Reynaldo, dueño de la marisquería El galle, es lo fundamental: “Hay que cuidar la laguna porque ha dado lo que hay de bonito en Bacalar”.

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Fotógrafo y periodista independiente residente en México con conexiones en Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Cuba, Brasil, Haití y Estados Unidos.

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