México es una familia al borde del colapso económico: su ingreso apenas garantiza los gastos fijos que tiene. Para subsanar este débil equilibro es urgente (lo ha sido desde hace años) pensar en ampliar la recaudación fiscal, pero no se trata sólo de recaudar por recaudar, se trata de disminuir la brecha de desigualdad, afirma el historiador y economista Diego Castañeda Garza.
Texto: Daniela Rea
Foto: David Polo / Archivo Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO. – Si pensamos en México como una familia, veremos a una familia cuyo ingreso está casi completamente comprometido con los gastos fijos y que cualquier emergencia o gasto no considerado (por ejemplo una enfermedad, una lavadora descompuesta, una ida de paseo) compromete su estabilidad financiera. Este es un ejemplo muy simplificado de lo que vive México económicamente, pero que sirve para ilustrar lo frágil de su economía y el riesgo que implica cualquier eventualidad.
Diego Castañeda Garza publica el libro “Desigualdades. Una historia de la desigualdad en México” (Debate 2024), en el cual hace un recorrido detallado por 200 años de análisis histórico de la desigualdad, uno de los problemas más importantes de México en sí mismo y que más cuando se cruza con otros tantos problemas como la seguridad, el acceso a derechos, la sostenibilidad. En este libro Diego Castañeda plantea que para erradicar la desigualdad se debe pensar una política fiscal y la política fiscal es actualmente un “problema de seguridad nacional”.
“En México la desigualdad es un problema que se relaciona con todos nuestros otros problemas. Es en parte producto directo de nuestra crónica debilidad fiscal. Es reflejo de los arreglos políticos. La desigualdad reduce la libertad de las personas y con ello su posibilidad de participar en la vida pública del país. La desigualdad alimenta la violencia del crimen organizado que nos escandaliza todos los días (…) La década de 2030 presagia una serie de retos demográficos, de seguridad y de crecimineto que hacen que la cuestión fiscal -la histórica debilidad fiscal del país- se ponga en la mira como un asunto prácticamente de seguridad nacional”, dice en su prólogo.
La propuesta del libro es hacer un recorrido histórico alrededor de este tema y ver que también han existito momentos en el país donde la sociedad ha sido brevemente más igualitaria.
–¿Qué momentos son paradigmáticos en la historia de México en la desigualdad?
–En principios del siglo 19 que el Ejército se vuelve el principal mediador de la vida política del país y hay un enriquecimiento de militares que captura al país, las secretarías de Guerra y Marina capturaban el 80 por ciento del presupuesto del país; las guerras, revueltas, inestabilidad política tienden a generar un clima de rapiña que se presta mucho para la acumulación de riquezas.
“Otro momento es a finales del siglo 19, el porfiriato, cuando triunfa el modelo liberal y se da un inicio de modernización de economía mexicana y se captura al estado y tienes a elites económicas que también son elites políticas que despojan y acumulan tierras, riqueza, minería.
“A la inversa, como un momento más igualador están las reformas progresistas con la Constitución de 1917 que combinan derechos laborales, salarios mínimos, jornadas laborales más cortas, prestaciones, acceso a la salud, impulso a salud, educación con aparición de impuestos más pensados, orientados en la modernidad, como el ISR en 1924, impuesto a las herencias que duró de 1926 hasta el 1961 que lo derogamos. Esa época nos da lecciones de cosas que sí podemos hacer para disminuir la desigualdad».
“Y la segunda mitad del siglo 20 a la fecha, una característica es el enfoque mesocrático, eso de idea de crear clases medias y parece que todo el esfuerzo público se dedicó a eso y olvido a la población más pobre; se concentró en la clase media urbana y se olvidó del resto.
“Tenemos momentos de mucho progreso con el milagro mexicano, donde suben los ingresos de una parte de la población pero no de los más pobres, hay movilidad pero no en los más bajos; luego las crisis de los 80, los 90, que hay un impacto fuerte en asegurar la disminución de desigualdad, luego tenemos la era de las políticas sociales que permiten atender pobreza con relativo éxito; la desigualdad, sin embargo, apenas tiene espacio en la discusión política, pero sigue siendo muy discursivo, no con tantas acciones a resolver el tema. Y sobre todo entrando a los temas fiscales”.
–¿Pobreza y desigualdad son los mismos problemas?
–En México es muy difícil no separarlos. Si combates desigualdad disminuyes pobreza, pero no siempre, hay ciertos puntos de la distribución que son los que más importan para la desigualdad: la brecha entre clases media y baja y media y alta, y brechas entre alta y muy alta. Donde más desigualdad hay es entre el 10% más rico. Un poco depende de dónde enfoques tus políticas, la reducción de pobreza cierra brecha entre pobres y clase media y reduces desigualdad, pero también está la brecha entre clase media y alta y hay políticas para reducir desigualdad entre ricos y mega ricos. Dependiendo de dónde quieras enfocarte tendrás distintas magnitudes. En México lo más prioritario es reducir la pobreza extrema, pero no se puede quedar ahí.
“Hay políticas que reducen pobreza, pero no la desigualdad, por ejemplo, puede ser que la gente obtenga ingresos como el salario mínimo para salir de pobre, pero al mismo tiempo los más ricos tienen ganancias gigantes, entonces la desigualdad no se toca”.
“Dependiendo de la magnitud de los dos cambios podemos estar ahí en esa situación. Podría ser un caso el del milagro mexicano, que la economía crecía mucho, se reducía pobreza pero no estaba teniendo efecto en temas de desigualdad porque generaba ganancias muy fuertes a la clase más alta, la distancia entre clase media y rica con pobres se estaba haciendo más grande”.
–En el libro planteas que la política fiscal es un tema de seguridad nacional. ¿Por qué lo ves así?
–Cualquier cosa que queramos hacer en el país requiere dinero: seguridad, acceso a derechos, infraestructura. Y ese dinero va a salir del mismo lugar, del SAT. Y al final lo que queremos cuesta, no es gratis, y el espacio fiscal que tiene México, que tiene para hacer política pública, cuando quitas los gastos amarrados (como deuda, pensiones, servicios) pues resulta que tenemos 1 o 2 puntos del PIB para maniobrar.
“Somos una familia que apenas llega a fin de mes, el 80 por ciento de los ingresos que tienen la nación ya están comprometidos, todo lo demás lo tienes que hacer con lo que te queda: la seguridad social universal cuesta entre 5 y 6 puntos del PIB, ya eso es más de lo que tienes disponible, la infraestructura cuesta más.
Al final si queremos ser un país desarrollado, rico, tener la calidad de vida de Dinamarca y estas cosas que se prometen, pues tenemos que reconocer que es un proyecto que costará 10 puntos del PIB en los próximos 20 años y si no lo hacemos vamos a enfrentar un montón de problemas para el 2030: pensiones, enfermedades crónico degenerativas, presiones de dinero, salud, cambio climático, todo eso va a estallar en el 2030, muchas crisis al mismo tiempo, por eso digo que si no logramos resolver el problema fiscal que es crónico, se vuelve un tema de seguridad nacional, en 5 o 10 años estaremos viendo un montón de bombas de tiempo estallar y no habrá recursos para responder a ello.
“Lo veo como seguridad nacional porque estos gastos que están comprometidos van a crecer, sólo van a crecer”.
“Estamos en el entendido que necesitamos rehacer un contrato social, replantearnos qué tipo de país queremos, es muy necesario una visión histórica. Hay un historiador francés, Antoine Prost que decía que no es posible hacer una construcción colectiva sin un análisis histórico de los problemas que pasan en el país; si no estamos pendientes, conscientes de dónde vienen estos problemas y lo crónico que son, difícilmente lo arreglaremos”.
–¿Impuesto a los ricos?
–Sí, es una parte medular. Pero son de tal magnitud los gastos que no solo se debe cobrar más impuestos a los ricos; también a las clases medias. La construcción de un estado moderno, de un país desarrollado, no es un proyecto barato y fácil, requiere que todos pongamos de nuestra parte de forma progresiva.
–En un país donde el discurso de la meritocracia gana espacio, ¿cómo ponemos sobre la mesa la discusión de esto que planteas y de la desigualdad?
–Creo que en parte, en buena medida como no hemos sido capaces de construir un contrato social en el que podamos estar de acuerdo en ciertos mínimos en el país y como no existe una real universalización de derechos, las circunstancias han obligado al mexicano promedio a vérselas por sí mismo, a asumir la idea de que solo tiene que resolver sus problemas y asegurarse de tener el tipo de vida que quiere tener.
«Eso alimenta la idea de que si le echas ganas y trabajas mucho vas a tener el éxito y el que no lo hace, no sale adelante. De una forma la misma precariedad de los accesos a salud, educación, las posibilidades de movilidad social, alimenta ese mito porque los pocos que lo logran se vuelven llamativos y esta ausencia de servicios y de mecanismos que igualan oportunidades hacen que estos discursos peguen mucho».
–Sumaría a lo que dices que la desigualdad le sirve a alguien, alguien gana con la desigualdad.
–Hay un tema de economía política muy clara de que hay ganadores y perdedores y en México eso tiende a ser rentable para algunas personas, elites económicas, elites políticas. Un arreglo distinto al actual, en el que se les exijan otro tipo de cosas, aportar mucho más, aceptar que no van a ganar siempre, pues no es algo que quieran en esos grupos, una sociedad más igualitaria, naturalmente es una sociedad en que los ganadores y perdedores no son los mismos siempre; que hay competencia.
“En México la misma falta de competencia económica, el poder de mercado de algunas empresas, es un mecanismos de desigualdad en muchos sentidos porque permite la acumulación de riqueza en quienes tienen esos duopolios o monopolios y por otro lado su producto les pasa un costo muy alto al consumidor y ahí hay pérdidas de bienestar. Hay estudios que dicen que si tuviéramos estructura más competitiva y nos tomáramos en serio la competencia económica, habría regiones del sur del país que la ganancia de mejores precios sería equivalente a un incremento relevante del ingreso y disminución de desigualdad. Hay a quienes no les conviene que pase eso”.
Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.
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