Nuestro cuerpo tiene memoria, aún si no somos conscientes de ello. Cuando vivimos un trauma causado por desastres naturales o hechos violentos la emoción y las sensaciones se guardan en nuestro ser e, irremediablemente, emergerán algún día
Twitter: @Tuyteresa
Conversando con una damnificada acerca de su experiencia luego del sismo del 19 de septiembre de 2017, me dijo: “no sólo se dañaron nuestras casas, nosotros también quedamos con fisuras emocionales, grietas… y algunas personas también se derrumbaron física y emocionalmente”.
La reconstrucción entonces, no solo debía ser en el “afuera”, debíamos resanar también nuestro interior. Y luego de estos dos años nos quedó claro algo: no estuvimos preparados para reconstruirnos.
Expertos en gestión del riesgo en casos de desastre lo han documentado: no se sabe cuándo ocurrirá una catástrofe natural, lo que sí podemos hacer es estar preparados para reducir sus efectos.
Cuando una sociedad ha vivido múltiples desigualdades un evento así las magnifica. Y en este contexto, mujeres y niñas son las más vulnerables.
De las mujeres que murieron durante el sismo del 19 de septiembre de 2017 en la Ciudad de México, muchas de ellas eran trabajadoras del hogar. Algunas estaban encerradas o no sabían cómo salir de los inmuebles. Y qué decir de la fábrica textil en la Colonia Obrera en donde perdieron la vida 21 trabajadoras.
Luego de los escándalos de violencia sexual por parte de Oxfam Internacional —en Haití— y los Cascos Azules de Naciones Unidas -en varios países africanos-, organizaciones internacionales han documentado estos casos para evidenciar los abusos de poder.
Hasta febrero de 2018 se habían documentado más de 87 denuncias a funcionarios de Oxfam Internacional, en el contexto del terremoto ocurrido en Haití en el año 2010.
Esto se tradujo en más de 7 mil socios perdidos: donantes que dejaron de proveer recursos al enterarse de la violencia sexual ejercida por funcionarios de esta organización internacional.
Esto se ha denominado como: extorsión sexual. Hombres en posiciones de poder – marina, ejército, funcionarios de organizaciones internacionales, etcétera- condicionado la ayuda humanitaria a cambio de relaciones sexuales.
Para febrero de 2018 Oxfam convocó a una Comisión Independiente de Alto Nivel sobre Conductas Sexuales Ilícitas, Rendición de Cuentas y Cambio Cultural.
También invirtieron 3 millones de euros en la creación de programas contra el acoso y la firma de un Código de Conducta para todos los trabajadores de esta organización.
Todas las personas hemos vivido alguna situación en la que nos hemos sentido vulnerables física y/o emocionalmente. La sensación es de confusión, miedo e incertidumbre. Si a ello se suma la necesidad de agua, alimento, asistencia médica y vivienda tras un desastre natural, el riesgo de vivir abusos graves, se incrementa.
Después del 19 de septiembre de 2017 en México se instalaron algunos refugios temporales para personas damnificadas. De acuerdo con la investigación: Los derechos sexuales y reproductivos y la prevención del Embarazo adolescente en la Gestión Integral de Riesgo de Desastre, de la organización Equidad de Género, en estos lugares se incrementó el uso de alcohol y drogas, además de hacinamiento, crisis nerviosas y varios casos de violencia sexual.
Por su parte el National Sexual Violence Resource Center, con sede en Pensilvania, Estados Unidos, señala que: “Durante un desastre, la tensión, el miedo y la sensación de desesperación, asociadas con una emergencia, tienden a aumentar los factores de riesgo que llevan a la violencia contra las mujeres.
“Las víctimas y sus familiares probablemente no denuncian un abuso sexual ni buscan asistencia por diferentes razones. Quizás piensen que el abuso sexual no es una “cuestión de vida o muerte” o incluso le restan importancia al momento de sufrir el abuso. Debido al caos generado por el desastre, las víctimas quizás no sepan cómo buscar asistencia, dónde ir o con quién hablar. Tal vez se sientan avergonzados o culpables y piensen que nadie les va a creer, especialmente frente a otros casos de emergencia”.
Así sucedió con el huracán Katrina, en Estados Unidos. El mismo centro de aquel país, junto con otras organizaciones, desarrolló una base de datos donde se podían denunciar anónimamente los ataques sexuales durante y después del huracán.
En México, la organización Equidad de Género presentará en noviembre el documento: Los derechos sexuales y reproductivos y la prevención del Embarazo adolescente en la Gestión Integral de Riesgo de Desastre.
Además de sistematizar y documentar experiencias de abuso por parte de elementos del Ejército, Marina y otros agentes del Estado, esta investigación da cuenta de la ausencia de políticas públicas que atiendan temas de salud sexual y reproductiva como la atención a mujeres embarazadas, lactantes, así como el desabasto de métodos anticonceptivos en momentos de desastre.
El asunto no es menor. Pensemos que en contexto de caos es prácticamente imposible acceder a lo indicado por la NOM-046, que señala que en caso de violencia sexual se debe recibir atención inmediata para evitar embarazos no planeados o infección por VIH.
Urgen políticas públicas que incorporen la perspectiva de género y los derechos humanos en contextos de desastres naturales.
Lo mismo desde el periodismo. Tenemos que poner al descubierto estas violencias y dejar de verlas como “daño colateral” o minimizar sus efectos.
Que este 19 de septiembre sirva para remover la memoria colectiva, para sanarnos física, emocional y socialmente, pero también para exigir políticas públicas integrales que consideren las necesidades de los grupos sociales más vulnerables.
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Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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