No existen las razas. Somos una misma especie. Hay variantes fenotípicas y grupos culturales diversos, con más o menos melanina. Punto. #PoderPrieto es n intento por hablar de lo que, durante décadas ha marcado el cotidiano de quienes hemos crecido con etiquetas racistas acerca de nuestra apariencia
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Varios diccionarios definen la melanina como el pigmento que da mayor o menor color a las células. Durante la evolución de la especie humana, la cantidad de la melanina estaba determinada por una mayor o menor exposición al sol y a las condiciones climáticas. En este punto el grosor de la piel y la textura del pelo también eran datos relevantes para entender la adaptación de los distintos grupos humanos en el planeta.
Otro ejemplo donde se involucra la melanina es una condición genética llamada albinismo. La palabra albino proviene del latín: albus, que quiere decir: blanco. En este caso las personas carecen de melanina, lo cual implica un elevado riesgo ante los rayos ultravioleta, que en algunos casos puede llevar a desarrollar melanoma, es decir, cáncer de piel.
La melanina es, pues, la sustancia que da color a nuestra apariencia corporal. Por increíble que parezca, aún seguimos poniendo etiquetas a este proceso de adaptación de los seres humanos al medio ambiente.
Parece increíble que en pleno siglo XXI se excluya a las personas por su color de piel. En esta sociedad estratificada y piramidal donde la cantidad de melanina en la piel y ciertas características físicas determinan nuestro acceso a educación, trabajo y calidad de vida, hay que agregar la escasa representación de seres humanos diversos en los medios de comunicación.
De una vez por todas: ¡¡las razas no existen!!
Hoy sabemos que la “raza” no existe, pertenecemos a la especie humana. Con el descubrimiento del ADN la ciencia pudo demostrar que los seres humanos somos 99.9 por ciento idénticos, lo único que varía es nuestro exterior, a eso le llaman: fenotipo.
No existen las razas. Somos una misma especie. Hay variantes fenotípicas y grupos culturales diversos, con más o menos melanina. Punto.
No podemos, sin embargo, seguir negando que la apariencia física, el color de piel y determinadas características corporales determinan nuestro acceso a un sinnúmero de derechos. No sólo por nuestra tonalidad de piel, también hablamos de lengua, género, apariencia física, orientación sexual, condición social, económica, cultural, procedencia geográfica, etcétera.
Diversos estudios sobre la desigualdad se preguntan en qué medida características como el nivel socioeconómico de la familia de origen, el género, la escolaridad de los padres, y las condiciones de las comunidades de origen, influyen nuestros logros educativos y económicos.
Estos efectos son importantes porque contravienen el principio del “premio al mérito y al esfuerzo”, mejor conocido como meritocracia. Es decir, por más que me esfuerce, hay factores históricos, económicos, étnicos o lingüísticos, que limitan o hacen posible el acceso a educación, empleo, bienes y servicios, etcétera.
Los estudios sobre la desigualdad nos permiten dimensionar el grado de movilidad social que puede alcanzar una persona y entender sus efectos a lo largo de varias generaciones.
Un estudio sobre Discriminación Étnico Racial en México del Colegio de México demostró que existe una relación entre la posición social de origen y de destino de las personas en las siguientes dimensiones: educación, ocupación laboral y riqueza material. Hablar una lengua indígena, así como identificarse como parte de comunidad indígena o afrodescendiente, redunda en menores probabilidades de avanzar en el sistema educativo, o tener menos oportunidades en el ámbito laboral.
Instituciones como el Colegio de México, Oxfam y el Colectivo para Eliminar el Racismo en México (Copera) han realizado diversas investigaciones y acciones para explicar de todas las formas posibles por qué seguimos viviendo en una sociedad racista, y por qué, es un tema estructural.
No se trata de “echarle ganas” y de esforzarse harto para salir adelante.
Este 25 de mayo, activistas, actores, influencers y otras personas del ámbito cultural, lanzaron la Campaña #PoderPrieto y #DondeHayPrieturaHaySabrosura. El objetivo de esta campaña es hablar del racismo y reivindicar el tema de la belleza de la piel morena.
Esta campaña ha provocado diversas reacciones, entre las cuales predominan al menos dos: una que reivindica esta causa como parte de la agenda antirracista y otra que la critica por ser, según esta postura, superficial e incluso “promover el racismo a la inversa”.
No es que ahora los prietos vayamos a tomar el poder y convertirnos en los nuevos supremacistas.
No existe el racismo al revés, ¿por qué? Porque quienes detentan el poder económico en México y el mundo son una minoría. Además, lanzar una campaña reivindicando el ser moreno no restringe derechos ni promueve discursos de odio contra otros grupos sociales.
Voces expertas lo han mencionado en innumerables ocasiones: “el racismo a la inversa” no existe. Hay muchas definiciones académicas y cotidianas sobre el racismo. Una de las más completas es la idea de que el racismo es una práctica sistemática de exclusión de determinados grupos sociales por su color de piel, su procedencia étnica, sus características físicas, etcétera, y es estructural porque niega derechos. Es decir, es económico, histórico y sistémico.
Es decir, esta campaña lejos está de atentar con estructuras históricas ancladas en la desigualdad. Hay una narrativa dominante, donde el eje del poder, la belleza y la validación social están en los cuerpos blancos, jóvenes y delgados. Esta narrativa dominante también se expresa en la academia, el periodismo y los medios masivos.
#PoderPrieto es un esfuerzo por posicionar el tema desde los medios de comunicación. Un intento por hablar de lo que, durante décadas ha marcado el cotidiano de quienes hemos crecido con etiquetas racistas acerca de nuestra apariencia.
En su investigación: “Linda morenita”: El color de la piel, la belleza y la política del mestizaje en México, Mónica Moreno Figueroa -doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Cambridge- analiza el tema de la identidad nacional, el color de la piel y el racismo en México. En este ensayo describe la relación entre el color de la piel y la percepción de la belleza como uno de los ejes del racismo en México.
Y como muchas voces expertas, cuestiona la construcción del mestizaje como discurso dominante durante el periodo posrevolucionario. Bajo el argumento de que la mayoría de las personas “somos mestizas”, se construyó un relato en el que no tenían cabida quienes no se identifican en esta autoadscripción étnico-racial.
El mestizaje como ideología nacionalista del Estado Mexicano postrevolucionario, definió que es lo mexicano, determinó quién o quiénes tenían cabida en esta identidad nacional y quiénes quedaban fuera. Es entonces cuando se consolida la exclusión hacia distintas comunidades: chinos, afrodescendientes, pueblos originarios, etcétera. Entonces quedamos fragmentados, incomunicados, algunos gravemente excluidos.
No existen las razas. Somos una misma especie y hay variantes fenotípicas y grupos culturales diversos. La Raza Cósmica escrita por José Vasconcelos forma parte de una narrativa, que poco a poco… comienza a cuestionarse.
Más allá de las encuestas, está lo que hemos vivido cotidianamente: la manera en la que nos etiquetamos o etiquetamos a otras personas por su color de la piel. Hablamos de cómo nos tratan en un restaurante, en el espacio público, o, cuando pedimos trabajo.
El primer paso es reconocer que se trata de un tema estructural e histórico. Y saber que, afortunadamente, es posible transformar estas prácticas arraigadas durante siglos.
No se trata, sin embargo, de un tema de “buena voluntad”, se requieren políticas públicas, cambios estructurales en el ámbito económico, social y cultural.
Era urgente reconocernos como un país racista, para entonces mover estructuras, ideas y prácticas cotidianas. Y sí, yo también sueño con un mundo en el que el color de nuestra piel no sea relevante, no determine nuestro acceso a derechos básicos y fundamentales como educación, vivienda o trabajo.
Como diría Toni Morrison: “La función, la muy seria función del racismo, es la distracción. Evita que hagas tu trabajo. Te mantiene explicando, una y otra vez, tu razón de existir. Alguien dice que no tienes lenguaje, así que pasas 20 años demostrando que sí lo tienes. Alguien dice que tu cabeza no tiene la forma correcta, así que ahí tienes a los científicos demostrando que sí. Alguien dice que no tienes arte, así que lo excavas. Nada de eso es necesario”.
Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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