Por la cantidad de votos que aporta, la capital del departamento de Antioquía es resulta clave para inclinar la balanza en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia
Texto y fotos: Heriberto Paredes
MEDELLÍN, COLOMBIA.- “Colombia es un país que tiene un Acuerdo de Paz, es decir, un proceso de transición en medio de la guerra, eso es lo paradójico, es decir, paz en medio de la guerra. A pesar de que los acuerdos generaron unos mecanismos muy buenos, no se pueden desarrollar eficazmente porque seguimos en guerra: tenemos una guerrilla activa, los grupos paramilitares están activos, más todo el poder que tiene el narcotráfico con todo el control que tiene en los territorios y un gobierno de extrema derecha gobernante”, describe la abogada Adriana Arboleda desde su oficina en el centro de Medellín.
Integrante de la Corporación Jurídica Libertad, organización que desde 1993 procura la defensa de los derechos humanos, los derechos de los pueblos, los derechos territoriales y las víctimas de crímenes de Estado en los departamentos de Antioquia y Chocó, por el escritorio de Adriana pasa mucha información que le permite tener una fotografía del país que el 19 de junio de 2022 elegirá a un nuevo gobierno.
Afuera, en las calles de la segunda ciudad colombiana, el debate está en todos lados: en las cafeterías, en los taxis, en las tiendas, en las universidades y por supuesto entre los sectores empresariales que en la primera vuelta de esta elección votaron por el candidato Federico González, Fico, alguien reconocido como un político de derecha y quien quedó como un tercer lugar que no participará en la segunda vuelta.
Justo a la mitad entre las dos contiendas de esta elección, esta ciudad y todo el país se debaten acerca de si Gustavo Petro, candidato por el Pacto Histórico o Rodolfo Hernández, de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, son la mejor opción para gobernar el país que describe la abogada Arboleda desde la experiencia de guerra y violencia, algo que no ha aparecido mucho en los discursos y propuestas de ambos candidatos.
“La ruta de la guerra en Colombia –sentencia la abogada– inicia en Antioquia, este es el foco, aquí es donde tienen mayor presencia los grupos paramilitares y mayor control. También ha sido uno de los departamentos con mayor presencia de la guerrilla y de los más militarizados, con cuatro brigadas del ejército. Esto hace que sea un lugar con la mayor cantidad de víctimas, en cualquier mal o agresión que cojas Antioquia siempre es la reina. Es también este departamento, con su cantidad de votos, el que decide quién gana y quién pierde en una elección”.
Tradicionalmente vista como una ciudad conservadora, mayoritariamente católica, Medellín, capital de Antioquía, es también la ciudad en donde, en la década de 1980, el movimiento social fue más pujante y tuvo mayor presencia. No es fortuito que la represión a través de cuerpos de seguridad del estado y paramilitares se haya expresado con tanta furia y haya ocasionado masacres y asesinatos selectivos, atentados y una ola de terror que pocas veces se ha visto en una ciudad latinoamericana. Es también la ciudad del Cártel de Medellín y de Pablo Escobar, la capital cafetera de Colombia y en donde la teología de la liberación contó con muchos simpatizantes luego de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en 1968. Este lugar es donde vive el expresidente Álvaro Uribe y donde se consolidó como una fuerza política que ha definido la política nacional desde la derecha.
Para Carlos Orlas, periodista, politólogo y colaborador del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, o COMUNES como se le conoce, “Medellín condensa las contradicciones más fuertes del país, aquí todo es muy abigarrado: así como se encuentra la persona más conservadora y tradicional, las expresiones más fuertes del paramilitarismo, también tenemos las expresiones más libertarias, desde el siglo XIX incluso. Es la olla de presión que es clave para que gane o no el petrismo, porque inclina la balanza muy fácil”.
Ubicados en una pequeña y cómoda oficina del local que COMUNES tiene en la capital antioqueña, la fotografía de las distintas capas que componen esta ciudad y este departamento van delineándose con mayor precisión. Teniendo como antecedente la pronta industrialización, Medellín es considerada como la capital industrial de Colombia y esto ha ocasionado desde hace más de 50 años grandes oleadas de migración que se traducen en los barrios y las comunas que pueblan las enormes laderas de su geografía.
Estas migraciones también se han tejido con desplazamientos forzosos que son fruto de la violencia en otras zonas del departamento de Antioquia y en otros lugares del país, provocando un efervescencia social que durante la década de 1980 fue canalizada por la Unión Patriótica para construir vivienda popular y, sin embargo, arrasada por la violencia estatal y paramilitar, que luego fue ocultada bajo la capa de violencia de los grupos criminales ligados al Cártel de Medellín.
Tras los años de violencia más dura, ya para la década de 1990, las contradicciones económicas, sociales y culturales no cesaron, algunas de ellas se profundizaron más y otras tomaron un rumbo específico.
Actualmente, “si uno mira la prensa todos los días, – continúa el periodista– siempre hay un desaparecido, una mujer, alguien LGBTI, hay una persecución muy fuerte a lo diferente, a lo que rompa ese orden de limpieza. El índice de desempleo es muy alto, la gente vive del rebusque. Algunas personas bajan las laderas con sus carretas de aguacates, hay quien vende su cuerpo y hay quien vende droga”. La imagen de modernidad y de desarrollo que se promociona al turista no es más que una pantalla que oculta la cruel base sobre la cual se sostiene el empresariado antioqueño, conservador y violento.
Según señala Adriana Arboleda, entre 2015 y 2018, tras la firma de los Acuerdos de Paz entre las FARC y el gobierno, hubo una cierta calma y tranquilidad, pero con la entrada del nuevo gobierno del uribista Iván Duque, la violencia otra vez aumentó. “Por ejemplo, sólo en Antioquia, entre el 2017 a la fecha hay 16 mil nuevos desaparecidos”. Es por ello que el tema de la seguridad fue parte de algunas de las campañas presidenciales, pero no hubo propuestas concretas al respecto.
“Esta es una sociedad de madres solteras, todo el tiempo se busca un salvador, un mesías, alguien que ponga mano dura, pero la realidad es que no ha mejorado. Las estructuras criminales están tranquilas, porque aquí hay un pacto, aquí hay una corporativización del crimen, del multicrimen como lo llama Petro, porque produce múltiples rentas, la del oro, la de la extorsión, la de la coca, la de la seguridad, antes lo que se conocía como el Cártel de Medellín es ahora la Oficina de Envigado, una cúpula de delincuencias, una empresa de seguridad de negocios limpios y no limpios. El empresariado juega mucho ahí porque juega mucho en este pacto», explica Carlos Orlas al profundizar más sobre la situación actual en las calles de esta ciudad.
Tras hablar y tomar opinión con distintas personas en las calles de Medellín, la percepción de la seguridad es contradictoria, por un lado, se reafirma la situación de aumento de los robos y las desapariciones, y por el otro, resuena la figura de Pablo Escobar como una persona que invirtió en la ciudad favorablemente, logrando la aparente bonanza que se vive hoy.
La abogada de la Corporación Jurídica Libertad sostiene que, durante la década de los noventa, en pleno auge del Cártel de Medellín, hubo transformaciones culturales que siguen pesando al día de hoy. “¿Quién fue Pablo Escobar? Primero, el tipo se vendió como un antisistema y de hecho atacó al Estado, pero eso es muy complejo porque es una distopía, muchos incluso todavía lo ven como un anarquista, anti Estado, pero no han sabido leer que el tipo no tenía ideas de transformaciones sociales, políticas o económicas, sino que su interés estaba en su negocio y en su riqueza. Es un gran error verlo así, es como lo venden las series de televisión mexicanas y colombianas.
Una de las posibles interpretaciones es que la disyuntiva a la que se enfrenta Colombia en la segunda vuelta electoral está cimentada en la posibilidad de que uno u otro candidato se conviertan en este mesías que espera buena parte de la sociedad, en parte por la tradición caudillista latinoamericana y en parte por la falta de soluciones que durante décadas han ocasionado grandes tragedias. Esta expectativa es en sí misma una característica cultural a considerar al tratar de entender porque, en apariencia y según las recientes encuestas, Rodolfo Hernández está aventajando las intenciones de voto.
La recién reelecta senadora del uribista partido Centro Democrático Paola Holguín se muestra preocupada ante la posible victoria de Gustavo Petro, quien, a decir de ella, no cree “que él esté tan dispuesto a someterse a la constitución y a la ley, creo que él rápidamente trataría de llamar a una constituyente porque él propone un modelo totalmente diferente. Me preocupa por quienes rodean y apoyan este proyecto, me preocupa que las FARC y el ELN lo han respaldado, me preocupa que, en el paro armado, el Clan del Golfo decía a las comunidades que tenían que votar y me preocupa por sus formas y las de la vicepresidenta, no se salvaguarda la democracia y la institucionalidad”.
Para Holguín, quien fungió anteriormente como una de las principales asesoras del expresidente Álvaro Uribe y durante un corto tiempo del expresidente mexicano Felipe Calderón, la victoria de Rodolfo Hernández es una mínima garantía del respeto a las instituciones y al orden democrático colombiano.
Según el análisis que hizo la senadora en entrevista para Pie de Página, el aumento de la preferencia de voto por el ingeniero Hernández es una suerte de “rebeldía contra el sistema, contra los partidos y contra la clase política”, a pesar de que su discurso de campaña no dista mucho de otros: la lucha anticorrupción, la austeridad y una serie de declaraciones polémicas. Niega que se trate de un candidato de corte uribista, “casi ningún postulado se parece, él dice no al fracking y nosotros decimos sí al fracking”.
Para el periodista Carlos Orlas, “Rodolfo representa al empresariado, la hegemonía, representa el machismo, la misma idea de dominación y desprecio al pueblo […]. Aquí juega mucho lo emocional, con las llagas que tiene el pueblo, hay todo un movimiento anti establishment, que no sea un político, que sea un administrador y eso lo va a capitalizar el ingeniero, él va a obtener los votos de las clases bajas”.
De acuerdo con Holguín, no todo el que va a votar por Rodolfo Hernández votó en la primera vuelta electoral por el candidato de derecha, Fico, pero entre las dos posturas u opciones existe la coincidencia en defender un sentimiento contra el candidato del Pacto Histórico, Gustavo Petro, quien representa intereses contrarios a esta ala de la política en Colombia: “nos caracteriza algo y es que hay una desconfianza en Petro, de si con él se logra mantener la democracia y la institucionalidad. La mayoría creemos que no. Por su forma de ser, por quienes lo rodean, por su amistad con dictadores latinoamericanos, no se puede olvidar que él ha sido muy cercano al régimen cubano, al régimen de Venezuela y que lo han apoyado las FARC y el ELN abiertamente, y en paro armado del Clan del Golfo, ellos también invitaron a votar por él”.
“El Centro Democrático –señala la senadora– no se va a manifestar a favor de ningún candidato, estaremos callados trabajando. Pero uno deduce por un principio filosófico, que es el del mal menor y si uno hace el análisis el mal menor es el ingeniero Rodolfo. Con él se va a mantener el orden democrático y la institucionalidad, yo creo que sí entrega el país en 4 años. Ojalá la promesa de lucha contra la corrupción se dé y ojalá la austeridad se dé”.
Otro de los señalamientos que hizo Holguín durante la entrevista estuvo referido a la forma en la que se llevaron a cabo estas campañas presidenciales, ya que en esta ocasión la presencia de las redes sociales, particularmente TikTok, tuvo un impacto, en principio, en el rumbo de los resultados de la primera vuelta. “Por ejemplo, el ingeniero Rodolfo, que quedó en segundo, no fue a ningún debate, no hizo un solo mitin en la calle, es decir, redes sociales”.
“Una de las amenazas para la democracia liberal no es sólo el comunismo es la revolución de las tecnologías y de la comunicación, que están generando en los seres humanos unas tendencias y unas formas de percibir el mundo y de votar que no hemos sabido entender”.
Desde su experiencia de militancia al interior de las FARC y ahora en el partido político COMUNES, Francy Orrego, también conocida como Erika Montero, una de las comandantes históricas de la organización guerrillera, considera que en esta segunda vuelta “el abstencionismo será muy importante, porque tiene que capitalizarse a favor de Petro, quien representa la mejor propuesta para el país, y ese abstencionismo está en los jóvenes que necesitan enterarse bien y votar”.
En esta primera vuelta electoral se registró un abstencionismo de un 45%, según cifras de la Registraduría Nacional del Estado Civil, un alto porcentaje que sin embargo logró estar por debajo de las personas que sí ejercieron el voto. Este sector es uno de los más peleados entre los dos candidatos a contender en la segunda vuelta el próximo 19 de junio. De ahí que Orrego señalara que los jóvenes deben participar, dado el alto número de personas en este rango de edad que se abstuvo de votar.
“Hay un sector joven masivo que no salió a votar, que todavía hay que seducir, muchos se farriaron, se fueron a pasear, a ellos hay que hablarles, porque es una coyuntura única, si no la aprovechamos, paila. Hay que ver esto desde los balcones de la esperanza y no desde el derrotismo” añadió Carlos Orlas.
Otro de los retos y vacíos del proceso electoral es la casi nula mención de la aplicación de los Acuerdos de Paz, los cuales contemplan una serie de transformaciones y compromisos en aras de terminar con un conflicto que todavía hoy continúa, expresado particularmente, en el asesinato de líderes sociales firmantes de los acuerdos, de los cuales, tan sólo en este año van 86 personas asesinadas, según cifras del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz.
“El acuerdo de paz no estuvo en las campañas presidenciales, fue un tema que no tocaron ninguno de los candidatos, parecía que no existía ese tema. Petro se ha inclinado, sin embargo, hacia el cumplimiento de los acuerdos, así como a retomar la mesa de diálogo con el ELN”, precisa la abogada y defensora de derechos humanos Adriana Arboleda.
Tampoco hubo mención, en los discursos de los candidatos presidenciales, acerca de cómo podrían frenarse todos estos asesinatos y prevenir que vuelva a suceder, precisamente en un país con tanta historia de muerte a cuestas.
Defensora ambientalista, miembro de Ríos Vivos Colombia, parte del Movimiento por el Agua y la Vida, y ahora senadora, Isabel Cristina Zuleta, con un bagaje de larga data en la defensa del territorio, particularmente contra el proyecto hidroeléctrico Hidroituango, en la cañada del Cauca antioqueño, considera que para el gobierno que resulte ganador el panorama es complejo: “He sido muy escéptica porque creo que el poder no es el gobierno, el poder instrumentaliza al gobierno y se necesita quitarle la instrumentalización, no está desapareciendo la fuente del riesgo, el ataque hacia los líderes, las comunidades y las organizaciones. Tenemos que quitar la cadena de transmisión que hay entre ese poder y lo que efectivamente sucede en los territorios”.
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Fotógrafo y periodista independiente residente en México con conexiones en Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Cuba, Brasil, Haití y Estados Unidos.
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