La Caravana de madres migrantes terminó este martes su decimoquinto recorrido en territorio mexicano con el hallazgo de seis personas. Después de 19 días, acordaron con autoridades mexicanas establecer protocolos de búsqueda
Texto y foto: Vania Pigeonutt
Después de 19 días en México, la 15 edición de la Caravana de Madres Centroamericanas de Migrantes Desaparecidos finalizó su recorrido por 14 estados del país. Recorrieron más de cinco kilómetros donde seis familiares abrazaron a quienes los buscaban. Se reunieron con autoridades y se comprometieron a generar protocolos y mecanismos efectivos de búsqueda, además de darle seguimiento.
Esta caravana, según concuerdan familiares, sobre todo madres que buscan a sus hijos que se perdieron en tránsito hacia México o ya instalados en el país, fue distinta a las de años anteriores: hubo más apertura de la gente para ayudarlos a encontrar a sus seres queridos.“Hemos visto este año a más personas unirse a la búsqueda, autoridades, medios de comunicación y colectivos de cada estado que recorrimos. Agradecemos su hospitalidad, apoyo, cariño y solidaridad con el dolor que padecemos. Nos vamos, sí, pero con la esperanza de poderlos encontrar”, resumieron en un comunicado.
Socorro, Margarita, los hermanos Dalinda Mayela y Salvador, Antonio y un joven que estuvo preso en Veracruz, pudieron abrazar a sus madres que vinieron desde Honduras, varias de El Salvador, Nicaragua y Guatemala. En el caso de los hermanos, se reencontraron con su mamá después de 31 años.
Durante el trayecto las integrantes de la caravana enfermaron de gripe o tos, pero ninguna de sus 38 integrantes decidió concluir el recorrido. Es el caso de Delsy Johana García Hernández una madre hondureña de 40 años de edad que busca a su hijo Jefry Adonis desaparecido el 8 de agosto de 2018 en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Se vino desde Tegucigalpa a buscar mejores condiciones de vida. Tenía 16 años de edad.
A Delsy el miércoles se le subió la presión, le dieron medicamento, pero todos los días mantuvo sus dolencias por esperarse a encontrar con Jefry.
“Me voy con la esperanza de que mi hijo acá está, llevo esa misma esperanza a otras madres que me encargaron las fotos de sus hijos porque no pudieron venir, pero eso me llevo: mucha ilusión de volverlo a ver como vimos que otras madres lo hicieron, hasta después de mucho tiempo”.
Rubén Figueroa, del Movimiento Migrante Mesoamericano, llegó acompañado de activistas europeos y representantes de las delegaciones de migrantes guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y nicaragüenses, de los cuatro países de donde esta caravana concentra desaparecidos. Dijo que durante estos tres lustros han encontrado 315 hijos de madres desaparecidas y eso les da aliento.
La situación en México no es sencilla, sobre todo ante la política migratoria de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, que no sólo recrudeció la seguridad en su frontera, sino que provocó este efecto en México con el resguardo de las fronteras sur y norte, por parte de la Guardia Nacional.
No es sólo una política del presidente Andrés Manuel López Obrador, desde Enrique Peña, denuncia Figueroa: con la puesta en marcha del Plan Frontera Sur en el 2014, los abusos militares y policiacos aumentaron. Así como la violencia, xenofobia y racismos en México.“En esta caravana participan papás, hermanos, hermanas que buscan a su familiar. Hemos visto cómo se pasan la estafeta de una madre a su hija para que busquen a su ser querido. Las madres han venido haciendo su derecho como víctimas, interponiendo denuncias, muchas de ellas, ante la PGR, la respuesta ha sido nula, la propia caravana, ha localizado a 315 personas”, cuenta.
De acuerdo con las denuncias que traen consigo las madres de migrantes, éstos desaparecen con mayor frecuencia en estados como Tamaulipas, San Luis Potosí, Nuevo León, Chiapas, Veracruz, Tabasco e Hidalgo.
Quizá por esa razón, el primero reencuentro fue en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. La señora Claudia Jaquelina Valladares se reencontró con su hermana Socorro, luego de 16 años sin contacto. Otra madre hondureña abrazó a su hijo en Coatzacoalcos, Veracruz, luego de que estuvo preso en ese estado.
El tercer reencuentro fue en Tequisquiapan, Querétaro, Margarita Reyna Láinez, se reencontró con su hijo Santos Tomás Cáceres Láinez, después de 33 años.
En Marín, Nuevo León, sucedió algo que suena imposible: la madre salvadoreña Lilian Esperanza Alvarado, se reencontró con sus hijos Dalinda Mayela Segovia Alvarado y Salvador Isidro Segovia Alvarado, quienes huyeron de las atrocidades de la dictadura de El Salvador, desde hace 31 años con su padre, sin que pudieran avisarle después a Lilian, quien después de un trámite que incluyó un análisis de ADN pudo acreditar que eran sus hijos.
El último reencuentro fue el de Antonio Alonso García de Guatemala, abrazó a su hija Juana Alonso Santizo en Reynosa, Tamaulipas, después de seis años sin verla.
Marta Sánchez Soler, presidenta del Movimiento Migrante Mesoamericano, que durante 15 años ha acompañado a las madres en caravana, dice que a diferencia de otros años, la gente fue mucho más receptiva con las madres. Daban información de dónde era posible encontrar a sus hijos.
“Nos parece que todas estas instituciones que se están formando para atender a las víctimas o para buscar a los desaparecidos son muy importantes, pero lo más importante es que sí lo hagan… Tienen varias comisiones funcionando en los estados, van a empezar a funcionar en enero, todo mundo se comprometió a que van a empezar las búsquedas, están trabajando en los protocolos”, dijo.
Las madres y familiares se reunieron con Karla Osuna, la comisionada nacional de Búsqueda y otros funcionarios.
“Tuvimos muchas pistas importantes que parece que van a resultar. Hay dos que estamos casi seguros de que vamos a encontrarlos, porque las pistas son muy precisas, y en general una muy buena acogida de todas las organizaciones mexicanas, buenísima acogida”, resumió.
Sobre los casos que trataron con autoridades de la Fiscalía General de la República, dijo que no hay muchos resultados. “Se incluyeron cosas en los expedientes que no tenían, se completaron los expedientes, pero no mostraron mayores resultados”.
Sólo en Puebla los migrantes recibieron un trato discriminatorio: “Les decían: ‘¡Váyanse a su casa!, ¡Peleen con sus gobiernos! ¿A qué vienen?’ Lo tradicional”.
“Esta caravana tuvo otra marca, que fue que el grupo que vino, entre ellos, a pesar de ser diferentes países, tuvieron una gran solidaridad y colaboración, entonces el grupo va con muy buen ánimo. Tuvimos un recorrido sorprendente. No hubo ningún conato de violencia de nadie, entonces se fueron muy contentos hoy en la mañana”, declaró.
Elizabeth Portillo, de la asociación Pro-Búsqueda de niñas y niños desparecidos durante el conflicto armado salvadoreño, explicó que esta organización fundada en el año 1994, posterior a la firma de los tratados de paz, tiene a mil 5 casos de desaparecidos y en México siete. Se sumó por primer año a la caravana y encontraron a los dos hermanos.
El 24 de noviembre ocurrió el milagro: “Fue en Marín, Nuevo León, estos niños en el contexto armado fueron captados de sus hogares, otros dados en adopción irregularmente, y otros niños porque tuvieron que migrar por la violencia en el país. En este caso los niños migran con su padre, pierden comunicación con ella y 31 años después se reencuentran”.
Las esperanza sigue, dice Portillo, por eso se unió en este año a la caravana de madres centroamericanas, cuyo principal alimento justo es ese: la combinación entre la fe y la esperanza de volver a ver y abrazar a sus hijos.
María Félix Alonzo de 70 años de edad, regresará a Honduras, también con esperanza. Ella portó estos 19 días la fotografía de José Gregorio, su hijo que desapareció desde 1999. Aunque han pasado 20 años todavía lo recuerda cuando tenía 17 años y salió de Tegucigalpa, Honduras. La vida de doña María no fue sencilla: tuvo 18 hijos, de los cuales murieron ocho, a uno lo mataron y otro está desaparecido.
Recuerda que eran las dos de la tarde cuando José cruzó el palo de mango que está en el patio de su casa y le dijo que se iría a México. Después no supo mucho. Alguien que tenía que avisarle que José llamó lo hizo años después, cuando ella lo buscaba, le dijo que estaba en la colonia las Pilitas de San Luis Potosí, y 20 años después allí lo fue a buscar. Le dijeron que vivió tres años con una mujer y ya.
José Gregorio era mecánico, pero por la situación de precariedad en la que vivían casi todos sus amigos en Honduras, decidió venir a México.
“Estos años han sido muy difíciles para mí. En estos años el mayor de él me lo mataron y de ahí se perdió él. La vida para mí ha sido dura, desde que mataron a José Ángel Molina Alonzo, luego a José Gregorio, apenas había recuperando la presencia del que me habían matado”, lamenta.
Los testimonios son duros. Las madres lloraron estos 19 días, pero también rieron, compartieron experiencias y pidieron abrir las fronteras. No más Guardia Nacional y dejar de seguir los discursos de odio del presidente de Estados Unidos, país a donde muchos centroamericanos sueñan con llegar.
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