17 agosto, 2020
Con las cadenas productivas largas, que deben estar centradas en actores corporativos con la capacidad de gestionar una logística global y muy compleja, ganan los más ricos y los más grandes.
@eugeniofv
La sabiduría popular es en eso clarísima: “tanto va el cántaro al agua que acaba por romperse”. En términos ambientales, podría decirse que tanto petróleo pasa por los mares, que necesariamente acaba por derramarse y provocar un desastre ecológico.
Del petróleo depende 80 por ciento de la energía global, y esa proporción apenas ha bajado en los últimos veinte años. Mientras eso siga siendo así, habrá que seguir sacando ese combustible de debajo del lecho marino y transportarlo de un lado al otro del globo, muchas veces en barco. Hacerlo implica aceptar los desastres que ocurrirán, que sí serán gravísimos y sí serán frecuentes, como ilustra el derrame que está ocurriendo ahora mismo en las Islas Mauricio, como ya ocurrió en el Golfo de México y como puede ocurrir cualquier día en las costas mexicanas.
Las Islas Mauricio están en una de las rutas comerciales más transitadas del mundo, porque están justo en la línea más corta que une el estrecho de Malaca —que comunica los puertos de Asia con el Océano Índico— y Ciudad del Cabo, en la punta sur de África, por donde los barcos pasan en su camino a Europa o América. Hace tres semanas, el Wakashio, un buque petrolero japonés, encalló en un arrecife cerca del archipiélago africano, y sigue derramando su carga negra en el mar y sobre playas, manglares y corales. Ahora ese paraíso de coral, arena y biodiversidad está en riesgo de sufrir un colapso ecológico irremediable.
Desastres así ocurren con más frecuencia de lo que debería ser aceptable. Pensando solamente en derrames realmente muy graves, solamente en la década del 2010 hubo dos o tres. El más reciente fue el choque del buque Sanchi con su cargamento de petróleo y gas hace apenas dos años en el mar de China (una ruta migratoria de ballenas y caladero de peces comestibles). Antes de eso, en 2010, se hundió la plataforma Deepwater Horizon en el Golfo de México (donde hay desde rutas migratorias hasta arrecifes, humedales, caladeros de pesca, etc).
Cada uno de esos derrames implica no solamente que se pierde muchísima belleza, sino también que las comunidades costeras ven su salud dañada y su entorno y sus hogares destruidos. Para quienes viven del mar —como pescadores, por ejemplo, o recibiendo al turismo—, implica que se quedan irremediablemente sin empleo. Para la humanidad, significa que esa porción del mar que se contaminó deja de prestar sus servicios ambientales (desde la captura de carbono hasta la producción de alimentos).
Ante un panorama así, debería de estar más allá de toda duda que los combustibles fósiles deben dejar de usarse y que todos los países deberían emprender una transición urgente hacia formas menos dañinas de producir energía. También debería estar clara la urgencia de replantear la forma en que vivimos, producimos y consumimos, pues mantenerla requiere justamente de este sistema energético tan dañino y tan riesgoso. Sin ir muy lejos, urge fortalecer las economías circulares y locales, pues ochenta por ciento de la producción de energía en el mundo se usa para llevar cosas de una punta a otra del globo.
Hacerlo no solamente tendría muchos beneficios ambientales, sino también un impacto social muy positivo. Con las cadenas productivas largas, que deben estar centradas en actores corporativos con la capacidad de gestionar una logística global y muy compleja, ganan los más ricos y los más grandes. Rompiendo esos mercados, favoreciendo las cadenas productivas cortas, relocalizando la producción y el consumo, por el contrario, se reparte y se relocaliza también la riqueza.
En la lucha contra los combustibles fósiles, los ambientalistas nos hemos concentrado con demasiada atención en señalar los riesgos de la crisis climática. Eso ha hecho que la discusión se centre en solamente una de las muchas consecuencias del uso de combustibles fósiles y en una batería muy reducida de medidas, muy difíciles de lograr. Es hora de volver a poner los pies, las referencias y la lucha en la tierra y en el mar: ahí es donde más se sienten los daños de esta matriz energética, y ahí es donde más sentido tiene para la gente pelear contra ellos.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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