Los cuidados se han politizado, sin embargo, aún vemos lejana una política pública que dote de una dimensión económica, política y cultural al tema. Cada día, observo a mi alrededor a otras mujeres que cuidan, sostienen, y también se rebelan ante la romantización de los cuidados y de la maternidad
Twitter: @tuyteresa
A mi madre, una ceiba milenaria.
Mis primeros recuerdos están marcados por la presencia del trabajo femenino en mi entorno familiar. Desde los 4 años mi madre realizó trabajo de cuidado, además de las actividades en el campo y en casa con su madre: la abuela Leobarda. Ella también haría lo propio desde sus primeros años de vida: labores de crianza, trabajo en el campo -agrícolas y de pastoreo- y posteriormente trabajo de cuidados. Es así como la memoria de los cuidados ha marcado la biografía de mi madre, de sus ancestras y de millones de mujeres en todo el mundo.
Durante décadas mi madre realizó trabajo de cuidados, sin pago y también remunerado. Se desempeñó como trabajadora del hogar, niñera, cocinera y como cuidadora especializada. Cuidó de sus hermanos y hermanas menores, de la abuela cuando requirió atención debido al cáncer y también cuidó de mi abuelo Epigmenio en sus últimos años de vida.
Fue hasta la universidad que pude ver con claridad que, gracias a su inteligencia visionaria, mis hermanas y yo pudimos tener una vida diferente.
Durante las últimas décadas, los feminismos han posicionado el tema de los cuidados como un eje de estudio y un tema de interés público. Los cuidados se han politizado, sin embargo, aún vemos lejana una política pública que dote de una dimensión económica, política y cultural al tema.
Cierto es que la creación del Día de la Madre fue una estrategia para boicotear el Primer Congreso Feminista de Latinoamerica en el año 1916.
Este acontecimiento sin precedente trazó la ruta hacia el reconocimiento de la ciudadanía de las mujeres.
No solo por el tema del Sufragio, también sentó las bases para la reflexión acerca de temas como el divorcio, la emancipación de las mujeres a los 21 años y los derechos reproductivos.
Durante la Revolución Mexicana, las mujeres tomaron un papel activo en la vida política y social del país, incluso pudieron tener cargos en la milicia, sin embargo, no podían votar ni ser votadas, como lo aseguran Gloria Luz Alejandre y Edurdo Torres en el ensayo: El Primer Congreso Feminista de Yucatán 1916. El camino a la legislación del sufragio y reconocimiento de ciudadanía a las mujeres. El derecho al sufragio en México no se lograría sino hasta el año 1953.
Estos días he leído mordaces críticas a la celebración del 10 de mayo, tomando como referencia el Primer Congreso Feminista de Yucatán de 1916. Cierto es que durante todo el siglo XX este día se instauró para reforzar la noción de las mujeres como madres perennes. También se convirtió en bandera de lucha de los sectores más conservadores, además, claro, de ser un deleite para el marketing.
En el siglo XXI, mujeres de diversos sectores han reivindicado este día para hacer visible el aporte del trabajo materno y de cuidados de las mujeres.
Han posicionado el tema de las madres que buscan a sus hijas e hijos desaparecidos, a las madres migrantes, a la madres con alguna condición de discapacidad y sus derechos reproductivos, a las jefas de familia, a las que crían solas, a las madres lesbianas, a las madres trans, a las madres que acompañan a sus hijos, hijas e hijes de la comunidad LGBTTIQ+, a las mujeres que han tenido que maternar a hijos e hijas de las que ya no están a causa de los feminicidios.
Datos de ONU Mujeres revelan que las mujeres realizan el 90 por ciento del trabajo de cuidados no remunerado en los hogares, lo que produce desigualdad en el acceso a oportunidades educativas y laborales. Esta condición estructural sigue vigente aún en la segunda década del siglo XXI.
Es desde este análisis histórico de la vida cotidiana de cuidados y maternajes diversos que cuestionamos las reglas de un sistema asentado en la explotación y el control de los cuerpos -sobre todo de las mujeres-, centrado en la supremacía de lo masculino y la desvalorización del trabajo de cuidados.
Estamos ante un escenario complejo donde están en disputa dos narrativas: la patriarcal que desprecia el conocimiento y aporte del trabajo al interior de los hogares; y otra, que abre la posibilidad de replantear las relaciones amorosas, nuestros vínculos afectivos y al mismo tiempo, posicionar los cuidados como un tema de relevancia económica, política y filosófica.
Mi madre hoy tiene 94 años, 80 de ellos, dedicados a trabajar arduamente. Hoy día, mis hermanas y yo cuidamos de ella, con toda la contradicción, el agotamiento, el compromiso y el amor que esto implica.
Hemos creado una isla de cuidados que nos protegió durante los momentos más duros de la pandemia. Hemos transitado por lugares dolorosos cuando fue hospitalizada por neumonía o cuando tuvo los primeros síntomas de demencia.
Este 10 de mayo celebré su presencia en mi vida, su capacidad de asombro al mirar los árboles, su chispa para hacer juegos de palabras y vivir con alegría la mayor parte del tiempo aun con un proceso degenerativo a causa de su condición. Hoy la honro a ella y a su madre y a la madre de su madre. Mi madre, una ceiba milenaria.
Cada día, observo a mi alrededor a otras mujeres que cuidan, sostienen, y también se rebelan ante la romantización de los cuidados y de la maternidad. Celebro el Congreso Feminista de 1916, y que sepamos apropiarnos del 10 de mayo como otro tipo de lucha contra el capital y el patriarcado.
Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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