El Parque Ecológico Lago de Texcoco está a punto de abrir al público; quienes viven de él y quienes históricamente lo han cuidado creen que aún quedan tareas por acabar
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: Duilio Rodríguez
LAGO DE TEXCOCO.- Desde hace un par de años el agua regresó a la ciénega de San Juan, uno de los últimos rincones que sobreviven del lago de Texcoco; principalmente fue gracias al trabajo de los pobladores de la zona y los integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco. Con el agua no solo regresaron los patos y cientos de especies más, también la oportunidad de vivir de esta tierra.
Entre los espejos de la ciénega, cruzando tulares que resguardan patos, gallinas de agua, chichicuilotes y garzas, camina una persona con el reflejo del cielo atravesado a la cintura. Acarrea una balsa llena de ramas que en su recorrido va sacando del agua. Salen con las hojas repletas de unos diminutos puntitos blancos; es ahuautle, los huevos de un insecto que anida en el agua, un alimento rico en proteína y una delicia local.
“Toda esta era nuestra área de trabajo”, comenta Juan Hernández Ramos después de acercarse a la orilla y ponerse los pantalones. “Ahora nos restringen acá y nos quitaron el trabajo en todo lo que era el lago”, dice sobre la barda que separa las tierras de la ciénega, construidas para resguardar una terminal aérea y sus pistas de aterrizaje; memoria de un proyecto cancelado.
“Definitivamente era mejor cuando teníamos todo. To-do. Llegábamos y nos agarrábamos trabajando donde quisiéramos, pero aquí sí ya estamos bien restringidos. No lo siento peor ni mejor, está más o menos, ahí con que nos den chance de trabajar, está bien”, dice sobre la cancelación del aeropuerto y el eventual inicio del rescate y la restauración ambiental.
Para adentro de la barda, como dice el señor Juan, no hay muchos espejos de agua y aún hay obras. Algunas de las nuevas de canchas deportivas y otras abandonadas, parte de instalaciones del aeropuerto. Esa es la zona donde antes trabajaba Juan y otras personas que se dedicaban a la pesca o a la cosecha del tequesquite, la sal de la tierra.
El lugar donde puede trabajar Juan ha sido intervenido por otras personas que, como él, viven de los frutos de esta tierra. Hasta ahora, dice, hay un acuerdo para que las aguas del río San Juan, que llenan esta ciénega en tiempos de lluvia, se repartan, una parte afuera de la barda y otra que por medio de vertedores, se meta.
“Hicimos un bordo para detener el agua, que ya va llegando, ese que está aquí y que ya se llenó, y hay que ir trabajando para que no se llegue a reventar y afecte toda la siembra. Para cuando ese bordo ya no aguante, pues vamos a dedicar el agua a otro lado”, dice sobre las obras que le han ayudado a recuperar su oficio, que casi se ha perdido.
Como Juan, hay otros campesinos que, desde noviembre de 2018, cuando se canceló el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, han podido recuperar antiguos modos de vida, más en sintonía con los ciclos ambientales de la región. Además de los cultivadores de ahuautle, de los recolectores de tequesquite, los pescadores de artemias, los sembradores de maíz y los productores de hortalizas, a esta tierra han regresado las aves, los patos, los peces, las tortugas y hasta algunos búhos.
Tras la cancelación del NAICM, potenciada por la campaña #YoPrefieroElLago, estas tierras se destinaron a ser un parque ecológico, que recuperará el último reducto del lago de Texcoco y otorgará servicios ambientales y recreativos para millones de personas.
En 2019 se anunció la creación del Parque Ecológico Lago de Texcoco, el PELT, encabezada por el arquitecto Iñaki Echeverría, encargado de crear infraestructura para que el público pueda disfrutar de la zona. Sus trabajos se han concentrado al interior de la barda del aeropuerto, especialmente en una zona de unas 270 hectáreas.
Años después, el 22 de marzo de 2022, por medio de un decreto presidencial se creó el Área Natural Protegida Lago de Texcoco, que incluye la zona al interior de la barda y otras, como la ciénega de San Juan, parcelas de cultivo, cuerpos de agua y vasos reguladores como el lago Nabor Carrillo. En total, unas 14 mil hectáreas.
Tanto el director del Parque Ecológico Lago de Texcoco, Iñaki Echeverría, como el gobierno de México han asegurado que la inversión total de las obras que ha llevado a cabo al interior del parque llegan a los 5 mil 500 millones de pesos, casi un tercio de lo que costó la construcción de la refinería Olmeca en Dos Bocas, estimada en 16 mil 816 millones
La inauguración del Parque se prevé para las últimas semanas de agosto o inicios de septiembre. Desde semanas antes se han organizado visitas a su interior, ya sean para torneos en la zona de canchas (de futbol, beisbol, basquetbol o skate) o recorridos en bicicleta, sesiones de yoga en el malecón del Nabor Carrillo o sesiones de avistamiento de aves y vuelo de papalotes.
Eduardo Romero, de San Bernardino, Texcoco y su nieto, llegaron a una de estas actividades. Como cientos más, no podían creer la belleza natural de la zona. Antes de que el pequeño se llevara unos binoculares a los ojos, como si con ellos pudiera ver al pasado, su abuelo le advirtió: “Hijo, estás a punto de ver lo que es y lo que era antes”
Para que el agua regresara a esta zona, fue necesario construir diques y encauzar el agua para que no se desechara al gran desague de la Ciudad de México por medio de una gran infraesructura de concreto creada para desecar la zona. Ahí, el conocimiento ancestral sobre los ciclos y las rutas del agua que tienen los lugareños, fue determinante. Sin embargo, ese conocimiento a veces, no se logra compartir claramente con otros actores que también intervienen en la zona, como los trabajadores del PELT.
Muestra de ello, aseguran habitantes de la zona, ocurrió el pasado primero de julio, cuando se desbordó el río Papalotla, uno de los nueve que bajan de las montañas del oriente de Texcoco. Las lluvias de esa noche inundaron uno de los bordos, lo que abrió un boquete por debajo de la autopista Pirámides-Texcoco, esa agua llenó una grieta en la tierra que la condujo a más de 300 hectáreas de parcelas cuyos cultivos se echaron a perder. Por apenas unos metros, la zona escolar de la colonia Francisco I. Madero de Atenco se salvó de quedar anegada.
Las grietas en estas tierras no eran comunes hasta que se creó el sistema de desecación para mantener las pistas del aeropuerto libres de inundaciones, lo que causó que el suelo de estas tierras, que es como una esponja, se resecara y empezara a presentar fracturas profundas.
“Aquí se había reparado, por un primer momento, con costales de arena, pero no fue suficiente y se seguía filtrando, hasta que reventó la grieta que se ve hasta allá. El origen fue acá”, dice uno de los pobladores, mientras enfrente de él, una retroexcavadora trabaja para sellar las filtraciones.
La inundación, creen, se debió a una intervención a los bordos alrededor del PELT hecha por trabajadores del parque, que construyeron un vertedor de agua para llevar agua de las afueras de la barda perimetral a su interior.
Más allá de la construcción de las zonas deportivas del parque, los integrantes del Frente y los productores de los ejidos de Texcoco buscan que los esfuerzos y el presupuesto vertidos en el interior del parque también se enfoquen fuera de él, en llevar a cabo un plan hídrico amplio, que empiece en las montañas del oriente del valle, de donde bajan los nueve ríos que cruzan por la zona urbana de Texcoco y alimentan zonas como la ciénega de San Juan y la laguna de Xalapango.
Este plan amplio, elaborado entre habitantes de la zona y el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, contempla la creación de humedales para evitar que el suelo salino de estas tierras transfiera la sal al agua dulce que baja de los ríos y que se pueda aprovechar. Además de planes hídricos, hay planes de agricultura para que los frutos del trabajo de la tierra mantengan alejados a los intereses inmobiliarios de estas tierras.
Ese plan también contempla la remediación ambiental en las más de 205 minas de materiales pétreos devastadas para poder nivelar las pistas del cancelado aeropuerto. De todo ello, nada se ha realizado.
A través de diferentes programas gubernamentales, como Sembrando Vida o apoyos de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas, horticultores como Miguel Ángel Márquez han logrado crear parcelas de cultivo orgánico que no solo usa el agua que se ha recuperado en el lugar, sino que ayuda a recuperar la vocación productiva de estas tierras.
Entre lechugas de todos tipos, grandes como las esperanzas que tiene sobre estas tierras, Miguel Ángel no solo cultiva la tierra, también la esperanza de que mientras se cuide, va a ser garantía de trabajo y fuente de bienestar para miles de personas.
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