El mar padece las consecuencias de la crisis climática, como la acidificación del mar, debido a la acumulación de dióxido de carbono. Una mayor acidez conlleva a que los especímenes jóvenes de moluscos experimenten dificultades para formar concha de calcio y, por ello, sean presas débiles ante depredadores
Texto: Emilio Godoy / IPS
Fotos: IPS
ENSENADA, BAJA CALIFORNIA. – Celina Domínguez, directora del Departamento de Comercialización de la no gubernamental Sociedad Cooperativa de Producción Pesquera Pescadores Nacionales de Abulón, recuerda la primera vez que la acidificación del mar afectó las zonas marítimas de Baja California, en México, hacia la década del 2000.
“Nos recuperamos, pero vimos el impacto. Cuando los buzos bajaban, no había abulón, las conchas estaban en el agua”, recuerda Domínguez, cuya cooperativa agrupa a 106 socios y cuya sede se ubica en Ensenada, una ciudad del noroccidental estado de Baja California.
El abulón (Haliotis) es un marisco univalvo muy apreciado en México por su valor en el mercado internacional, pero resiente muy rápidamente el aumento de la temperatura del agua y la acidez, signos inequívocos del cambio climático y su efecto sobre los océanos. Tarda entre cinco y seis años para alcanzar los 15 centímetros, la talla legal permitida para su captura.
La cooperativa estableció un laboratorio de cultivo del percebe para el repoblamiento de los campos y creó áreas de recuperación de la especie. Además, monitorean aspectos como la temperatura del agua, la salinidad y la consistencia del abulón, también conocido en otros lugares como oreja de mar, entre otros nombres.
Domínguez, descendiente de pescadores que fundaron la cooperativa en 1936, viaja con frecuencia a la isla de Cedros, a unos 440 kilómetros de la costa de Ensenada, en el océano Pacífico, y donde operan los campos pesqueros de abulón.
Los pescadores parten de madrugada para hurgar entre las rocas en búsqueda de los moluscos enquistados. El buceo implica varios surgimientos, hasta el fin de la jornada, pasado el mediodía.
Para la captura, la cooperativa opera una flota de 40 embarcaciones menores y cuatro barcos grandes para transporte de carga, recolección de producto y avituallamiento de los polígonos pesqueros.
Mediante una planta de procesamiento, el grupo aporta valor agregado a la pesca, al enlatarlo para su exportación a Estados Unidos y el sureste asiático. Esta cadena de valor denota la magnitud del impacto de la acidificación del océano.
El mar padece las consecuencias de la crisis climática, como la acidificación del mar, debido a la acumulación de dióxido de carbono (CO2), el gas detrás del recalentamiento planetario y generado por las actividades humanas, en el agua, la subida del nivel del agua y el aumento de la temperatura.
Varios estudios científicos confirman que una mayor acidez conlleva a que los especímenes jóvenes de moluscos experimenten dificultades para formar concha de calcio y, por ello, sean presas débiles ante depredadores. En el caso de animales adultos, el agua corrosiva debilita los caparazones.
México tiene conocimiento desde, al menos 2007, sobre la presencia ácida en el mar y de sus potenciales impactos en el ecosistema en la península de Baja California.
Martín Hernández, investigador de la pública Universidad Autónoma de Baja California (UABC), recuerda que hallaron la presencia de aguas corrosivas en la zona marina del estado, limítrofe con Estados Unidos.
“Hay dos sitios donde hay datos de 30 años donde se registra una disminución de pH (potencial de hidrógeno, una medida de acidez o alcalinidad que indica la cantidad de iones hidrógeno presentes en una sustancia) y un aumento de CO2. Este es un tipo de contaminación con evidencias muy claras”, asegura a IPS.
Los corales se forman a partir de aragonita (carbonato de calcio), mientras que las conchas dependen de la calcita (otra forma de carbonato). El recalentamiento del mar, que provoca que los corales expulsen las algas que les dan color y se tornan blancos, y la acidificación destruyen estos arrecifes.
Por cada molécula de CO2 que entra al océano, se liberan dos iones de hidrógeno, lo que disminuye el pH y la disponibilidad de carbonato para la formación de estructuras de calcio.
El pH regula diferentes procesos químicos y biológicos en el océano, como las variaciones en la tasa de calcificación en las especies marinas, en la toxicidad y bioacumulación de metales pesados y contaminantes orgánicos.
Además, la acidificación perjudica al plancton y fitoplancton, pues boicotean la formación de sus estructuras calcáreas y bloquean la fotosíntesis, al reducir la cantidad de oxígeno en el medio. Estas algas capturan CO2 y proveen de alimento a docenas de variedades marinas.
La corrosión proviene de la absorción e incremento de CO2 en zonas costeras debido a causas naturales y el aporte de agua submarina con alto contenido de este gas debido a los procesos de surgencias costeras.
Las surgencias definen la elevación del agua submarina desde la zona abisal o aguas profundas, caracterizada por su baja temperatura, alto nivel de nutrientes y acidez hacia la superficie por lapsos irregulares entre 10 y 15 días.
Victoria Díaz, académica del Departamento de Ecología Marina del gubernamental Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese), subraya que es un proceso negativo para organismos marinos, aunque hay especies más tolerantes que otras.
“En peces, altera el comportamiento y el sentido del olfato, y eso permite que se acerquen a los depredadores. En camarones, el exoesqueleto pierde transparencia y son detectables fácilmente. Para quienes deben hacer estructuras calcáreas va a ser más difícil, porque la acidificación hace que haya menos disponibilidad de iones carbonato de calcio, como si fueran ladrillos para sus estructuras”, explica.
Varias áreas del Pacífico presentan niveles bajos de oxígeno y se caracterizan por tener pH bajo entre 50 y 100 metros de profundidad, por lo que son más propensas a padecer la acidificación.
Además, algunas regiones del Pacífico mexicano poseen valores de pH y de saturación de aragonita (forma cristalina del carbonato de calcio) por debajo de la proyección global (en 2 mil100), lo que evidencia un alto contenido de carbono inorgánico disuelto en el agua submarina.
De hecho, operan al menos siete estaciones de monitoreo de variables de carbono en zonas de corales y de acuicultura, seis en el Pacífico mexicano y otra más en el Golfo de México.
Por su volumen, el abulón se posiciona en el lugar 49 de la producción pesquera en México y, por su valor, en el puesto 26. Dentro del listado exportador, ocupa el escalón 13, con Estados Unidos y el sureste asiático como principales destinos, según la gubernamental Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca.
Pero su producción tiende a la baja. En los últimos 10 años la tasa media de crecimiento anual registró una contracción de -6.52 %. Si en 2012 la extracción totalizó 516 toneladas, en 2021 cayó a 281, una rebaja de casi 50 %.
La disminución puede deberse a varios factores, entre ellos el climático.
Entre 2014 y 2017, la producción bajó de 128 toneladas en 2014 a 102 en 2016, y se recuperó ligeramente al año siguiente, en Baja California. En el estado con el que comparte la península, Baja California Sur ocurrió un movimiento similar, pues el indicador retrocedió de 312 toneladas en 2014 a 159 en 2017.
Otras especies no muestran un impacto tan evidente. En Baja California, la pesca de ostión (Crassostrea gigas) se recuperó en 2021 (2 mil 516 toneladas), luego de una disminución desde 2017 (2 mil 731 toneladas).
En Baja California Sur la captura ha oscilado desde 2014; mientras, la obtención de almeja también ha estado en el péndulo con niveles igualados en 2020 y 2021.
Además, en el también noroccidental estado de Sinaloa la pesca de almeja viene en baja desde 2018 y en 2021 registró 2 mil 599 toneladas.
Pero en el vecino Sonora se recuperó en 2021 – con 6 mil 467 toneladas–, luego de caídas sucesivas en 2019 y 2020.
Sin embargo, el cultivo de ostión se ha derrumbado en el país desde 2015, pasando de 53 mil 037 toneladas a 15 mil 602 en 2021.
Para entender mejor el fenómeno y hallar medidas de adaptación, grupos de científicos han reconstruido condiciones de acidez en el laboratorio.
Desde 2022, cinco especialistas del Cicese evalúan el impacto del agua ácida en abulones rojo (Haliotis rufescens) y azul (Haliotis fulgens), en variables como el crecimiento, la supervivencia, el consumo de oxígeno, el sistema inmunológico, la calcificación, la integridad y densidad de las cubiertas.
Financiado por el Organismo Internacional de Energía Atómica, el proyecto “El impacto de la acidificación del océano en las respuestas fisiológica y transcriptómica del abulón rojo (Haliotis rufescens) en la costa del Pacífico de México”, implica la exposición de 630 individuos de abulón rojo, 630 de azul y 630 híbridos a flujos ácidos.
“Estos estudios son interesantes, por el tiempo en que los organismos estuvieron en ambientes acidificados”, que originalmente duraría seis meses, explica Díaz.
Pero, prosigue, estaban mal a los cuatro meses que suspendieron la prueba, para dejar a los especímenes dos meses para su posible recuperación.
Uno de los resultados preliminares del experimento apunta a mayor resistencia del abulón rojo a la acidez, mientras que el azul exhibe mayor sensibilidad, dato fundamental para los criadores de molusco para elegir la especie de cultivo.
Otro aspecto para considerar subsiste en la influencia de la surgencia sobre las variedades que transporta del fondo marino a la costa y pueden haberse habituado a ese medio.
“El abulón es relativamente delicado. Tenemos que ver qué pasa en la fase cuando están más pequeños, cuando llegan al fondo marino, para llegar a estado adulto. No sabemos si el animal tiene la capacidad de cambiar la proporción de aragonita y calcita”, lo que le demanda mayor energía, indica Díaz, que presentará los resultados finales en noviembre.
Los investigadores planean hacer una microscopía de barrido, diseñado para estudiar directamente las superficies de objetos sólidos, con el fin de conocer el estado de la concha e identificar la mineralogía del recubrimiento con rayos X.
A pesar del problema, México carece de políticas de adaptación a este fenómeno.
Ni la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, en inglés) ni la Estrategia de instrumentación para una economía oceánica sostenible 2021-2024, divulgada en marzo, se refieren a la acidificación del mar. De hecho, este último documento menciona “acidificación” solo una vez.
Además, en el país operan pocos laboratorios para la medición de carbonato, falta una red de monitoreo de costas para determinar la variabilidad de carbonatos y prevalece la necesidad de compromisos institucionales para el funcionamiento de redes de monitoreo a largo plazo.
El académico Hernández destaca la necesidad de la presencia del tema en las acciones, del conocimiento de la academia, de la ruta de las políticas públicas y de la preparación de los pescadores.
“En México ha sido difícil. Se lo hemos hecho saber al gobierno local, hemos tenido acercamientos con acuicultores. El tema debería estar en el corazón de las políticas climáticas y ambientales. No tenemos que bajar la guardia y estar listos para las capacitaciones. Hay que probar con especies más resistentes, buscar alternativas ante un océano cambiante”, plantea.
Díaz, por su parte, confía en proseguir con las investigaciones del grupo con el fin de profundizar en el conocimiento de los efectos de la acidificación y adoptar medidas en consecuencia. “Esto es importante y dar ese conocimiento a las cooperativas”, sugiere.
Tanto la UABC como el Cicese trabajan con el sector pesquero en la adaptación a la acidificación. Por ello, este último cuenta con un banco de unas 80 mil semillas y tres millones de larvas de abulón para repartir entre las cooperativas.
A futuro, la expectativa de Domínguez radica en el cultivo, con el apoyo científico, aunque ese momento aún no despunta en el horizonte.
“No tenemos una bola de cristal para saber. No podemos evitar que lleguen (los fenómenos), pero podemos tomar medidas precautorias. No tenemos suficiente información óptima para cultivar, pero existe la visión de alcanzar cultivo de nivel comercial”, apunta la cooperativista.
Este reportaje fue producido con el apoyo de LatinClima, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y el Centro Científico Tropical mediante la iniciativa Historias que cuentan cambios.
Este trabajo fue publicado inicialmente en IPS. Aquí puedes consultar la publicación original.
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