Los maíces transgénicos con proteínas insecticidas han demostrado impactos en el ambiente y posibles daños a la salud de los consumidores. La población mexicana consume productos ultraprocesados elaborados con maíz transgénico importado desde los Estados Unidos.
Por Emmanuel González-Ortega
Los cultivos genéticamente modificados (OGM) -o transgénicos- se impulsaron desde hace aproximadamente 30 años como una dudosa estrategia para mejorar la productividad agrícola y, en consecuencia, afrontar situaciones como la falta de alimentos, eliminar plagas en la agricultura, o mejorar los ingresos de los productores del campo.
A través del tiempo, solo en algunos países (Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá e India) se han comercializado mayormente dos tipos de cultivos transgénicos: los cultivos con tolerancia a los herbicidas, como el glifosato o el 2,4-D; y los cultivos que expresan proteínas insecticidas (también conocidos como cultivos transgénicos Bt). El término “Bt” se refiere a Bacillus thuringiensis, una bacteria presente principalmente en los suelos. Esta bacteria produce una gama de proteínas conocidas como Cry (por “crystal”, en inglés) con diferentes características y propiedades tóxicas. Desde el descubrimiento de las proteínas Cry de Bacillus, hace aproximadamente 100 años y como estrategia de la agroecología, estas proteínas se han usado ampliamente como control biológico de plagas en la forestería y la agricultura, sin daños a la naturaleza, a los alimentos ni a los consumidores.
Con la llegada de la ingeniería genética, se introdujeron mediante transgénesis, genes que codifican para proteínas tóxicas -también llamadas toxinas Cry-, provenientes de la bacteria Bacillus, en cultivos de importancia económica, como el maíz, el algodón y soya, orientados a la agricultura industrial.
El principio de los cultivos Bt implica que las toxinas Cry estarán presentes en todos los órganos de la planta, lo que les permitirá defenderse ante ciertas especies de insectos que podrían considerarse plagas, por ejemplo, lepidópteros y coleópteros. Es decir, un cultivo que produce “su propio insecticida” o “bioinsecticida”. Existe una gran diversidad natural de toxinas Cry, y éstas forman cristales en el intestino de los insectos, provocándoles perforaciones que producen la muerte de los insectos en el corto plazo.
Aunque algunas plagas han sido importantes en la agricultura de los Estados Unidos y Europa, como son: el gusano barrenador europeo del maíz (Ostrinia nubilalis), el barrenador del suroeste del maíz (Diatraea grandiosella) y los gusanos del complejo bellotero del algodón (Heliothis virescens y Helicoverpa zea), después de casi tres décadas, los cultivos transgénicos Bt no han resuelto el problema asociado a la aparición de plagas, ni la reducción en el uso de plaguicidas químicos, por el contrario, los números indican que, en términos reales, aumentó el uso de plaguicidas para combatir la aparición de plagas resistentes a las toxinas Cry en los cultivos transgénicos.
Desde antes de la introducción de los cultivos Bt, opiniones científicas pronosticaban que pronto aparecerían insectos resistentes a las toxinas Cry, lo cual fue confirmado al poco tiempo, tanto en los laboratorios como en los campos agrícolas. Desde la perspectiva ecológica, la implementación de los cultivos modificados genéticamente para expresar toxinas Cry ha generado quizá la mayor selección de insectos resistentes jamás vista: ya se han identificado poblaciones de insectos con resistencia a múltiples toxinas Cry producidas por los cultivos transgénicos Bt. Actualmente se comercializan cultivos transgénicos que expresan hasta 6 diferentes toxinas Cry, y el aumento de plagas resistentes a las toxinas Cry ha sido muy drástico: de 3 plagas resistentes en 2005 a 26 en 2020, reportadas en diferentes países.
Desde el origen de esta biotecnología se asumió -de manera caduca y reduccionista- que las toxinas Cry tendrían un modo de acción único, aún en especies de insectos que no eran el objetivo, como algunas especies de insectos polinizadores, que también son afectados a nivel letal y subletal por las toxinas Cry de los cultivos transgénicos vía el polen.
En países en los que actualmente se siembran cultivos transgénicos Bt, como la India, esta biotecnología está enfrentando controversias y cuestionamientos sobre su pertinencia ante el aumento de plagas resistentes a toxinas Bt, el cambio climático que afecta los rendimientos agrícolas, el aumento en el precio de las semillas, la dependencia de los productores a semillas privadas y la concentración del mercado de semillas por las corporaciones.
Un estudio de 2019 sobre la seguridad alimentaria global, reportó que México es el país en el que el mercado de semillas de algodón está mayormente acaparado por transnacionales semilleras. Se ha descrito a la biotecnología de cultivos transgénicos Bt como “obsolescencia sociobiológica”, debido a la dependencia agrotécnica, económica, y las consecuencias socioambientales que ha generado.
Las agencias regulatorias que históricamente han aprobado los cultivos transgénicos Bt en algunos países, han asumido que las toxinas Cry presentes en las plantas transgénicas son idénticas a las proteínas producidas naturalmente por la bacteria Bacillus, sin considerar que las toxinas transgénicas Cry han sido sometidas a la ingeniería genética (clonación, construcción de transgenes, etc.).
En los hechos, y para tener la posibilidad de ser patentados, los cultivos transgénicos Bt contienen alteraciones en los transgenes que producen las toxinas Cry, incluyendo: mutaciones, deleciones y adiciones en los genes, introducidas con el propósito teórico de aumentar el espectro de acción o la toxicidad hacia especies de insectos que potencialmente pudieran ser plaga de los cultivos. Esto hace a las toxinas Cry de los cultivos transgénicos sustancialmente diferentes a las proteínas originales de Bacillus, pero no se realizan análisis de riesgo específicos, contextualizados o pertinentes por las agencias regulatorias.
Además de los efectos en los agro-ecosistemas por la presencia de la toxina Cry en los cultivos transgénicos Bt, se han identificado posibles daños a la salud por la exposición o consumo de toxinas Cry en los alimentos: podría alterarse el funcionamiento del estómago e intestinos. También se ha encontrado que las proteínas tóxicas Cry podrían alterar las respuestas del sistema inmunitario, provocando eventuales reacciones alérgicas exacerbadas, relacionadas con el consumo de alimentos (elaborados con cultivos transgénicos Bt). Tampoco se conocen los posibles efectos en la salud de la exposición o consumo combinado de toxinas Cry.
Considerando, además, que la mayoría de los cultivos transgénicos actuales contienen transgenes tanto para los rasgos de resistencia a insectos, como de tolerancia a herbicidas (como el glifosato), es muy probable que pudiera haber efectos en la salud por la presencia de trazas de herbicidas en los cultivos o productos derivados.
De acuerdo a la plataforma privada de promoción de la agrobiotecnología “Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones de la Agrobiotecnología” (www.isaaa.org), en México se han aprobado 11 variedades de maíz transgénico con el rasgo de resistencia a insectos (maíz Bt) para alimentación animal y se han aprobado 70 variedades de maíz Bt para consumo humano de forma directa, o como aditivo.
El estudio científico publicado en 2017 que documentó la presencia masiva de transgenes en productos alimentarios de maíz elaborados de manera industrial en México (https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/21683565.2017.1372841), encontró que más del 80% de las muestras analizadas (tortillas, tostadas, harinas de maíz, botanas y cereales de desayuno) contenían por lo menos un tipo de maíz transgénico como ingrediente de las muestras.
Se encontraron 282 resultados positivos para la presencia de transgenes de la toxina Cry en 209 muestras diferentes de tortillas (equivalente a 1.3 transgenes de toxina Cry por muestra de tortilla analizada). Se encontraron 32 resultados positivos para transgenes de toxinas Bt en diferentes muestras de harina de maíz comercial ampliamente consumida. Ante la presencia tan elevada de transgenes (y restos de glifosato) en los productos industriales ultraprocesados, una hipótesis muy probable es que el maíz transgénico importado de los Estados Unidos termina en la cadena agroalimentaria humana y en productos ultraprocesados con nulo aporte nutritivo.
No es posible conocer la cantidad de toxinas Cry que expresan los maíces transgénicos Bt importados desde los Estados Unidos, dado que ese país no solicita dicha información durante los análisis de riesgo y proceso de aprobación comercial a las industrias agrobiotecnológicas que generan los cultivos transgénicos, además de que, por defecto, se asume que los organismos genéticamente modificados son “sustancialmente equivalentes” a sus contrapartes convencionales.
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El maíz es la base de la alimentación de la población mexicana, en diferentes preparaciones y platillos aporta más del 50% de las calorías y proteínas a la dieta, por lo que la exposición a múltiples toxinas Bt y herbicidas (como el glifosato) es evidente dado el nivel de consumo de productos ultra procesados.
A partir de los aumentos recientes en las cantidades de maíz (transgénico) importado desde los Estados Unidos, debería monitorearse la presencia de toxinas Cry y de herbicidas en los cuerpos de la población de México y tomar medidas precautorias y reparatorias ante los eventuales resultados.
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