El mayor reto para frenar la transmisión de covid en todo el mundo y realmente poder ver la anhelada luz al final del túnel es atender a quienes son más vulnerables: los ancianos y los más débiles, los más enfermos, los que viven en condiciones higiénicas precarias, las minorías étnicas y quienes no tienen que comer
Twitter: @cynthiaitalia
Hace unos días, el diario The Washington Post tituló un artículo de la siguiente manera: “La mejor vacuna es aquella que puedes conseguir”, y sí, es así, tomando en cuenta que hay países, sobre todo del Tercer Mundo, donde las dosis de vacunas aún llegan a cuentagotas y el número de personas vacunadas está lejos de ser significativo.
En países del África o del Medio Oriente como Irán, donde además existe un bloque internacional, el número de dosis que ha llegado es mínima. Según la Organización Mundial de la Salud, apenas se han administrado poco más de 200 mil dosis a una población de 84 millones de iraníes, entre ellos trabajadores sanitarios y ancianos enfermos.
Al país, donde han muerto hasta ahora poco más de 78 mil personas, han llegado menos de 900 mil dosis hasta el momento, procedentes sobre todo de la alianza Covax -que incluye la vacuna AstraZeneca-, y un pequeño contingente de la rusa Sputnik V.
Justo ayer, Italia por ejemplo, anunció que ya han vacunado a 30 millones de personas que, considerando el número de su población, significa la mitad (nada mal), y los planes de vacunar a toda la población van viento en popa.
De hecho, países como Estados Unidos, Gran Bretaña o cualquiera de los pertenecientes a la Unión Europea se han asegurado hasta tres veces el número de dosis de las que realmente necesitan. Una desigualdad tremenda a todas luces.
Apenas el sábado 22 de mayo, sin embargo, la presidenta de la Unión Europea, Úrsula Von der Layen, también anunció que para los próximos dos años la UE colaborará con 100 millones de dosis para los países pobres.
Una buena noticia, sin duda, el problema es que para la aplicación de las vacunas se necesita personal y una organización que permita vacunar a la población en cualquier territorio, cosa que muchos de estos países no tienen. De ahí que el reto para los próximos meses de lograr vacunar a siete mil millones de personas parece aún muy lejano.
Por eso, aunque la idea entre los poderosos ya es clara de que actualmente lo más importante es vacunar a toda la población, hasta el momento ninguna vacuna es 100 por ciento segura, ni 100 por ciento efectiva y mucho menos 100 por ciento disponible. Otro problema es la cantidad de gente que, aún pudiendo, no quiere vacunarse.
Por eso hablar o pensar de “el fin de la pandemia”, si es que realmente se puede hipotizar, depende de muchas medidas que se deben tomar en conjunto, pues aunque la vacuna es ciertamente la piedra angular en este periodo, siguen siendo las medidas de higiene como lavarse las manos y usar cubrebocas, lo que seguirá ayudando a frenar el virus en muchos países.
Pero no sólo, pues en países desarrollados, mientras se habla de la importancia de estar en contacto con el médico familiar para identificar los primeros síntomas y evitar en la medida de lo posible llegar al hospital, especialmente los primeros días del contagio, en los países pobres o subdesarrollados se han dado cuenta de la importancia que tiene también en este periodo de pandemia la desnutrición, pues si de verdad algún día se quiere hablar de inmunidad, se necesitan organismos bien alimentados para combatir cualquier tipo de enfermedad, empezando por el covid-19, donde todo apunta a que se convertirá en una enfermedad endémica, como lo es el resfriado común.
A más de un año de que inició la pandemia se vuelve imprescindible recopilar datos, pero sobre todo, saber interpretarlos. Para lograrlo se necesita vigilancia, trabajo en el campo, la experiencia de epidemias anteriores, porque el Sars-CoV-2 no es tan nuevo, según dicen los científicos, se parece al virus Sars, por ejemplo, y a muchos otros coronavirus.
Pero lo que sí reconocen es que nunca habían visto la enfermedad covid-19, que casi siempre perdona a los jóvenes y afecta especialmente a los ancianos y a los más débiles, los más enfermos, los que viven en condiciones higiénicas precarias, las minorías étnicas y luego los que no tienen nada para comer ni beber como en ciertas partes de África, Asia y América Latina.
Esos fueron los factores que confundió en un principio a la comunidad científica, pero son los mismos factores que hoy siguen siendo el mayor reto para frenar la transmisión en todo el mundo y realmente poder ver la anhelada luz al final del túnel.
Periodista mexicana radicada en Italia, donde ha sido corresponsal para varios medios. Autora del libro Contacto en Italia. El pacto entre Los Zetas y la '
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