El nuevo recorte que ha anunciado el presidente de la República dejará a Semarnat plenamente inoperante. Lo peor del caso es que dañará directamente a quienes se juegan la vida defendiendo nuestros recursos naturales
Twitter: @eugeniofv
Para transformar un país hace falta más que un ejemplo a seguir y subsidios por repartir. Hace falta una intervención activa por parte del Estado para construir capacidades y transformar las relaciones económicas. Cambiar una nación también es imposible si no se fortalecen las capacidades del gobierno para aplicar y mejorar las regulaciones vigentes, para revisarlas y ponerlas a tono con los objetivos de justicia social y sustentabilidad. Por eso el anuncio de que se recortarán aún más los recursos asignados al ejercicio diario del gobierno federal caen como un balde de agua fría a quienes queremos una transformación de fondo.
El caso de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) es especialmente grave. Semarnat ha funcionado, desde que inició este siglo, como una entidad centrada en la imposición de regulaciones ambientales y en el reparto de subsidios. En este sentido, ha enfrentado dos problemas especialmente graves.
Por una parte, la defensa del medio ambiente requiere, más que de subsidios, de un amplio esfuerzo de construcción de capacidades para el que es necesario un enorme despliegue de técnicos en el territorio nacional. Hacer esto sería notablemente más barato que repartir dinero, pero es algo que pocas veces se ha planteado con seriedad, y cuando se lo consideró, durante el gobierno de Vicente Fox, se lo rechazó porque los panistas pensaban que sólo llevaría a construir nuevas clientelas. En cambio, los gobiernos del PAN, del PRI y de Morena han insistido en mantener un diseño institucional de Semarnat que es terriblemente disfuncional, porque está hecho para lidiar con quien llega a pedir dinero, no con quien actúa realmente en el campo y posee y maneja un territorio.
Por otra parte, ante la muy enrevesada normatividad ambiental que se ha construido en ese mismo periodo no sólo urge un arduo trabajo de simplificación y mejora regulatoria, sino que hace falta un enorme cuerpo de funcionarios para procesar la ingente cantidad de formularios que la ciudadanía tiene que llenar. Semarnat nunca ha tenido la capacidad para lidiar con esa regulación, y su lentitud en otorgar los permisos y hacer las verificaciones es tal que en varias entidades los silvicultores se han organizado para pagar ellos mismos alguien que procese las solicitudes, porque de otra forma pueden pasar años antes de recibir las autorizaciones necesarias para aprovechar un bosque o una selva. La incapacidad de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y de la Agencia de Energía, Seguridad y Ambiente (ASEA) para hacer valer la ley son también muestra de lo mal diseñada que está la Secretaría.
Con este panorama de fondo, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, primero con Josefa González Blanco Ortiz Mena como secretaria, y ahora con Víctor M. Toledo, ha elegido mantener en pie la muy onerosa y disfuncional institucionalidad que heredó de los gobiernos neoliberales y, para colmo de males, decidió recortarle el presupuesto. Los números hablan solos de la gravedad de la situación.
Las únicas dos áreas de Semarnat que tienen hoy un presupuesto mayor a precios constantes que en 2001 son la Comisión Nacional del Agua y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas -que sigue teniendo un presupuesto muy interior al necesario, de menos de 900 millones de pesos. La Secretaría en su conjunto tiene un presupuesto menor en 4 por ciento que hace veinte años -y peor aún: si se descuenta a Conagua, el presupuesto del resto de la dependencia es 32 por ciento menor hoy que en 2001.
El nuevo recorte que ha anunciado el presidente de la República dejará a Semarnat plenamente inoperante. Lo peor del caso es que dañará directamente a quienes se juegan la vida defendiendo nuestros recursos naturales, a quienes viven de conservarlos y aprovecharlos, a quienes dependen de sus servicios ambientales.
Los gobiernos del PAN y del PRI construyeron un gobierno obeso al que engordaron constantemente para poder saquearlo. En lugar del gobierno saludable, capaz y al servicio de las mayorías que necesita el país, la Cuarta Transformación nos ofrece un gobierno anémico, en los huesos, inútil para todo, pero que estorba y entorpece el desarrollo nacional.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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