La covid-19 afecta el sistema respiratorio, pero también tiene impactos sicológicos. En los peores casos, los cambios y las dificultades que llegaron con la pandemia pueden aumentar el riesgo de suicidio. Expertos creen que se debe a los duelos o pérdidas significativas acumuladas durante los últimos meses, como la muerte de seres queridos y la imposibilidad de salir a la calle sin miedo al contagio
Texto: Ximena Torres / Zona Docs
Fotos: Dodji Djibom / Unsplash
Así como algunas personas tienen mayor riesgo de enfermar de covid-19 de manera grave, también hay quienes son más vulnerables a las afectaciones psicológicas comunes durante la pandemia.
Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que la preocupación, el estrés y el nerviosismo son respuestas comunes ante la crisis, expertos en salud mental como Francisco Gutiérrez Rodríguez, psicólogo y maestro en salud pública por la Universidad de Guadalajara (UDG), aseguran que para algunas personas estas emociones se vuelven inmanejables y dan pie a trastornos mentales como la ansiedad, la depresión y el insomnio. En los casos más graves, incluso, aumenta el riesgo de suicidio.
En Jalisco, el suicidio es un problema de salud pública que cobra la vida de entre 26 y 36 personas cada mes, de acuerdo con Gutiérrez Rodríguez, quien también es el jefe del Departamento de Psicología Básica del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la UDG. Durante los meses de enero, mayo, junio y diciembre se registra el mayor número de casos debido a celebraciones como Navidad, Año Nuevo, el Día de la madre y el del padre.
Como indica el psicólogo del CUCS, lo preocupante en la actualidad es que muchos de los cambios y dificultades que ha traído consigo la pandemia también son los factores de riesgo comunes del suicidio y las autolesiones.
Entre ellos están los problemas económicos consecuentes a la pérdida del empleo y la reducción de ingresos; el aumento de trastornos alimenticios o de sueño como el insomnio, que provoca que las personas magnifiquen sus problemas durante las madrugadas; el sentimiento de soledad causado por el aislamiento; y la muerte súbita de seres queridos.
“Aun cuando no tenemos las cifras, es evidente que los factores de riesgo se elevaron. Suponemos, por los aspectos epidemiológicos, que va a aumentar el índice de suicidio”, dijo Francisco Gutiérrez.
El incremento de suicidios debido a la pandemia, sin embargo, es sólo una posibilidad “difícil de comprobar”. El mismo experto señala que en las instituciones de salud mental mexicanas muy pocas veces se realizan “autopsias psicológicas” para investigar las razones por las que las personas deciden quitarse la vida.
La ausencia de esas investigaciones representa un vacío de información que impide a los profesionales de la salud mental conocer más sobre los factores de riesgo asociados al suicidio. Y a la vez, tener mejores herramientas para efectuar campañas de prevención efectivas.
Hasta 2017 las lesiones autoinflingidas intencionalmente fueron la undécima causa de muerte más común en Jalisco según el Instituto de Información Estadística y Geográfica (IIEG). Con 658 suicidios consumados en el mismo año, la tasa estatal fue de 7.9 casos por cada 100 mil personas, mientras la nacional fue de 5.2.
La OMS calcula que al menos 20 personas intentan suicidarse por cada una que lo consigue, siendo las mujeres quienes más lo intentan y los hombres quienes más se quitan la vida.
Desde la mirada de Patricia Villagómez, psicóloga y coordinadora de la Clínica del Duelo y Prevención del Suicidio del CUCS, las dificultades emocionales que las personas pueden tener durante la epidemia de covid-19 están relacionadas con los duelos acumulados.
“Un duelo es un malestar que llega con una pérdida significativa, como la muerte súbita de un familiar. Con el covid hemos tenido demasiados cambios de rutinas y pérdidas. Por ejemplo, hemos perdido la libertad de salir de casa sin la preocupación de enfermarnos y de despedir a nuestros familiares fallecidos con rituales religiosos”, explica la psicóloga.
Cuando todas las pérdidas se acumulan es cuando llegan emociones como la ansiedad, la tristeza, la culpa y la irritabilidad. Éstas contribuyen al desarrollo de trastornos físicos y mentales.
Más que detonantes, las preocupaciones llegadas con la emergencia sanitaria son agravantes de los trastornos mentales que padecen los niños y niñas en México.
Alejandra Fernández Villanueva, psicóloga adscrita al Servicio de Psiquiatría Infantil del Antiguo Hospital Civil (HCG) “Fray Antonio Alcalde”, hace esta especificación con el fin de señalar que la ansiedad, la depresión y las conductas autolesivas son padecimientos que sufrían los menores de edad mucho antes de la pandemia.
Según el Instituto Jalisciense de Salud Mental, la necesidad de atención psicológica y psiquiátrica de niños, niñas y adolescentes por los trastornos mentales es de 36.9% en la Zona Metropolitana de Guadalajara y de 28.5% en el interior del estado.
En 2017 el IIEG registró 88 suicidios en los que los y las fallecidas tenían entre 0 y 19 años. Eso significa que, en el mismo año, 13.4% de las personas que se quitaron la vida eran menores de edad.
El grupo de psicología de la iniciativa COVID KIDS del HCG “Fray Antonio Alcalde”, realizó una encuesta vía internet a 95 adolescentes. La finalidad: conocer sus sentimientos y emociones durante la pandemia. Los resultados fueron presentados el pasado 27 de junio en el webinar “COVID-KIDS Salud y Nutrición de Niños y Niñas en Tiempos de Pandemia”. Mostraron que las emociones predominantes eran la tristeza con un 33%, el enojo y el desánimo con 16% y al aburrimiento o indiferencia con 13%.
Según la psicóloga Alejandra Fernández, entre los niños, niñas y adolescentes más vulnerables por el confinamiento están aquellos con habilidades sociales poco desarrolladas.y que son tímidos. Pero también, aquellos que viven situaciones de violencia familiar y pobreza.
Tres cuartas partes de los suicidios son planeados, de acuerdo con el jefe del Departamento de Psicología Básica del CUCS. En muchos casos es posible detectar señales de alerta en familiares y otros seres queridos antes de una muerte por lesiones autoinflingidas.
En algunas ocasiones quienes están en riesgo regalan sus pertenencias prefieren aislarse. Abandonan comportamientos que antes apreciaban, como el aseo personal, y sus rutinas de sueño y alimentación se modifican de manera drástica. Además, fantasean con lo que se siente morir y se preguntan quién estará en su funeral.
Tanto la psicóloga Alejandra Fernández como Francisco Gutiérrez coinciden en que las frases que muestran desesperanza como “quisiera dormir y no despertar” y “yo ya no quiero vivir” no deben tomarse a la ligera. Toma más relevancia aún si vienen de personas que han padecido trastornos mentales o vivieron una decepción amorosa recientemente.
“A veces a los niños, niñas y adolescentes hay que prestarles nuestras palabras como adultos. Hay que hablarles sobre nuestra percepción de su comportamiento y describirles diferentes emociones para ver si identifican algunas. Todos los comportamientos que ponen en riesgo su vida, su integridad o la integridad de alguien más requieren atenderse con un profesional de la salud física y mental urgentemente”, agrega la psicóloga del HCG “Fray Antonio Alcalde”.
Este trabajo fue publicado originalmente en ZONA DOCS que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona