Los Dinamos: Un bosque amenazado por el turismo

3 julio, 2022

Foto: Alejandro Ruiz

Uno de los últimos pulmones de la Ciudad de México se ve amenazado por intereses empresariales que, sin regulación gubernamental y con un falso discurso proteccionista, se benefician de la destrucción del paisaje y los bienes de esta reserva natural

Texto y fotos: Alejandro Ruiz

CIUDAD DE MÉXICO. – Grupo Frisa es una empresa inmobiliaria de México. Desde su existencia se ha dedicado a construir residenciales, parques industriales, centros comerciales y parques turísticos. No han sido pocas las veces que sus obras han sido cuestionadas o denunciadas por incumplir con la legislación ambiental del país.

En la ciudad, Frisa ha encontrado un punto de expansión para sus intereses económicos, esto, tras favorecerse de la visión urbanística de las administraciones que han ocupado el gobierno de la capital desde el 2006. Es en ese momento donde la inmobiliaria anuncia uno de sus proyectos más ambiciosos: Biometrópolis.

El proyecto contemplaba la creación de una serie de departamentos en áreas naturales de la ciudad. Su argumento era la sustentabilidad y el aprovechamiento ecológico. No obstante, las poblaciones que ahí habitan no eran tomadas en cuenta para estos desarrollos.

En Biometrópolis también participaba la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue echado para atrás durante sus primeros años. Esto, pese a ser anunciado y presentado como un “espacio para el conocimiento”, pues contemplaba la creación de un campus de la universidad.

No obstante, los propios investigadores de la UNAM declararon en 2010 que dicho proyecto implicaba un riesgo para la zona geológica y ambiental de Los Encinos, en Tlalpan. Esto, de acuerdo con una investigación de la revista Contralínea publicada en ese año.

“Originalmente lo querían hacer en los pedregales que están a un lado de Tv Azteca; en ese entonces quien era el comisariado comunal metió un amparo y les ganó”, cuenta José Sacramento, un comunero de la Magdalena Atlitic, en la Magdalena Contreras.

José sabe de lo que habla, pues desde aquellos años ha seguido la pista a la inmobiliaria. Él cree que su bosque, Los Dinamos, uno de los últimos pulmones de la ciudad, está en riesgo. Sus suposiciones parecen no ser erradas.

Después la inmobiliaria quiso hacer ese proyecto precisamente aquí en La Cañada; no lo lograron, y después dijeron que lo iban a hacer en la planta de asfalto que está en avenida del Imán. Termina la administración de Marcelo Ebrard y se cae ese movimiento. Bueno, más que nada ese proyecto”.

La inmobiliaria, sin embargo, no ha cesado en sus ambiciones.

“Son ambiciones viejas las que Frisa tiene en nuestro bosque. Por eso estamos alertas, más ahora que han vuelto a aparecer. Bueno, nunca se han ido”, dice Sacramento.

Añade que “la situación comenzó en los años ochentas. En aquél entonces quisieron hacer un campo de golf y un parque estilo Six Flags, pero no pudieron”.

¿Cuáles son las nuevas amenazas sobre los Dinamos?

Sacramento lo dice claro “quieren quitarnos nuestro bosque”.

La larga historia del despojo

Claudia Bernal es vecina de la Magdalena Contreras. Ella recuerda su infancia entre los árboles. De niña, dice, venía a jugar a La Cañada, la parte baja de uno de los últimos pulmones de la Ciudad de México: Los Dinamos.

“Yo me ponía a rodar por esta pendiente. Pero ahora ya ni hay pendiente”, lamenta.

Claudia y su familia viven cerca del bosque; ahí, la ciudad parece ser otra. Por sus calles pasan ríos, y a lo alto todavía se alcanza a ver el verdor de los árboles.

En los últimos años, sin embargo, este paisaje está amenazado por empresas inmobiliarias y desarrollos ilegales que, bajo la omisión del gobierno capitalino, han lucrado con los recursos de esta área natural.

“Ya no es lo que antes era”, dice Claudia. Sin embargo, añade, “esto tiene mucho que comenzó a cambiar”.

Fenómenos como la tala ilegal; los comercios y asentamientos irregulares; el acaparamiento de agua y artilugios legales son las problemáticas a las que, desde hace no menos de diez años, han denunciado las y los vecinos de la Magdalena Contreras.

Dentro del área en la que están los Dinamos corre el Río Magdalena; el cual      es la última corriente natural de agua en la Ciudad de México. Este río baja desde Cuajimalpa; y en su paso por los Dinamos se alimenta de algunos arroyos que desembocan ahí.

Tras el crecimiento acelerado de la capital del país, y con esto el aumento en la demanda de agua y otros recursos para abastecer a la industria inmobiliaria; las fuentes que alimentan del líquido a la ciudad se han ido agotando.

Este hecho ha provocado que el Río Magdalena se convierta en una fuente de suministro de agua para la urbe; o, como destaca Claudia, “para las inmobiliarias”.

Juegos mecánicos, basura, ruido y desechos sanitarios están esparcidos por toda el
área que antes era un espacio donde visitantes se conectaban con la naturaleza. Foto: Alejandro Ruiz

Hace aproximadamente 10 años, relata la habitante de la Magdalena Contreras, las administraciones delegacionales comenzaron a “entubar” el agua del Río Magdalena.

“Todo comenzó con la problemática de que entubaron el río (…) se entubó el río para robarse el agua y llevarla a quién sabe qué colonias”, dice.

Este proceso ocurrió durante la jefatura delegacional de Eduardo Hernández y Leticia Quezada Contreras.

Asimismo, la creación de asentamientos irregulares en algunas zonas del bosque      también impactó en la afluencia de agua que corría en los Dinamos. Todo esto, denuncia Claudia Bernal, fue bajo la venia del Sistema de Agua de la Ciudad de México (Sacmex).

En las colonias de asentamientos irregulares carecen bastante de agua; dado por las condiciones en las que viven. No sube ninguna pipa porque no está pavimentado, no tienen los servicios públicos. Entonces Sacmex, coludido con algunos comuneros, les conectaron tubos de agua y les cobran de 500 a 300 pesos, dependiendo la ración de agua”, afirma.

Las principales zonas en donde se puede observar esta problemática son: Sayula, el Ocotal, San Nicolás Totoloapan y Rancho Pachita. Estas colonias no cuentan con servicios públicos básicos; sin embargo, sus necesidades se han convertido en promesas de campaña para políticos locales. Les prometen conexiones y suministro de sus carencias. Nadie les cumple.

“Estas personas definitivamente sí merecen una vivienda digna, merecen servicios; pero no a costa del bosque”, lamenta Claudia.

Asimismo, estos asentamientos, sumado a la demanda de agua en la ciudad, han afectado directamente el río. Ahora, a diferencia de años atrás, su cauce luce seco. El gobierno, Claudia acusa que quienes esto deriva de un proceso de desvío de agua para favorecer a empresas privadas.

Como ejemplo, destaca, está la planta de tratamiento que existe entre la frontera que divide al primer Dinamo y el segundo. De ahí salen algunas tuberías.

Nosotros tenemos cortes de agua; algo que antes no pasaba y que es ilógico, pues vivimos a las faldas del bosque”, denuncia Claudia.

“Pero las plazas comerciales, las inmobiliarias, esas siempre tienen agua”, agrega.

Aunado a esto, las prácticas de algunos sectores de los comuneros que tienen derechos sobre los Dinamos han puesto en riesgo su ecosistema. Realizan actividades como la tala ilegal, así como el fraccionamiento y venta de lotes y tierras. Todo esto, denuncia Claudia, ha ocurrido en la impunidad durante años.

El procedimiento es sencillo: talar el bosque; descargar la madera en camiones a la vista de todos los vecinos; fraccionar el terreno sin árboles y construir (o ampliar) asentamientos irregulares. Esta práctica es ilegal, pues el bosque, desde 1932, está reconocida como una Zona de Protección Forestal.

“Es un negocio redondo”, dice Claudia.

No todos los comuneros están implicados en estas acciones; tan solo es una parte de ellos. Sin embargo, el grupo que controla estas acciones se ha ido acrecentando.

Ahora, estos mismos comuneros, administran el comercio informal; sin retribuir de alguna manera al saneamiento del bosque, impactando significativamente al medio ambiente.    

Inclusive, tras la aparición de Frisa, estos grupos de comuneros han establecido acuerdos para desarrollar el comercio.

“Esto ha sido a costa de la decisión de los demás comuneros”, dice José Sacramento. “Viven del bosque, y no para el bosque”.

Vivir del bosque, y no para el bosque

A la entrada de La Cañada se pueden observar decenas de negocios. Venden micheladas, comida y recorridos en cuatrimoto. Cobran 30 pesos por estacionar un automóvil. En puntos más altos, cobran 300 pesos la hora por usar una mesa para pasar el rato.

Antes, dice Claudia, esto no sucedía.

“Los comerciantes comenzaron a instalarse con permisos que les daban los comuneros; pero no los regulan”, acusa.

Los comuneros, por su parte, señalan que quienes han otorgado los permisos son un grupo minoritario. La mayoría, acusan, rechazan estas prácticas.

Ahora, estos grupos, inclusive, han instalado juegos mecánicos y baños portátiles (por los que también cobran). Esto genera contaminación. Lo saben. Pero nadie hace nada al respecto.

En La Cañada ya hasta hay venta de ropa; venta excesiva de alcohol; baños públicos con descargas residuales y el uso de cuatrimotos que afecta al suelo. Los comerciantes se expandieron hasta el segundo dinamo; inclusive ya hasta en el lecho del río ponen sus mesas; esto lo hacen coludidos con la comunidad agraria, con los comuneros”.

El problema se acrecentó hace tres años, denuncia Claudia.

Por esos días, coincidió que el concepto de “ecoturismo” empezó a resonar entre las calles de la Magdalena Contreras. Su principal promotor: Grupo FRISA.

FRISA: los ambientalistas

Grupo FRISA reapareció en Los Dinamos hace algunos años. También con la UNAM.

Su discurso, cuenta el activista y habitante de la Magdalena Contreras, Hugo García, era rescatar el espacio de la cañada, el cual estaba en riesgo tras el “abandono”. Debía ser rescatado de los malos pobladores que lo estaban acabando.

“Esto da pie a que la empresa inmobiliaria FRISA entre con un discurso ecológico de que va a salvar, preservar el bosque y sanear el río”, añade Claudia.

FRISA llega a los Dinamos en junio de 2021, a través del empresario Gilberto Llarena, quien también estuvo vinculado a Biometrópolis. Comenzaron derribando la ex hacienda del casco, en el área de La Cañada; esto, con la autorización de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema).

“Tras derrumbar el casco comenzamos a ver letreros de Grupo FRISA con un proyecto de Parque Natural La Cañada; en los carteles también aparecía Sedema”, narra Claudia.

La versión de Claudia es secundada por Hugo García y José Sacramento. Antes la empresa no había puesto los letreros, después aparecieron como “salvadores”.

Ese mismo año, pero el 15 de septiembre, las autoridades ambientales de la ciudad confirmarían las sospechas de los vecinos; el gobierno capitalino trabajaba junto a FRISA en el desarrollo de este parque.

Asimismo, anunciaban la participación de autoridades comunitarias en el proyecto, así como de la UNAM. La Universidad no ha emitido comunicación sobre su participación, pero los habitantes la intuyen porque hablan con el mismo discurso que usaron para legitimar Biometrópolis.

Se hicieron juntas por parte de FRISA para explicarnos cómo estaba la situación, pero solamente dijeron que se iba a preservar el río, pero no dijeron cómo”, dice Claudia.

Estas juntas fueron en octubre, después de que vecinos de la Magdalena Contreras comenzaran a organizarse para defender sus áreas naturales. Esto provocó que comenzaran a detonarse conflictos internos en la comunidad.

En estas juntas asistió un despacho arquitectónico afín a la inmobiliaria: Taller 13.

“Hubo un altercado entre comerciantes y vecinos; porque definitivamente apoyan a FRISA”, señala Claudia.

“Están coludidos, pero no son todos, habemos algunos comuneros que no estamos de acuerdo, y eso es importante señalarlo”, agrega José Sacramento.

Grupo Frisa ha puesto letreros como este son visibles en todo el área de la cañada. Sin
embargo, los pobladores de la Magdalena Contreras acusan que es una simulación,
pues amparan a comerciantes a que contaminen la zona. Foto: Alejandro Ruiz

El motivo del apoyo, intuyen los habitantes de la Magdalena Contreras, estriba en que la inmobiliaria ofreció a los comerciantes hacer un corredor para la venta de sus productos; el cual, en los hechos, ya existe de manera informal en La Cañada.

Nosotros no queremos a FRISA porque ya tiene antecedentes de ser una empresa ecocida que destruye el medio ambiente. Bajo estos argumentos es que no queremos darle entrada a FRISA”, enfatiza Claudia Bernal.

Pese a esto, los mecanismos por los que ha operado la inmobiliaria han sido variados. Entre estos destacan la supuesta posesión legal de la parte de La Cañada; sin embargo, el grupo empresarial no ha presentado los documentos a la comunidad para acreditarlo.

“Ellos se han autonombrado dueños del predio conocido como “La Cañada”, dicen serlo desde los años sesenta, pero también hay una cosa que ha pasado, nunca han mostrado escrituras de ser dueños de dicho predio. En este sentido la comunidad cuenta con una carpeta básica, la cual tiene un códice Tlachinollan de 1535 y una escritura virreinal de 1712. En 1975 se da un decreto presidencial en el cual se le reconocen ciertas hectáreas a lo que sería la comunidad de la Magdalena Atlitic, de ahí nace la comunidad”, enfatiza José Sacramento.

FRISA miente, dice que quiere venir a salvar y preservar el bosque, pero es mentira. No hay credibilidad; pero tienen buen marketing, saben jalar a la gente”, añade Claudia Bernal.

Una intermitente organización vecinal

Claudia y sus vecinos lamentan que lo que antes era un espacio de su identidad barrial ahora se haya convertido en un terreno con juegos mecánicos y contaminación; en un negocio. Los ríos, paisajes, y lugares comunes poco a poco se han ido acabando debido a las negligencias gubernamentales.

Asimismo, acusan que la Sedema, la alcaldía, y el propio gobierno capitalino, no han escuchado sus demandas. En los hechos, dicen, han apoyado a FRISA y al grupo de comuneros que han depredado el bosque.

Ante esto, en 2021 (después de las reuniones que sostuvieron con la directiva de la inmobiliaria, decidieron organizarse. Conformaron una asamblea. Pegaron carteles en el área natural para que la respetaran. Realizaron manifestaciones. Pidieron estudios de impacto ambiental y documentación que realmente acredite la posesión de esas tierras.

Su organización, sin embargo, se ha ido diluyendo; particularmente, resalta Claudia “por las peleas entre partidos políticos que quieren sacar provecho de la lucha”.

La división provocada por las promesas de FRISA ha hecho que su labor no sea fácil. Con la inmobiliaria hay un gran número de comuneros y comerciantes. También algunos vecinos que confían en las intenciones “ecológicas” de la empresa.

“Aunque ellos tienen antecedentes ecocidas. (…) Solo les importa el dinero”, lamenta Claudia.

Mientras tanto, y aunque la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, se comprometió a no realizar ninguna acción sin la aprobación de los vecinos. Los Dinamos siguen deteriorándose, pues lo que comenzó como una práctica desregulada, ha ido escalando hasta agotar los recursos naturales.

Me gustaría que hubiera más organización de todos los vecinos, entiendo que a veces hay apatía o algo así, pero realmente necesitamos rescatar este bosque, porque en un futuro realmente no habrá ni agua; y nosotros en Contreras tenemos esto que es muy valioso: el agua; y obviamente grupo FRISA viene por esos recursos naturales”, concluye Claudia.

Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.