7 noviembre, 2022
México anunció que se compromete a reducir al menos un 30 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero. El problema está en que no sabemos qué tan creíbles sean esas promesas
Twitter: @eugeniofv
El gobierno mexicano, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, hace como que el mundo quedara muy lejos y como si la crisis climática no fuera cosa nuestra. No es solamente que la delegación que acudió a la 27 conferencia de las partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 27) es de muy bajo nivel, sino que además la información presentada sobre los nuevos compromisos de México en la materia —las nuevas contribuciones nacionalmente determinadas (NDC, por sus siglas en inglés)— está incompleta y, a reserva de que se presente más información sobre los cálculos en los próximos días, podrían perfectamente ser promesas vacías.
La secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, María Luisa Albores, presentó este lunes las nuevas NDC mexicanas. Con ello corrigió, al menos en parte, la falta mexicana en la materia, porque desde hace dos años el país tenía que haber presentado su actualización de las mismas y explicar cómo pensaba cumplir lo prometido, cosa que no había hecho. Este lunes, en una conferencia de prensa con apenas un puñado de reporteros invitados y cuyas preguntas no se incluyeron en la transmisión, Albores anunció que el país se compromete a reducir en un 30 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero, y ese porcentaje podría llegar al 40 por ciento si la comunidad internacional aporta un financiamiento suficiente para ello.
El problema está en que no sabemos qué tan creíbles sean esas promesas. El país ha redoblado su apuesta por lo combustibles fósiles, aumentando el uso de combustóleo y de carbón en las centrales eléctricas y frenando la posibilidad de una generación descentralizada de electricidad limpia, incluidas las iniciativas comunitarias. Aunque la secretaria Albores habló de medidas importantes en la generación de energía, cuesta creer que el impacto de siete centrales eólicas en Oaxaca y cuatro centrales solares en Sonora alcancen para compensar el aumento en emisiones de las otras políticas impulsadas por la secretaria de Energía, Rocío Nahle.
Por otra parte, gran parte de las contribuciones de México vendrían de una potencial compensación de las emisiones de carbono del sector energético y del transporte a partir de soluciones basadas en la naturaleza, pero lo que hemos visto en la materia permite pensar que son promesas que no se piensan cumplir. Por ejemplo, la secretaria Albores prometió una reducción de emisiones de 4 millones de toneladas de CO2 equivalente cada año para 2030 gracias al programa Sembrando Vida, pero sabemos por el desencuentro de la Secretaría de Bienestar con la ONG World Resources Institute hace un par de años que esos cálculos son dudosos en el mejor de los casos. Es muy probable, según ha dicho gente al interior de la propia Semarnat, que para colmo de males no se esté tomando en cuenta la deforestación provocada por el programa, sino solamente la captura potencial de lo sembrado.
Otra de las promesas de compensación natural de emisiones viene del “carbono azul”, de la mejora de las reservas y capacidad de absorción de carbono en los humedales costeros. Para ello, según anunció Albores, se implementará una Estrategia nacional de carbono azul, pero esa estrategia no se había publicado aún, al menos hasta hace apenas unas semanas, de forma que es imposible saber qué tan probable o incluso posible será cumplir lo dicho.
Todo ello, además, ocurre en un contexto de brutal deforestación en el país, especialmente en las selvas tropicales, que son muy ricas en carbono. En 2019 y 2020 México perdió más de 300 mil hectáreas de selvas y bosques cada año, y en 2021 se perdieron cerca de 190 mil.
Así las cosas, cuesta creer que el país podrá cumplir lo prometido por la secretaria Albores. Ojalá no sea así. Ojalá este gobierno —y los que siguen, y los que mandan en los estados y municipios del país— entiendan de una vez por todas que el combate contra la crisis climática es cuestión de vida o muerte. Todo indica que no es el caso.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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