En las tierras de uso común del ejido Matanzas hay un inmenso campo de exterminio tapizado con fragmentos de huesos calcinados durante más de una década
Texto: Marcela Del Muro
Fotografías: Mauricio Palos
MOCTEZUMA, SAN LUIS POTOSÍ.- Don Memo recuerda bien este lugar. Él veía las humaredas desde la ventana del tren, por ahí del 2010, en los últimos años que trabajó como maquinista. Para ese entonces, llevaba un año buscando a Moisés, su hijo menor, y cada que llegaba a Estación Moctezuma preguntaba el porqué de esa espesa y negra nube. Nadie en el lugar sabía a ciencia cierta lo qué pasaba; o quizá no querían saberlo.
Desde el 24 de junio del 2019, don Memo, su esposa Carmelita, el colectivo Voz y Dignidad por los Nuestros, uno de los grupo de búsqueda de personas desaparecidas en el estado; junto a miembros de la Fiscalía y la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas comenzaron a explorar estos terrenos próximos al ferrocarril, que están localizados en el ejido Matanzas, perteneciente al municipio de Moctezuma en San Luis Potosí.
Hasta entonces, don Memo comprendió por qué al pasar por aquí, años antes, se sentía tan intranquilo. En las tierras de uso común del ejido se encuentra un inmenso campo de exterminio tapizado con fragmentos de huesos calcinados. En cuanto pones un pie en este sitio, es inevitable pensar en todo el dolor que se vivió en este gran campo arenoso, desértico y hostil.
El municipio de Moctezuma se localiza en una zona conocida como el Oasis del Altiplano, un área semidesértica con abundante agua subterránea, que agrupa a otros dos municipios: Venado y Villa de Arista.
El ejido de Matanzas se encuentra pegado a la cabecera municipal de Moctezuma. Es complicado distinguir los límites entre ellos, pero en Matanzas la tierra es más fina, parecida a la harina, y con cualquier ventarrón terminas cubierto de polvo. En el área de uso común, la vegetación es muy tupida: abundante gobernadora, cactáceas y mezquites; y muchos animales ponzoñosos.
“De este lugar se sabe desde hace mucho tiempo, se llegó por una denuncia, pero fue hasta que se creó la Comisión (Estatal de Búsqueda de Personas) y la Unidad (Especializada de Personas Desaparecidas de la Fiscalía) cuando nos hicieron caso. ¿Sientes esa carga pesada? Aquí, se han enfermado muchas personas del grupo. Por eso, cada que iniciamos la semana de búsqueda, prendo una veladora, un incienso y rezo, para que nos permitan trabajar, nos cuiden”, cuenta don Memo.
Se empezó la búsqueda en junio del 2019, en las tierras que rodean a la noria de Jesús María, una estructura de piedra que se remonta a la época colonial. Desde el inicio, se ha sospechado que al interior del pozo, ahora seco, podrían existir restos, pero hasta ahora ha sido imposible comprobarlo, el lugar está lleno de serpientes cascabel.
“Siempre se ha considerado la parte pericial como la más importante de la búsqueda. Sara, la arqueóloga, lleva la batuta de señalar los puntos y hacer las acciones. La primera unidad de recolección fue de 6 por 6 metros y se dividió en 10 cuadrantes. En ese punto, todavía no dimensionábamos lo que nos esperaba. Fue hasta la segunda semana de actividades, del 25 de julio al 2 de agosto (del 2019), cuando salió la caja de pandora, las concentraciones comenzaron a ser mayores. Sara comenzó a bajar y bajar de nivel y es donde se obtiene la mayor cantidad de restos óseos con exposición térmica al calor, es decir restos óseos calcinados”. Gerardo Aguilar, ministerio público encargado de la coordinación de la búsqueda en Matanzas y parte de la Unidad de Búsqueda, explica que en esta primera zona de la noria se encontraron 18 concentraciones, o fosas, donde además hallaron objetos balísticos, objetos personales como joyas y varillas de brasier, lo que indica que, probablemente, las víctimas sean hombres y mujeres.
“Nos ponían la tierra en la criba y mejor íbamos sacando las piedritas y ramas porque todo lo demás eran dientes y huesitos, bien quemado, que todavía olían a diesel”, recuerda Tere, mamá de Perla Guadalupe Padrón, desaparecida el 14 de junio del 2013. Este constante olor a diesel es algo que ha caracterizado la búsqueda en Matanzas y trajo mucha tristeza a las familias que integran el colectivo.
Esto alertó a las autoridades, debían de ser cuidadosos y sensibles con la forma como manejarían el hallazgo de lo que Gerardo define como “el reflejo de la crisis humanitaria que se vivió, y se vive, en el estado”. Se decidió cuantificar lo descubierto como personas, «porque lo que se busca y lo se encuentra aquí son personas». En ese primer sitio no hay menos de ocho individuos, según los huesos únicos localizados. Aunque este método es más cuidadoso, no nos permite acercarnos a la magnitud de lo que Matanzas ha guardado en su tierra.
A finales del verano del 2019 los medios de comunicación locales informaron sobre este lugar, que se encontraba en la primera fase de exploración. Comenzaron a acercarse a la Fiscalía víctimas que no tenían denuncia por la desaparición de algún ser querido o no sabían qué había pasado con sus carpetas de investigación.
Entonces, llegó el segundo hallazgo en el lugar: “fragmentos más grandes que van de 3 a 7 centímetros de diámetro y se encuentran mejor conservados; pedazos de cráneos y espinas dorsales”. Esto significa, según explica Gerardo, mayor posibilidad de determinar algún perfil genético para encontrar la identidad de estas personas.
Así se ha ido extendiendo la búsqueda a lo largo de la tierra de uso común. Llegaron a El Salitral, que tiene características de haber sido una laguna, ahí encontraron 15 unidades de recolección y tuvieron que bajar hasta 93 centímetros, donde se recuperaron, sobre todo, muchos fragmentos de dientes y se encontraron no menos de 5 personas. Después llegó otra zona conocida como La Joya, pero con ella llegó la pandemia y las actividades se suspendieron hasta enero del 2021; ahí se encontraron 6 unidades de recolección. Los trabajos finalizaron, hasta ahora, en el lugar conocido como El Duraznillo, donde se encontró un canal con 3 unidades de recolección y fragmentos más grandes. Gerardo cuenta que van, aproximadamente, unas quince hectáreas prospectadas solo en el área de uso común, pero aún falta mucha tierra por explorar.
El oasis oscuro del altiplano potosino
“Este lugar no fue escogido al azar, para toda la destrucción y dolor que realizaron en este sitio se requirió ayuda de las autoridades del pueblo”, señala Edith Pérez, fundadora del colectivo Voz y Dignidad por los Nuestros, quien busca a sus hijos Alexis y José Arturo Domínguez; a su hermano Ignacio Pérez, y sus sobrino Aldo Pérez y Milynali Piña Pérez, desaparecidos el 14 de agosto del 2012.
Los vecinos del ejido compartieron que desde el 2009 o 2010 comenzaron a identificar actividades en los campos, pero fue hasta el 2012 que se hicieron habituales. Veían a personas armadas circulando por los alrededores, rodeando el pueblo. Observaron distintas camionetas y camiones, entrando y saliendo del lugar. Incluso hubo hallazgos aterradores en aquellos años, como personas colgadas. Estas actividades duraron hasta el 2015, que el lugar quedó en desuso. Pero, el miedo se incrustó en la mente de los pobladores.
El ejido Matanzas no fue el único campo usado por el crimen organizado en la zona del Oasis del Altiplano. Actualmente, se exploran otros dos puntos en la zona: la antigua mina de onix también en Moctezuma y un campo en el municipio de Venado.
En este último, se han encontrado una cantidad inmensa de envases de cerveza, nopales y árboles agujereados por impacto de balas, pero ningún casquillo. Por sus características, Gerardo señala que lo han identificado como “un lugar que funcionó como campo de entrenamiento”, pero aún falta seguir investigando más sobre el sitio. Es un lugar lejano, con caminos ríspidos que te toma unos 45 minutos caminando, no hay forma de llegar en auto.
El funcionamiento de estos campos se da durante el sexenio del exgobernador priista Fernando Toranzo, que ocupó el puesto del 2009 al 2015. Fue durante esos años que las desapariciones en todos los rincones de San Luis Potosí aumentaron, con 2011 y 2012 como el pico máximo del desastre. Pero el inició de esta época oscura fue durante su campaña política.
En el 2009, Moíses Gámez Almanza tenía 23 años. Estudiaba la licenciatura en comunicación en la Universidad Autónoma y en sus ratos libres producía y participaba en un programa de comedía con Luis Francisco Medina Rodríguez, Marco Antonio y Julio César Coronado. El 9 de octubre de aquel año, grabaron su último programa antes de irse a una fiesta en la colonia Jardines del Oriente, en la capital del estado. Los cuatros chicos trabajaron durante tres meses en la campaña de Toranzo y, según lo que menciona la mamá de Moi, Carmelita, aquella noche la fiesta era de compañeros de la campaña. Desde entonces no se sabe dónde están.
Durante la madrugada, Carmelita llamó a Moi, pero no recibió respuesta. En la mañana, muy temprano, fue a buscarlo a los hospitales, a los separos y al Servicio Médico Forense, no había rastro alguno de él ni de sus tres amigos. Fue a la entonces Procuraduría, pero tuvo que esperar 72 horas para poner la denuncia, después de hacerlo empezaron las extorsiones: pidiendo rescate por el secuestro de su hijo.
Moi tenía un amigo policía estatal, He Man, Mario López Zambrano. Carmelita y don Memo hablaron con él desde las primeras horas de la desaparición de su hijo. El policía les dijo que no se preocuparan, él preguntaría por Moi, pero He Man también desapareció. Solo quedó su carro negro afuera de las oficinas de la policía, constatando su ausencia.
Carmelita y don Memo buscaron a Gerardo Aldaco, ahora titular de la Coordinación Estatal para el Fortalecimiento Institucional de los Municipios (CEFIM), quien invitó a los cuatro jóvenes a participar en la campaña política. Aldaco accedió a hablar con ellos, pero fue tajante: lo mejor era olvidarse de su hijo y sus amigos porque era peligroso y jamás iban a regresar. Ahora se sabe, por las sábanas de llamadas, que Moi trató de hablar con Aldaco aquella madrugada, pero no tuvo respuesta. Se buscó al titular del CEFIM para conocer su versión de los hechos, pero no accedió a entrevista.
El agente encargado de la investigación, Andrés Velázquez, quien quedó paralítico tras un operativo en 2015, sugirió a la familia Gámez Almanza dar el dinero por el secuestro de su hijo. Pero, por el bien de los secuestrados, decidió que lo mejor era que él y la policía no participaran durante el rescate. Carmelita y don Memo entregaron 100 mil pesos, en lo que ha sido uno de los eventos más peligrosos y estresantes de su vida, pero no les regresaron a Moi.
En estos campos de Moctezuma, fue la última vez que el teléfono de Moi Gámez sonó y marcó su ubicación en la antena. Por esta razón, esta búsqueda corresponde a la carpeta de investigación de su caso y de sus tres amigos, que en el estado son conocidos como los desaparecidos de Toranzo. Hace poco, este gobierno fue asociado con empresas fantasmas inmobiliarias relacionadas con los Zetas, según una investigación de Mexicano contra la corrupción y la impunidad.
La búsqueda en Matanzas ha sido agotadora para Carmelita y don Memo, que tiene un problema en el nervio ciático, pero el alejarse de la búsqueda para ellos es prácticamente imposible porque necesitan saber dónde está el ocurrente Moi para estar tranquilos.
El camino ha sido muy pesado, la ausencia sigue doliendo como el primer día, pero el sentirse acompañados en el dolor, en la búsqueda y en el día a día por un colectivo de familias que transitan por el mismo problema, ha hecho un poco más ligera la vida para los Gámez Almanza.
Este año, Voz y Dignidad por los Nuestros no estuvieron juntos para conmemorar el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, el 30 de agosto pasado, por la tercera ola de covid. Pero la lucha sigue en lo individual y en lo colectivo para todos los integrantes del grupo. Para Carmelita y don Memo sigue viva la esperanza de ver a Moi regresar a casa con vida.
Periodista freelance con base en San Luis Potosí. Le gusta escuchar historias y trata de preservarlas, por eso es periodista. Su visión se centra en la cobertura de temas de derechos humanos, migración, desaparición, violencia de género y crisis ambiental.
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