Los 38 segundos de la hora cero

3 septiembre, 2018

Los saldos históricos marcaron la sesión de apertura de la 64 legislatura del Congreso de la Unión, la primera con mayoría de izquierda, que tendrá el enorme reto, no de lidiar con la oposición, sino de asegurar, por primera vez, la independencia de poderes en México

Texto y foto: Daniela Pastrana

Fueron 38 segundos, que condensaron cinco décadas de historia. La 64 legislatura del Congreso de la Unión, la primera con mayoría de izquierda —según aclaró el partido de derecha más viejo del país— llevaba 134 minutos de trabajo y 13 de escuchar el posicionamiento de la senadora priista, Claudia Ruiz Massieu.

Heredera del linaje político del partido de los 90 años, sobrina de un presidente (Carlos Salinas de Gortari), hija de un gobernador asesinado (Francisco Ruiz Massieu), y encargada de recoger los platos rotos de la última fiesta electoral (que redujo sus restos a un montículo), la presidenta del PRI dedicó varios minutos a dar lecciones de madurez política a la nueva mayoría.

“Conocemos el egoísmo de la oposición que todo rechaza solo por consigna. Nosotros no seremos eso, no obstruiremos todo lo que sirva. Esas actitudes son de partidos pequeños, y el PRI es un partido grande”, dijo la senadora, con la soberbia de quien no acepta aún su realidad.

“A los millones de mexicanos que nos dieron su confianza les decimos: están bien representados. Los priistas no somos mercenarios de la política (chiflidos) … los priistas no somos mercenarios de la política (repetición con subida de tono) que cambian de lealtades, de proyecto, e incluso de ideologías, tan pronto como el poder cambia de manos. Nosotros…”

Ya no pudo seguir. Desde el fondo del salón de sesiones comenzó a emerger una cuenta creciente: “… 15, 16, 17 (los legisladores se levantaban de sus asientos) … 24, 25, 26 (se sumaban desde arriba los invitados) … 33, 34, 35 (los puños en alto de la mitad del pleno se mezclaban con los aplausos de los priistas, ya también de pie) … 42, 43, ¡Justicia!”

El pueblo que la clase política desprecia, representado en forma de tribunos, de comunes (la gran mayoría de los nuevos legisladores son rostros desconocidos para los reporteros de la fuente).

Una imagen inimaginable 50 años atrás, también un 1 de septiembre, pero de 1968, cuando el presidente Gustavo Díaz Ordaz presentó su cuarto informe de gobierno y advirtió lo que vendría un mes después: “todo tiene un límite, agotados los medios ejerceré el artículo 89 que me permite, como Presidente, disponer de la fuerza armada: ejército, marina y fuerza área para la seguridad y defensa de la Federación».

Impensable también al año siguiente, cuando los legisladores del “partido grande” ovacionaron de pie el discurso en el que Díaz Ordaz asumió la responsabilidad de la matanza estudiantil.

Ahora, los 43 estudiantes rurales desaparecidos, los normalistas, pobres e indígenas, llegaron con el grito que silenció la apertura de sesiones en San Lázaro para ajustar cuentas con el otrora partido de Estado.

Pero la renovación de la clase política es una idea que cuesta mucho creer, digan lo que digan todos los discursos de la tarde sobre “el mensaje del 1 de julio”. Menos cuando Mario Delgado, el coordinador de los diputados de Morena, respondió a Ruiz Massieu, con un mensaje fuerte, pero que en él se escucha ajeno: “Un clamor recorre este país: Justicia, Justicia, Justicia (…) Entregan un país en ruinas (…) 30 millones de mexicanos votaron en contra de sus reformas”.

¿Quiénes nos entregan? ¿No fue él uno de los senadores que votó en favor de la ley general de educación que ahora su bancada va a abrogar? ¿Alguien recuerda cuántas veces subió a la tribuna para hablar en nombre de las víctimas que ahora enarbola?

Son preguntas, también, para una legislatura de “frutos exóticos”, como les llamó el panista Eduardo Aguilar a los morenistas que usaron siglas de otro partido; de los que simplemente cambiaron de partido (insólito ver, por ejemplo, a Gerardo Fernández Noroña y Germán Martínez sentados uno junto al otro); o de suplentes, pues está vez, como nunca los suplentes entrarán a la legislatura, ya sea porque hubo legisladores que se registraron tanto por la vía plurinominal como de mayoría, y ganaron en las dos, o porque el 1 de diciembre los titulares se van a incorporarán a algún cargo de gobierno. Es el caso de prácticamente todos los que ocupan la “burbuja” donde se sientan los legisladores más influyentes de la bancada mayoritaria: Olga Sánchez Cordero, Rocío Nahle, Alfonso Durazo y Zoe Robledo.

Pese a todo, esos 38 segundos dejaron la sensación de que algo está vez es distinto. En algunos legisladores primerizos se notaba cierto sentimiento de renovación, o incluso de algo parecido al honor del que habló Porfirio Muñoz Ledo en el arranque de su discurso. Porque aún con el discurso radical que le quedaba forzado, Mario Delgado cumplió las expectativas del pueblo-tribuno y salió vitoreado por sus correligionarios, que un poco desconcertados terminaron coreando: “Mario, Mario, Mario” (después, eso sí de “Morena, Morena” y “es un honor estar con Obrador”). Habemus líder de bancada, pues.

Y también líder de la cámara, porque el personaje de la tarde fue Porfirio Muñoz Ledo, un animal político de 85 años y medio siglo de esgrima político en la maleta, que puso el humor y la agilidad mental a la sesión y provocó risotadas de los asistentes. Primero, cuando le recordó a Emilio Alvarez Icaza: “usted no es legislador independiente, es un senador sin partido”. Luego, cuando el petista Óscar González Yañez le ofreció su ayuda: “gracias, de veras se lo agradezco, pero no crea que lo necesito tanto”. Una más, cuando el perredista Antonio Ortega le dijo que había perdido el respeto a su sabiduría y le respondió: “señor diputado, creo que el respeto que usted me tenía era demasiado frágil”.

El octagenario político hizo el repaso histórico, recordó el primer reclamo del “grotesco fraude electoral” de 1988, y la instalación de una Cámara de oposición en 1997, un “respiro democrático que fue anulado poco después por la frivolidad política y la entronización de la democracia”. Luego, habló de la refundación de la República, un mandato del pueblo de México para todos, “desde el presidente electo, hasta el más modesto de los servidores públicos”. Ofreció un parlamento abierto, que buscará consensos, y reconstruir las instituciones “conforme a principios de austeridad, honestidad, transparencia, rendición de cuentas e integridad política”. Se dijo conmovido por “el fervor y esperanza” de los legisladores más jóvenes y destacó la composición de género de la legislatura.

“Es la hora cero de la nueva República”, cerró un discurso cargado de imágenes de esperanza.

Pero la emoción del mensaje no duró más de tres minutos. En su turno, primero de las ocho intervenciones de los partidos políticos, el diputado del Partido Verde Ecologista de México, Carlos Puente, hilvanó una burda e innecesaria defensa del gobierno de Enrique Peña Nieto, que sólo fue aplaudida por el club de amigos que controla la franquicia del verde. Siguió el diputado Ricardo Gallardo, del casi extinto Partido de la Revolución Democrática, con un discurso tan irrelevante que ni rechiflas mereció.

Tocó al ex gobernador veracruzano, Dante Delgado, cabeza del partido Movimiento Ciudadano y ex aliado de López Obrador, empezar a agitar el avispero, al asegurar que “si el gobierno no baja el precio de la gasolina será la primera traición”. Luego, el Partido del Trabajo cedió tres minutos de su tiempo a Emilio Álvarez Icaza, quien resumió una crítica al gobierno saliente que no habían hecho los cuatro legisladores anteriores. “El legado de Enrique Peña Nieto es corrupción, violencia y miseria”. Y tras refrendar la controvertida alianza de su partido con Morena, la joven senadora del Partido Encuentro Social, Sasil de León Villar, cerró con un: “Dios bendiga a los mexicanos”.

Como en los óscares, los mensajes estelares quedaron para el final. La priista Claudia Ruiz Massieu empezó ganando aplausos de las mujeres de todos los partidos al recordar la lucha de las mujeres por el voto y terminó entre gritos de “fuera, fuera”.

El ex gobernador panista de Guanajuato, Juan Carlos Romero Hicks, saludó “sin mezquindad” la nueva alternancia y se congratuló con la izquierda mexicana y sus operadores por la victoria (“no es una época de cambios, sino un cambio de época, la época de la izquierda en el poder”, dijo), pero luego mandó al siglo diecinueve las propuestas del felicitado partido.

Y el morenista Mario Delgado cerró la jornada: “O estamos en la noche de los cínicos o aquí hay varios partidos que no entendieron el mensaje del 1 de julio (…) Se necesita muy poca vergüenza para venir a decir a que por décadas han servido al país cuando sólo se han servido del país”.

A las 8 de la noche, Porfirio Muñoz Ledo declaró cerrada la sesión. Tres horas duró la apertura de la otra transición, la del legislativo, que tendrá el monumental reto de asegurar, por primera vez, la independencia de poderes en México. En el arranque quedaron 38 segundos de esperanza.

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Transición 2018


“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: https://piedepagina.mx«.

Quería ser exploradora y conocer el mundo, pero conoció el periodismo y prefirió tratar de entender a las sociedades humanas. Dirigió seis años la Red de Periodistas de a Pie, y fundó Pie de Página, un medio digital que busca cambiar la narrativa del terror instalada en la prensa mexicana. Siempre tiene más dudas que respuestas.