Casi medio siglo después de ser guerrillero, el escritor Fernando Pineda explica que la lucha armada que eligieron los jóvenes en el periodo de la Guerra Sucia ocurrió porque ya habían agotado las opciones pacíficas. Si lo tuviera que volver a hacer, apunta, elegiría la misma opción
Texto: Vania Pigeonutt
Fotos: Cortesía
CIUDAD DE MÉXICO.- Fernando Pineda Ochoa dice a sus 74 años de edad que volvería a ser guerrillero. Para nada se arrepiente.
Pineda entró a la clandestinidad a finales de la década de los 60, en el Movimiento Acción Revolucionaria (MAR). Le decían EL Gallo.
Si bien las condiciones actuales en México no son las mismas de la Guerra Sucia, destaca que aún hay necesidades sin cumplir.
Pineda fue detenido en 1971 en Veracruz. Estuvo secuestrado un mes en la Ciudad de México. Fue sometido a torturas físicas y psicológicas, antes de ser remitido a la cárcel de Lecumberri.
Durante el rapto conoció a su torturador, Miguel Nazar Haro, y a otros de sus compañeros presos, incluidos a integrantes de la Liga 23 de septiembre.
Cuando Fernando fue detenido, la Dirección Federal de Seguridad (DFS) capturó a otros 18 guerrilleros más del MAR. A todos les tocó el brazo torturador de Nazar Haro, el temido policía que murió impune en 2013.
Eran tiempos en los que la palabra subversivo se tomaba en serio y los disidentes eran desaparecidos, encarcelados o ejecutados. El gobierno mexicano no aceptó la insurgencia. Pulverizó una a una las guerrillas.
En Lecumberri pasó siete años. Ahí leyó sobre sociología, literatura clásica, antropología, teología, y reforzó sus estudios sobre marxismo.
A 48 años de su encarcelamiento, coincide con el historiador Pedro Salmerón: los guerrilleros eran hombres y mujeres valientes.
El ex director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México provocó polémica sobre el grupo guerrillero Liga 23 de septiembre, tras opinar que en el secuestro y muerte del empresario Eugenio Garza Sada, los jóvenes no pretendían asesinarlo, sino que murió asesinado cuando la policía los descubrió.
“De manera valiente esos jóvenes realizaron acciones. Los secuestros eran justificados, en un contexto donde creíamos que la violencia era la ruta, que la oligarquía era uno de nuestros enemigos inmediatos. Todo genera costos”, señala.
–¿Cómo en ese tiempo estaban las condiciones para que decidieras sumarte a la clandestinidad?
–Hubo varias motivaciones antes de irnos a la clandestinidad. Primero eran marchas, eran gritos, antes de enfilarnos a la lucha armada. En Morelia, donde yo estudiaba en la Universidad Nicolaíta, hubo dos movimientos estudiantiles fuertes; uno en el 63, donde sacaron a Eli de Gortari, el ex rector, acusado de comunista, y en 1966 donde yo participé activamente: se paraban los camiones, se protestó frente a oficinas del gobierno del estado. Sin duda, el antecedente directo fue el movimiento estudiantil.
«En el 66 participé de manera más consciente, pensábamos que el camino era la violencia, de otra manera no se podía. Hubo movimientos en otras partes: en Tabasco, en Durango, hubo movimientos estudiantiles. Decidíamos la lucha armada», continúa.
Fernando Pineda se decidió sumarse a la guerrilla tras el desenlace del movimiento estudiantil de 68, con la masacre de Tlatelolco.
Pineda se enroló a Corea del Norte, por intermediación de la antigua Unión Soviética, para recibir entrenamiento militar. Fueron seis meses de entrenamientos bajo el frío y de más de 15 horas seguidas.
Cuando volvió a Veracruz, ya tenía el sobrenombre de Mario y una esposa ficticia. Tenía la instrucción de entrenar a los demás reclutas del MAR.
Su sueño se eclipsó cuando fue descubierto por Casimiro Hernández, un ex jefe de la Policía de ese estado, que era el dueño de la casa que rentó.
El Gallo es originario de la Tierra Caliente de Guerrero.
No imaginaba que su mismo estado pariría años después a dos de las guerrillas modernas más importantes en México: el Ejército Popular Revolucionario en 1996, y como una escisión, dos años después, al Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente.
El aporte más grande de la guerrilla, considera, fue la herencia del valor que inculcaron en las nuevas generaciones.
Pineda fue fundador del Partido de la Revolución Democrática, y también apoyó a algunos candidatos del Movimiento Regeneración Nacional en estas últimas elecciones; pero considera que sus lecciones están más en las aulas de la Universidad Autónoma de Guerrero, donde formó a estudiantes universitarios.
“En esta lucha armada tenemos que participar, no creo que ya me toque, pero si me tocara yo participaría nuevamente. Nosotros habíamos agotado los caminos legales, y es triste pensar en todos los asesinados; desde Óscar González, Arturo Gámiz, todos”, dice.
Pineda Ochoa salió de la cárcel en 1977 indultado. La corriente socialista le pidió que trabajara con Rosario Ibarra de Piedra, quien buscaba desde entonces a su hijo Jesús Piedra Ibarra, integrante del grupo guerrillero Liga 23 de Septiembre que fue detenido y desaparecido por el gobierno mexicano el 18 de abril de 1975.
Se conocieron en 1977 cuando la activista conformó el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados ¡Eureka!
Dice que fue de sus mejores trabajos apoyar a las madres del Comité Eureka, que apoyaron férreamente a las familias, como la de él, para que otros guerrilleros lograran indultos, y en la búsqueda de otros desaparecidos.
“Ella desde hace muchísimo tiempo, una mujer magnífica, un ejemplo de lucha, el estado debió reconocer”.
Fernando ha escrito tres libros, en el primero En las profundidades del MAR, el oro que no llegó de Moscú, cuenta cómo conformaron la organización cuyo dirigente Fabricio Gómez Souza logró que fueran entrenados en Corea del Norte. Sigue Balada Marina publicado en 2013, una historia de él dentro del MAR y La Partera de la Historia que publicó en 2016.
Cierra la charla con Pie de Página con una reflexión: “la valentía te agarra en cualquier contexto, no nos sorprendamos; que haya ganado López Obrador la pasada elección no es garantía que un México de abusos ha dicho adiós”.
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