Las enfermedades de los habitantes, trabajadores y de los cenotes en el municipio de Sudzal llevaron a hablar a esta persona ex trabajadora de la fábrica de cerdos llamada Kekén, que después de ver la enfermedad de un compañero, se atreve a denunciar
Texto: Daliri Oropeza
Fotos: Cortesía proyecto Ha’ de vida
IZAMAL, YUCATÁN.- Comienza la temporada de lluvias en el sur peninsular y en Sudzal, Yucatán, las familias se preguntan qué pasará con la temporada la abundante agua y el exceso de moscas, mosquitos o moscos que permanecen en todos los espacios del pueblo, desde que llegó la granja de Kekén, hace por lo menos 6 años.
La preocupación no es solo porque son molestos y transmitan el dengue, es porque parece que viven del tremendo olor que ha permeado en las calles del pueblo. El clima siempre ha sido cálido húmedo, pero ahora prevalece con el aroma a deshechos de los puercos de esta granja que pertenece a Kekén.
Es una granja que los habitantes terminan por ver como fábrica, por la cantidad de cerdos que produce. Lo ven en la actividad automatizada que tiene la granja, pero también en la cantidad de deshechos que son ahora lo que marca el ambiente de este pueblo maya de Yucatán.
Iktan, palabra maya para decir ingenioso, es el nombre de este empleado que recién dejó la granja y ahora se atreve a denunciar. Es el nombre que pide tener para que no sepan de su denuncia, pues tiene miedo de posibles represalias. Pero lo que sucede en su pueblo con el olor y los abusos de esta empresa lo llevaron a aceptar una entrevista.
“Están tirando las aguas negras, a veces en los cárcamos, y se está tirando el agua a la superficie. Cuando rebosan las lagunas de aguas negras en los meses de lluvias junio, julio y agosto se estancan lagunas, lagunas de aguas negras”. El agua sucia se desborda por el exceso de deshechos que provoca la fábrica de cerdos y por el descuido de la misma.
Todo al rededor de la granja, apesta. La calle principal, dicen los habitantes, es insoportable, intransitable y el olor desagradable llega hasta la carretera.
Iktan describe que los abusos de la Granja Kekén de Sudzal, que además tiene quejas y demandas ante instancias federales, van desde lo ambiental, la salud, lo laboral y la integridad del propio pueblo pues más gente se está enfermando. La empresa comenzó a comprar más terrenos al rededor de la instalación y eso encendió las alertas de la comunidad. No es la única granja de Kekén en la región.
“Cuando llega el olor fuerte al pueblo es cuando los cerdos ya están casi de salida, pues aumentó todo el excremento que se va a tirar. Puede disminuir pero hay días que el olor que llega es insoportable”, explica Iktan sobre los momentos en que el olor se incrementa.
La preocupación mayor entre las habitantes de Sudzal, expresa Iktan, ha sido primero sobre los cenotes, fuentes de agua y conectados a los pozos.
“En el pueblo llegan olores muy fuertes y nos afecta, más que nada por las sinusitis que tenemos bastantes personas. Eso es lo preocupante, la salud y más que nada los cenotes se están infectando, se están contaminando porque ahí es donde tiran toda el agua”.
El ex trabajador describe que hay tubos y bombas para sacar las aguas residuales, y aún así el agua sucia rebosa de las lagunas. El trabajador se enojó cuando se enteró que la fábrica está construida para 36 mil cerdos, pues al interior sobrepasan los 40 mil.
Iktan explica que cada que muere un cerdo lo arrojan a una fosa séptica sellada, que hasta que se llena le echan “unos químicos” para que se deshagan y hay que lavarla cada que se llena. Se lava y después el agua se tira a la superficie. Aunque el fondo es de concreto, el agua de los mismos pozos de la fábrica ya sale con olor.
“No sabemos de vecinos cuántos pozos estén dañados también”, denuncia.
La preocupación del extrabajador es porque puede correr el excremento “por las venas de agua”. Asegura que es preocupante y piensa que les va a afectar como vecinos, porque “son demasiados cerdos los que crían”.
“Más que nada se devalúan los terrenos que tenemos en el pueblo porque tenemos una granja cerca. Cuando vienen vecinos de fuera ellos sienten el olor. A veces, nosotros ya no sentimos el olor porque ya estamos minados. Nosotros ya estamos casi casi acostumbrados a eso, pero sí hay días que sentimos muy fuerte. Incluso hay casos que mejor cierran sus ventanas, ya no quieren el aire natural que tenemos que respirar, ya nos está afectando y mejor cierran sus ventanas porque si no, no se aguanta el olor”, dice Iktan y en su expresión se escucha la tristeza.
Los habitantes de Sudzal, y poblados vecinos como Sitilpech y hasta Izamal son conscientes de que el subsuelo es frágil y que la fábrica de puercos que se instaló puede contaminar el agua de toda esta la región de Yucatán.
Los habitantes dan cuenta de que hay un cenote conocido que “ya huele” a contaminación de la fábrica, es el de un señor conocido como Don Doro.
“Es un cenote muy bonito, da tarea bajarse pero el agua es muy bonita el agua. Está precioso ese cenote, está muy cerca de la granja”.
Los mismos cerdos mueren de infecciones en los pulmones. O del hígado. Eso vio Iktan adentro.
El ex trabajador de la fábrica de cerdos describe que los habitantes de Sudzal padecen de enfermedades desde que la echaron a andar. Enumera que son frecuentes los padecimientos como diarreas, vómitos muy fuertes, dolores de cabeza persistentes que antes no había, también fiebres, enfermedades respiratorias y casos de cáncer que antes no escuchaba tan común.
Describe que de la cantidad de moscos, moscas y mosquitos, que ahora son inevitables, hay vecinos que no pueden ir a trabajar sus milpas, las abandonaron pues no podían entrar por la cantidad de moscos.
“Abandonaron sus terrenos ahí cerca porque el brote de moscos no te deja trabajar, es exagerado. En los meses de agosto sobre todo. Y las moscas verdes en el pueblo, están exageradas. Eso hace años, antes de la granja, no había. Ahorita le llueven las moscas”, describe Iktan.
Antes no había ni un solo mosquito, recuerda el ex empleado de la Granja Kekén. Las personas ponían su hamaca afuera, a dormir entre los árboles si sube el calor. Estas prácticas se volvieron imposibles. Este exceso de moscos también provocó el uso exagerado de insecticidas en las casas.
“Los árboles no duran, el agua trae mucha urea, es bastante por la orina del cerdo”, explica el ex empleado de Kekén.
“Tanta agua que contaminan, tantos litros de agua que están jalando para bañar los cerdos, para lavar los cerdos, para lavar las naves, para lavar los vidrios, para lavar los cárcamos, eso es demasiada agua que tiran al día, ¿te imaginas al mes? ¿a los años? ¿Cuánta agua se está tirando? Y esa agua ya, cuando rebosan los cárcamos ya está contaminada”, describe el ex empleado.
Los habitantes tienen la sospecha de que el agua de su pueblo ya se está contaminando, por eso ya no toman agua del pozo, además las diarreas son más frecuentes de acuerdo con lo que describe Iktan, por lo menos entre sus familiares. Antes sí tomaban el agua de los pozos.
Entre los mismos trabajadores se daban cuenta cuando un empleado ya estaba enfermo y dejaba de ir.
“Hay muchos que ya se enfermaron allá dentro. Adentro sí se enferman, hay uno que ya no regresó al trabajo le dio calentura y sentía dolor del cuerpo. En el doctor le dijeron que era a causa de estar trabajando en una granja de cerdos. Yo sé qué se salió e hizo el retiro voluntario, dijo ya si me voy a seguir enfermando, no voy a seguir trabajando”.
El ganado igual, a los animales silvestres, también se mueren, dice Iktan. Los jabalíes, los pavos se mueren al beber el agua negra esa que hay, cuando hay sequía la beben y se mueren.
La situación se ha vuelto tan incómoda que al comer llegan las ganas de vomitar, y es normal que se te quite el hambre.
Un joven del pueblo, no pasa de 18 años y disfruta de jugar fútbol con sus amigos. Describe que la situación para él, sus primos y amigos con quienes tiene un equipo, es desagradable.
“A veces estamos jugando al fútbol y empiezan a vomitar, sí. O el dolor de cabeza igual. El dolor de cabeza mucho afecta, muchas personas salen con el dolor de cabeza. Si se dan cuenta. A veces estando ahí el olor viene por las noches, cuando estamos en el centro. Salimos a jugar futbol y el olor”.
El dueño de la fábrica no vive en Sudzal, él es de Mérida. Va semanal o quincenalmente.
Iktan describe el modo en el que la empresa les forza a laborar dentro de la fábrica:
“Forzan un poquito a los empleados. Cuando viene el trabajo de carga, es muy difícil para ellos. Toda la noche trabajan, unos se lastiman de la vista, mayormente por los gases, y no descansan. Cuando toca venta, es fuerte el trabajo”.
“Hay muchos vecinos que están incómodos por la granja que se hizo. Porque nos beneficia a unas 40 familias, por decir. Pero nos está afectando a más de 2 mil 200 familias, entre adultos y niños”, dice con tristeza el ex trabajador pensando en cómo van a vivir los niños de su pueblo en el futuro.
Aún con todos estos problemas, las personas siguen pidiendo trabajo en la fábrica de cerdos. La fábrica tiene 50 empleados, no más.
“Bastantes quieren entrar. Les pagan regular. Para mi los explotan. No es un sueldo bien para lo que se hace. ¿Cuántos más años van a aguantar? 15 años a lo mucho, y ya. Están todos dañados de los pulmones. Adentro los cerdos mayormente mueren de problemas respiratorios y del hígado. Muchos muchachos que han trabajado allá se les ha alterado la sinusitis”, dice Iktan.
Iktan ve posible impedir los abusos de la fábrica de cerdos que invadió su pueblo. Preocupado por el futuro, cree que la gente se va a dar cuenta para impedirlo.
“Ha habido mucha gente que quería cerrar la granja. Hacer un plantón para lograr cerrarla. Pero la gente de Sudzal se anima y luego se hecha para atrás”, explica que las personas no quieren problemas con la granja ni quedarse desempleados o que discriminen a su familia para trabajar. “No es suficiente lo que les están pagando para soportar tanto olor y para los riesgos que corre uno como ser humano allá adentro”.
Los habitantes saben que es la fábrica de puercos la que ha dado mantenimiento al espacio público desde que llegó, y con eso ha logrado detener las posibles penalizaciones de los gobiernos municipales y esta situación la describe este ex trabajador.
“Es muy duro, es muy triste porque… pues.. teníamos, la verdad Sudzal es un pueblo muy muy bonito, sin riesgos, podías respirar aire puro. Pero ahorita no puedes, ahora es un aire contaminado y sí nos afecta”.
Para Iktal, su principal preocupación son las infancias. “A los niños, a los nietos ¿qué futuro hay para ellos? nos van a dañar los cenotes más que nada. Los cenotes son los pozos, los pozos que tenemos”.
Cuando la empresa llegó, nadie les dijo lo que sería. En menos de un año la construyeron y la echaron a andar. Fue tan rápido que ni tiempo les dio para investigar que era, y se rumoraba que era ganado. Pero era la fábrica de puercos, que luego saldría al mercado como Maxicarne.
“Tenemos exageradamente granjas por todos lados: Teco, Kantunil, Sitilpech, y hay otras donde están haciendo. Nos va a dañar mucho. Hay mucha preocupación por parte de nosotros, es ¿qué futuro nos espera con eso?”
El ex trabajador denuncia que la fábrica se aprovecha de que haya uso de drogas entre los trabajadores para soportar las cargas laborales y lo excesivo de la contaminación.
La granja de Sudzal de Kekén tiene por lo menos dos demandas ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) por responsabilidad ambiental y una demanda de juicio de amparo para pagar las multas adecuadas por los daños provocados con la granja.
El consorcio como tal se compone de empresas distintas tanto de producción como de distribución. Promueven la aparcería con la que reúnen a pequeños y medianos productores y les da préstamos para que inviertan en industrialización e infraestructura, quedan debiéndole a la empresa esa inversión. Cuando ya está lista, Kekén les surte los cerdos, el alimento, la medicina y el apoyo para su mantenimiento. Luego los recoge y los vende.
Entonces desarrollan y mantienen las instalaciones de granjas, a la vez que reciben los cerdos, el alimento, las medicinas y asesoría para el desarrollo de los animales. Por otro lado están las enormes granjas de engorda, de reproducción y por el otro los contratos con pequeñas granjas locales. Todo conectado les hace ver como una fábrica.
Hay casos donde los dueños registrados de las pequeñas y medianas granjas no son necesariamente empresarios de Kekén. Sino habitantes de los lugares. Y sin embargo, son cerdos que Kekén dota y provocan afectaciones como lo que actualmente se ve en Homún.
Hay publicaciones que detallan que este consorcio fabrica 6 mil cerdos al día que además distribuye en la región a través de su marca Maxicarne., con más de 400 tiendas y de acuerdo con notas periodísticas, Kekén abastece el 80% de la carne de la región del sur peninsular.
Kekén es la principal exportadora de carne de cerdo de México, enviando a los mercados de Estados Unidos, Canadá, Japón, Corea del Sur, Hong Kong y próximamente, China y Cuba.
A pesar de que en el sur peninsular existen más de 400 granjas de puercos, hay ejemplos de resistencias que luchan por mantenerlas cerradas ya que estas fábricas destruyen el acuífero y afectan la vida en todos sus sentidos.
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