Cambiar el posicionamiento actual de la región requiere diseñar una agenda regional que priorice inversiones y desarrollo de capacidades e infraestructuras que agreguen valor al mineral en el plano local, garantizando la observancia y el control efectivos de los impactos socioambientales ligados a la minería de extracción
Texto: Claudia Mazzeo / IPS
Foto: Rudolf Simon/Wikimedia Commons
BUENOS AIRES, ARGENTINA. – Disponer de un recurso estratégico como el litio podría significar ser protagonista de un escenario mundial centrado en la transición energética. Si bien América Latina reúne casi 60 % del litio del mundo, aún está lejos de ese papel, mientras los expertos alertan que la ventana de oportunidad puede cerrarse con el ingreso de nuevas tecnologías.
Cambiar el posicionamiento actual de la región requiere diseñar una agenda regional que priorice inversiones y desarrollo de capacidades e infraestructuras que agreguen valor al mineral en el plano local, garantizando la observancia y el control efectivos de los impactos socioambientales ligados a la minería de extracción.
Así lo afirma la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en su informe “Extracción e industrialización del litio. Oportunidades y desafíos para América Latina y el Caribe”.
Si bien el litio comenzó a ocupar el podio de los minerales estratégicos en la década de 1990 con la comercialización de celulares con baterías de iones de litio, hoy la venta de vehículos eléctricos explica su alta demanda, que crece 25 % anual, según el informe.
Ese crecimiento se debe, sobre todo, a incentivos que brindan los gobiernos de países ricos a la producción y consumo de autos eléctricos para contrarrestar el cambio climático.
“La oportunidad hoy es regional. Las baterías no sólo tienen litio. Chile es hoy un actor importante en la minería del cobre; Brasil tiene aluminio, níquel, manganeso y grafito; hay titanio en Paraguay. Entonces tenemos que reunir toda la materia prima posible —y no solo el litio— para radicar las plantas de baterías en la región”.
Daniel Barraco.
En la región, el crecimiento lleva otro ritmo. La tasa de penetración de esta tecnología está por debajo de 1 %, en promedio.
Según el documento de la Cepal, Brasil tiene el mayor mercado, seguido de México y Colombia. El informe analiza la situación de los países que conforman el llamado “triángulo del litio” (Argentina, Bolivia y Chile, con 56 por ciento del total mundial) y de Brasil, México y Perú, entre otros con posibilidades de desarrollar una importante producción, pese a contar con depósitos menores.
“Esto nos lleva a preguntarnos para quién será esta transición energética y para qué, y a quién está yendo el litio”, dijo a SciDev.Net Guillermo Folguera, investigador de la Universidad de Buenos Aires en problemáticas socioambientales.
En zonas como la Puna (una ecorregión que abarca al norte de Chile, Bolivia, Perú y parte de Argentina), donde la extracción de litio se hace en minería a cielo abierto, Folguera recuerda que personas, animales y plantas viven bajo estrés hídrico, agudizado por los grandes volúmenes de agua utilizados en procesos extractivos.
“La extracción de litio es una técnica de minería de agua que lleva a que se estén secando los territorios. En los salares de la Puna se utilizan volúmenes altísimos de diferentes formas”, afirma Folguera.
En tanto, agrega, en los salares hay contaminación química que proviene, entre otros orígenes, del empleo de productos y de derrames como el sufrido en febrero de 2023 en el Salar del Hombre Muerto, en la provincia argentina de Catamarca. En esa oportunidad, se derramaron 20 000 litros de ácido clorhídrico de un camión de la empresa Minera Del Altiplano-Livent que opera allí.
“Posiblemente debamos preguntarnos por qué en nuestros países se usan técnicas que implican mayor depredación socioambiental, y cuál es el rol de los Estados y organismos de control”, señala.
Por su parte, Daniel Barraco, especialista en energías sustentables de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, dijo a SciDev.Net que, frente a la geopolítica global actual, en donde el riesgo de ruptura de las cadenas de suministro está latente, los países de la región deberían establecer alianzas para reforzar las oportunidades que ofrece la industrialización de minerales estratégicos y el desarrollo de cadenas regionales de valor.
“La oportunidad hoy es regional. Las baterías no sólo tienen litio. Chile es hoy un actor importante en la minería del cobre; Brasil tiene aluminio, níquel, manganeso y grafito; hay titanio en Paraguay. Entonces tenemos que reunir toda la materia prima posible —y no solo el litio— para radicar las plantas de baterías en la región”, opinó Barraco.
Agrega que, logrado eso, lo ideal sería establecer las fábricas de automotores cerca de las de baterías. Brasil lleva, en ese sentido, la delantera.
Barraco se hace eco de las palabras del informe al señalar que es necesario tener presente que los posibles beneficios que ofrece la minería de litio representan una ventana de oportunidad, que podría cerrarse en el curso de algunos años.
La caducidad de las baterías de litio vendría de la mano del desarrollo de tecnologías alternativas, como baterías de sodio y azufre o celdas de combustible de hidrógeno.
“China ya está instalando un gran número de fábricas de baterías de sodio, con la ventaja de que el sodio es mucho más barato que el litio y está en todas partes. Y las baterías de azufre podrían ser aún superadoras de las de sodio, lo que lleva a pensar que, como dice el informe, la ventana de oportunidad del litio se empieza a cerrar”.
El documento de la Cepal sugiere que los países de la región destinen importantes inversiones a investigación y capacitación.
“Se necesita infraestructura blanda, como formación de recursos humanos en temas vinculados a extracción y refinamiento en la minería de litio y a su uso como insumo en actividades productivas de tipo industrial (materiales activos o energía nuclear). Este proceso también exige la creación de infraestructura dura, como laboratorios o plantas piloto para la creación y difusión de conocimiento científico”, puntualiza el documento.
Este artículo fue publicado inicialmente en IPS. Aquí puedes consultar la versión original.
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