En las islas Galápagos todavía quedan doce subespecies de tortugas gigantes, pero se han extinguido al menos tres. Un grupo de científicos y guardaparques ecuatorianos trabajan para salvar a estos animales, de los cuales nueve subespecies están catalogadas en Peligro y en Peligro Crítico de extinción según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza
Texto: David Tarazona / Mongabay Latam
Foto: Galápagos Conservancy, Parque Nacional Galápagos y MAATE.
ECUADOR. -Desde 2023 y hasta inicios de 2024, guardaparques y conservacionistas reintrodujeron 563 tortugas gigantes a sus hábitats naturales en las islas Galápagos en Ecuador. Se trata de una iniciativa conjunta de organizaciones sociales y el Estado ecuatoriano que busca recuperar las poblaciones de estos grandes reptiles.
La estrategia consiste en tomar los huevos de la naturaleza, llevarlos a centros de reproducción y crianza donde las tortugas nacen y crecen, para posteriormente regresar, con la ayuda de los expertos, a su entorno original cuando ya tienen entre cuatro y ocho años de edad. El objetivo detrás de esto es disminuir las posibilidades de que la reproducción no llegue a término, principalmente por ataques de especies invasoras que devoran los huevos, y así lograr que las poblaciones de estas tortugas que están seriamente amenazadas de extinción puedan recuperarse.
La subespecie* más beneficiada fue la Chelonoidis guntheri con 214 tortugas retroducidas, la Chelonoides vicina con 136 individuos, la Chelonoides chatamensis con 30, la Chelonoides donfaustoi con 97 y la Chelonoides hoodensis con 86.
Los reptiles ahora habitan cuatro de las 127 islas que tiene el archipiélago de Galápagos. La reintroducción es significativa porque tres de estas subespecies están en Peligro Crítico de extinción y una En Peligro, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Sin embargo, los esfuerzos de los científicos tras 58 años realizando esta estrategia de conservación, están dando resultados. Así lo confirman los análisis de la UICN que dan cuenta de un aumento en las poblaciones de cuatro subespecies de tortugas gigantes.
La edad máxima que pueden alcanzar de estas tortugas herbívoras sigue siendo un misterio para la humanidad. Se piensa que viven más de 100 años, pero que esto sólo se sabrá con certeza cuando mueran las que los especialistas han reintroducido y otros científicos las identifiquen gracias a con las etiquetas con las que han sido marcadas para darles seguimiento. “Ninguno de nosotros estaremos entonces para saber (cuánto viven), porque son bastante longevas. Hay un registro de una tortuga que se supone que fue extraída por Charles Darwin en 1835 y murió en 2006 en un zoológico en un Australia, lo que significa que habría vivido más de 170 años”, dice Washington Tapia, director de la iniciativa ambiental Galápagos Conservancy. Esta organización trabaja en alianza con el Parque Nacional Galápagos en el programa de reproducción y crianza en cautiverio, que inició en 1965.
La tarea de conservar a las tortugas no es sencilla. Esta inicia cuando las tortugas adultas copulan, meses después la hembra busca zonas bajas con suelos suaves y deposita los huevos. “Hace un hueco de unos 30 centímetros de profundidad, colocan sus huevos, los tapa y se va”, dice Tapia y agrega que no hay cuidado parental por parte de las tortugas. Tapia comenta que las tortugas ponen huevos dos o tres veces al año.
Luego, los trabajadores de la iniciativa llegan a la naturaleza y recogen los huevos. Le sigue la incubación en el centro de crianza. Jorge Carrión, director de conservación de la Fundación Conservando Galápagos así como de Galápagos Conservancy, explica que la necesidad de incubarlas y criarlas en cautiverio surgió para evitar que las especies invasoras que redujeron las poblaciones de las tortugas, consuman los huevos. “En los años setenta, la abundancia de especies invasoras como, por ejemplo, los cerdos ferales era altísima y las tasas de reproducción o eclosión (apertura del huevo) eran prácticamente cero”, dice Carrión.
Tapia comenta que en los centros de incubación, los huevos son colocados en cajas oscuras durante un mes. “Lo que busca replicar el proceso que ocurre en la naturaleza cuando rompen el cascarón dentro del nido y buscan salir a la superficie”. Luego, una vez nacidas las tortugas, sigue una etapa de dos años donde las ubican en un corral que durante el día está abierto, pero que al llegar la noche cierran con una malla para evitar los ataques de ratas invasoras. Después pasan a corrales de adaptación, “con características muy similares a las de su isla de origen”. Incluso en ocasiones no cuentan con disponibilidad de alimento, para que estén preparadas para la vida silvestre.
Carrión explica que “cuando ya tienen el tamaño y la edad indicada, en la que ya no son presas de las especies invasoras”, las pueden retornar a sus ecosistemas. Esto es cuando cumplen cinco años de vida, aproximadamente. Antes de liberarlas, “se les toma muestras para evaluar su salud, se les desparasita y se las coloca en corrales para que solo se alimenten de plantas”, dice Tapia. Esto con el fin de que lleguen en buenas condiciones a su hábitat.
Pero la reintroducción de estas tortugas, implica un importante esfuerzo en logística y transporte debido a su gran tamaño. “Las tortugas a los cinco años pesan de ocho a catorce kilos”, asegura Tapia, por lo que en una sola liberación, pueden participar hasta 30 personas. Esa vez, sin embargo, fue diferemte: “Tuvimos la fortuna de poder usar un helicóptero. Se transportaron hasta el helipuerto y de ahí hacia las islas”, cuenta el director de Galápagos Conservancy. Ya en sus lugares de origen, los científicos buscaron dejar a las tortugas en zonas con alta disponibilidad de alimento. Tapia dice que en los centros de crianza trabajan cuatro personas, pero que se aumentan a diez cuando realizan las estimaciones trimestrales de peso y medidas. Agrega que cuando no cuentan con la fortuna de tener un helicóptero, pueden participar hasta 30 personas en una sola liberación.
Trabajar en múltiples islas con animales que pueden alcanzar más de 1.5 metros de longitud en su caparazón y hasta los 200 kilos de peso es una labor que requiere recursos económicos, de lo contrario sería imposible. Arturo Izurieta, director del Parque Nacional Galápagos, asegura que el programa se realiza en tres centros de crianza en las islas Santa Cruz, San Cristóbal e Isabela, con un costo aproximado anual de USD 250 mil. “Contamos con el apoyo de aliados estratégicos como Galápagos Conservancy que, a través de la Iniciativa Galápagos, aporta con aproximadamente medio millón de dólares al año, incluyendo expediciones e investigación científica”,
El funcionario resalta que las tortugas son claves para el transporte de semillas en las islas.
Las tendencias analizadas por la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) parecen confirmar que los esfuerzos están dando fruto. Aunque siguen en grado de riesgo de extinción, en cuatro subespecies de tortugas gigantes la tendencia confirma que las poblaciones están aumentando. Los censos realizados en 2016 y 2017 confirman que sumando todas las subespecies hay más de 46 mil individuos, incluyendo 7 mil de la Chelonoidis chatamensis en la Isla San Cristóbal. “En la isla Isabela sur pudimos contar más de 6 mil individuos, entre las especies Chelonoidis guntheri y vicina”, dice Carrión.
El director del Parque Nacional Galápagos también resalta el logro en el aumento de las poblaciones. “La especie de la isla Española, que entre los años 60 y 70 registró una población de 15 individuos, ha evidenciado un notable crecimiento con más de 2 mil 500 ejemplares, de los cuales, cerca de 1800, se reintrodujeron gracias al programa de crianza en cautiverio”. Tapia dice que se estima que pese a las buenas noticias, falta mucho por hacer, ya que las cifras actuales representan solo del 10 al 15 % de la población original de estos reptiles.
En el pasado, especies invasoras como cerdos, cabras, hormigas y roedores disminuyeron el número de tortugas gigantes en Galápagos. Hoy, según los tres expertos consultados, las labores de exterminación de las especies invasoras en las últimas décadas han disminuido esa amenaza, pero todavía quedan otras como las plantas invasivas y el cambio climático que impacta las temperaturas y la humedad requeridas en el periodo de incubación. Además, la pérdida de hábitat debido a la agricultura también las afectó y las desplazó, principalmente en las islas Floreana, San Cristóbal, Isabela y Santa Cruz, explica Tapia.
Por otra parte, la basura dejada por los humanos también perjudica a las tortugas que se alimentan de ella al confundirla con comida. Asimismo, cuando ingresan a fincas, los animales domésticos les pueden transferir enfermedades.
Según Cristina Cely, directora de la organización ambiental One Health Ecuador, el tráfico de subespecies de tortugas gigantes y el faenamiento o cacería clandestina también son amenazas relevantes. “Hay tráfico ilegal de subespecies y faenamiento (cacería). Hace falta fiscalizarlo e investigarlo”, dice Cely quien, es su opinión, la autoridad actúa con “inoperancia”.
En 2021, un policía ecuatoriano fue capturado en el aeropuerto Baltra, en Galápagos, con 185 crías de tortugas gigantes y el diario El Universo informó entonces que uno de estos animales estaba siendo vendido en hasta 60 mil dólares en el mercado negro. Adicionalmente, entre 2020 y 2021 fueron asesinadas más de 18 tortugas gigantes en la Isla Isabela. Según denunciaron medios de comunicación ecuatorianos, se trató de una cacería que presuntamente se da para su consumo humano.
*Los científicos consultados explicaron que hay un debate sobre si las tortugas gigantes de Galápagos son especies distintas o subespecies de una sola especie, la Cholonoides. Los científicos aconsejaron referirnos a los diferentes tipos de tortugas como subespecies.
Este trabajo fue publicado inicialmente en MONGABAY LATAM. Aquí puedes consultar la publicación original.
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