«Las madres vienen a recordarnos el significado de la palabra dignidad»

10 mayo, 2025

Madres de desaparecidos marcharon en la Ciudad de México este 10 de mayo: recorren kilómetros bajo la lluvia para gritar «¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!». Con fotografías, cruces y consignas, exigen justicia en un país que supera los 127 mil casos

Texto y fotos: Laura Buconi

CIUDAD DE MÉXICO. – Frente al Monumento a la Madre, en la Ciudad de México, están reunidas decenas de madres, padres, hijos y hermanos que buscan a sus familiares desaparecidos. La plaza está repleta de rostros: muchos vivos; muchos otros, impresos en las lonas que llevan sus familiares.

Todas las personas vienen a marchar por el 10 de mayo, el día de las madres, algunas de ellas: buscadoras. Antes de comenzar la procesión que los llevará hasta el Ángel de la Independencia, algunas de ellas se abrazan con fuerza, y unas lágrimas mojan sus mejillas. Y dicen:

«Una vez más, las madres recorrieron kilómetros, viajando durante las noches, bajo la lluvia, para estar presentes hoy y recordarle a este país —en el centro, en su capital— que en el corazón de su existencia deben estar los desaparecidos y las desaparecidas. Las madres vienen a recordarnos el significado de la palabra dignidad. Una vez más, las madres llegan a resignificar la palabra madre. Una vez más, un 10 de mayo, su convocatoria mueve corazones, mueve mantas, mueve voluntades».

«¿Por qué los buscamos? ¡Porque los amamos!»

Bajo un cielo nublado, desfilan cientos de familiares provenientes de todo el país: hay contingentes de Jalisco, San Luis Potosí, Coahuila, Chihuahua y muchos más.

Una joven mamá y su hijo adolescente avanzan en silencio, con el rostro marcado por el dolor: buscan a su esposo y padre. Una mujer de la tercera edad, de cabello canoso y fuerza incansable, grita a todo pulmón mientras alza al cielo una imagen de la Virgen de Guadalupe, la Madre de todas las madres.

Me encuentro con algunas compañeras del colectivo Una Luz en el Camino, reunidas en un pequeño grupo. También corean consignas, imparables, y al saludarlas tengo la impresión de que se aferran a la repetición de esas palabras valientes como a lo único que les queda.

Todo Paseo de la Reforma se llena de un río blanco de resistencia: fotografías, cruces, gritos de impotencia y esperanza. Las madres de FUNDEC (Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila) encabezan la multitud. Sus rostros arrugados y sus cuerpos frágiles contrastan con la potencia de sus voces y la firmeza de sus pasos, mientras levantan los puños al cielo y gritan: 

“¿Por qué los buscamos? ¡Porque los amamos!”.

Desaparecidos: una herida abierta

Entre la multitud de consignas, logro distinguir unas palabras estentóreas y continuas: “Jalisco es una fosa”. Se trata de un grupo de mujeres que exhiben una pancarta titulada “Jalisco te desaparece”, en la que aparecen más de 40 rostros.

Al llegar al Ángel de la Independencia, muchos familiares se reúnen en sus escaleras para mostrar sus lonas y exigir justicia. Otros se alejan unos pasos para desahogar sus emociones. Unas adolescentes levantan siluetas moradas con la leyenda: “Para las que salieron a estudiar y nunca volvieron”.

“Son casi dos décadas del inicio de esta guerra, donde los gobiernos federal y locales, lejos de erradicar la violencia y el crimen organizado, los han permitido, tolerado e incluso alentado, multiplicando los negocios criminales y las víctimas. Gobiernos van y gobiernos vienen, pero la respuesta es la misma: administrar estos crímenes de lesa humanidad, estigmatizar a las víctimas y sus familias, simular la búsqueda y negar la verdad y la justicia”, comienza el comunicado de las madres de FUNDEC. Con la voz quebrada por el llanto, una de ellas prosigue:

“Llegamos a la indignante cifra de 127 mil desaparecidos. Diversos territorios han sido tomados y son gobernados por el crimen organizado, en convivencia, tolerancia o aquiescencia con las autoridades.

«Según cifras oficiales, 47 personas son desaparecidas cada día. En México, la impunidad envía el mensaje de que estas desapariciones son permisibles. Son el paradigma del crimen perfecto.

«Las madres de las personas desaparecidas, sus colectivos, organizaciones y acompañantes solidarios apoyamos y celebramos la decisión del Comité de Naciones Unidas contra la Desaparición Forzada de invocar el artículo 34 de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas, para que la comunidad internacional actúe ante la grave crisis de violencia que vivimos en México.

“Un signo de voluntad política para combatir la impunidad implica reestructurar de manera real la Fiscalía General de la República y enjuiciar a quienes han llevado al país a esta crisis de derechos humanos. Los sistemas de atención a víctimas, búsqueda y derechos humanos deben ser reformados, y cesar el ejército de funcionarios cómplices de violaciones graves. Porque las madres no nos rendimos: llegaremos a la verdad».

El colectivo continúa leyendo los nombres de las buscadoras asesinadas en los últimos años por exigir justicia. Varias compañeras toman la palabra para denunciar el hostigamiento de las autoridades en Guerrero, Veracruz y otros estados.

Buscar mientras se añora un abrazo

Daniela, una joven madre que busca a su hijo desaparecido en el Ajusco a los 16 años, me pide disculpas al encender un cigarro: “Es que me ganan los nervios. Aquí se derraman lágrimas, dolores y exigencias. Se siente bien recibir acompañamiento en este día, aunque en años pasados hubo más participación».

A unos pasos, doña Olga me recuerda la doble carga de las mujeres: 

«Hoy es un día de lucha porque busco a mi esposo, Ignacio Santiago Pérez, pero dejo a mis hijos en casa. También somos madres, amas de casa; salimos para exigir justicia por nuestros desaparecidos. No pedimos esto. No queríamos que faltaran, sobre todo en fechas como esta, cuando añoramos su abrazo».

Una de sus compañeras se despide, y el llanto la vence. Estalla en sollozos, y las dos mujeres la abrazan de inmediato. Mientras me alejo, con un nudo en la garganta, alcanzo a oír sus palabras:

«Los años arrugan la piel, pero rendirse, compañeras, arruga el alma. Porque vivos se los llevaron… y vivos los queremos».

Las huellas de la memoria

Antes de la marcha, el 8 de mayo, artistas y colectivos inauguraron en el Palacio de Minería la exposición Huellas de la Memoria, que también es un grito de visibilización, un cuestionamiento al Estado y una invitación a la sociedad para organizarse junto a las familias.

“En México existen más de 12 mil personas desaparecidas, aunque en realidad no sabemos cuántas son. La cifra se actualiza, se reduce y se manipula, pero nunca tenemos certeza de su volumen real ni de sus nombres. Así, como sociedad, desaparecemos a los desaparecidos de manera doble, triple, múltiple”, escribe Pilar Calveiro en el texto que abre la exposición Huellas de la Memoria.

La muestra consta de cuatro salas repletas de zapatos de todos los tamaños y estilos. Cuelgan de las paredes y trazan caminos sobre el piso; en sus suelas están grabadas las historias de sus dueños y de quienes los buscan.

Un par de sandalias diminutas llevan inscrito: 

“Soy Abbi y tengo tres años. Busco a mi tío, que desapareció en Sonora. Aún no había nacido, pero sentí el grito de mi madre el día que te llevaron. La acompañé en su vientre cuando empezó a caminar para buscarte”.

“El rastro de la huella registra el relieve de un peso, sostiene el dolor de muchos cuerpos, de personas con nombre y apellido: hombres, mujeres, familias enteras mutiladas. El desgaste de los zapatos marca una ausencia que se hace presente a través del recuerdo, la exigencia de localización, presentación con vida y justicia”, se lee en una pared, donde está impresa la declaración del colectivo Huellas de la Memoria.

“Es crucial equilibrar la búsqueda con el buscador: no hay desaparecido sin quien lo busca. En los últimos años, las buscadoras han demostrado que el gobierno no busca; han desmantelado y denunciado la impunidad en este país”, añade el texto.

Alfredo López Casanova, activista, grabador e integrante del colectivo, explica a Pie de Página: 

“Las familias han aportado todos los datos. En muchos casos, ellas han identificado a los perpetradores e incluso obligado al Estado a capturarlos. Es grave, porque no se les brinda protección: hay casi 30 buscadores asesinados. Solo en el último mes, fueron tres”.

La exposición incluye una línea del tiempo que ocupa una pared completa y recorre la historia de las desapariciones forzadas en México, desde los movimientos estudiantiles de los sesenta hasta hoy. López Casanova detalla: 

“Ahí están los nombres de Acosta Chaparro, Nazar Haro y el general Miguel Bracamontes, creadores de la Dirección Federal de Seguridad y la Brigada Blanca, estructuras represivas que desaparecieron personas en los setenta para combatir a la guerrilla. Hay un vacío aparente entre los ochenta y los noventa, pero estos zapatos demuestran que la estrategia de desaparición siguió operando. Luego, Calderón, con su guerra contra el narcotráfico —que en realidad fue una guerra contra el pueblo—, desplegó al ejército y comenzaron las desapariciones masivas”.

Mientras recorren las salas, familiares y solidarios se reconocen y abrazan. Dos jóvenes de 19 y 21 años comparten su dolor:

“Cuando se llevaron a mi padre, yo tenía cinco años. Le guardé rencor años, creyendo que nos abandonó. A los 13, mi madre me dijo la verdad”.

Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.