14 noviembre, 2022
La intervención del nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro, en el marco de la COP27 de cambio climático fue muy agradecible en un ambiente internacional marcado por la incertidumbre y la falta de ideas nuevas
Twitter: @eugeniofv
Este año debía de haber sido el de las grandes celebraciones de cumpleaños de las convenciones internacionales. Entre noviembre y diciembre de 2022 habrán tenido lugar las conferencias de las partes de dos acuerdos ambientales internacionales de enorme importancia –el Convenio de Diversidad Biológica y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC)– que cumplen 30 años de firmados. Sin embargo, ambos inician su cuarta década sin gran cosa que celebrar y en un ambiente internacional marcado por la incertidumbre y la falta de ideas nuevas.
Por una parte, estos días tiene lugar la conferencia de las partes (COP) 27 de la CMNUCC en Sharm El-Sheikh, en Egipto, y su recepción en el mundo ha sido más de escepticismo ante las posibilidades de la acción internacional y de temor ante la crisis climática que ya padece el mundo que de esperanza por que se logre algo en la cumbre. La reunión está marcada por el hecho de que ni siquiera ambiciones insuficientes como las expresadas por el Acuerdo de París se han cumplido.
Así las cosas, la discusión ha girado más en torno al financiamiento para las promesas ya hechas que sobre aumentos en esos compromisos. En la conferencia egipcia se ha hablado más sobre la obligación de los grandes emisores de gases de efecto invernadero de pagar los daños que ha causado el calentamiento global que sobre cómo impedir que éste vaya a peor.
Mientras tanto, la COP del Convenio de Diversidad Biológica tendrá lugar en diciembre, pero el panorama en el que cumple treinta años difícilmente podría ser menos halagüeño. La crisis de extinciones y biodiversidad que padece el planeta es mucho peor hoy de lo que era cuando se firmó este acuerdo en Río de Janeiro en 1992. La deforestación sigue siendo motivo de alarma en todo el mundo, la pesca arrasa con la diversidad marina y los países no avanzan hacia economías regenerativas. Las metas de Aichi sobre conservación y áreas naturales protegidas, por otra parte, se incumplieron en su mayor parte.
La situación se hace tanto más delicada por el hecho de que los políticos de todo el mundo no han registrado ni la gravedad de las crisis que padece el planeta ni la urgencia de actuar con medidas ambiciosas y radicales para solucionarlas. Ojalá el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, fuera el único que no presta atención a la devastación ambiental, pero el hecho es que ése es un rasgo común no solamente a toda la clase política mexicana, sino a las élites de todo el planeta.
En ese contexto la intervención del nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro, en el marco de la COP27 de cambio climático fue muy agradecible. Ahí el exguerrillero propuso seguir un decálogo de acciones y políticas novedosas, que van desde supeditar los acuerdos comerciales a las decisiones climáticas internacionales (hoy ocurre lo contrario) hasta pedir a entidades financieras públicas y privadas que desinviertan en hidrocarburos.
Más allá de que se esté o no de acuerdo con Petro, su gesto es un paso al frente y un esfuerzo por pensar en términos nuevos que ojalá todos siguieran. El mundo todo se sigue pensando en gran medida en los mismos términos en los que se lo imaginaba hace dos décadas –es decir, con el mismo marco, los mismos valores y las mismas metas que provocaron la catástrofe que enfrentamos hoy–. Cualquier iniciativa que proponga un nuevo marco que permita actuar y salir del atolladero es agradecible. Ojalá pudiéramos hacerlo también en México en tantas otras cuestiones en las que reproducimos vicios anteriores e ideas que ya fracasaron.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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