La partera Asunción Ponce Ramos se convirtió en la primera mujer en ocupar uno de los cargos de mayor importancia en la región, como integrante de la Coordinadora Regional de Autoridad Comunitaria (CRAC)
Twitter: @kausirenio
El 8 de marzo de 2010, consejeros y consejeras de la Coordinadora Regional de Autoridad Comunitaria (CRAC) se reunieron en Colombia de Guadalupe, municipio de Malinaltepec, Montaña alta de Guerrero ,para nombrar a los nuevos coordinadores de su órgano de impartición de justicia. La asamblea se prolongó toda la tarde porque no había consenso. Por primera vez se planteó en estructura de gobierno que incluyeran a una mujer como coordinadora. Después de que todos aceptaron, vino la votación y por primera vez en la historia de la institución comunitaria Asunción Ponce Ramos obtuvo mayoría de votos para ocupar uno de los cargos de mayor importancia en la región.
Después de la elección de las nuevas autoridades, los hombres en su mayoría cuestionaron el nombramiento de la señora Asunción Ponce Ramos como integrante de la CRAC; el argumento era porque es mujer, por lo que no debería de estar en la coordinadora, además no ha sido comisaria, requisitos indispensables para acceder a tan alto cargo en la región comunitaria, pero en sí el pecado de Asunción es el de ser mujer.
En la asamblea, los vecinos de Cuanacaxtitlán, municipio de San Luis Acatlán, decidieron poner fin a la exclusión de la mujer en la vida comunitaria, por mayoría de votos ratificaron el nombramiento en la reunión de Colombia de Guadalupe. La cuestionada coordinadora fue condecorada con la presea “Gila Solís”, alto reconocimiento que otorga el ayuntamiento municipal de San Luis Acatlán, con el fin de reconocer a las mujeres que han participado en la lucha por los derechos humanos y por la democracia en el municipio. La presea fue instituida en 2009.
Antes de que fuera coordinadora de la CRAC, Asunción Ponce Ramos era partera y acompañaba a las mujeres que tenían complicaciones de parto, en su andar en los pasillos de los hospitales de Ometepec y Acapulco, solo llevaba consigo un reloj de pulso que la sacaba de apuros cuando se quedaba sin dinero para regresar a su comunidad.
Nació en 1950 en la comunidad indígena Ñuu Savi Cuanacaxtitlán, municipio de San Luis Acatlán, entre la Costa Chica y La Montaña; su lengua materna le permitía acercarse a las mujeres, en sus propios contextos comunitarios, donde constata la necesidad de buscar estrategias para disminuir los casos de muerte materna. Por eso acompañaba
Cuando se insertó en la promoción de los derechos de las mujeres, llegó a cambiar su reloj de pulso y sus aretes, para obtener medicinas fiadas en las farmacias que requerían las mujeres parturientas internadas en hospitales de San Luis Acatlán, Acapulco e, incluso, de Ciudad de México.
No había día que no saliera sin su cuaderno percudido donde tenía anotados los números telefónicos de los directores de los diversos hospitales y de las líderes de las organizaciones feministas en Guerrero, a quienes llamaba cuando tenía complicaciones en su gestión
A los 30 años de edad, empezó como promotora de salud voluntaria en su comunidad, ahí aprendió los primeros pasos de la medicina con el fin de ayudar a sus paisanas; incursionó en el campo de la medicina alternativa sin dejar de lado a las embarazadas, que por falta de dinero no podían acudir al hospital para dar a luz, fue esa la necesidad que la llevó a participar en distintos talleres para parteras.
El primer parto que atendió fue de una mujer que no tenía para ir al hospital básico comunitario de San Luis Acatlán: “En esa ocasión estaba en mi casa cuando llegó un señor muy angustiado para pedir que atendiera a su esposa; lo acompañé y le ayudé al parto teniendo como instrumentos unas gasas y una tijera”.
De los hospitales saltó a los foros sobre muerte materna en Guerrero, cuando San Luis Acatlán se ubicó en primer lugar en muerte materna en 2005, ahí conoció a mujeres activistas del mundo, con quienes tejió relaciones y pasó a ser parte de la organización de mujeres Kinal Antzetik que fundó la feminista Nelly Palomo.
“Aprendí a defenderme como mujer, porque como mujer y como indígena siempre hemos estado relegadas; primero como indígena, luego como mujer por el simple hecho de ser pobre; estoy segura que esto me dio la pauta para reflexionar sobre la violencia contra las mujeres, tanto en el entorno familiar como en el institucional. Decidí enfrentar el grave problema que vive mi municipio, al ocupar en el 2005, el primer lugar a nivel nacional en muertes maternas”, dijo en una entrevista Ponce Ramos.
La vida de la activista está cargada de violencia intrafamiliar: “Me casé porque tuve miedo a las críticas hacia mi papá, quien en ese tiempo era un líder en la comunidad; cuando me pidieron la mano, él era secretario de la comisaría, pero también ya había sido comisario, por eso no me quedó de otra que decir que sí. Si hoy me volvieran a pedir que me case, estoy segura que les diría que no, ahora ya hemos caminado en la lucha por los derechos de las mujeres”.
En esa platica en su casa Asunción contó lo que veía en su casa cuando su papá fue comisario: “Me tocó ver cómo llegaban las mujeres golpeadas a mi casa; unas brutalmente golpeadas, otras sin ropa, echadas de la casa como cualquier objeto; eso fue lo que me hizo rechazar en reiteradas ocasiones el matrimonio, lo cual terminé aceptando”.
Cuando la excoordinadora era joven en la comunidad de Cuanacaxtitlán sólo se estudiaba hasta tercer grado de primaria, pero ella logró estudiar hasta quinto grado. A pesar de que no tuvo la oportunidad de cursar la universidad, Asunción habla con total soltura sobre política, así como de algunas enfermedades, del proceso de gestación y de la defensa de los derechos humanos.
Las angustias y el rechazo en los hospitales fueron continuas: “Me ha tocado enfrentar la insensibilidad de los directores de los hospitales de Ometepec y Acapulco. Si te ven sola o mal vestida, te rechazan porque no dicen que no tienen para pagar medicamentos o para pagar a los donadores de sangre”.
En su andar conoció el maltrato de funcionarios del hospital de Ometepec cuando el personal de ese nosocomio se negó a recibir a una mujer que iba con la complicación de parto.
“Las mujeres se mueren porque la atención en el hospital no es la adecuada, ni pertinente; si nosotras no alzamos la voz, la política pública no cambiará; se tiene que trabajar en el diseño de una nueva estrategia para el control prenatal, además de sensibilizar a los médicos para que brinden un trato de respeto a todas y a cada una de las mujeres”.
Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona