23 agosto, 2022
La violencia estética se fundamenta sobre la base de cuatro premisas: el sexismo, la gerontofobia, el racismo y la gordofobia, por lo cual siempre le va a exigir a las mujeres feminidad, juventud, blanquitud y delgadez. La investigadora Esther Pineda advierte que la gran mayoría de niñas y mujeres lo padecerán en su vida
Texto: Daliri Oropeza Alvarez
Fotos: Sergio González
CIUDAD DE MÉXICO.- La violencia estética es un término que ya permea en los medios de comunicación. Señala el canon de belleza impuesto a las mujeres en un estado constante de inconformidad. Y esto es a causa del patriarcado capitalista.
El concepto lo propone Esther Pineda G desde 2012. Es doctora en Ciencias Sociales y escritora. Autora del libro “Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer”.
La violencia estética es toda la presión a la que son sometidas las mujeres para responder a la expectativa y exigencias de belleza. Esta presión puede provenir de distintas instituciones y agentes de socialización, como la familia, la escuela, los grupos de pares, los medios de comunicación, las redes sociales, ha explicado Esther Pineda G en estos años sobre el concepto.
“La mayoría de las personas en algún momento de sus vidas han ejercido la violencia estética”, asegura. Esto, además de pensar en quienes han sido violentadas. Y eso es parte del mismo ciclo de violencia.
Ese canon de belleza occidental, blanco, europeo, que exige juventud, delgadez, feminidad, lo vemos en los anuncios, revistas, películas y más. Es el que provoca violencia estética y discriminación, como el reciente caso del restaurante Sonora Grill de Polanco, en la Ciudad de México, donde separaban por salas a las personas dependiendo el color de su piel.
El concepto de violencia estética que propone Pineda resuena. Incluso, una reciente campaña del gobierno de España para el verano usó el concepto para “reivindicar todos los cuerpos” y disminuir los estereotipos de belleza y la violencia estética en la temporada vacacional en Europa. El objetivo es terminar con las discriminaciones corporales. En la imagen de la campaña se ven cinco mujeres diferentes entre si, basándose en edades, pieles, tallas, y una con mastectomía.
«El verano también es nuestro» es la frase que distingue la campaña. La titular del ministerio español que realiza la campaña tuiteó: “Todos los cuerpos son válidos y tenemos derecho a disfrutar de la vida como somos, sin culpa ni vergüenza. ¡El verano es para todas! #ElVeranoEsNuestro”.
Sin embargo, diversas mujeres criticaron la campaña; precisamente porque reproduce la violencia estética: una imagen fue modificada para efectos de la campaña–; y Esther Pineda G fue la primera en señalarlo en Twitter.
Es grave lo que pasó porque es una manipulación de la imagen de estas mujeres para hacerlas más aceptables socialmente”, asegura Esther a Pie de Página.
En entrevista, habla de los errores en los que incurrieron, sobre la dimensión social de la problemática de la belleza, pero sobre todo, de los ejemplos para intentar revertir esta violencia, desde la colectividad y el compartir las experiencias.
—¿Cuál es el mecanismo de la discriminación en la violencia estética?
—La violencia estética se fundamenta sobre la base de 4 premisas: el sexismo, la gerontofobia, el racismo y la gordofobia, por lo cual siempre le va a exigir a las mujeres feminidad, juventud, blanquitud y delgadez.
La violencia estética le hace creer a las mujeres que son ellas y sus cuerpos los que están mal, haciéndolas sentir culpables, haciéndoles sentir vergüenza, diciéndoles que solo hay unos cuerpos válidos y bellos y que para acercarse a esa belleza y valoración social deben modificar sus cuerpos; de lo contrario tendrán que vivir las consecuencias que son la desvalorización personal y social por no satisfacer esa expectativa de belleza.
—¿Cuál es la historia que permea el canon estético en los países de América Latina?
—El canon de belleza imperante alrededor del mundo es principalmente aquel difundido por los productos culturales norteamericanos; en los cuales desde la década de los 60 conviven dos cánones de belleza: el de la delgadez extrema y el de la chica sexy y voluptuosa de calendario.
En algunas regiones predomina un canon más que otro, lo cual también está vinculado a criterios de clase social. En los países del Caribe es predominante el estereotipo de la chica de calendario; aquella de grandes proporciones asociados a la realización de varios procedimientos estéticos. En países como Colombia son conocidas como las producidas; en Venezuela, como las explotadas; o en México como las buchonas; mientras que en los países del sur como Argentina, Chile, Uruguay, el canon de belleza predominantes es el de la extrema delgadez. Este también ha sido acogido por las mujeres de las llamadas clases altas latinoamericanas, porque se asocia a la elegancia.
Sin embargo, América Latina le ha impreso su propio estilo a ese canon de la chica de calendario de grandes proporciones, imaginario de belleza que también se viene extendiendo a otras latitudes debido a que celebridades como Kim y Klohe Kardishian, Cardi B, Nicki Minaj se vienen realizando procedimientos como el BBL o lifting brasileño que han logrado popularizar ese canon de grandes proporciones gracias a la cirugía estética que ha sido predominante en el caribe latinoamericano.
—¿Qué diagnóstico tienes de la dimensión colectiva de la violencia estética?
—La mayoría de las niñas y mujeres han vivido la violencia estética en algún momento de su vida o lamentablemente la vivirán; ya sea por su peso, por su pertenencia étnico-racial, porque no son tan femeninas, por su edad, por la tenencia de alguna discapacidad.
Al mismo, tiempo, la mayoría de las personas en algún momento de sus vidas han ejercido la violencia estética contra otras, principalmente contra las niñas y mujeres, pues está muy instalada en el imaginario colectivo y en oportunidades se ejerce con aparentes buenas intenciones o sin tener conciencia de que se está ejerciendo violencia estética.
Un ejemplo de ello es cuando se le insiste a alguien en bajar de peso “por su salud”, alisarse el cabello “porque se vería más bonita”, decirle a alguien a modo de chiste que debería comer más “porque está muy flaca”, recomendarle a una mujer pintarse el cabello “porque las canas la hacen ver más vieja”, entre miles de comentarios que son emitidos y recibidos en las diversas interacciones sociales que tiene una persona a lo largo del día.
—¿Qué experiencias te llevaron a conceptualizar la violencia estética?
—La primera forma de violencia que yo viví fue la violencia estética de carácter racista cuando era muy niña. En lo que empecé a participar en actividades sociales fuera del hogar empecé a recibir los comentarios de que era fea porque era negra, por mis rasgos de herencia africana, por mi cabello rizado, ideas que son promovidas por adultos y que lamentablemente llevan a otros niños y niñas a reproducirlas.
La ausencia de representación, el bombardeo mediático de mujeres que eran consideradas bellas en las que por supuesto no había ni remotamente alguna que se pareciera a mí, y en la medida que crecí por supuesto la violencia estética sexista en la que se nos exigen ciertas formas corporales de lo que se espera sea y se vea una mujer; a esa experiencia personal se sumó el ver y escuchar a otras muchas mujeres familiares, amigas, compañeras sentirse mal con sus cuerpos, con su apariencia, e incluso ver a través de la prensa cómo muchas mujeres se ponían en riesgo y se reseñaba que morían (y sigue ocurriendo) al realizarse procedimientos estéticos invasivos para cumplir con una demanda de belleza.
Todo eso me hizo pensar que si le pasaba a tantas no podía ser un problema de cada una sino que había algo más profundo y estructural y es lo que me llevó a investigar cuáles eran las causas de este fenómeno.
—¿Cómo revertir el canon patriarcal capitalista que nos bombardea de modo social y medios?
—Lo primero es entender que no es un problema individual sino que es un problema social, multicausal y plurifactorial. Por ello debe ser abordado y atendido desde diferentes ámbitos.
No basta el amor propio, debe cambiar la forma en que las personas son vistas y tratadas socialmente por su imagen y su corporalidad, lo cual implica comenzar a erradicar chistes, comentarios y juicios sobre la imagen y los cuerpos de otras personas en el ámbito familiar, en las relaciones de pareja, en la escuela en el trabajo; exigir a los medios de comunicación mayor diversidad corporal, de edad, étnico-racial en sus narrativas y representaciones; incentivar la discusión de estos temas en los espacios en los que hacemos vida y colectivizar la experiencia.
Seguramente otras niñas y mujeres la están pasando mal con su cuerpo y saber que es algo que no les pasa solo a ellas puede ayudar a mirarse de otra forma.
—¿Qué ejemplos observas en América Latina que reviertan la violencia estética?
—Muy poco se ha avanzado en el mundo y particularmente en América Latina en ese proceso de revertir la violencia estética. Los espacios de visibilización y discusión de estos temas los están realizando feministas y el activismo gordo, organizando charlas, debates públicos, visibilizando la problemática en los medios de comunicación, algunas docentes llevando el tema a las aulas con sus alumnos, así como algunas marcas pequeñas que comienzan a incorporar la diversidad de tallas en sus productos y la diversidad de cuerpos en la promoción de los mismos.
Son iniciativas que no han alcanzado la masividad de las grandes almacenes de ropa, representaciones corporales que no están en los medios de comunicación masivos, al mismo tiempo que por parte de los Estados sigue siendo un tema absolutamente desatendido, por el contrario, sigue siendo reproducido y promovido.
Por ejemplo, cuando desde instituciones del Estado, gobernaciones y alcaldías se siguen organizando y financiando con dinero público eventos que reproducen estos estereotipos y concursos de belleza locales.
—¿Qué sucedió con la campaña el verano es nuestro en España? Hubo mal uso del concepto de violencia estética?
—Lamentablemente la campaña propuesta por el ministerio de la mujer contra la gordofobia y la violencia estética terminó reproduciendo aquello que pretendía interpelar.
En primer lugar porque se extrajo sin autorización la imagen de varias mujeres de sus redes sociales y se expuso sus corporalidades a la mirada y los comentarios de millones de personas en el contexto de una campaña gubernamental, sabiendo que justamente la exposición pública de los cuerpos no hegemónicos genera reacciones de hostilidad, agresividad, acoso, bullying, entre otras.
Además se ejerció violencia estética al modificar arbitrariamente la imagen de dos mujeres, una de ellas tiene una doble mastectomía y le colocaron un seno y a la otra mujer con una pierna protésica le colocaron una pierna de carne y hueso, el problema acá es que el sustrato de esta modificación de sus imágenes tiene que ver con la idea de presentar cuerpos no hegemónicos pero tampoco sean tan transgresores, es decir, vamos a editarlos para que no se salgan tanto de la norma, para hacerlos más “estéticos”, más aceptables, y esto justamente es violencia estética.
Eso es como que tomen la fotografía de una mujer gorda y la adelgacen, o tomen una fotografía mía y me aclaren la piel y me alisen el cabello; es grave lo que pasó porque es una manipulación de la imagen de estas mujeres para hacerlas más aceptables socialmente y acercarlas más a ese canon del que se han alejado, lo cual supone un acto de violencia contra sus corporalidades, sus historias de vida, contra sus experiencias concretas, pero también contra su activismo.
Botas llenas de Tierra. Tejedora de relatos. Narro sublevaciones, grietas, sanaciones, Pueblos. #CaminamosPreguntando De oficio, periodista. Maestra en Comunicación y cambio social. #Edición #Crónica #Foto #Investigación
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