Uno de los pocos establecimientos abiertos –y con show en vivo– tuvo que negarle el acceso a unas 30 personas que deseaban bailar y cantar los éxitos de Mónica Naranjo y Gloria Trevi. El aforo al 50 por ciento como establecieron las autoridades fue alcanzado; y Alberto y su amiga Claudia tuvieron que seguir caminando para buscar otra opción
Texto y fotos: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- República de Cuba es una de las calles preferidas del centro histórico para salir de antro; pero contrario a otros fines de semana en los que con todo y pandemia era muy transitada, el pasado jueves 6 de septiembre lució prácticamente desierta. De manera “oficial” se anunció que después de 17 meses por la pandemia, reabrirían sus puertas bares, antros y salones de fiestas. La realidad es que ya sea por necesidad laboral o por irresponsabilidad, algunos de estos establecimientos nunca cerraron sus puertas y trabajaron de manera clandestina.
Algunos trabajadores y mesas vacías sobre las banquetas esperaban la llegada de comensales, pero en la calle solitaria no había ni un alma. Eran alrededor de las 9:30 de la noche, los niños, hijos de los vendedores ambulantes, jugaban pelota en el callejón del 57. Una camioneta con dos señoras a bordo y luces llamativas anunciaban por altavoz la venta de fruta; pero ni quién les comprara bolsas de a 10 pesos.
Temis Bon vive en Tlalnepantla en el Estado de México, labora en uno de los antros de la calle de Cuba. Es draga y sus funciones ahora consisten no sólo en bailar y dar show. Con esta reapertura, también recibe a la gente; y se encarga de realizar la toma de temperatura y de aplicar gel antibacterial en la entrada del luminoso lugar.
Comenta que, en cuestión de ingresos, ha sido complicado la modalidad de abrir sólo como restaurante; pese a que percibe un sueldo base, la mayoría de sus ganancias son las propinas que el público le deja al ver su espectáculo artístico. “La reducción del aforo al 50% sí repercute en esas ganancias”.
Los bares, antros y centros nocturnos fueron de los primeros negocios afectados; pararon actividades el 22 de marzo del 2020. Ahora, según datos de de la Asociación Mexicana de Bares, Discotecas y Centros Nocturnos, abrieron un aproximado de 4 mil 850 establecimientos.
Río, aprovechó y también instaló su negocio en esta popular calle. El joven de ojos verdes era bailarín en un centro nocturno; pero tras cerrar y para sobrevivir, durante la pandemia emprendió un negocio de waffles en forma de pene que vende en el famoso tianguis de la Lagunilla. “No quiero dejar de bailar pero ahorita es de lo que vivo”.
La noche iba transcurriendo, algunas personas comenzaron a llegar. Uno de los pocos establecimientos abiertos –y con show en vivo– tuvo que negarle el acceso a unas 30 personas que deseaban bailar y cantar los éxitos de Mónica Naranjo y Gloria Trevi. El aforo al 50 por ciento como establecieron las autoridades fue alcanzado; y Alberto y su amiga Claudia tuvieron que seguir caminando para buscar otra opción.
“Se puede convivir, se puede socializar, siempre y cuando se tengan las medidas necesarias”, comentó Alberto que acudió acompañado por su amiga Claudia al centro histórico. Éste joven puntualiza que los contagios no solo se dan en estos lugares; también pueden darse en el transporte público, en los centros comerciales y hasta en la tienda de la casa; por lo que considera que uno debe ser responsable de cuidar las medidas sanitarias.
Su amiga Claudia dice sentir todavía un poco de temor pero confiesa que ya le hacía falta salir, «Pues a ver cómo nos va”, finaliza.
Personal del INVEA, conocidos por sus gorras y chalecos verdes, se desplegaron por las calles del primer cuadro de la metrópoli revisando que las medidas establecidas se cumplieran a cabalidad. Por otra parte, varios elementos de la policía ciudadana también se desplegaron en un operativo que tenía como fin retirar el ambulantaje. Niños en bicicleta y jovencitos en motonetas, corrían de un extremo a otro de la calle y a toda velocidad en sus vehículos para informar la ubicación exacta de estos elementos.
El operativo que iba por los ambulantes, también hizo que las cortinas de los lugares que abrieron se bajaran antes de la media noche.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
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