2 septiembre, 2024
El presidente López Obrador rindió su último informe de gobierno frente a un zócalo repleto de simpatizantes. En más de dos horas y media de discurso enumeró sus logros, dejó tareas a Claudia Shenbaum, mandó al carajo a la oligarquía y criticó a los Estados Unidos
Texto: Arturo Contreras y Alejandro Ruiz
Fotos: Duilio Rodríguez y Jesús Almazán
CIUDAD DE MÉXICO. -“Se hizo mucho entre todos y desde abajo”, dijo López Obrador al resumir sus seis años de gobierno en su último informe presidencial. Después se jactó de que en seis años empezó a revertir la decadencia que se produjo con la política neoliberal de los últimos 36 años en el país.
“Pudimos, relativamente pronto, fincar las bases para iniciar una etapa nueva que ya se conoce e identifica como la Cuarta Transformación”, dijo ante unas 25 mil personas sentadas frente a él y a otras decenas de miles que abarrotaron las calles aledañas al centro.
Como si su proyecto político fuera una casa, con una alegoría aseguró que la dejará en las mejores manos; las de la presidenta electa Claudia Sheinbuam.
“Vamos a poner un ejemplo que se me viene ahora a la cabeza: construimos nuestra casa con mucho esfuerzo, como lo han hecho muchas familias pobres, con autoconstrucción, poco a poco”. empezó a contar.
“Pero nos falta. Empezamos a construir también el anexo, la ampliación de la casa para un hijo que se casa, una hija que se casa, y se construye y ya se tiene el material ahí (…), pero ya se tiene uno que ir o se va uno”, dijo sobre el fin de su gobierno.
“Pero qué felicidad que quien va a quedar en sustitución de uno es una mujer excepcional” aseguró. “Porque las cosas que van a quedar pendientes, pues estoy absolutamente seguro que se van a concluir”.
Antes de esa frase, con un “¿Verdad ,Claudia?” el presidente recordó a la presidenta electa un par de proyectos que faltan de concluir: las últimas dos estaciones del tren El Insurgente que llega de Toluca a la Ciudad de México y la restauración de los murales del Centro SCOP, que quedaron afectados tras el sismo de 2017 en la Ciudad de México. Lo mismo hizo con quien será la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, para que no deje trunco el proceso de rescate del ISSSTE.
Los vítores no cesaron en la Plaza de la Constitución durante las palabras del presidente, quien presumió su respaldo popular con una cifra: Según el INEGI, la confianza social en el gobierno se incrementó en 132 por ciento, poco más del doble, entre 2017 y 2023. Después remató con un dato de la OCDE: de todos sus países miembros México es el tercero con más confianza de la sociedad en su gobierno.
Galeria de foto: Jesús Almazán
“Queremos kratos con demos. Democracia, lo hemos dicho varias veces, se compone de dos partes: demos es pueblo, kratos es poder, la democracia es el poder del pueblo. Lo que quieren los oligarcas es kratos sin demos, quieren poder sin pueblo. ¡Al carajo con eso!” dijo casi al final de su discurso.
Durante su discurso, que demoró cerca de dos horas y diez minutos, López Obrador se hizo un espacio para hacer una rápida, pero formal, consulta a mano alzada en una plaza abarrotada de sus seguidores.
“A ver, aquí vamos a hacer una consulta, aunque mañana nos van a criticar, pero es muy divertido, porque como se enojan tanto, vamos a hacerlo lo más formal posible porque, si no, van a creer que es una encuesta de esas que hacía Massive Caller”, dijo con una sonrisa un poco más pícara que la que mantuvo durante todo su discurso
“A ver, que levanten la mano los que piensan que es mejor que a los ministros los elija, y a los jueces, el presidente y los senadores. Que levanten la mano”. En la plaza nadie alzó la mano. “Pues no veo a nadie”, confirmó el presidente.
“Que levanten la mano los que consideren que es mejor que los elija el pueblo, a jueces y magistrados”, dijo y al momento, miles levantaron la mano. “Bájenla. Abstenciones, que levanten la mano”, nadie la alzó. “No hay abstenciones”, concluyó el tabasqueño.
Aprovechó tambien para mandar un mensaje a los embajadores de Estados Unidos y Canadá, con quienes “pausó la relación” durante la semana por lo que el presidente consideró actitudes injerencistas por sus dichos sobre la misma reforma.
“Para que lo internalicen nuestros vecinos, amigos y vecinos de Estados Unidos. Lo digo con todo respeto. Que no olviden que la democracia en América, en Estados Unidos, comenzó eligiendo a los jueces, que en Estados Unidos así comenzó la democracia. Y si quieren bibliografía, que busquen La democracia en América, de Tocqueville”.
Mientras el presidente enlistaba los logros de su gobierno, en el asta bandera del zócalo los colectivos de madres buscadoras recordaban una de las deudas de su gobierno: encontrar a sus seres queridos.
En silencio, acorraladas por policías y por unas vallas que las separaban de la multitud, las buscadoras alzaban los carteles con los rostros de sus familiares. Nadie las increpó, y tampoco parecían alterar el ambiente festivo a su alrededor.
De pronto, un gesto de incomodidad se vio en algunos de sus rostros cuando el presidente, en sus logros, presumió haber encontrado a Catarino Garza, un general revolucionario fallecido en Colombia, y en quien el gobierno destinó más de 9.5 millones de pesos para buscarlo así como a personal de la Comisión Nacional de Búsqueda.
Mientras el mal sabor provoca un silencio incómodo, a unos metros de las buscadoras el señor Anastasio, de Sonora, llevaba otro cartel, pero con el rostro del presidente López Obrador.
–¿Usted qué piensa del plantón, de las protestas? – le pregunto.
–Esos del Poder Judicial están manipulados por la derecha – me dice, convencido, para después enumerar sus quejas contra jueces, fiscalías, policías y actuarios.
–¿Y de las madres buscadoras?
– A ellas todo mi respeto.
El presidente no les dedicó ni una sola palabra.
En el zócalo, aunque el ambiente era de fiesta, también se sentía un dejo de nostalgia.
La mayoría de los asistentes eran adultos mayores, una de ellas la señor Martha, de Azcapotzalco, quien ahora usa una silla de ruedas y ve el informe desde una de las pantallas instaladas a la orilla de la plaza.
“Tenemos 24 años viniendo aquí, confiando en López Obrador”, dice, recordando viejas batallas, como cuando vino a defenderlo del desafuero, o cuando se plantó en Reforma para denunciar el fraude electoral.
“También marché por el petróleo, y cuando Peña Nieto le hizo fraude”, agrega la señora Martha, quien dejó de caminar por la edad, y la diabetes.
Sus ojos son indescifrables, como si en medio de la alegría, todas las Martha que marcharon y salían religiosamente a votar por López Obrador perdieran un poco de su historia.
El presidente sigue enlistando sus logros. Habla, por ejemplo, de la pensión a adultos mayores. Miles celebran, como el señor Francisco, de la Gustavo A. Madero.
“Yo recibo mi pensión pero nadie me obliga a venir”, dice, orgulloso, alzando su tarjeta del Bienestar. Luego, da una lección de historia:
“La oposición dice que esto es clientelar, pero no se ponen a pensar que muchos de nosotros nos hicimos viejos con el Presidente”.
Apenas termina de hablar, el presidente reparte las últimas arengas de su mensaje. Critica a la oposición, a los Estados Unidos, a los conservadores. Felicita “al pueblo sabio”. Antes de que termine, el señor Francisco, y miles más, le gritan: “¡Sí se pudo, sí se pudo!”, aunque otros, muchos otros, piensen que en realidad no se avanzó nada.
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