En unos días, México tendrá medio millón de casos confirmados de covid-19 y 50 mil muertos. ¿No será ya un buen momento para que López Obrador convoque a la unidad nacional frente a la pandemia?
Twitter: @chamanesco
Empeñados en acrecentar sus diferencias e ignorar sus coincidencias, el gobierno y la oposición han logrado politizar la pandemia y enfermar la política.
En cinco meses, desde que el Coronavirus llegó a México, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido incapaz de controlar la epidemia, y cada semana se rompe un nuevo récord de casos confirmados diarios, o se alcanza un nuevo peldaño en el siniestro “ranking” mundial de países con más víctimas mortales.
En esta semana, dos cifras alimentan el pesimismo y alientan la crítica.
La de los muertos: 47 mil 472, que colocan a México sólo por debajo de Estados Unidos y Brasil en número total de defunciones por Coronavirus, y al gobierno de la “cuarta transformación” en un penoso podio junto a las administraciones de Donald Trump y Jair Bolsonaro.
El haber “rebasado” a Inglaterra en número de víctimas mortales hace que resuenen tambores de guerra en el bando opositor, que ahora pide la cabeza del subsecretario Hugo López-Gatell para satisfacer el deseo de que alguien pague los platos rotos.
Desde la 4T, se asegura que esa cifra es maniquea, pues hay que contar el número de muertos por millón de habitantes, y así México cae hasta la posición 11 en la lista de países. Como si eso fuera menos penoso.
Luego está la cifra de los casos confirmados: 434 mil 193, que colocan a México en sexto lugar de países con más casos. Un dato que, nuevamente, habrá que ponderar por el tamaño de las poblaciones de los países más afectados: Estados Unidos, Brasil, India, Rusia, Sudáfrica, por mencionar los que aparecen arriba de México en el mapa de la Universidad Johns Hopkins.
Y, finalmente, la de los casos registrados en un solo día: 9 mil 556 el pasado sábado, que nuevamente es la cifra más alta en una sola jornada desde que llegó el Coronavirus a México.
Un “nuevo récord”. Casi 10 mil contagios en un solo día, que no se habían registrado ni siquiera en el mes de junio, cuando según el gobierno estábamos en “el pico de la pandemia”.
Una cifra de contagios equivalente a los acumulados en los primeros dos meses de la crisis sanitaria.
Las cifras distorsionan la discusión pública. Irrumpen en medio de un debate que ha trascendido ya lo sanitario, para inscribirse de lleno en lo político.
Se alcanza el mayor número de contagios registrados justo en el día en el que es portada de los diarios la carta de nueve gobernadores de oposición que exigen la destitución de López-Gatell, quien ha pasado de técnico epidemiólogo a gestor de la crisis política provocada por el semáforo de reactivación de actividades económicas en el territorio nacional.
Los choques del subsecretario con la Conferencia Nacional de Gobernadores; el coro de los dirigentes nacionales del PAN, PRD y MC pidiendo su salida; las manifestaciones del Frente Nacional Anti-AMLO usando el Coronavirus como bandera para demandar el fin anticipado del sexenio son avisos de una posible escalada de crisis: de lo sanitario a lo económico y de lo económico a lo político.
Mientras se acumulan enfermos y muertos, mientras se hacen los recuentos de las pérdidas económicas, la oposición, el gobierno y el partido en el gobierno debaten la permanencia de un funcionario cuya primera misión era únicamente dar un informe técnico todos los días a las siete de la noche y terminó convertido en el principal (si no es que único) responsable de resolver un problema que atañe a todos.
Gobierno y opositores no están debatiendo sobre las opciones que tiene México para encarar esta crisis de salud (nunca lo han hecho, nunca han sido convocados para hacerlo y, por lo visto, nunca lo harán). Están discutiendo si López-Gatell debe seguir o no.
La situación de emergencia de salud, que incluso ya provoca más muertos que la crisis de seguridad, no detona un debate nacional en el que todos, con responsabilidad, pongan argumentos y propuestas sobre la mesa.
López Obrador no convoca a la unidad frente a la pandemia. Prefiere aferrarse a la versión de que todo está bien y, como la frase que se atribuye a El Quijote, cree que si los perros ladran es porque “vamos avanzando”.
El debate público se da alrededor de suspicacias y prejuicios, y no a partir de hechos, datos y certezas.
Como sociedad, encontramos en López-Gatell y en el cubrebocas dos símbolos para eludir nuestra responsabilidad ciudadana, colectiva e individual. (Se critica al funcionario desde el mismo smartphone que se usa para organizar una “reunioncita”).
En unos días, México tendrá medio millón de casos confirmados y 50 mil muertos.
Se habrá llegado a cifras que no estaban en ningún pronóstico.
¿No sería ése un buen momento para que el gobierno de López Obrador, los partidos en el Congreso, las autoridades de todo el país, las cúpulas empresariales y los líderes de todos los sectores dejaran de insultarse (dejaran de insultarnos), y se sentaran seriamente a conversar para buscar una salida a la crisis?
¿O seguiremos contando enfermos y muertos, mientras esperamos a que alguien invente una vacuna?
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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