Desde 1925, la especie originaria de Argentina ha saltado de país en país. En Australia, la utilizaron para acabar con los nopales que ahí se convirtieron en plaga. En 2006, el insecto llegó a México, nación reconocida como centro de origen del nopal y en donde existen más de cien especies nativas de esta planta. Su arribo sobresaltó a productores, investigadores y funcionarios de gobierno
Texto: Aminetth Sánchez, Yael Hernández / Mongabay
Foto: Wikimedia Commons, especial Mongabay
CIUDAD DE MÉXICO.- Las larvas los devoraban por dentro. Decenas de ellas se arrastraban con calma mientras consumían poco a poco el tejido interno. Les hacían hoyos y túneles, los dejaban deformes, les quitaban su característico color verde y parecía que los desinflaban. Los pudrían. Era mediados de 2006 y los nopales del sur de Isla Mujeres, en el estado de Quintana Roo, al sureste de México, enfrentaban una invasión: la plaga de la palomilla de nopal.
A contraluz era posible ver lo que ocurría dentro de las pencas. Ahí había entre 70 y 80 pequeños gusanos que se movían y se las comían. Al abrir las plantas, era aún más evidente que esas pequeñas larvas de unos tres centímetros y de color naranja con franjas negras eran las causantes de despedazar a las cactáceas. Los expertos aseguran que en su estado larvario, el insecto conocido como polilla o palomilla de nopal (Cactoblastis cactorum) es capaz de terminar con una sola penca en 24 horas.
“A diferencia de otras especies, las 70 larvitas que nacen no se atacan entre sí”, explica Juan Cibrián Tovar, profesor investigador del Colegio de Postgraduados de la Universidad Autónoma Chapingo y quien estuvo en Isla Mujeres cuando se combatió la plaga. “Las 70 colaboran y todas empiezan a comerse al nopal”.
El 31 de julio de 2006 se detectó la plaga en la punta sur del destino turístico de Isla Mujeres, a una hora de Cancún. La especie de nopal afectada fue la Opuntia dillenii, esa que tiene un tono verde similar al del limón y espinas afiladas de hasta cinco centímetros de largo. El Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), responsable de vigilar la plaga, desconoce cuántas hectáreas exactas se vieron afectadas. Los datos oficiales señalan que la palomilla dañó al menos a los nopales que se encontraban en un tercio de la isla.
Los investigadores que estuvieron ahí prendieron las luces de alarma. No era para menos. La presencia de ese insecto en México era un asunto que requería atención inmediata, sobre todo para evitar que esta plaga se extendiera por la zona continental del país, un territorio que es reconocido como centro de origen de los nopales, en donde estas cactáceas son protagonistas de varios platillos, son generadoras de empleo y símbolo cultural.
Es imposible imaginar la bandera, las monedas o la comida mexicana sin el nopal. Es imposible imaginar los paisajes de México sin nopales.
“El nopal es un símbolo nacional. Si tenemos un bicho que se come todos los nopales, estamos en serios problemas. No solo se comen nuestra identidad, sino que se van a comer nuestra comida”, explica Jordan Golubov, especialista en ecología de poblaciones de cactáceas y profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco.
Los taxónomos no se ponen de acuerdo, algunos estiman en más de 100 el número de especies de nopales nativos y cultivados en México. Otros disparan la cifra más arriba y calculan que supera las 200 especies. La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) estima que, al menos, 19 especies son muy susceptibles a ser atacadas por el insecto. Los científicos creen que podrían ser muchas más. La única manera de saber si afectaría a todas las especies es dejando que las ataque. Eso es algo que nadie quiere ni imaginar.
La palomilla de nopal está considerada entre las más de mil 500 especies exóticas que se han identificado en México. Además, este insecto está entre las 400 especies que son clasificadas como invasoras, según la Conabio. Incluso, este insecto es considerado de alto riesgo, en especial por las implicaciones que tendría para México, país que es el primer productor de nopales a nivel mundial con 874 mil toneladas al año, según reportó la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en 2022.
La palomilla de nopal es originaria de la región centro-norte de Argentina. Es un insecto que inicia su ciclo de vida como un pequeño huevo amarillo de unos 0.4 milímetros de largo, a los 35 días se convierte en una larva naranja que ataca los nopales, a los 20 días se transforma en una pupa y a los 10 días termina como una palomilla grisácea con alas que pueden alcanzar hasta los 40 milímetros, 100 veces el tamaño del huevecillo inicial.
El primer salto fuera de su país lo dio en 1925 cuando llegó a Australia, donde alrededor de 25 millones de hectáreas habían sido sembradas con el nopal Opuntia stricta porque antes eran consideradas “tierras inútiles”, según indica Helmuth G. Zimmermann en su libro Cactoblastis cactorum: biología, historia, amenaza, monitoreo y control de la palomilla del nopal.
Esos nopales llegaron a Australia entre los siglos XVIII y XIX, transportados por personas que tenían como meta incrementar la producción de la grana cochinilla (Dactylopius coccus), un insecto que permite obtener un colorante natural que, en ese entonces, se usaba para teñir los uniformes de los soldados británicos, conocidos como casacas rojas. “Decidieron hacer sus propios cultivos en sus colonias: en Kenia, en Australia, en Sudáfrica. Donde pudieron poner nopales, pusieron nopales”, dice Jordan Golubov. “El problema es que el nopal se convirtió en una especie invasora per se, porque la llevaron, nadie se la comía, no tenía depredadores. Eran unos problemas gigantescos”.
En el caso australiano, el nopal era el invasor. La solución para terminar con los nopales en Australia fue llevar en barco algunas palomillas desde Argentina para que sirvieran como agente de control biológico y acabaran con las plantas. En mayo de 1925, unas 2 mil 750 larvas fueron llevadas a territorio australiano, ahí se reprodujeron en jaulas, hasta alcanzar poco más de 2.5 millones al finalizar el año. De acuerdo con Zimmermann, los insectos fueron liberados entre febrero y marzo de 1926.
La eliminación de los nopales en Australia se consolidó entre 1935 y 1940. Desde entonces, ya no se han liberado más palomillas. “Si ves las fotos del control biológico antes y después en Australia es algo espectacular. Le dedicaron hasta un monumento a la Cactoblastis por el efecto que tuvo”.
El caso de éxito de la palomilla de nopal en Australia está incluido en libros sobre control biológico que explican cómo algunas especies atacan a otras que son causantes de plagas.
La misma estrategia se aplicó en 1930 en Sudáfrica, a donde llegaron 112 mil 600 bastones de huevecillos de Cactoblastis cactorum, pero esta vez provenientes de Australia. Se les llama bastones porque las hembras apilan de 70 a 90 huevos de unos 0.9 mm para formar una cadena o un pequeño bastón.
A partir de 1950, la palomilla del nopal se utilizó como herramienta de control biológico en Hawai, en Isla Mauricio, en Isla de Nevis, Montserrat, Saint Kitts, Antigua y Gran Caimán. También hubo dispersiones accidentales y naturales en Puerto Rico, Cuba, República Dominicana y en Florida, Estados Unidos.
Si en otros países la llegada de la palomilla fue un alivio, para México es todo lo contrario. Ese pequeño insecto y sus larvas son una amenaza latente.
La plaga que amenazaba con llegar a México desde 1989, cuando se detectó por primera vez en Florida, Estados Unidos, finalmente aterrizó en el país en 2006.
Hay varias hipótesis sobre la llegada de Cactoblastis cactorum a México. Algunos especialistas consideran que fue por pencas infestadas ingresadas por turistas. Otros lo atribuyen a causas naturales, como el paso de los huracanes Stan y Wilma, ambos en octubre de 2005, que pudieron haber llevado de manera accidental la especie de un territorio a otro.
“Aparentemente llegó porque un huracán tuvo una trayectoria relativamente atípica, con respecto a las trayectorias históricas dentro del Caribe; cruzó la isla de Cuba y entró a Yucatán por el norte de la península”, explica Juan Enrique Fornoni, biólogo e investigador del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Un fenómeno natural transportando a un peligro natural.
Cuando se detectó a Cactoblastis cactorum en Isla Mujeres, todas las fuerzas estaban concentradas en terminar con el primer brote de palomilla de nopal en México. Las autoridades mexicanas emitieron de urgencia una alerta de detección de la especiey reunieron a los expertos para armar un plan de eliminación y detener la posible expansión del insecto, cuyo primer registro en la lista de especies invasoras en México es de 2008. Arturo Bello, ingeniero agrónomo especialista en parasitología agrícola, fue uno de los convocados. Hoy es jefe del Departamento de Operaciones de Campo Moscafrut en el Centro-Sur en el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), pero hace 16 años fue el responsable del programa de erradicación de la palomilla del nopal en Isla Mujeres.
“En coordinación con técnicos y un grupo de expertos de Sudáfrica, Argentina, Estados Unidos, Suiza y del Colegio de Posgraduados de Chapingo y de varias otras instituciones [en México] me tocó participar, incluso coordinar a varios grupos y varias investigaciones en torno a este tema”, recuerda Bello. Aproximadamente 80 personas le hicieron frente a la plaga.
Los archivos de la Secretaría de Agricultura detallan paso a paso en qué consistió el plan. Primero se delimitó la zona afectada, luego las pencas con larvas y huevecillos fueron cortadas y hervidas para matar el bicho. “[La actividad] era eficiente pero muy laboriosa”, reconoce la dependencia de gobierno en una presentación realizada por Bello y el ingeniero Rafael Zetina.
La misión era destruir todos los nopales infestados. Zimmermann sugiere que esto puede realizarse a través de distintos métodos, entre ellos rociarlos o inyectarlos con productos químicos, lo cual es eficaz principalmente para larvas recién nacidas. Otras opciones eran quemarlos, enterrarlos o picarlos para usarlos como forraje.
En Isla Mujeres, el brote no terminaba y optaron por quemar los nopales en el lugar. Pero esto tampoco funcionó debido a la rápida evolución de la plaga, pues la capacidad de reproducción de la especie era alta. “Había tres generaciones por año, muchas de las generaciones estaban una sobre la otra: encontrabas huevos, larvas, adultos y pupas en la misma temporada del año, que eso es raro. Si tienes una reproducción continua quiere decir que eso está creciendo mucho más rápido. Siempre está creciendo, siempre hay huevos, siempre hay palomillas, siempre hay adultos, siempre hay larvas. Siempre hay todo y eso es mucho más peligroso”, explica Golubov.
De acuerdo con la presentación de la secretaría, la “quema no garantizaba la destrucción de larvas y pupas, se optó por no continuar con esta práctica”.
Al final, con la asesoría de expertos internacionales, el grupo de trabajo apostó por el confinamiento en fosas: a las pencas cortadas les aplicaban insecticida o cal para que se secaran y tapaban las fosas con una capa no menor a 30 centímetros de tierra o arena. Los bichos quedaban enterrados.
“[La erradicación] prácticamente se llevó todo el año”, recuerda Arturo Bello. Cifras de la Secretaría de Agricultura revelan que tan solo en el programa emergente de erradicación de aquel año se gastaron unos 21 millones de dólares, según el tipo de cambio de 2006.
El trabajo no finalizó ahí. En Isla Mujeres se dejaron 24 plantas centinela —que funcionan como anzuelo para monitorear la presencia de palomillas de nopal y detectar a tiempo el riesgo de plaga— y se instalaron 115 trampas pegajosas cebadas con feromona sintética para atraer insectos adultos machos. Además, se realizaron censos en casi 5 mil viviendas en Isla Mujeres y Cancún, así como en la zona hotelera, para ubicar nopales de jardines y ornamentales y reemplazarlos por palmas o magueyes.
“A la gente no le gustó mucho, pero era necesario”, cuenta Cibrián Tovar. “La principal resistencia no estuvo en las plantas ni en el insecto, sino en los propietarios de las casas que tenían sus nopales y que los habían cuidado por mucho tiempo”.
El especialista en ecología química de insectos recuerda que cuando a los pobladores se les planteó la necesidad de destruir sus nopales, la primera respuesta fue negativa. “Decían: ‘¿Cómo vamos a deshacernos de este nopal que adorna mi casa y lo he cuidado por tanto tiempo?’ No querían hacerlo, hasta que se les explicó la importancia”.
El temor principal de los investigadores era que la palomilla se expandiera a otras regiones. Sin embargo, eso no ocurrió y el primer brote en la historia del país se pudo contener.
Casi tres años después, el 26 de marzo de 2009, en el Diario Oficial de la Federación se anunció la erradicación total de la palomilla de nopal en Isla Mujeres. Fue la primera victoria contra esta especie invasora, pero la isla quedó, literalmente, sin nopales.
La alegría por la victoria mexicana en Isla Mujeres no duró mucho pues, nueve meses después, se detectó un segundo episodio de invasión de palomilla de nopal en México, ahora en la parte sur de Isla Contoy, también en el estado de Quintana Roo. Erradicar al insecto de ahí era más difícil porque se encontraba dentro de un área natural protegida: el Santuario Isla Contoy. A este lugar solo se llega desde el mar y, en su interior, el desplazamiento es únicamente caminando. En la estrategia de control quedó descartado el uso de insecticidas y herbicidas.
El único aspecto positivo: la población de palomilla de nopal era menor a la registrada en Isla Mujeres. La erradicación se hizo poco a poco, se utilizaron zanjas en la arena para enterrar las pencas. “Ante la imposibilidad de emplear maquinaria en esta zona de reserva, todas las actividades se realizaron de manera manual”, describe la Secretaría de Agricultura. La atención se concentró en las larvas, para que no llegaran a su siguiente ciclo de vida.
“Senasica inmediatamente erradicó la palomilla para que no ingresara al continente y, desde 2008, se declaró erradicada completamente del territorio mexicano. A partir de esa fecha empezó un monitoreo mucho más riguroso en las fronteras”, dice Fornoni.
Actualmente no se han dado registros que puedan considerarse brotes, como los que ocurrieron en Quintana Roo en la primera década del siglo XXI. Sin embargo, los expertos aseguran que la palomilla nunca ha dejado de ser un peligro. El temor por su llegada al territorio continental mexicano es tal que los especialistas siguen puntualmente su avance desde el estado de Florida hacia la frontera de Estados Unidos con México. Tienen claro que una vez que entre, su expansión será extremadamente rápida.
“La capacidad de reproducción de la palomilla es altísima, altísima, altísima. El bicho es gregario, eso quiere decir que las larvas están sobre el nopal y que ahí crecen como locas”, detalla Golubov. El ciclo completo toma aproximadamente 90 días —bajo condiciones de laboratorio, porque al aire libre varía según las condiciones climáticas y la especie hospedera—, desde que las palomillas adultas copulan, ovipositan y los huevos eclosionan, hasta que las larvas excavan dentro de los nopales, abandonan la penca, tejen capullos y emergen como palomillas color marrón grisáceo con alas de entre 22 y 35 milímetros.
En 2010, la Conabio advirtió que en México existen 19 especies de nopales con potencial de ser dañados por la palomilla. “Tendría una repercusión ecológica muy alta en la reestructuración del suelo y comportamiento indispensable de la biodiversidad genética del país”, alertó el organismo.
Por eso, los especialistas insisten en que hay que mantenerla vigilada. El último registro de Senasica indica que la especie está en las colindancias del estado de Luisiana con Texas, a unos mil kilómetros de la frontera mexicana. “En Norteamérica, la tasa de expansión del rango de distribución ha sido bastante rápida, pero no sabemos si en otras partes del mundo va a ocurrir lo mismo —destaca Fornoni—. Aparentemente, si existe la presencia de hospederos disponibles y el ambiente es favorable, podría distribuirse o migrar relativamente rápido. Por ejemplo, el insecto ha avanzado aproximadamente 100 kilómetros en un año en la península de Florida, hasta a veces un poquito más”.
En los últimos años, Juan Enrique Fornoni y un equipo de investigación del Laboratorio de Interacciones Planta-Animal de la UNAM han realizado análisis de dinámicas de invasión para tratar de predecir en qué parte del territorio mexicano la palomilla podría moverse a mayor y a menor velocidad. Las zonas con mayor riesgo de expansión en México están en la frontera norte, en el estado de Tamaulipas, así como en el Golfo de México y la Península de Yucatán.
Productores e investigadores tienen los ojos puestos en las nopaleras para identificar al bicho tan pronto aterrice nuevamente en México. De la detección oportuna depende una pronta erradicación.
De acuerdo con datos de Senasica, en 2021 no se detectaron hallazgos sospechosos de Cactoblastis cactorum en México. En 2022 se reportaron ocho casos que, para tranquilidad de los científicos, resultaron negativos. Arturo Bello asegura que el hecho de que haya tantos hallazgos sospechosos revela qué tan alertas están los productores y los especialistas.
“Si el productor tiene un conocimiento básico sobre las señales que deja la larva, que es el estadío que consume los nopales por dentro, es relativamente fácil identificarla. Los huevos son puestos sobre las espinas —como una cadena—, entonces también uno podría identificar los huevos”, detalla Fornoni. “Con una descripción general del ciclo de vida y los síntomas de infección que la planta expresa, los productores podrían rápidamente identificar la presencia de Cactoblastis. Una vez que se detecta eclosión de huevos, es posible que ya exista en varios lugares dentro de la nopalera”.
El Senasica mantiene la vigilancia en 14 estados del país, entre ellos Tamaulipas, Yucatán y Nuevo León. Con un atrayente sexual (feromona) puesto en trampas, monitorea la presencia de machos adultos. “La palomilla, al ser atraída y entrar con un vuelo errático, puede quedar pegada en la base”, detalla Bello. Si un insecto queda atrapado, el personal técnico lo pasa a un proceso de identificación para confirmar o descartar que sea Cactoblastis cactorum.
“Puedes poner una trampa y si entra algún adulto, lo va a atrapar de inmediato”, explica Cibrián Tovar, experto que, junto con el químico estadounidense Robert Heath, descubrieron los compuestos detrás del atrayente natural y comenzaron a producir la feromona. “De esa manera sabemos que en algún pueblo, en algún lugar, ya está presente y entonces se toman las medidas de emergencia para controlarla antes de que se disemine”, continúa Tovar.
¿Qué pasaría si la palomilla de nopal llega nuevamente a México? La pregunta inquieta a los expertos, porque hasta ahora no existen opciones de manejo a gran escala de la plaga. Algunos de ellos sueltan ideas que van desde utilizar la radiación para hacer insectos estériles hasta que las personas terminen comiéndose a la palomilla, como si fueran escamoles o chapulines.
Mientras se validan esas ideas, productores, investigadores y funcionarios de gobierno tienen la mirada en el extranjero: quieren saber dónde está la palomilla, a qué velocidad avanza, cómo fueron sus últimos ataques. Aguardan como cazadores sigilosos a la espera de su presa, convencidos de que el país no está listo para su aterrizaje. “Estamos todavía en pañales. Esto nos va a ganar, definitivamente nos va a ganar”, advierte Golubov.
Este trabajo fue publicado inicialmente en MONGABAY. Aquí puedes consultar la publicación original.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona