La noche que la policía secuestró e inculpó a cinco veracruzanos

28 junio, 2019

En una violenta madrugada, un padre y su hijo, y tres desconocidos más fueron secuestrados, torturados e inculpados como delincuentes por policías de Veracruz, ha documentado la Comisión Estatal de Derechos Humanos

Texto Arantxa Arcos / Voz Alterna

Fotos: Daniela Pastrana / Archivo

XALAPA, VERACRUZ.- El primer «levantón» de cinco que debían cumplir elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) en menos de catorce horas ocurrió en el municipio de Pajapan, al sur de la entidad.

Artemio, como nombraremos a la víctima identificado por las siglas ASM, comía junto a su esposa e hija la tarde del martes 24 de febrero del 2016.

La comida se enfrió con la llegada repentina de 15 elementos de la Policía Estatal con los rostros cubiertos con pasamontañas.

Algunos tiros fueron disparados en la vivienda, ninguno hacia los inquilinos. Artemio fue derribado con un golpe en las piernas, esposado y pateado en la cabeza, lo que le produjo de forma instantánea una hemorragia nasal.

Sin explicación, lo sacaron de su domicilio con destino a un rancho. Artemio recuerda el ruido que produjo un portón, y animales como perros y vacas.

Una soga pasó entre los espacios que dejó las esposas en las muñecas de sus manos. Otro policía lo intentó ahogar con una bolsa llena de agua.

Me decían que yo me culpara del robo de un auto, por lo que amenazaron con matar a mi familia, es decir, mi esposa y mi hija, dijeron que las iban a violar y matarlas delante de mí, también a mi padre lo matarían. Me pasaban un machete por el cuello y me preguntaban si quería la cabeza o las manos para que se las mandaran a mi familia, me arrastraban en la batea de la camioneta, que era una patrulla, no alcancé a ver el número de patrullas o placas”.

“Muévelo a otra unidad”, le repitieron cinco o seis ocasiones. Artemio pidió agua los tres días de permanecer secuestrado por elementos de SSP, dependencia encargada de proteger y vigilar a los veracruzanos.

“Cuando les pedí agua me ahogaron con una bolsa con agua, me amenazaron con darme agua de Tehuacán, me llevaron a una oficina donde me hicieron firmar documentos cuyo contenido desconozco, uno de ellos dijo ‘tápale bien los ojos que no sepa cuál es el punto’, después de eso me llevaron a un lugar donde me hicieron beber agua apestosa, estancada de un charco y salada”.

Durante las 36 horas de privación de libertad, Artemio escuchó quejidos de otras personas, nunca los vio pero comprendió que no era el único secuestrado y torturado por policías estatales de Veracruz.

Río de heno

Artemio sufría sus primeras 12 horas de secuestro, tortura e intimidación. Mientras que  Pedro -como nombraremos a P.A.M.- dormía en casa, en el ejido Lázaro Cárdenas, perteneciente al municipio de Pajapan, también en el sur de Veracruz.

La tranquilidad del sueño fue irrumpida por hombres uniformados a la una de la madrugada. Pedro no los ubicó como policías o alguna otra autoridad. Irrumpieron de forma violenta derribando la puerta y sacándolo de la cama.

Lesionaron el brazo derecho de Pedro, a la altura del hombro, por sacarlo de la cama y de la vivienda en la oscuridad y frente a su familia.

Con el brazo lesionado, Pedro no pudo ver las esposas que le colocaron por la venda quirúrgica que rodeó sus ojos.

“Me vendaron y esposaron. Me dejaron lesiones en las muñecas, me ahogaron en una bolsa con agua, me dieron toques en la espalda y los testículos, me patearon y golpearon, eran personas encapuchadas, unos 10 aproximadamente”, dice Pedro.

Con dificultad para comunicarse con sus captores, Pedro recibió amenazas de aceptar todo lo que le cuestionaran y firmar los documentos que le presentaran. En caso de negarse, violarían y matarían a su esposa, su hijo sería asesinado frente a él.

Desconozco hasta el día de hoy el delito que se acusa, el nombre de mi acusador y la razón de mi detención, me tuvieron vendado todo el tiempo, me golpearon y quedé inconsciente, hasta la fecha no sé qué hago aquí, no sé nada de lo que está pasando”.

Pedro “N”

Artemio y Pedro vivían libremente en el municipio de Pajapan, que por su origen náhuatl significa “en el agua o río del heno”. Cuando sufrieron el levantón, el municipio era administrado por el panista Inocente Osorio Morales, quien presidió del 2014 al 2017.

Al secuestro y tortura de ambos se anexó un tercer varón, un paisano de Pajapan, Javier -identificado por las iniciales JVA-.

A Javier lo despertaron pasada las tres de la madrugada del jueves 25 de febrero del 2016; a trece horas del secuestro de Artemio y dos horas después del levantón de Pedro.

“Quieto, no te muevas”, exclamó una voz ruda detrás de la puerta principal de su casa. En ella se encontraban dos elementos de la Policía Estatal, adscritos a la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), vestían uniformes en color azul marino, llevaban armas y capuchas.

Javier no comprendió, pidió una orden judicial para el ingreso violento a su hogar pero no se exhibió. Esposas, golpes y una venda en los ojos recibió para ser transportado varios kilómetros.

Emprendieron la marcha con rumbo desconocido con un recorrido aproximado de una hora donde hizo una parada la camioneta en un lugar aparentemente solo y despejado porque no se escuchaban ruidos, ahí me bajaron y me empezaron a golpear de patadas en el estómago y cachetadas en la nuca y en la cabeza, después de esto me pusieron una bolsa de plástico sobre la misma venda (en la cabeza) y me sentí asfixiado”.

Javier “N”

La desesperación por carecer de oxígeno lo motivó a gritar, pedir auxilio y explicaciones de por qué el trato. Los policías solo respondieron “no grites” y cambiaron a Javier de unidad de transporte.

El nuevo vehículo detuvo su andar en diversos puntos. Javier no pudo ver ninguno, la venda y la intimidación evitaron que alzara la mirada. Sólo en uno, los uniformados lo bajaron y obligaron a tomar agua de un charco fétido.

“En todo momento recibí golpes en el cuerpo, todo esto con el fin de que me inculpara de cierto delito que no me decían, sólo me decían que firmara todo lo que me darían a firmar, por lo que sólo supe que firme en algún lugar desconocido sin leer lo que firmaba”.

Javier “N”

¿Policía estatal o delincuencia organizada?

A punto de caducar las 14 horas para levantar a cinco personas, los policías estatales irrumpieron la vivienda de Héctor y Ernesto, padre e hijo, en la Colonia Buena Vista Norte, de Minatitlán, a una hora de la casa de los tres primeros secuestrados.

La nuera de Héctor, esposa de Ernesto, despertó pasada las tres y media de la madrugada del jueves 25 de febrero del 2016. Los perros ladraron sin cesar, ruidos en la vía pública despertaron a los inquilinos de la vivienda.

Los ruidos incrementaron, la puerta principal, amarrada con cadenas y candado era forzada por hombres armados y encapuchados. “Abran la pinche puerta”, exigía el comando.

Un fragmento de lámina se rompió, por el espacio de la ruptura ingresó a la casa un hombre armado. De inmediato tomó a Héctor poniendo sus manos hacia atrás. La cadena cayó al suelo por el frecuente forcejeo de los intrusos.

Ernesto, hijo de Héctor, recibió insultos y golpes. “También te cargó la verga”, le dijeron. La esposa de Ernesto pidió explicación o motivos para la violencia, un ruido emanó el arma portada por ellos, cortó cartucho y apuntó a los sometidos.

“Somos del Cartel de Jalisco”, exclamó el encapuchado que sometía a Ernesto, a la vez, dio patadas a la pierna derecha y solicitó que metieran al menor de edad, nieto de Héctor, a la casa.

Los vecinos de la cuadra escucharon el escándalo. Salieron de sus casas pero no pudieron detener el comando de tres patrullas con al menos 20 elementos que levantaron a dos varones ese jueves 25 de febrero.

La oscuridad y hombres encapuchados duró algunas horas, Héctor fue sustraído de su vivienda con los ojos vendados. La delgadez de la venda permitió que viera a dónde lo llevaron.

“Nos trasladaron a una especie de corralón, ya que la venda se había aflojado, y me permitió ver un poco, pude ver que había carros chocados, llovía en ese momento, y en ese lugar me colocaron como una capucha en la cabeza, no sé de qué material era, creo que era una bolsa de plástico, esa de la basura, me refiero que con esa bolsa me trataron de ahogarme pues me sumergieron la cabeza en la misma pero con agua”.

Héctor “N”

Mientras lo asfixiaban con una bolsa plástica que cubría totalmente su cabeza, en la sala le gritaban a un uniformado “lobito”.

Las agresiones continuaron con Héctor de rodillas. Patadas, manazos, cocotazos y un golpe en el ojo derecho que provocó una lesión severa.

“Me dieron toques en los testículos y me amenazaron con matar a mi hijo (Ernesto), que le iban a cortar la mano y que les dijera la verdad, a lo que les pregunté ¡cuál verdad!, me puse a llorar y les pedí que no lastimaran a mi hijo, les dije que les firmaba lo que me pidieran, pero que no los lastimaran. Les dije que no sabía leer ni escribir pero que haría lo que me pidieran”.

Héctor “N”

Las horas avanzaron. Héctor fue obligado a abordar otra patrulla con dirección al monte, lo recordó por escuchar aves y ruidos característicos de la zona. Descalzo, el pastizal le lastimó los dedos.

La siguiente tortura de Héctor inició al arrancarle tres mechones de cabello, golpear sus pezones con dedos y uñas. La venda seguía cubriendo sus ojos. Las esposas que unían sus manos le apretaban, pidió que las aflojaran para ir al baño. Los policías estatales se negaron, lo obligaron a orinar en una posición difícil.

“En ese lugar me hicieron poner las huellas de todos mis dedos en papeles que desconozco su contenido. Después de esa casa nos fueron cambiando de vehículo, como 3 veces, y fuimos a dar a una especie de rancho porque escuché el mugido de vacas o becerros”.

Héctor “N”

Héctor escuchó que fueron por comida. “El bofe está muy bueno”, dijo uno de sus secuestradores uniformados.

La comida se acabó. Lo subieron a la quinta unidad en menos de 24 horas de levantón. Escuchó el ruido de un tráiler. Sospechó que la siguiente parada era más lejos, que iban en carretera. Sintió los vibradores de la caseta.

En otra unidad, Ernesto viajó a un rancho, no sabe si fue el mismo que su padre Héctor, pero sufrió golpes en estómago y testículos con un aparato eléctrico. Al momento de recibir el golpe, un policía uniformado lo obligó a asentir en cada pregunta.

“Nos dijeron los policías estatales que si no decíamos la verdad nos iban a matar yo les dije que no sabía nada sobre un supuesto robo de autos, empezaron a decir nombres y nombres que si no decíamos algo íbamos a valer madres”.

Ernesto “N”

Los cinco secuestrados por varones uniformados con el color representativo de la Policía Estatal de Veracruz coinciden en que después de las horas de tortura fueron atendidos por personal de la Secretaría de Marina, quienes los alimentaron y respetaron sus derechos humanos.

A Héctor, los marinos le proporcionaron medicamento, las reacciones de sufrir diabetes emergían y comenzó a sentirse mal de salud.

Para la mañana del sábado 28 de febrero del 2016, los cinco secuestrados permanecían en calidad de detenidos en el Centro de Reinserción Social “Morelos” en el municipio de Cosamaloapan, a tres horas de Pajapan y casi dos de Colonia Buena Vista Norte, de la ciudad de Minatitlán.

Falso ilícito

Artemio, Pedro, Javier, Héctor y Ernesto fueron detenidos de forma ilegal al interior de sus hogares, secuestrados, violentados y con tratos inhumanos por varias horas por elementos de la Policía Estatal, adscritos a la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), dirigidos por Arturo Bermúdez Zurita.

Los policías que cometieron los delitos informaron a sus superiores una situación opuesta registrada en oficios de la SSP.

De acuerdo con los elementos, aún en activo, alrededor de las cuatro horas con 15 minutos del viernes 26 de febrero del 2016, un vehículo sospechoso circulaba por la carretera que conduce hacia el municipio de Chacaltianguis, a tres horas de distancia de donde vivió Artemio, Pedro y Javier, en Pajapan.

La actitud de los tripulantes supuestamente motivó a los policías a descender de la unidad y revisarlos, sin encontrar nada. Pero al solicitar informes sobre la unidad, detectaron que tenía reporte de robo.

Con este indicio, los cinco varones fueron detenidos y trasladados a las instalaciones de la Delegación de la Policía Estatal Región XVIII, iniciando investigaciones por el origen de la unidad de transporte privado.

A través del oficio No. EEI/119/2016, signado por la Encargada de Enlace e Informática de la Fiscalía General de Justicia Zona Cosamaloapan, ella informó que la serie del vehículo sí contaba con reporte de robo, generada el 21 de octubre de 2014 en la Agencia del Ministerio Público de Ecatepec de Morelos, en el Estado de México.

En el cotejo de datos alusivos al número de serie, modelo y reporte de robo, la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) -quien mantiene público el caso de los cinco varones- detectó que no coincidía ni el tipo, modelo, color y número de placas; es decir, que no coincidió con los datos del vehículo puesto a disposición por la autoridad estatal, dando como resultado que la unidad conducida por los cinco varones presentados ante el Fiscal de la Agencia del Ministerio Público Investigador en Cosamaloapan no tiene reporte de robo.

Además, los únicos que estuvieron juntos desde su levantón, secuestro, tortura y presentación ante instancias correspondientes fueron Ernesto y su padre Héctor, los otros tres varones; Artemio, Pedro y Javier, fueron sustraídos en condiciones diferentes a sus compañeros de reclusión.

De la violenta madrugada han transcurrido tres años y algunos días. Los varones permanecen recluidos en el Centro de Reinserción Social “Morelos” en el municipio de Cosamaloapan.

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