Con el libro Naturaleza colectiva ganan principalmente quienes busquen asomarse al vastísimo tema de la gestión comunitaria del territorio
Twitter: @eugeniofv
Una de las claves de la supervivencia de la biodiversidad mexicana y de los frenos más poderosos al proceso de concentración de la tierra que padece toda América Latina ha sido la propiedad común del territorio. Al contrario de lo que se suele pensar, ese régimen de propiedad y esa forma de gestión y conservación de los recursos naturales no dependen solamente de la ley, sino que están anclados y sostenidos también por esfuerzos comunitarios, trabajos en conjunto e instituciones sociales construidas con paciencia y esmero por los habitantes del territorio. Un nuevo libro de Pedro Álvarez Icaza, Naturaleza colectiva, ha llegado a librerías de todo el país y ofrece una disección muy novedosa de esa forma de habitar el mundo.
En el libro trabaja los dos sentidos que se pueden leer en su título. Por un lado, ahí en donde la naturaleza se gestiona en común se vuelve colectiva, porque los seres humanos se asumen como parte de ella y se ven a sí mismos integrados en un plural que incluye a lo humano y a lo no humano por igual. Por otra parte, al poner el énfasis en el trabajo conjunto —lo común es, según Antonio Negri, eso que construimos y manejamos juntos— Álvarez Icaza pone sobre la mesa con la claridad que estos tiempos exigen la idea de que la naturaleza humana también es colectiva, que de natural los hombres y mujeres tendemos a hacer cosas con otros y que es en esa capacidad de construir entendimientos y soluciones colectivas en donde está la clave para combatir la pobreza y salvar el planeta.
Por otra parte, donde el grueso de la literatura sobre el tema se ha concentrado o en los impactos de la gestión comunitaria del territorio en términos ambientales o —en mucha menor medida— en las dinámicas internas de esas comunidades y ejidos, Álvarez Icaza propone trabajarlas en conjunto, porque no se pueden entender la una sin la otra. Sin la necesidad de gestionar el territorio que ya se posee en común, al menos legalmente, y sin la urgencia de construir soluciones comunes a problemas que no se pueden resolver en solitario, la acción colectiva aparecería como irrelevante, aunque no lo sea. Al tiempo, donde la gestión y manejo sustentables de los recursos naturales parecen un atributo que surge en automático de la acción colectiva, una capacidad que aparece una vez que se logran las instituciones comunes, Álvarez Icaza muestra que se trata de procesos dinámicos y que son todo menos simples.
Para hacer esa aportación, donde otros textos y trabajos han analizado el impacto de la propiedad y gestión común del territorio sin entrar a las tripas de los ejidos y comunidades agrarias que la realizan, Álvarez Icaza las mira desde dentro y pone sobre la mesa las dificultades que subyacen lo que, desde fuera, parecería una burbuja de armonía. Analizando la construcción de confianza en su interior, el proceso de transformación de las reglas de uso de los recursos naturales y la fortaleza de su capital natural, abre la puerta para una nueva ola de estudios sobre los comunes que miren dentro de ellos y no solamente su superficie.
Además, en algo que debería ser moneda corriente pero que es enormemente novedoso, Álvarez Icaza aporta nueva evidencia empírica sobre lo que ocurre sobre el terreno y en el territorio. Son escasísimos los trabajos que tienen un trabajo de campo de esta calidad y actualidad en México, y eso supone un halo de frescura importante, aunque sea solamente para confirmar lo que sabíamos —hay comunidades fuertísimas en México— y lo que temíamos —el deterioro de las instituciones comunitarias es ya notable—.
Con Naturaleza colectiva hemos ganado todos, pero sobre todo quienes busquen asomarse al vastísimo tema de la gestión comunitaria del territorio, que en él encontrarán una puerta de entrada generosa y clara.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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