Sólo queda esperar a ver si a más personas les resulta evidente la agresión del senador Samuel García hacia su esposa, la influencer Mariana Rodríguez Cantú. Y esperar a ver si la combinación de todos estos factores alcanza para evitar que un hombre misógino ocupe otro cargo de representación popular en México
Twitter: @luoach
El domingo me fui a dormir con el timeline de Twitter revolucionado por la columna de opinión del chef y empresario Enrique Olvera en Reforma y el lunes me entretuve, en el mismo espacio, con la explosión de indignación cibernética por un video donde salen cenando y conversando una influencer y su esposo que es senador por Nuevo León. En tiempos de pandemia estas cajas de resonancia virtuales toman especial importancia. Y en la era de la posverdad, es increíble que ambos temas, tan dispares de fondo como de forma, puedan despertar los mismos niveles de indignación en los usuarios de Twitter. Enfoquémonos en el que importa, que es evidentemente el segundo. Y para que no quede duda, importa porque es un caso de violencia de género.
Para los millennials como yo, Mariana Rodríguez Cantú no es una personalidad nueva en la opinión pública. La primera vez que escuché de ella fue después de que publicara un video donde describía un curso de capacitación para trabajadoras del hogar. Ahí me enteré de que era novia de un político joven de Nuevo León que había ganado un escaño al Senado en 2018 después de fungir como diputado local en su estado. Ese día, además de enterarme de la existencia de Mariana Rodríguez Cantú, aprendí rápidamente de su agilidad para usar las redes sociales y manejar el discurso en una conversación pública.
Después de esa publicación, los medios de comunicación regionales y nacionales retomaron el video donde ella sale hablando del curso de planchado y limpiado. Pero al hacerlo, los medios se refirieron a ella como “la novia del senador”. En vez de amedrentarse o disculparse por su evidente clasismo, Rodríguez Cantú cambió la conversación. En un instante logró que las publicaciones no se trataran de su error, sino de cómo la prensa había objetivizado a una joven empresaria al supeditarla a su pareja.
Dos años después, casada con ese mismo político (probable contendiente por la candidatura a gobernador de Nuevo León) y embarazada con un hijo de ambos, corre otra conversación sobre ellos en redes sociales y noticieros nacionales.
Rodríguez Cantú se presenta a sí misma como empresaria y emprendedora, pero quizá sea mejor descrita como influencer. Con un millón de seguidores en Instagram y más de 13 mil en Twitter, todos los días comparte escenas de su vida cotidiana en redes sociales. Esto incluye sus rutinas diarias, clases de spinning, modelaje de marcas y promoción de la marca de maquillaje que comercializa. En otras palabras, Rodríguez Cantú se presenta como una mujer con educación superior, independencia económica, éxito profesional en su ámbito y —por lo que se podía percibir en sus publicaciones de redes sociales antes de casarse— como una mujer considerablemente libre. Mientras tanto, García Sepúlveda es un senador joven por Movimiento Ciudadano con aspiraciones para la gubernatura de Nuevo León, que le llega a más potenciales votantes a través de las redes sociales de su pareja.
Rodríguez Cantú es una mujer de 25 años recién cumplidos. Ha estado en una relación de pareja con Samuel García Sepúlveda, de 32, durante al menos tres años. Se casaron durante los primeros días de la contingencia sanitaria desatada por la pandemia del coronavirus. Ambos son del estado norteño de Nuevo León conocido, entre otras cosas, por su conservadurismo social. Para ambos, las redes sociales son un vehículo de poder económico y político.
Ahora sí vayamos a la tarde del domingo 9 de agosto cuando Rodríguez Cantú publicó un video en vivo para su amplia audiencia de Instagram, donde ella y su esposo cenan en cuartos separados porque ella ha dado positiva a la prueba de covid-19. En cuadro aparecen ambos en simultáneo durante la videollamada que se está transmitiendo en vivo a los millones de seguidores que suman entre los dos. Él preparó la cena y se la va a llevar a su pareja al cuarto donde pasa su cuarentena.
A la mitad del video, García Sepúlveda le dice a Rodríguez Cantú que suba la cámara porque en cuadro se le ve la pierna. Visiblemente confundida, ella mueve la cámara un par de veces, sin conseguir que García Sepúlveda deje de reclamarle. Finalmente baja la pierna, que sale de cuadro, y le pide perdón a su esposo. Exasperado, el senador remata con un indignado: “pos me casé contigo para mí, no para que andes enseñando”. Y Rodríguez Cantú vuelve a pedirle perdón.
Ese instante de la publicación fue rápidamente retomado por diversas personas, sobre todo mujeres feministas y algunos aliados, señalando la clara muestra de violencia de género. Sin embargo, no es el único momento ni el primero en que García Sepúlveda tiene claras muestras de misoginia, control y violencia de género en los videos de la pareja. Tan sólo en el mismo video, minutos antes, el senador advierte a otros hombres de no “dejar” que sus esposas se enfermen por todo el trabajo que ha recaído sobre él durante la enfermedad de Rodríguez Cantú. Evidentemente, el trabajo doméstico no remunerado no es una labor que se divida en esa casa, sino que realiza exclusivamente ella (junto con el personal que contratan). Después le grita a su esposa que controle “a sus chingaderas”, un par de perros chihuahua que ella llevó a la casa que comparten al casarse. Esto por poner tan sólo algunos ejemplos.
Cuando el fragmento donde le dice que esconda la pierna se viralizó en redes sociales, la crítica feminista se hizo escuchar. Fue tal el fulgor que García Sepúlveda se sirvió de un tuit de otro hombre de su partido político para excusar sus comentarios violentos como “bromas machistas”. Al día siguiente, el senador publicó un video disculpándose con su esposa donde dice estar muy triste. Pero no por la violencia que ejerció, sino por los comentarios de redes sociales que recibe Rodríguez Cantú al respecto. Está triste porque todos sus actos se redujeron a lo que él llama un error.
Lo verdaderamente grave de este evento es que en ningún momento parece ser que García Sepúlveda haya entendido el problema de sus actos. En ningún momento parece haber tomado conciencia de que está tratando a su pareja como un objeto y como un objeto de su posesión. En ningún momento reconoce que eso es violencia. En ningún momento, ni con su disculpa a Rodríguez Cantú, entiende que el sujeto de la historia no es él, sino ella.
Esto es grave porque es la realidad que viven miles de mujeres en México y alrededor del mundo. Y los actos de la pareja con miles de seguidores se reflejan y reproducen en de dispositivos móviles de todo el país, normalizándolos. Pero además es particularmente aterrador porque Samuel García Sepúlveda representa a más de cinco millones de personas en el Senado de la república. Y de esos, más de la mitad son mujeres, según datos del último censo nacional de 2015.
Este hombre que es violento con su pareja (y no es capaz de entender lo que hizo), legisla las normas que nos rigen; discute la aprobación de tratados internacionales; participa en la designación de Ministros de la Suprema Corte de Justicia y ratifica nombramientos de nuestros representantes en el extranjero, así como de los titulares de algunos órganos autónomos y jefes de las fuerzas castrenses. Un hombre que ejerce violencia de género no es apto para representarnos.
Al día siguiente, la pareja subió otro video con la misma dinámica de comer en aislamiento (con la diferencia que ella no enseña nada de pierna). Él le está haciendo el desayuno y el video empieza con un grito suyo: “¡ya está el capuchino, muñeca!”.
Si bien no creo que el senador haya entendido la naturaleza de sus actos, sí entendió la fuerza de la reacción al incidente. Después de la publicación del curso de planchado y lavado, la influencer le dio un giro exitoso a la conversación y dejó el video en sus redes. En equivocaciones subsecuentes, como una publicación de Rodríguez Cantú sobre cubrebocas durante la cuarentena, ella asumió un mea culpa y mantuvo la foto pública con una explicación. Pero esta muestra de violencia de género fue suficiente para que, por primera vez o de manera muy excepcional, la pareja eliminara el video de sus redes.
Ahora sólo queda esperar. Esperar a ver si sus seguidores registraron la gravedad de los comentarios. Esperar para ver si el incidente permea en la memoria humana a pesar de que se elimine de la de las redes sociales. Esperar a ver si cada vez a más personas les resulta evidente esta agresión. Y esperar a ver si la combinación de todos estos factores alcanza para evitar que un hombre misógino ocupe otro cargo de representación popular en México.
El tiempo dirá.
Ha participado activamente en investigaciones para The New Yorker y Univision. Cubrió el juicio contra Joaquín El Chapo Guzmán como corresponsal para Ríodoce. En 2014 fue seleccionada como una de las diez escritoras jóvenes con más potencial para la primera edición de Balas y baladas, de la Agencia Bengala. Es politóloga egresada del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y maestra en Periodismo de investigación por la Universidad de Columbia.
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