Más de 120 organizaciones de América pidieron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que sostenga una audiencia sobre el desproporcionado consumo de carne, que toca todas las aristas de la vida humana, desde la salud individual hasta el bienestar colectivo
Twitter: @eugeniofv
Comer tanta carne le sale cada vez más caro al planeta, pero sobre todo a las comunidades que tienen la desgracia de convivir con las megagranjas en las que se produce esa carne, o peor: a las que se les arrebataron agua y territorio para poder producirla. Por eso, más de ciento veinte organizaciones de toda América han pedido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que sostenga una audiencia sobre el tema.
El tema del desproporcionado consumo global de carne toca todas las aristas de la vida humana, desde la salud individual hasta el bienestar colectivo. Al nivel del hogar y de cada persona, se sabe hoy que un alto consumo de carne roja lleva a un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y, en ciertas circunstancias, aumenta las probabilidades de padecer ciertos tipos de cáncer. A nivel planetario, la ganadería es la principal responsable de la destrucción del Amazonas. A nivel local, las enormes granjas de producción y procesamiento de carne de animales se han convertido en una pesadilla para las comunidades que viven cerca de ellas.
Éste es un problema que no respeta fronteras y que atraviesa todo el continente. En Homún, por ejemplo, las grandes granjas porcícolas han contaminado los cenotes y han puesto en riesgo el agua de la que dependen todas las poblaciones locales. Del otro lado del ecuador, en el Chaco, las movilizaciones por los daños que causó la empresa Feng Tian Food fueron tan grandes que la policía provincial tuvo que desplegar todo su arsenal —y de paso confirmó su vocación represiva—.
Ante esta situación, organizaciones de todas las esquinas del continente han unido esfuerzos y han acudido a la CIDH. Como explicó Hannah Connor, abogada del Centro para la Diversidad Biológica de Estados Unidos en declaraciones recogidas por las organizaciones demandantes, «vivir con aire y agua limpios es un derecho humano fundamental que las fábricas de carne pisotean impunemente», y por eso esperan “que la Comisión Interamericana escuche este llamamiento e investigue los abusos contra los derechos humanos.»
Esos abusos son de muchos tipos. Por un lado, como explicó a estas organizaciones el yucateco Doroteo Hau, ponen en riesgo el derecho humano al agua: “Nuestro suelo los científicos dicen que es kárstico, nosotros decimos que es poroso, y toda la contaminación se filtra al agua subterránea,” porque los desechos de, por ejemplo, las decenas de miles de puercos que pueden malvivir hacinados en una de estas megagranjas, son liberados sin mayor control al medio ambiente.
Las violaciones a los derechos humanos que se padecen en el territorio a manos de estas grandes transnacionales de los cárnicos no se limitan a problemas en el territorio: las amenazas a los defensores ambientales también son asunto de todos los días. En eso, el continente no es ninguna excepción. La organización Global Witness ha documentado violaciones a los derechos humanos vinculadas con las actividades de la agricultura industrial de Nicaragua a Zambia, y la defensa del agua está entre los principales motivos de movilización por parte de los habitantes de territorios campesinos e indígenas de todo el mundo.
Con esta audiencia ante la CIDH —un organismo casi judicial—, estas organizaciones —entre las que se encuentran el Equipo Indignación, Greenpeace y Article 19— pretenden que ya nadie pueda hacer como que no sabía del tema y abonar a que se castigue a quienes estropean el planeta de todos, viviendo de un sistema alimentario que a todos lastima.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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