La fortaleza del pueblo Wixárika

7 junio, 2022

Microfilme Postal, columna de opinión por Daliri Oropeza Alvarez

Mientras en territorio wixárika se reúnen para acordar un nuevo Plan de Justicia gubernamental, 200 integrantes de dos comunidades caminaron 900 kilómetros y tocaron la puerta de Palacio Nacional exigiendo justicia por medio de la restitución de 11 mil hectáreas

Por @Dal_air

Foto: Presidencia

Siento que la fortaleza de la espiritualidad del pueblo Wixárika fue lo que llevó a este momento histórico. Con ella, 200 autoridades agrarias realizaron una caminata de 33 días, más de 900 kilómetros, para demandar justicia personalmente con el presidente por la restitución de sus tierras invadidas. Es la misma fortaleza que les llevará a recuperarlas.

Dos centenares de peregrinos llegaron en forma de una gran serpiente blanca y multicolor al gris centro del poder, y regresaron a sus comunidades victoriosos: San Sebastián Teponahuaxtlán y Tuxpan de Bolaños en Jalisco. Lograron con su caminata que el presidente AMLO pronunciara frente a su presencia a pie que resolverá el despojo e invasión de sus tierras, conflicto agrario que arrastran por más de 60 años. 

Les recibieron infancias y adultos mayores. Entraron a ras de tierra, caminando las comunidades en la misma formación pero ahora con música, con porras y consignas en su lengua wixárika, con carteles pintados por integrantes de toda la comunidad que salieron a recibirles y se sumaron al peregrinar.  

Desde que les vi caminar sentí cómo irradiaban esa fortaleza con sus pasos veloces, con sus pies marcados y sus huaraches gastados. 

Foto: Daliri Oropeza

El mismo día que Oscar Hernández, comisariado de bienes comunales de San Sebastián tocó y no le abrieron la puerta mariana de Palacio Nacional, en territorio wixárika se reunieron autoridades tradicionales, comunales, ejidales, municipales, espirituales, de los pueblos Wixárika (huichol), Naayeri (cora), ‘Odam (tepehuano) para acordar un nuevo Plan de Justicia gubernamental. 

Personal del gobierno federal ha ido a las comunidades wixaritari desde marzo del 2022, después de una reunión de autoridades tradicionales con el presidente AMLO (incluída la de San Sebastián) en donde se comprometió a velar por los territorios sagrados. Instruyó al Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) a elaborar un plan regional para el pueblo Wixárika de Jalisco, Zacatecas, Durango, Nayarit y San Luis Potosí, al cual después, sumaron al pueblo Naayeri y al pueblo ‘Odam. La tierra, el territorio, el agua, la cultura, los lugares sagrados, son los temas que están en el centro, de acuerdo con la información oficial.

Ese 30 de mayo de 2022 que la Caravana Por La Dignidad Y Conciencia Wixárika llegó a Palacio Nacional con la exigencia de “justicia” por medio de la demanda de la restitución de más 11 mil hectáreas, en Jesús María, Nayarit, las comunidades wixaritari llevaron a cabo una histórica reunión con sus autoridades, los pueblos Naayeri y ‘Odam, y las autoridades federales.

Sin embargo, quienes exigen la restitución de su territorio llegaron a la Ciudad de México con su demanda que no fue atendida allá. 

“Que se nos atienda el conflicto que hay. Que se nos regrese lo que por ley y por herencia nos corresponde porque no solo nos despojan de la tierra, sino de todo lo que abarca, lo cultural, lo social, lo espiritual. Eso es por lo que estamos luchando”, dijo Sitlali Chino, Presidenta de la Concertación Agraria de San Sebastian mientras dialogamos en el parque del Mestizaje, a un costado del Cerro del Tepeyac.

Junto con la colega Isabel Briseño, hablamos con ella y con otras mujeres de la caravana sobre lo desesperante que fue para las comunidades wixartari agotar todas las instancias legales, y que a pesar de su solicitud, el Estado no lleve a cabo la ejecución de la sentencia. Que por eso valía la pena hacerse ver con esta caminata.

La decisión de hacer la caravana surgió de la omisión de todas las instancias, inmediatas, locales, federales, agrarias o municipales. Fue en una reunión de puros líderes wixaritari de San Sebastián y Tuxpan, que llegaron a acuerdos, propuestas y las dieron a conocer en marzo a las comunidades en asamblea. La protesta sería en febrero, pero vinieron las fiestas sagradas y la semana santa. La asamblea lo aprobó.

Quienes estuvieron en la gestión para entrar a Palacio Nacional fueron Josefina Bravo Rangel, titular de la Comisión para el Diálogo con los Pueblos Indígenas de México, y Luis Hernández Palacios, procurador agrario. No era un asunto de consignas sino de autoridades wixáritari exigiendo hacer valer la ejecución de una orden judicial.

Foto: Daliri Oropeza

El día que llegaron a Palacio Nacional, madrugaron. Alistaron su ropa ceremonial y salieron antes de las 7 de la mañana, atravesaron la explanada de la Basílica recién abierta y pasaron de frente al atrio pero sin entrar al templo. Subieron, se mojaron con las gotas de la fuente que está antes de llegar a la iglesia hasta arriba del Cerro del Tepeyac.

Ya en la punta del cerro, colocaron objetos sagrados, ofrendaron y oraron, bendijeron y danzaron al son de un discreto violín, con los grises edificios de la ciudad de fondo. Los pasos como ritmo que despierta el violín fueron incrementando hasta que los huaraches con la tierra se volvieron las percusiones para la guía de la danza sagrada que hicieron antes de partir. 

Son autoridades agrarias quienes caminaron en serpiente blanca multicolor, comisariados, comuneros, comuneras, secretarios, consejeras, tesoreros, consejeros de vigilancia, de ancianos e integrantes del equipo que ve por la cultura y sitios sagrados a nivel regional: Union Wixárika. 

Las autoridades indígenas que estuvieron en la reunión del plan de justicia gubernamental ese mismo día en Nayarit, supieron de la llegada a la puerta de Palacio Nacional y entregaron una carta exigiendo que el presidente recibiera a la caravana.

“Los otros pueblos están diciendo que qué valientes que vinimos aquí caminando. Por eso caminamos”, dijo una mujer wixárika en la caminata rumbo a Palacio.

Foto: Daliri Oropeza

PD. Hay fotografías donde hablan más las ausencias que las presencias. 

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