La “nueva normalidad” para alrededor de un millón de mexicanos después de tres meses de pandemia es no tener empleo. Algunos encuentran una oportunidad en obras de construcción, una de las actividades económicas designadas como esenciales, aunque el arranque de este sector no ha sido el esperado
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: María Ruiz
Karla Muñoz sostiene un flexómetro y mira cómo un herrero fija parte de la mampostería de la Torre Dalinde, un hospital privado cuyas obras de remodelación están a punto de terminar. Karla nunca había trabajado en una construcción. Hasta enero de este año vendía zapatos en un tianguis. La pandemia y la necesidad la hicieron encontrar este trabajo.
“Desde enero las ventas fueron muy bajas y después con esto (la pandemia) pues ya. Además ya no me dejaron seguir vendiendo. Todos los puestos que no fueran indispensables, que vendieran fruta, verdura, pollo huevo, ¡comida, pues! Todos los demás no tuvimos la posibilidad de seguir”, cuenta.
A inicios de este mes la construcción, la minería y la fabricación automotriz retomaron sus actividades después de la pausa por la Jornada Nacional de Sana Distancia. En la Ciudad de México, mucha gente que perdió sus empleos voltea a las obras como una opción para sobrevivir.
En todo el mundo, la pandemia de coronavirus suspendió las actividades económicas y América Latina podría ser una de las regiones más afectadas, donde la pobreza y el desempleo se podrían disparar. En los últimos tres meses en México casi un millón de personas perdieron sus trabajos.
Como Karla, muchas personas se están acercando a las construcciones para buscar trabajo. Es un fenómeno que normalmente se observa en diciembre, comenta Rocío Jiménez, arquitecto que trabaja en otra obra cercana. “Normalmente porque quieren juntar dinero para Navidad, pero ahora porque no hay empleo”.
Entre las condiciones para que miles de trabajadores reanudaran las obras en el país el gobierno federal impuso como condición la reducción de la cantidad de trabajadores en sitio así como horarios más cortos. Hasta el primer día de junio, según cifras oficiales, 10 mil 228 empresas de la construcción retomaron labores.
Para verificar que el retorno se haga con las medidas necesarias el Instituto Mexicano del Seguro Social está realizando visitas de inspección a los centros de trabajo. Un cuarto de estas visitas fueron a obras de construcción, de las cuales solo 4 de cada 10 pudieron reanudar actividades por tener un protocolo sanitario para hacerlo.
La construcción genera entre el 7 y 8 por ciento del producto interno bruto del país y después de la agricultura y el comercio es de los sectores con más más empleos: 12 por ciento. Pese a ello, su arranque ha sido muy paulatino.
Sobre avenida Cuauhtémoc, rumbo al sur de la Ciudad de México, las obras de expansión de la línea 3 del Metrobús ya están de nuevo en marcha, sin embargo, alrededor no se ven demasiados trabajadores. “Hay poca gente”, confirma Sergio Zapata Núñez, cabo de uno de los sitios de obra. “Si tú te fijas, al haber pocos negocios y haber parado obras, prácticamente el país está paralizado ¿Por qué hay pocos obreros? Es cosa de las empresa, no quieren contratar más gente. No sé, razones tendrán, igual todavía no pueden retomar cosas de oficina atoradas. Pero, para la importancia del trabajo, veo poca gente, por lo mismo estamos teniendo avances regulares”.
Al respecto, la secretaria de Economía, Graciela Márquez, corrobora la opinión del cabo de obra. “Es por varias razones, una tiene que ver con la implementación de los protocolos sanitarios y luego con que las obras requieren de cierta planeación y trabajo de despacho. No todo es la obra in-situ. Se está rearmando. No se reactivó la segunda quincena marzo, como hubiéramos querido, se reactivó casi en la última semana de marzo. Esperamos una primera quincena de junio mucho más activa”.
“Aquí, cuando llegan, lo primero que hacen es que pasan por este tapete de desinfección”, explican la arquitecta Rocío Jiménez y la coordinadora de seguridad, higiene y salud en el trabajo en obra, Carolina Ayala. Es difícil saber cuál de las dos habla, ambas usan cubreboca además de que el ruido y la sana distancia no ayudan. Ambas accedieron a hacer una demostración del protocolo de desinfección a la llegada y a la salida de los trabajadores.
Alrededor de ellas hay botellas con sustancias, termómetros, caretas y demás equipo de protección. “Todo lo conseguimos por Facebook, en las tiendas todos estaba o agotado o muy caro”, cuentan sobre las complicaciones de implementar estas medidas.
Los trabajadores dedican una hora de su día laboral al ritual de limpieza, media hora a la entrada y media hora a la salida. Para agilizar el proceso, Carolina y Rocío implementaron tres horas escalonadas de llegada, de las siete a las ocho y media de la mañana.
Después de que los trabajadores sanitizan sus zapatos, se les toma la temperatura, pasan al área de lavado de manos y se cambian de ropa, la que usan para la obra se lava continuamente para minimizar riesgos. “Después, justo antes de que entren a trabajar, se les da una plática de seguridad en la que se les recuerdan los síntomas, los signos de alerta y qué hacer si se sienten mal”, asegura la arquitecta.
En otros sitios de construcción la historia es parecida, según cuentan quienes laboran ahí. “Aquí nos piden todo, el tapaboca, la careta, el gel, que te laves las manos, hay agua par a tomar. Eso sí está muy bien, a mi consideración”, dice Arturo Martínez Rosas. Como Karla, ésta es la primera vez que él labora en una construcción, hasta principios de año era chofer. “Renuncié en enero, sin saber que esto iba a pasar”.
Para Arturo, estas medidas le ayudan a tener cierta confianza y lidiar con el miedo a un contagio. “¡Así nada de miedo!”, dice inflando el pecho y con voz alta. “Pues es que hay que salir a trabajar”, dice en un tono más tranquilo. “Hay que seguirle, no hay de otra. El miedo no te va a quitar el hambre”.
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