Si el Rock n’ Roll es estadounidense y el Kung Fu chino, la muerte es mexicana. País por país, pueblo por pueblo, el mundo se rinde ante el imaginario que sobre la muerte tienen las comunidades de México
Texto: Feike de Jong
Fotos: Duilio Rodríguez
CIUDAD DE MÉXICO. – ¨Dicen que somos de luz y colores, y que cuando morimos estos colores persisten», comenta Tunurima, cuyo nombre refiere al amanecer en Wixárika, mientras apunta hacia los cráneos decorados con chaquiras que hay en su puesto. «Solo son visibles para los chamanes y la gente que lo cree».
Si en muchas partes el mundo los muertos son invisibles, en el Mercado de Artesanías de la Ciudadela se dejan ver en todos sus colores.
Si el Rock n’rol es estadounidense y el Kung fu chino, la muerte es mexicana. País por país, pueblo por pueblo, el mundo se rinde ante el imaginario que sobre la muerte tienen las comunidades de México. En este contexto, este mercado ubicado en el centro de la capital del país, y que antes fue una fábrica de armas, hoy en día es un arsenal cultural con 355 puestos y hasta un 20% de las mercancías podrían estar relacionadas con imágenes de la muerte, según estimaciones de los propios locatarios.
Artesanos de muchas partes de México llegan a la Ciudadela y buscan vender sus mercancías a los locatarios. Ahora casi no hay un solo puesto sin alguna imagen en venta que haga referencia a la muerte.
“En la cultura azteca, en la cultura mexica, era muy adorada Mictlantecutli,” comenta Flavio Reyes.
“Todos los dioses y diosas, porque hay diosas también de la muerte. Entonces eran muy adorados por la época prehispánica. Se representaba mucho para todo tipo de batalla, para todo tipo de ofrenda. Ellos ocupaban mucho la muerte”.
Según un joven que atiende el puesto de Reyes, lleno de estatuas de barro de imágenes prehispánicas, los extranjeros que más compran son los centroamericanos.
“Todos los de esta región veneramos la muerte, no hay nada malo en ella,” comenta el joven.
Hoy en día muchos danzantes compran sus imágenes y hacen ofrendas para ellos en una tendencia que ha ido creciendo los últimos años con la revaloración de la cultura prehispánica, dice el locatario.
Como la mayoría de los comerciantes, Reyes es parte de la segunda generación, ya que casi las 60 personas que fundaron este mercado en 1968 se han jubilado o muerto. Los locales se heredan entre las familias y algunas ya han llegado a la tercera generación.
La presencia de estas imágenes ha crecido paulatinamente desde la fundación del Mercado de Artesanías de la Ciudadela, que coincidió con los Juegos Olímpicos de 1968, comenta uno de los miembro fundadores, Ranulfo Barrientos.
Reyes explica que hay una gran diferencia entre las imágenes prehispánicas que se veneraban y las imágenes de la muerte, que llenan el mercado que son más bien catrinas y cráneos, que forman parte de una larga tradición gráfica secular de la muerte.
Cuando los visitantes confunden la muerte como adorno y lo consideran un objeto de veneración o hasta como símbolo funerario es donde las antipatías fuertes pueden surgir.
Por ejemplo, a veces los cristianos sienten aversión por este tipo de imágenes, comenta Luis Barrientos, locatario de un puesto principalmente de textiles.
“Nosotros vendemos las catrinas, pero le dicen Santa Muerte porque le rinden como un culto, pero a ella en específico porque supuestamente les ayuda a mejorar su negocio, le tienen devoción o algo así,” comenta Cruz. “Es como un arte religioso o algo así. Es diferente una de la otra”.
Cabe mencionar que casi no hay representaciones de la Santa Muerte en la Ciudadela.
“Si tienes una muñeca Lele con sus trenzas y listones, puedes hacerlo con cara de catrina, eso lo puedes hacer con casi cualquier artesanía,” dice Luis Barrientos como la explicación de la enorme variedad de objetos en el mercado que tienen una imagen de un cráneo o calavera.
Licoreras de cerámica, destapadores, tortilleros, muñecas Barbie en versión catrina de la Reina Azteca se asoman en los largos pasillos de la Ciudadela con su infinitud de colores y objetos.
Mientras que las catrinas salen de la tradición del famoso artista grafico del siglo XIX, José Guadalupe Posadas, los cráneos surgen en alusión a los de azúcar que adornan los altares del Día de los Muertos.
“Yo en mi caso particular, mis padres ya fallecieron y una hermana,” comenta la locataria Mónica Valdés. “Cada persona, cada mexicano tiene un recuerdo especial de sus seres queridos y es lo que los hace identificarse con esta tradición. Es cómo les hace identificarlos con el tipo de Catrina.
Lo que yo le digo de mi hermana, o sea, como yo la recuerdo en lo particular porque a ella le gustaba arreglarse mucho. Yo sí podría decir que mi hermana era una Catrina porque siempre andaba muy pulcra, bien vestida».
Estiman los locatarios que entre 30% y 50% de las personas que llegan a la Ciudadela son extranjeros. Recuerda Jovita Cruz que a los colombianos les gusta en particular los mariachis esqueletales.
Notable es la ligereza con la cual los artesanos manejan un tema que en muchas culturas del mundo es visto como tétrico. Los artesanos no sienten que usar la imagen de un cráneo o calavera en alguna forma es profanarlo.
Los últimos años desde el inicio de las multitudinarias procesiones del Día de los Muertos, un nuevo fenómeno se ha dado en el mercado. Gente de la Ciudad de México y turistas llegan al mercado maquillados y compran huipiles o ponchos para ir a las marchas y procesiones que pasan por Av. Reforma rumbo al Zócalo, según la comerciante Silvia Barrientos.
«A los holandeses, franceses y alemanes les gustan las playeras con imágenes de la muerte». Comenta Silvia.
Y así, desde épocas remotas pasa la muerte de muchos colores, que desde México viaja para el mundo.
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