29 junio, 2020
El Centro de Educación Especial en San Pablo Chimalpa lleva 17 años dando servicio a personas con discapacidad en Cuajimalpa. Pero la alcaldía de Cuajimalpa les entregó una orden de desalojo por la remodelación de un gimnasio contiguo. Como los tribunales están cerrados por la pandemia, no pueden actuar legalmente. La administradora del centro solicita apoyo para nuevo espacio
Texto y fotos: Andrea Jiménez
A María Leonor González Morenos, misionera franciscana originaria de Monterrey, la destinaron a Cuajimalpa en 1978 para atender a chicos con problemas de drogadicción. “Visitábamos a las familias, les tendíamos la mano para cualquier cosa y la gente siempre nos trató muy bien. Cuando empezamos a atender niños con discapacidad muchas monjas se deprimieron porque les resultaba demasiado duro y se marcharon. Yo me quedé. Después de 30 años en el convento, donde de verdad descubrí a Dios fue a través de esos niños”, cuenta la hermana Marle, como la conocen en la comunidad.
La misionera empezó repartiendo despensas, apoyando a las madres y organizando terapias de fisioterapia, hasta que creó la primera escuela de educación especial para niños con discapacidad que acudían de las zonas más pobres. Durante casi dos décadas, la escuela ubicada en San Pablo Chimalpa, cuya constitución legal fue apoyada por una fundación y fue creciendo gracias a donaciones y profesionales que se acercaban para atender a las necesidades de niños sin recursos. En Cuajimalpa, demarcación de la Ciudad de México que colinda con el Estado de México, las calles empinadas que surcan los cerros son de terracería, y gran parte de la población es víctima de la violencia familiar, el desempleo, el alcoholismo y el hacinamiento. “Empezaron a venir chicos de los alrededores, desde Acopilco, Zentlapatl, Huixquilucan, San Jacinto… Gracias a las sesiones de fisioterapia niños que no caminaban y a los que arrastraban las mamás, comenzaron a hacerlo. Construimos un cuarto multisensorial, con una alberca de pelotas y barras para rehabilitación, dos consultorios, una zona de ultrasonido… Y llegó gente grande, no sólo niños. ¡Era como un milagro!”, exclama.
El centro, que durante 17 años ha beneficiado a miles de personas, ahora está en riesgo de desaparecer. “En mayo nos llegó una carta de la Alcaldía de Cuajimalpa donde nos informaban que teníamos que desalojar con urgencia el inmueble”, denuncia la hermana Marle, quien alega que ese documento es la primera notificación por escrito que recibe. “En febrero, se presentó en mi casa Gerardo Romero Martínez, representante del pueblo, acompañado de más de 10 patrullas para avisarme que tenía que abandonar el lugar, pero sin ningún documento legal que lo acreditase”, aclara.
La escuela fue una donación que el primer jefe del Gobierno de Cuajimalpa, Francisco de Souza Mayo, le hizo a la hermana en el 2003 tras conocer su labor en favor de niños con discapacidad. El terreno y la infraestructura se cedió a través de un acuerdo de voluntad entre la delegación y pueblo, con número de oficio DGSU/JRV 640/2003. “Llevaba una notita adjunta que decía que si en algún momento desalojaban la escuela tenían que reubicarla”, explica Edith Hernández, vocal de la institución educativa y responsable de ayudar con la contabilidad y el papeleo de la asociación responsable, las Promotoras Franciscanas de Desarrollo Comunitario A.C.
El gobierno municipal se mantuvo por años ajeno a la actividad del centro. Hasta que en el 2018, Adrián Rubalcava, quien había desempeñado el cargo de Jefe Delegacional en Cuajimalpa de Morelos del 2012 al 2015, ganó la reelección para gobernar de nuevo la alcaldía. “Él le tenía ganas a mi lugar. Mi escuelita estaba junto a un gimnasio en el que querían construir una alberca semiolímpica. Creo que en esta zona hay otras prioridades antes que una alberca, como dar solución al desabasto de agua que sufre la población. ¡Hay vecinos que se pasan hasta cinco días sin poder lavarse ni tomar un baño!”, reclama la hermana Merle, que visita de forma constante a las familias más vulnerables.
En el 2015, una gran tormenta provocó un deslave en la ladera que abraza el terreno de la escuela y puso en riesgo las instalaciones. La donación económica de una fundación privada permitió reparar los daños. Pero el terreno se inundaba de forma constante y había erosiones, la hermana Merle pensó que lo mejor era encontrar otro lugar para los niños. “La pared que separa la escuela del gimnasio empezó a cuartearse. Me daba mucho miedo que se viniera abajo. Antes de que quisieran desalojarme yo ya pretendía trasladar la escuelita a un terreno que tengo junto a mi casa. ¡Imagínate la situación, cuidamos de niños con discapacidad!, cualquier desgracia que pasara iba a ser mi responsabilidad”, explica la franciscana, directora del centro.
En el 2017, la hermana Marle se acercó a Romero Martínez para explicarle su propuesta: ceder su parcela a la Alcaldía y que ellos le apoyaran con algunos trámites para condicionar el terreno nuevo donde edificar su escuela. “Ya tenía hasta los planos del nuevo lugar. El arquitecto aconsejó que mejor sacáramos toda la tierra y pusiéramos un muro de contención, ya que ese terreno daba a una carretera principal. Necesitaba que ellos me ayudarán con el drenaje, los árboles y el soporte. Me prometieron que lo harían, pero sólo dieron su palabra”, expresa la religiosa.
A pesar de mandar una notificación solicitando el desalojo de la escuela para seguir con la reconstrucción del gimnasio, el alcalde Rubalcava no ha querido recibir a la directora. “Manda a sus empleados, que no hacen nada, nos dicen que el documento del acuerdo tenía que renovarlo cada tres años, pero eso no aparece en ninguna de las cláusulas. El subdirector de obras de la delegación prometió ayudarnos, pero no dejó ningún documento por escrito. Protección cCivil nos trajo unos documentos para el drenaje de agua y la tala de árboles que no sirven”, cuenta Hernández, quien hasta ahora sólo ha obtenido como respuesta del alcalde un tuit que éste compartió en mayo desde la cuenta oficial de la Alcaldía donde se menciona que “los trabajos que están realizando son dentro del Deportivo Chimalpa y que no van a afectar a la escuela”.
“En marzo ya habían empezado la obra, pero como estábamos encerradas por la contingencia no nos dimos cuenta de que habían metido maquinaria pesada”, detalla la vocal de la escuela. “La hermana, que ya tiene 80 años, es gente de paz. Sólo quiere que reubiquen una escuela para los niños. Si la Alcaldía va a aprovechar un terreno en el que estaba ella, necesita ayuda para el nuevo centro, el único que existiría en la zona”, añade.El Centro de Educación Especial en San Pablo Chimalpa, ahora mismo clausurado por la emergencia sanitaria, es una pequeña escuela que además de ofrecer rehabilitación integral y educación especial a los niños, brinda otros talleres de aprendizaje y ocio para personas con discapacidad. “Cuenta con un comedor gratuito, damos apoyo a los padres con despensa y atención psicológica, y contamos con servicio médico. Si bajas al centro de salud del pueblo ni siquiera te toman la glucosa porque no hay material”, explica Hernández, “Si no hay escuela, ¿qué va a pasar con esas familias?”
Una meningitis a los 6 meses le ocasionó a Carla, quien acaba de cumplir 22 años, parálisis cerebral. Es unas de las usuarias de la escuela. “Dejamos de ir hace unos meses por el frío, es malo para mi niña. Se agarra neumonías que le dejan graves secuelas”, dice su madre Rocío. “Sacaba a Carlita por el pueblo y se la quedaban viendo como a un bicho. Me decían que la niña había salido así porque mi marido fumaba mariguana. Le decían a mi madre que su yerno era un marigüano. Pero cuando la llevé por primera vez a la escuelita me di cuenta de que había muchos niños como ella. ¡Mi hija no era la rara! Es que aquí son muy cerrados, allá en la escuela es diferente. Carlita es una niña más”, dice Rocío mientras traslada a su hija de la cama a la silla para ponerla al calorcito del sol. “El transporte resulta muy difícil, la tengo que cargar yo misma y son todo laderas. Si no está su hermana mayor no podemos salir. Cuando iba a la escuela venía una camioneta a buscarla. ¿Ahora quién vendrá a por ella?”, pregunta la madre.
Cada mañana una furgoneta propiedad del centro recogía a los alumnos que no caminan por sí solos o con dificultades para desplazarse, y al terminar las clases los dejaba en la puerta de sus domicilios. “Ricardo, el chofer, me venía a buscar a mí la primera. Íbamos cantando con la bocina bien alta y los niños se aprendían las canciones”, cuenta Irak Moreno, trabajadora de la escuela y madre de un niño con autismo. “Me hablaron de la institución y como yo había estudiado Pedagogía y Educación Especial, la hermana me brindó la oportunidad de trabajar en el centro”. Moreno, madre soltera, empezó hace 8 años a acudir a la escuela. Mientras ella se gana un sueldo, su hijo es atendido en el centro junto al resto de alumnos. “Aquí José Manuel tuvo su primera oportunidad de socializar con niños, perdió el miedo, empezó a correr y a bailar”, cuenta Moreno, ahora responsable de ir sacando los equipos y resto de materiales de las aulas vacías mientras la obra del gimnasio contiguo sigue su curso. “Los niños desayunaban y comían aquí, tenías sus clases individuales, talleres y consultas. Están acostumbrados a este espacio, es como su segunda casa. Sin escuela ¿qué vamos a hacer las mamás? Los pasajes, las terapias, las comidas… ¡son muchos gastos! No hay lugares para ellos, los centros privados son muy caros. En la escuela de la hermana les poníamos hasta pañales para que las mamás no gastaran en casa. Nos han dejado sin empleo, sin escuela, sin recursos… ¡El centro nos hacía falta! Aquí también llegaba gente que había tenido un accidente y que necesitaba una terapia”, lamenta Moreno.
El centro está afiliado a la Confederación Mexicana de Organizaciones en favor de la Persona con Discapacidad Intelectual (Confe), lo que permite que esta institución ofrezca a los alumnos de San Pablo Chimalpa sus servicios más baratos. “Pero aun así muchas familias no se lo pueden permitir. Estos pueblos enfrentan una realidad muy dura de pobreza. Somos testigos de casos muy fuertes, a algunos los esconden en casa. Aquí al ladito nomás vive una familia con tres niños con discapacidad encerrados. Hay muchas abuelitas cansadas que se tienen que hacer cargo de toda una familia, y yo pienso que no es justo. ¡Que cierren nuestra escuela no es justo!”, dice la religiosa.
“Antes de que mi hija enfermara, ella lo llevaba a la Fundación Teletón”, cuenta la abuela de Yair, un adolescente con síndrome de Down. “Pero quedaba muy lejos, dos horas y media, así que el niño no podía ir todos los días”. Tras la muerte de su hija, Juanita se hizo tutora legal del “pollito”, como lo apodaron cariñosamente el resto de sus nietos y como lo llama ahora toda la familia. “Mi hija estaba muy enferma, y yo ya no sabía qué hacer, si atenderla a ella o al niño, que se desesperaba mucho”, explica Juanita, residente de Zacamulpa Huixquilucan, ya en el Estado de México. Yair nació antes de tiempo, prematuro, pasó sus primeras semanas en una incubadora. “Su madre se muy puso triste, el padre, nada más verlo, se largó”, declara Juanita durante una visita de la hermana Merle. “El niño agarraba el puño y se daba. Un día se golpeó mucho y se dejó la cara moreteada. Un doctor nos recomendó entonces la escuela ¡Qué pena no haberla conocido antes! La mejoría de Yair en cuanto entró al centro fue inmediata”. Al principio la abuela lo acompañaba y se quedaba toda la jornada en una banca, esperándolo. Dejó de hacerlo para que el niño si hiciera más independiente. “Antes él no podía comer solo, no agarraba las cosas. Era muy dependiente”, explica Juanita mientras acaricia el pelo de su nieto. “Ya no se lastima y le encanta bailar cumbia. ¡Ahora hasta tenemos que quitarle la comida! ¡Nomás mírenlo!”, exclama mientras señala a Yair que agarra un vaso con jugo y se lo lleva a la boca. “Él no habla, pero se expresa. Le encanta la escuela. ¡Los primeros días de cuarentena se salía a jalar la puerta y a esperar a la camioneta que le llevaba con el resto de niños!”, dice la abuela. Tres años después del cáncer que dejó huérfano al “pollito”, un accidente le arrebató a Juanita a su hijo menor. “Se llevó al más alegre. Pero yo siempre le doy gracias a Dios y a la madre Marle, que me ha ayudado mucho. Antes de que mi hija muriera yo le decía arrodillada junto a la cama, “Ay, gorda, me va as a dejar una responsabilidad que quién sabe si lo pueda resistir. Y aquí estamos gracias a la hermana”. Desde que el gobierno mexicano decretó la cuarentena, Juanita no ha salido de casa, su marido sí sale a trabajar en “lo que salga” y los otros dos hijos y nietos le ayudan con Yaid. “La vida me ha dado muchos golpes. Se lo digo a mi virgencita todos los días: la vida es cruel pero también bonita. Hay que resistirla. ¡Sin la escuela, otro golpe que se viene!”
La escuela seguirá su labor, pero a domicilio y con más dificultades. “Dos maestras visitarán una colonia por día, donde tratarán de reunir a los niños en alguna de las casas. Los otros servicios, como la comida, ya no se pueden dar. Édgar Muciño, el coordinador de rehabilitación, que es un ángel, está habilitando un local para los niños que requieran de terapia física”, anuncia la misionera.
Según Gerardo Hernández Castro, el abogado que ha tomado el caso, “lo que están haciendo desde la Alcaldía está completamente fuera de la legalidad. Empezaron a meter la maquinaria antes de mandar un oficio. Si quieren desalojar la escuela, tienen que ofrecer una garantía de audiencia para que la hermana se defienda. Está en el Constitución”. Debido a la emergencia sanitaria, los Tribunales de Justicia Administrativa, responsables de los asuntos de carácter de gobierno, pararon su actividad. “Se aprovecharon de la situación para seguir con sus planes. Ya hemos registrado la demanda, pero saben que la hermana ahora no puede impugnar en un tribunal porque están cerrados”, cuenta el experto en derecho administrativo. “Ya hicieron el negocio con una constructora y les urge el proyecto, la madre sólo les estorba”, añade el abogado.
“Yo sólo quiero que esos niños no se queden sin una escuela. Es una necesidad, si hubiera otra clínica, yo abandonaría, pero no tienen alternativa”, argumenta la religiosa, quien espera llegar a un acuerdo por parte del alcalde. De momento, las excavadoras avanzan por el terreno San Pablo Chimalpa y Rubalcava no responde a las distintas peticiones que se le han hecho a través del correo oficial y a su cuenta de Twitter. No ha ofrecido ni una aclaración sobre la remodelación del gimnasio ni sobre el desalojo del centro educativo. “Yo creo que al final nos ayudará, son demasiadas las familias afectadas. No hemos podido avisar a todas por la cuarentena, pero mucha gente nos está apoyando. Y yo ya me puse a rezar en serio para que todo salga bien”, dice la hermana Marle y se ríe juntando las palmas y mirando al cielo: “Dios mío, ¡ayúdanos! Esta misión me la mandaste tú. ¡Órale!”
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona