En vez de pasar por encima de los productores agrícolas para abaratar la vida en las ciudades, podría impulsarse la mejora en la calidad y sustentabilidad de la producción. Para cambiar el país hay que cambiar la lógica con la que se lo gobierna. Hace falta un compromiso real y de fondo con esa transformación
Twitter: @eugeniofv
Tenextepango y Moyotepec, dos de los ejidos que luchan sobre el terreno y en los tribunales contra el Proyecto Integral Morelos y la termoeléctrica de Huexca, se pronunciaron este fin de semana en asamblea por mantenerse en resistencia. El hecho de que estas dos comunidades tengan que dedicar tanto esfuerzo a luchar contra este megaproyecto pone en plata que hay cosas que simplemente no han cambiado en México, aunque hayan cambiado los gobiernos. Hoy y ahí, igual que siempre y por todo el país, se está queriendo sacrificar a los productores agropecuarios para beneficiar a los productores industriales, y se quiere pasar por encima de los habitantes de los campos para beneficiar a los de las ciudades, concentrando más la riqueza y haciendo todavía menos sustentable nuestra economía.
Tenextepango y Moyotepec son ejidos que viven fundamentalmente del campo, pero no son agricultores de subsistencia, sino que han abierto mercados para sus productos en las zonas cercanas, incluyendo Ciudad de México. La producción agropecuaria en esa zona ha permitido que la pobreza vaya superándose poco a poco, aunque el paso es evidentemente demasiado lento. El municipio de Ayala, donde se ubican ambas comunidades, se mantiene desde hace lustros en torno a la mediana estatal en los indicadores de pobreza que ofrece el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), aunque sus niveles de rezago social son bajos.
Sus habitantes se oponen a la imposición de la termoeléctrica de Huexca porque saben que, cuando se la construya, se quedarán sin el agua que necesitan para irrigar sus campos. La Comisión Federal de Electricidad (CFE), por su parte, quiere generar ahí energía, sacrificando la producción rural, para beneficiar a los pobladores urbanos del resto del estado y del Valle de México. La lógica del proyecto es en eso idéntica a la de todos los demás de la historia de CFE.
Hasta ahora y desde hace décadas los esfuerzos de desarrollo regional los han diseñado e impulsado grupos de poder que reúnen a empresarios y políticos, que acuerdan esfuerzos en conjunto y que responden a la lógica de las oficinas y del capital, no a la de los trabajadores ni a la de los campesinos. Esto, junto con una lógica ya caduca, pero que sigue siendo la norma, por la que los Estados operan siempre buscando la gran escala, homogeneizando regiones y suprimiendo diferencias, ha hecho que se privilegie la urbanización de las poblaciones, en vez de resolver los problemas rurales, y que se impulsen las grandes industrias por encima de las pequeñas unidades productivas.
Una verdadera alternativa a esta lógica, una política verdaderamente transformadora, sería partir desde abajo en el impulso del desarrollo. Si así hicieran, los gobiernos encontrarían que hay muchas alternativas, más democráticas y más incluyentes, para resolver las necesidades que han planteado.
Por ejemplo, si es tan urgente aumentar la oferta de energía, podría apostarse por la instalación de sistemas de generación eléctrica descentralizada, aprovechando los recursos naturales de la zona y dejando esos sistemas en manos de pequeñas empresas comunitarias. CFE podría jugar ahí un papel importantísimo, ofreciendo ventajas al comprar la energía y acompañando los procesos técnicos y de gobernanza empresarial.
En vez de pasar por encima de los productores agrícolas para abaratar la vida en las ciudades, podría impulsarse la mejora en la calidad y sustentabilidad de la producción, y eso no solamente haría más sostenible la oferta agropecuaria en el largo plazo, sino que también contribuiría a mejorar la salud de los pobladores urbanos.
Para cambiar el país hay que cambiar la lógica con la que se lo gobierna. Alternativas hay muchas y los beneficios son evidentes. Hace falta un compromiso real y de fondo con esa transformación.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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